Quienes con impaciencia mojaron los pies en el mar a comienzos de diciembre, por ejemplo, en Mar del Plata, se encontraron con aguas con una temperatura de 17°C, algo superior a la que se registra hoy en Viña del Mar, Chile. Pero quienes lo hicieron a mediados de enero, ya disfrutaron de unos más benignos 20°C. Y los que aguarden a darse un chapuzón en febrero tendrán una recompensa aun mayor: el promedio de temperaturas para ese mes durante la última década fue de 21,2°C, con máximos de 24°C, equiparable a la de Búzios y apenas dos grados menos que lo que se registra por esta época en playas de Florianópolis, el destino brasileño más popular para argentinos antes de la pandemia.
Los datos, que surgen de sitios que publican la temperatura superficial de las aguas a partir de registros satelitales y consignan el promedio de los últimos diez años, son claros: febrero es el mejor mes para bañarse en la Costa Atlántica argentina. En balnearios como San Bernardo, Pinamar, Mar del Plata y Necochea, durante febrero el agua es entre 0,5 y 1,1°C más cálida que en enero, en promedio. Y después del pico, los registros térmicos vuelven a bajar en marzo.
El fenómeno tiene una explicación: la capacidad calorífica de los grandes cuerpos de agua y la llamada “inercia térmica”. Lo mismo que explica intuitivamente que una olla con cinco litros de agua bajo los rayos del sol se calienta más rápido (y se enfría con igual velocidad cuando llega la noche) que una pileta de lona que contiene un volumen 900 veces mayor.
“Al agua le cuesta más calentarse que el aire. La radiación solar y la temperatura del aire son máximas a fines de diciembre y enero, pero, debido a la inercia térmica del agua, la capacidad de absorber y liberar el calor es más lenta. Por eso la mayor temperatura del mar se registra en febrero y la mínima, en agosto y no en julio”, explica a Infobae el oceanógrafo Juan Pablo Pisoni, investigador del Conicet en el Centro de Estudio de Sistemas Marinos (CESIMAR) del Centro Nacional Patagónico (CCT CENPAT), en Puerto Madryn.
“El océano tarda más tiempo en calentar el agua, respecto a la atmósfera, pero tiene la capacidad de guardar este calor durante más tiempo. Por eso, en general, las estaciones de invierno y verano en el mar son más tardías que las continentales”, añade su colega Daniela Risaro, docente en el Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
Azar y viento
En uno de sus poemas, Jorge Luis Borges definió al mar como “abismo y resplandor y azar y viento”. Pero los científicos que estudian las características físicas y biológicas de los océanos abrigan la expectativa de describir mecanismos más deterministas, causas precisas que se ligan con consecuencias mensurables.
Uno de los factores que explican la temperatura de las aguas es la latitud, la distancia con el Ecuador. Salvo excepciones, los registros térmicos descienden a medida que la ubicación geográfica se desplaza hacia el sur (o al norte en el hemisferio boreal). Por ejemplo, en el litoral atlántico sudamericano, este lunes 25, los valores registrados en el sitio seatemperatures.info fueron de 28,3°C en Natal, 28,1°C en Recife, 27,5°C en Salvador de Bahía, 25,9°C en Florianópolis y 21,5°C en Punta del Este.
Lo mismo ocurre del lado del Pacífico. Las temperaturas del agua para el mismo día fueron 26,4°C en Manta (Ecuador), 25,1°C en Máncora (Perú), 17,6°C en La Serena y 16,3°C en Viña del Mar, ambos en Chile.
En la Costa Atlántica argentina, se mantiene esa tendencia, aunque en las playas del Partido de la Costa también influye la proximidad con el Río de la Plata. Por ejemplo, los registros promedio para el lunes 25 fueron 25°C en San Clemente del Tuyú, 23°C en Pinamar, 21,6°C en Mar del Plata, 21°C en Necochea y 19,3°C en Puerto Madryn. Cerca de Comodoro Rivadavia, Rada Tilly, el balneario más austral de América, no es apto para aprensivos térmicos: midió 16,2°C.
Pisoni explica que también juegan un papel factores locales, como vientos que soplan con determinada dirección e intensidad durante algunos días y hacen que el agua más superficial y cálida sea transportada mar adentro, lo cual propicia que llegue en su reemplazo agua del fondo más fría. Este fenómeno se denomina “surgencia” y “es lo que explica que, a igual latitud, las aguas del Pacífico sean más frías que las del Atlántico”, dice.
“Como si fuera un vaso con agua caliente arriba y agua fría abajo, el viento puede otorgar energía al sistema para romper la estratificación vertical y hacer que se mezclen las capas, bajando la temperatura”, puntualiza Risaro.
“Durante el verano, frente a la costa de Mar del Plata, predominan los vientos con dirección del cuadrante noreste, paralelos a la costa, y su acción sostenida sobre el mar favorece el transporte del agua superficial hacia afuera de la costa permitiendo la surgencia de aguas del fondo más frías y ricas en nutrientes hacia la superficie”, testimonia un informe del Gabinete de Oceanografía Física del Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero (INIDEP), en Mar del Plata, que analiza dos puntos de observación de la temperatura del mar: en una estación del Servicio de Hidrografía Naval en el muelle del Club de Pescadores, y en la Escollera Norte.
La surgencia, junto con una sucesión de días nublados y algo frescos, explicó que el agua en Mar del Plata durante la segunda semana de enero de 2020 tuviera una temperatura de 18,4°C, cuando lo habitual para esa fecha es que se ubique entre los 20 y 21°C. Los diarios registraron el fenómeno: la mayoría de los surfistas seguían calzando los trajes de neoprene del invierno y los bañistas no resistían más de pocos minutos de chapuzón. Y eso los que eran más valientes.
Temperatura récord
Pero también pueden confluir una serie de situaciones que lleva a escenarios más felices para bañistas. Según datos del INIDEP, a las 4.30 de la madrugada de este martes 26, el agua en ese balneario alcanzó un asombroso valor de 24,3°, superando los 24°C registrados en enero de 2014 y el máximo absoluto de 24,2 °C en febrero de 2015, un récord absoluto desde que se mide en 2013.
“Se combinaron varios días con temperaturas altas y radiación solar plena (cielo con pocas nubles) así como un viento norte que solo calentó el aire, pero no produjo surgencia”, dice a Infobae Graciela Molinari, responsable del Gabinete de Oceanografía Física del INIDEP.
Si se mantienen las condiciones del clima, febrero podría traer nuevas cifras récord, anticipan los científicos. “Todavía estamos en un fenómeno de La Niña” (lo que suele originar temperaturas más elevadas en el verano en la zona)”, apunta la doctora en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos Moira Luz Clara, investigadora del CONICET en el INIDEP.
No será el Caribe, pero en algún momento de febrero de 2021 quizás el agua en Villa Gesell o Mar del Plata sea apenas dos grados más fría que la de una playa de Saint Thomas o de Cuba en esta época del año, eso sí, menos transparente. Consuelo de pandemia.
Si bien el mar tarda más tiempo en “responder” a las variaciones del ambiente, los registros fluctúan y a veces pueden darse modificaciones drásticas de las temperaturas de las aguas. En Mar del Plata, entre el 30 y 31 de diciembre del 2020, el enfriamiento del aire por el soplo de viento sur y días nublados hicieron que en 24 horas las aguas superficiales pasaran de medir 23 a 19,5°C.
¿Los cambios de temperatura los nota la gente? “¡Claro! Es perceptible. Cuando hay enfriamiento de las aguas, nos enteramos antes por los turistas que van todos los días que por los registros”, dice Molinari entre risas.
Otro elemento que influye en las temperaturas del agua son las corrientes marinas. En el caso del Mar Argentino, las temperaturas promedio están definidas por la corriente fría de Malvinas, que bordea la plataforma continental, aunque sus efectos se limitan durante el verano por una retracción del flujo y el calentamiento que imprime la radiación solar sobre las capas superficiales, señala Molinari.
También influyen las características de la plataforma continental “muy extensa, muy ancha, tanto ancha como larga. Es una de las plataformas más anchas del Océano Global”, resume Risaro. Y como es la porción donde el mar no supera los 200 metros de profundidad, “es como una pileta con poca agua, con un volumen de agua mucho menor del que se puede encontrar en el océano abierto”. Por ende, más “fácil” de calentar por los rayos del sol.
Tendencia al calentamiento
Por otra parte, más allá de los intereses efímeros de un turista y las fluctuaciones que pueden darse entre un año y otro, hay tendencias a largo plazo que encienden señales de alarma. A nivel global, el océano se está calentando a 0,11°C por década, según un paper publicado en la revista Nature en 2020. Sin embargo, “no todas las zonas responden igual”, advierte Clara.
Para su tesis de doctorado, Risaro analizó datos satelitales de temperatura del mar en varios puntos de la plataforma continental durante casi 40 años (desde 1980 hasta 2018) y observó una tendencia al calentamiento por encima de la latitud 42 grados sur (parte norte del golfo San Jorge), con rojos particularmente intensos sobre la Costa Atlántica bonaerense. “En particular, Monte Hermoso tiene una señal de calentamiento de 0,2°C por década; Claromecó, 0,3°C por década; y de ahí hacia Punta Médanos (Partido de la Costa), la tendencia es de 0,4°C por década”, afirma.
“El aumento de la temperatura del mar trae consecuencias negativas que tienen un impacto importante a nivel climático y para la biodiversidad local. El hecho de que las temperaturas aumenten abruptamente como lo estamos observando indica que el ambiente está empeorando. Y eso es mucho más importante que el deseo individual de veranear en aguas cálidas”, alerta Risaro.
Aunque las estimaciones satelitales son muy robustas, tanto Risaro como Clara creen que tener mediciones puntuales en los distintos balnearios de la Costa Atlántica sería lo ideal para documentar y entender mejor estas tendencias de temperatura.
Informe: Juan Manuel Lazzati
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