Niños y adolescentes confinados: ¿existe realmente el síndrome de la cabaña?

Muchos chicos y jóvenes presentan angustia y ansiedad a la hora de retomar las actividades de la vieja normalidad. Por qué ocurre y qué se puede hacer para ayudarlos

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Esta situación de distanciamiento social ha hecho que tengamos que adaptarnos a nuevos modos de socializar, de comunicarnos, de abrazarnos entre todos
Esta situación de distanciamiento social ha hecho que tengamos que adaptarnos a nuevos modos de socializar, de comunicarnos, de abrazarnos entre todos

Aún cuando la medicina debate para dar por finalizada la pandemia ocasionada por el COVID-19, la psicología también plantea situaciones que se vislumbraron al comienzo de la propagación del SARS-CoV-2. El miedo a cambiar de entorno genera inseguridad y es por eso que muchos pretenden el bienestar que le provoca la comodidad del lugar en el que están.

Para la doctora en psicología (M.N. 15.145) Gisela Untoiglich, el “síndrome de la choza” no existe: “Un síndrome es simplemente un conjunto de malestares a los que se unifica bajo un nombre. Pero en realidad no nos dice nada ni de la persona ni de su sufrimiento. Existen malestares y han existido a lo largo de estos meses de principio cuarentena, de distanciamiento social preventivo, muchos malestares que salieron a la luz y que en realidad, en general, tienen que ver con la vida de las personas. No son nuevos. Quizás son nuevas formas de manifestarse, tanto en adultos como en niños, niñas y adolescentes. Esto es lo que quiero dejar en claro eso”.

Por otro parte, la especialista señala que en el caso de muchos adolescentes con dificultades a nivel de socialización, “en un principio parecía que la cuarentena les hacía bien porque no tenían que lidiar con esto y estaban exentos de todas las situaciones sociales a las que la vida cotidiana los expone. Tendieron mucho más a quedarse refugiados adentro, y muchos adentro de pantallas, con lo cual, en el momento que comenzaron las aperturas, les costó y les cuesta. Algunos incluso prefieren no salir de sus casas y no encontrarse con otras personas de manera presencial, en parte por un modo de cuidarse y no exponerse ni él ni a sus familias. En este sentido creo que la cuarentena en pandemia lo que hizo fue poner de manifiesto las dificultades personales que teníamos como sociedad”.

La distancia física con el resto, ha hecho que tengamos que aprender nuevos modos de conectarnos con el conocimiento, con los maestros y adaptarse a la educación online
La distancia física con el resto, ha hecho que tengamos que aprender nuevos modos de conectarnos con el conocimiento, con los maestros y adaptarse a la educación online

En cambio, para la licenciada Alejandra Libenson (M.N. 41.861), psicóloga y psicopedagoga especialista en crianza, el síndrome de la cabaña es una serie de características, síntomas y situaciones particulares que puede vivir una persona. Sea niño, adolescente o adulto respecto de una situación de confinamiento, encierro y haberse guardado prolongadamente, que ha hecho que momentos de la vida cotidiana dejaran de producirse. La casa de alguna manera fue como un refugio, una forma de protegerse de cierto peligro puertas afuera. Dada la situación de este confinamiento obligatorio, este aislamiento producto del COVID-19, muchas familias han recibido un montón de información respecto de los riesgos, de los peligros, y esto ha sido comunicado de diferentes modos al resto de la familia”.

Según cómo haya sido vivida esta experiencia respecto de lo que significa protegerse, cuidarse y prevenir una situación de riesgo, “los efectos que puede producir el estar mucho tiempo dentro de una casa hace que algunas personas a la hora de que se hayan habilitado ciertos espacios de recreación, de la posibilidad de encuentro social, intenten mantenerse en el hogar como una forma de protegerse de un peligro potencial”, sostuvo Libenson. Las características propias de este síndrome tienen que ver con la ansiedad, el miedo, irritabilidad y alteración de rutinas.En los niños pequeños, alteración en sus conductas adquiridas y regresiones a etapas anteriores. Sumado a una dificultad para conectarse con los otros. Otras pueden ser la alimentación y el trastorno del sueño. Pero esto está más vinculado a la subjetividad, porque tiene que ver con cada uno, la situación de cada persona”.

Mientras las escuelas continúan cerradas, ¿cómo es la adaptación hacia una educación virtual? Untoiglich sostiene que para muchos de ellos fue difícil la educación online, y la perspectiva de continuar así es muy difícil. “Lo mismo para muchos padres, en especial para quienes tienen varios hijos, con lo cual debe contar con un dispositivo para cada uno. Tener que acompañarlos en su proceso les ha sido muy difícil y demandante a los padres que a su vez tenían que ocuparse de trabajar y de cuestiones hogareñas y mas aún para quienes estaban solos en la crianza de sus hijos. Porque también las redes familiares se vieron afectadas, porque los abuelos no pueden estar cuidando a sus nietos. Esto complejiza todas las cuestiones”.

Para que el impacto afectivo sea el menor posible, se debería poder sostener los vínculos sociales. No perder el contacto humano con el resto. Entender que esto es lo que nos va a sostener en los diferentes avatares de esta situación que estamos atravesando
Para que el impacto afectivo sea el menor posible, se debería poder sostener los vínculos sociales. No perder el contacto humano con el resto. Entender que esto es lo que nos va a sostener en los diferentes avatares de esta situación que estamos atravesando

“A su vez, creo que las escuelas van a tener que hacer un proceso de acompañamiento”, enfatizó en diálogo con Infobae, “sea en la virtualidad como en la semi presencialidad. Será sumamente importante que tengan en cuenta que para muchos esto ha sido muy difícil. Lo ha sido en términos de contenidos académicos y de socialización. En general, las escuelas han podido acompañar con distintas estrategias la cuestión de los contenidos académicos, pero pocas lo hicieron en lo social y grupal”.

“Este supuesto síndrome de la cabaña,es una dificultad para poder salir afuera y sociabilizar, después de estar mucho tiempo encerrados, que obviamente, es un obstáculo para aquellos jóvenes que ya venían teniendo problemas con eso. No creo que esto aparezca como una cuestión nueva. En aquellos en los que se manifestó, seguramente, ya venían teniendo estos inconvenientes. He tenido algunas consultas, sobre todo en adolescentes”.

En otro sentido, la psicopedagoga y especialista en educación, indica que los niños más pequeños responden en función de cómo se les comunica la información y qué llega a la casa respecto de lo que significa exponerse. Esto que llamamos “infodemia”, este exceso de información, hablar todo el día de situación de muerte, de peligro, de riesgo, hace que algunos chicos generen este tipo de conducta de rechazo al mundo externo por lo que escuchan y sienten respecto de lo que sienten sus figuras de referencia o afectivos. Los adolescentes, tal vez ensimismándose, creando un espacio social de puertas adentro de su cuarto., generan cierto aislamiento dentro del hogar, que hace que pierdan el contacto con el resto del grupo familiar.

Según Libenson, es importante para poder superar estas situaciones poder hablar sobre esto. Poder pensar en conductas proactivas en relación a la prevención, al auto cuidado, a que sí es cierto que es una situación en el que existe un virus, hay cierto peligro, pero tenemos herramientas, recursos y situaciones personales que nos permiten de a poco ir recuperando una vida lo más parecida a lo que era antes, si bien no se va a recuperar del todo. “Por eso hablamos de una nueva normalidad, que significa poder aprender nuevas conductas de auto cuidado y de cuidado hacia los demás”.

¿Cómo se los puede ayudar para superar este malestar?

“El modo de ayudarlos tiene que ver con armar pequeños grupos de contacto, en el que sean siempre los mismos, con personas de confianza, y tomen los recaudos. Tratar de que los encuentros sean en espacios abiertos, con todos los protocolos de cuidado. Son importantes ciertos espacios de socialización cuidadosos. Y me parece que es fundamental que cuando las escuelas retomen, puedan tener en cuenta lo que está pasando y lo que pasó emocionalmente con cada uno de sus estudiantes y con el grupo. Si ese grupo se pudo sostener, armar, construir, y algo fundamental que es poder darle espacio al encuentro, al juego, al recreo, sea virtual o presencial, porque esto es muy importante. La sobre información sigue siendo bastante nocivo para los niños y las niñas, por eso hay que ser sumamente cuidadosos con lo que se dice alrededor de ellos”, aseveró la doctora Gisela Untoiglich.

Las consecuencias de la falta de sociabilidad puede significar un mayor rechazo al contacto con el otro. Conductas que pueden profundizarse y hacer que una de las características de las personas que no han podido revincularse con lo social, se auto aíslen
Las consecuencias de la falta de sociabilidad puede significar un mayor rechazo al contacto con el otro. Conductas que pueden profundizarse y hacer que una de las características de las personas que no han podido revincularse con lo social, se auto aíslen

“Para finalizar, creo que lo que tenemos que intentar es trabajar mucho en crear cierto lugar para la posibilidad del cambio, la capacidad de resiliencia, el poder adaptarse a eta situación, ir de a poquito recuperando aquellas cosas que abandonamos o sentimos que perdimos, siempre entendiendo que la soledad afecta mucho al ser humano, porque somos seres gregarios y necesitamos estar en contacto con los demás”.

La licenciada Libenson sostiene que esta situación nos pone frente a la posibilidad de descubrir quiénes somos y cómo podemos ir desarrollando ciertos aspectos de nuestra personalidad, anímicos, afectivos, cognitivos, que tal vez despertaron situaciones nuevas que tenemos que aprender a conocer y poder sostener la vida de la mejor manera posible en una situación como esta, tan inédita y cambiante”.

Entrevistas: Marco Diz

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