Desde el inicio de la pandemia del coronavirus, en el mundo las clases fueron suspendidas para evitar contagios masivos entre los niños. Sin embargo, hubo un único lugar donde nunca se cerraron las puertas y el timbre del recreo siguió sonando: la Base Antártica Esperanza.
Se trata de la Escuela Nº 38 “Raúl Ricardo Alfonsín”, que depende orgánicamente del gobierno de Tierra del Fuego y fue noticia en reiteradas ocasiones por ser la única en dictar clases presenciales en medio de las restricciones sanitarias por el COVID-19.
Esta escuela tiene cuatro aulas: una sala de informática y biblioteca, una de nivel inicial, una de nivel primario y otra de nivel secundario. Actualmente ahí concurren 14 alumnos en total, 2 en nivel inicial, 7 en el nivel primario, 5 en secundario y las clases son dictadas por los docentes Mariana Ibarra, la directora y Víctor Navarro (marido y mujer).
Pero, a pesar de ser los únicos que siguieron enseñando a a sus alumnos, en los últimos días recibieron una de las peores noticias: el cierre de la escuela.
“Hay una resolución de las autoridades de Defensa que establece la no concurrencia de las familias a la Base Esperanza en 2021. Es una medida excepcional que atiende los rigurosos protocolos y cuidados en relación a la pandemia”, explicó a Télam el secretario de Malvinas, Antártida, Islas del Atlántico Sur y Asuntos Internacionales de Tierra del Fuego, Andrés Dachary.
El funcionario informó que ante la decisión nacional, desde la provincia “resolvimos discontinuar las actividades de la escuela que no va a seguir funcionando el año próximo, aunque de manera absolutamente excepcional”.
Tras recibir esta triste noticia, los antárticos que vivieron ahí y fueron a la escuela, se proclamaron ante los dichos del gobierno. Infobae dialogó con Marcos Neirotti, ex alumno, y parte de la familia antártica, quien manifestó estar muy angustiado por la situación y el cierre de la escuela en 2021.
“Yo estuve viviendo en Base Esperanza en el año 1986 y 1993 junto a hermano Javier, mi madre Ana Elisa Nielsen, quien fue maestra jardinera en la escuela y mi padre quien en ese entonces fue jefe de la base, el Teniente Coronel Enrique Neirotti”, contó Marcos, hoy de 42 años.
Dijo a Infobae, que con todas las personas que estuvieron en contacto -la mayoría ex alumnos, de más de 50 años- todos están sorprendidos, tristes y estupefactos por la noticia. “Nosotros que formamos parte de un esfuerzo muy grande como Nación viviendo en la Antártida, en un lugar tan difícil, es incomprensible que con la excusa del COVID-19 y/o por falta de presupuesto se interrumpa esto de más de 40 años, siendo el único país del mundo que ha hecho este esfuerzo”.
Como dijeron las autoridades, el cierre sería por el coronavirus, y a raíz de eso durante todo el 2021 tampoco irían familias, se reduciría el personal militar y casi que se va a anular el personal que va a la base para el desarrollo de proyectos científicos.
“Off the record dicen que el problema es presupuestario, pero ya sea por el COVID-19, presupuestario o una combinación de ambos, esto demuestra la falta de preparación, de ganas y conciencia de quienes toman la decisión, porque ponen en juego la soberanía a futuro de Argentina sobre la Antártida”, dice preocupado Marcos.
¿Cómo se puede evitar este cierre? El ex alumno considera que es tan fácil pero muy difícil a la vez. “Necesitamos que los que toman estas decisiones se retrotraigan, revean su gran error que involucra al futuro de nuestro país y se den cuenta que nos están haciendo un gran daño”.
Y deja un mensaje final: “Este traspié que aún estamos a tiempo de solucionar, tiene que generar conciencia en conjunto con muchos argentinos y fortalecer el símbolo de las familias argentinas que están en el continente antártico en la Base Antártica Esperanza. Debemos fortalecerlo con diferentes proyectos que nos permitan seguir marcando la diferencia”.
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