La historia argentina está signada por la inmigración y también por la emigración, tanto por cuestiones políticas y económicas como culturales, tan presentes en la visión europeísta que suele primar entre los argentinos. Hoy, la hostilidad del actual mercado laboral y el desasosiego que genera la pandemia no hacen más que fortalecer el deseo de muchos jóvenes de aventurarse a una experiencia nueva a miles de kilómetros de distancia, con el objetivo de apostar al crecimiento personal.
Desde la significativa emigración de 2001 y 2002, la posibilidad de residir en el exterior nunca dejó de ser un pensamiento convocante para los argentinos. Antes de la expansión del coronavirus, en diciembre pasado, un sondeo realizado por el Instituto de Ciencias Sociales y Disciplinas Proyectuales (INSOD) de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) arrojó que el 75% de los encuestados, en promedio de 32 años, evaluó la posibilidad de abandonar el país durante el último año. Ya en plena pandemia, ocho de cada diez argentinos con capacidad de pensar a largo plazo le contestaron a la consultora Taquión Research Strategy que están pensando en irse.
Los motivos: crisis económicas recurrentes, búsqueda de mejores posibilidades de desarrollo profesional, alta presión tributaria e inseguridad. Los últimos datos publicados por la ONU en 2019 indican que un millón de argentinos vive hoy en el exterior, es el 2,27% de la población del país, la mayoría en España, Estados Unidos, Italia, Chile y Paraguay. En las últimas semanas comenzaron a aumentar las solicitudes de jóvenes para tramitar la ciudadanía italiana en distintas embajadas radicadas en el país.
Desencanto y algo más
¿Qué anhelan los jóvenes que buscan emigrar? ¿Qué emociones los movilizan? ¿Hasta dónde influye la incertidumbre personal propia de la juventud? ¿Es sólo una expresión de deseo o es el resultado de un estado de catarsis ante el desencanto? ¿Juega en su imaginario la experiencia de emigración de sus abuelos o bisabuelos? Y con los pies en el aquí y ahora: ¿es posible concretar las ganas de residir en el exterior en un contexto global con restricciones migratorias que llevarán tiempo flexibilizar? Especialistas y académicos brindan sus opiniones a Infobae desde la óptica psicológica, sociológica y filosófica en el abordaje de un fenómeno que se repite en el país ante la irrupción de una nueva crisis.
Infobae entrevistó a Miguel Espeche, psicólogo y psicoterapeuta especialista en vínculos; María Teresa Calabrese, psicoanalista y psiquiatra especializada en niños y adolescentes, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA); Juan Tesone, psicoanalista y miembro de APA; Harry Campos Cervera, psiquiatra, también miembro de APA; Esther Díaz, filósofa, profesora en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidad Nacional de Lanús (UNLa); Lelio Mármora, director del Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo (IPMA) y director de la Maestría en Políticas y Gestión de Migraciones Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF); y Luis Campos, investigador del mercado laboral, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) Autónoma y profesor de la Especialización sobre Migración y Derechos Humanos de la UNLa.
Desesperanza, desencanto, búsqueda de anhelos personales, desarrollo profesional, estabilidad económica y la representación simbólica de la historia inmigratoria familiar son algunas de las definiciones más presentes en el análisis de los expertos consultados. También aparecen la idealización del “otro lugar”, la hostilidad de un mercado laboral local que lleva casi una década de estancamiento y, al mismo tiempo, el triste escenario en el que profesionales formados en la universidad pública y gratuita terminan buscando una salida individual en otro país.
En busca de esperanza y estabilidad
“Las migraciones existen desde los orígenes del ser humano, ya sea por necesidad en busca de alimentación frente a la desertificación o las hambrunas que castigaron continentes enteros en el siglo XIX y con anterioridad. Pero también es legítimo expatriarse por anhelos personales, que pueden ser múltiples. La desocupación, la falta de trabajo genuino, la imposibilidad de acceder a la propiedad, de formar una familia o simplemente de no lograr subsistir, empujan a los jóvenes a tomar decisiones radicales”, analizó Tesone.
“Se imagina que el afuera, ese otro país, brindará mejores oportunidades. A veces se logra, y otras veces no es tan simple insertarse en una realidad diferente, en otra cultura, eventualmente en otro idioma. Pero la perspectiva de lograr una situación más acorde a sus deseos es un proyecto legítimo que no deja de ser doloroso. La dificultad de los jóvenes no es sólo una cuestión argentina, es un problema mundial. Asistimos a generaciones sin esperanza”, amplió.
En esa línea, Campos Cervera se refirió a la desesperanza. “Es una de las razones más fuertes que tienen los jóvenes para decidir irse del país. Hace tiempo nuestro país dejó ser un país de esperanza como lo fue en la época de los inmigrantes. ¿Qué significa? Que pese al esfuerzo y el trabajo cuesta mucho lograr las metas que impliquen estabilidad y previsión económica, el principal deseo de los jóvenes hoy. Y se quieren ir porque buscan la esperanza que el país no les puede dar”.
“Otro lugar”, idealizaciones y emociones
“Cuando se trunca el horizonte y no hay posibilidades de desarrollarse y, más aún, aparecen crisis muy grandes que recuerdan que pertenecemos al tercer mundo, surge la idea de ‘otro lugar’, muchas veces idealizado, donde se va a poder vivir de mejor manera”, analizó Espeche.
“La causa de la idea de emigrar puede ser que un proyecto se trunca de manera violenta por los vaivenes económicos propios de nuestro país, o que se intenta cumplir el deseo de un padre o un abuelo, quienes permanentemente dicen expresiones penosas que bajan la autoestima de la Argentina en relación a que no es un buen país y que en otro lugar se está mejor”.
“Pero hoy -continuó Espeche- las intenciones de residir en el exterior quedan, en gran parte, en el plano de las expresiones de deseo y representan un signo de desencanto con la Argentina. Es que, en realidad, y más aún en época de pandemia, cabe preguntarse si existe ese lugar, si hay horizontes fácticos en lo inmediato para emigrar. Se está hablando mucho de este tema, pero en términos concretos hoy es muy difícil irse a vivir a otro país. Mientras tanto, el recurso de idealizar este ‘otro lugar’ permite vivir mejor el hoy”.
“Tomar la enorme decisión de irse del país dispara emociones muy diversas. El que se siente expulsado repentinamente por cuestiones económicas se irá enojado, pero también muy triste; sentimientos opuestos sentirá aquella persona que ya viene pergeñando un proyecto para desarrollar su carrera profesional en otro país, para lo cual se preparó desde el inicio. Y será menos doloroso para quienes se sienten más ciudadanos del mundo, en contraposición con los más arraigados afectivamente a la Argentina”.
El mito del paraíso perdido
“En estos fenómenos que se suceden recurrentemente cuando hay crisis y concentra las aspiraciones de jóvenes de clase media y media-alta, sobre todo estudiantes y profesionales de grandes centros urbanos, yace el mito del paraíso perdido, fundamentalmente de Europa, de donde llegaron abuelos o bisabuelos, en ese entonces empobrecida, con la historia de que ‘los argentinos descendemos de los barcos’ en un intento de negación de nuestra raigambre latinoamericana”, propuso Calabrese, como explicación psicológica posible acerca de por qué muchos argentinos con deseos de emigrar se sienten más europeos que latinoamericanos.
Y explicó: “En el imaginario de muchos argentinos está presente la idea de volver a esas tierras, al lugar de donde aquéllos partieron sin desearlo y al que siempre quisieron volver. Tal vez puedan hacerlo de algún modo en términos transgeneracionales: las nuevas generaciones son instigadas, de manera inconsciente, a realizar los deseos de la primera, de quienes inmigraron a la Argentina para ‘hacer la América’”.
En contra del ‘sálvese quien pueda’
Consultada sobre el tema, la filósofa, académica y ensayista Esther Díaz respondió a Infobae basándose en su experiencia con jóvenes universitarios, tras casi medio siglo como profesora en la UBA y la UNLa, en las cuales sigue dirigiendo posgrados. “No tengo una buena evaluación respecto de los jóvenes que se quieren ir del país, con quienes me he relacionado siempre desde mi trabajo en la educación pública. Realmente me parece de una inequidad y una indiferencia a la Patria que les brindó educación gratuita y de calidad, sin precedentes”, afirmó.
“¿Por qué deciden irse? En muchas ocasiones se van azuzados por los mayores que confunden Patria, confunden Argentina con partidos políticos, y promueven el ‘sálvese quien pueda’ de manera individualista. Se van con una gran deuda al país que difícilmente devuelvan. El caso de Favarolo es el modelo que hay que levantar: estudió acá, triunfó en el extranjero y trajo su triunfo a la Argentina”, aseguró.
“Hay casos de personas que han triunfado -aclaró-, esto no es absoluto, pero la mayoría se va a otro país a ocupar puestos no calificados, a hacer trabajos de limpieza, lavar copas, ser mozo de un bar, son tareas que acá no hacen. Sin dudas juega un imaginario falso de lo que sucede en ese otro país, una fantasía transmitida por los mayores que no lo han podido concretar. Están obnubilados porque conocen ese lugar mejor, pero lo conocen sin pandemia y, en muchos casos, como turistas”.
Tendencia: la emigración en aumento
“La emigración es una tendencia que en la Argentina se ha dado de forma permanente. Pero si bien hay mucha gente que se quiere ir, sobre todo de clase media y profesionales, otra cosa es lo que se pueda consumar. A diferencia de otros momentos históricos, hoy el deseo de emigrar choca con una crisis global”, sostuvo Lelio Mármora, licenciado en Sociología de la UBA y doctor en Sociología de Universidad de París, en dialogo con Infobae.
“Existe una visión distorsionada de la historia y la actualidad de las migraciones de la Argentina. Fuimos un gran país receptor de inmigrantes. En el siglo XX ocupábamos los primeros puestos, el 30% de nuestra población eran inmigrantes”, resaltó. Y repasó los datos actuales: “Actualmente un millón de argentinos reside en el exterior y en el país hay dos millones de inmigrantes, que representa el 4% de la población total, y ubica a la Argentina en el puesto 110 a nivel mundial”.
“La tendencia indica que la emigración va a aumentar, es más, se va a ir más gente de que va a llegar al país. Es un problema, porque vamos a perder gente joven que es lo que hoy busca atraer hoy el mundo, sobre todo en Europa, donde hay menos nacimientos y mayor envejecimiento de la población, situación que afecta las cajas de recaudación de pensiones”, explicó el especialista.
Mármora destacó, además, que las políticas inmigratorias se endurecieron en todo el mundo y aseguró que “es difícil que se flexibilicen porque son procesos sociales que dejarán su huella en la post pandemia. Nunca hubo un escenario global tan restringido como ahora, ni acá ni en ninguna parte del mundo. Va a ser difícil volver a la libre movilidad”.
Resaltó también que “la falta de movilidad humana está compensada con el incremento de la relación laboral virtual sobre todo en las carreras y profesiones de alta calificación con alta demanda en el mundo desarrollado. Países como Canadá, Estados Unidos, Francia y Australia, por ejemplo, tienen una política activa para atraer perfiles calificados”.
“En relación con otros países de América Latina -comparó- la migración argentina es la mejor calificada, y en ese sentido, a quienes estén capacitados en el área de tecnología de la información, les será más fácil. Es un costo para el país, una suerte de subsidio a los países desarrollados. El tema es qué hace el país para que esos estudiantes universitarios calificados no se vayan al exterior”.
Un mercado de trabajo muy hostil
Para completar el panorama, el investigador del mercado laboral, Luis Campos, hizo el siguiente análisis: “Hoy el mercado de trabajo tiene los peores indicadores laborales. Está en crisis desde hace mucho tiempo: el empleo registrado está frenado desde 2012, lleva casi una década de estancamiento. Es un mercado laboral muy hostil, que está lejos de dar respuestas al conjunto población, en especial, a los jóvenes y eso se traduce en ganas de irse”.
Los últimos datos del INDEC sobre el mercado laboral dan nuevas señales de preocupación: durante la cuarentena, el desempleo aumentó al 13,1%, (en enero-marzo había alcanzado el 10,4%) afecta a 2,3 millones de argentinos y es la cifra más alta desde 2004.
“El interés de ciertos sectores de la sociedad argentina para residir en el exterior está hoy en la discusión pública, aunque, por el momento, sin información que la valide. A diferencia de aquella crisis de 2001 y 2002, en el contexto actual es difícil preguntarse dónde puedo trabajar o estudiar y acceder a un nivel de vida mejor, porque la pandemia impactó con dureza al mercado laboral mundial”.
“Pasar del deseo a la decisión, en el caso de los jóvenes, dependerá, en gran medida, de dos cuestiones: el tiempo en el que se prolonguen las situaciones de crisis en los distintos países, si serán meses o años, y qué redes de contención puedan encontrar en los lugares de destino”.
Fotos: Shutterstock
SEGUÍ LEYENDO