La pandemia de coronavirus no solo ha amenazado la salud física de millones, sino que también ha causado estragos en el bienestar emocional y mental de las personas en todo el mundo. Los sentimientos de ansiedad, impotencia y dolor están aumentando a medida que las personas se enfrentan a un futuro cada vez más incierto, y casi todos han sido afectados por la pérdida. La enfermedad ha sumido al mundo en la incertidumbre y para muchos las constantes noticias sobre la pandemia pueden parecer implacables.
“La mente, el aparato psíquico y el mundo interno de las personas reaccionan a la llegada de esta pandemia con mucha angustia porque se trata objetivamente y realmente de una situación angustiante y preocupante. Entonces reaccionamos con miedo y preocupación, y anormalmente con pánico”, sostuvo en diálogo con Infobae Claudia Borensztejn, presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
“A nuestro cerebro no le gusta la incertidumbre, porque estamos programados neurológicamente para evitar lo inesperado, y preferimos la seguridad a lo desconocido. Solemos creer que lo controlamos todo y sentimos que vivir con incertidumbre nos debilita”, explicó en diálogo con este medio Gabriela Hostnik, coach y mentora de procesos de transformación profesional.
Para la especialista en inteligencia emocional y facilitadora de procesos de transformación cultural y profesional, “los seres humanos estamos viviendo ‘la era de las emociones’ y nos vemos afectados por una profunda transformación”. “Hasta hace unos pocos años no se hablaba de las emociones. Se daba por supuesto que el aprendizaje emocional era algo de lo que teníamos que ‘hacernos amigos’ en el camino. Las personas no profundizábamos en autoconocimiento ni mucho menos se planteaba la idea de gestionar nuestros sentimientos. Pero en este contexto de tantos cambios e incertidumbre, es necesario incorporar la educación emocional en nuestras vidas cotidianas”, aseveró.
En España, el estudio Panorama de la educación en España tras la pandemia de COVID-19, de Acción Magistral y docentes de las universidades de Granada y Málaga, reveló que para el 61% la mayor preocupación del retorno a las aulas de los más chicos era la gestión emocional.
La educación emocional es una innovación educativa que responde a necesidades sociales no atendidas en las materias académicas ordinarias. El objetivo de la educación emocional es el desarrollo de competencias emocionales: conciencia emocional, regulación emocional, autogestión, inteligencia interpersonal, habilidades de vida y bienestar.
“Si hay algo bueno que nos trajo esta pandemia -explicó Hostnik- es que todos estamos siendo más conscientes de nuestros estados emocionales, nos acostumbramos a hablar de cómo nos sentimos, y a buscar alternativas para gestionar las emociones en este mundo incierto que nos pide liderar nuestro cambio y rediseñarnos en tiempo real”.
Nuestras emociones y sentimientos esculpen nuestro mundo más personal, son fundamentales en nuestro comportamiento, para crear identidad y nuestro estado de salud físico y mental. Por eso, es importante reconocer lo que sentimos ya que todas las emociones son necesarias, aunque algunas son más facilitadoras de nuestro bienestar.
¿Por qué es importante conocer y entrenar las emociones?
“Tu acabas siendo lo que entrenas en la vida. Del mismo modo que vamos al gimnasio a poner y a mantener en forma nuestro cuerpo físico, vale la pena hacer este tipo de entrenamiento para nuestro cuerpo mental y emocional. Todos vamos a precisar entrenarnos en competencias emocionales para comunicar mejor los sentimientos, los estados emocionales, crear climas emocionales saludables y lograr un mayor bienestar”, aseguró María Navarrete Fa, neuroeducadora y profesora de gimnasia emocional de la Universidad de Barcelona.
Para Navarrete Fa, la gimnasia emocional es un espacio de formación y entrenamiento en emociones y competencias emocionales, y una puerta al conocimiento. “Muchas personas, después de su paso por el gimnasio emocional, vuelven a estudiar, a formarse, hay quienes han escrito o pintado. El despertar de la consciencia emocional, las herramientas de regulación emocional y el sentirse autónoma emocionalmente nos da alas y nos ofrece un abanico infinito de nuevas oportunidades”, indicó.
Y añadió: “Hay ‘gimnastas’ que dicen que las personas con las que comparten el espacio de gimnasia emocional son su grupo de apoyo; otras que el entrenamiento las ha ayudado a saber hacia dónde canalizar su energía y otras que se ven más fuertes para afrontar aquello que les toca vivir”.
La metodología de trabajo se alterna con teoría y práctica con sesiones donde se trabaja a través de las disciplinas artísticas, desde el movimiento, la reflexión, la visualización, la creatividad, el sentido del humor,etc. La especialista asegura que no se trata de un espacio terapéutico. Los educadores emocionales, formados por el GROP, son formadores, no terapeutas. Y que tampoco es un lugar donde se den recetas mágicas, porque “cada gimnasta debe hacer su propio entrenamiento y encontrar su propio camino hacia el bienestar”.
“¿Y qué diferencia un ‘gimnasio emocional’ de un taller o una formación en educación emocional o en inteligencia emocional? La constancia. Del mismo modo que tuve que invertir horas en botar el balón con la mano izquierda para obtener resultado, la consciencia y la regulación emocional, requieren horas y horas de entrenamiento. Yo no soy más emocionalmente inteligente porque he estudiado un máster, lo soy porque me he entrenado. En estos tiempos donde tenemos revalorizar lo que nos hace ‘humanos', la propuesta es: ‘Mens sana in corpore sano’, y si queremos alcanzar un objetivo tendremos que entrenarnos“, concluyó Navarrete Fa.
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