A pesar de que la cuarentena por la pandemia de coronavirus continúa vigente, todos los fines de semana las plazas, parques y plazoletas de la ciudad se llenan de familias enteras y grupos de amigos que deciden salir a disfrutar del aire libre, compartir mates, juegos y encontrarse con quienes no ven desde hacía tiempo; es algo esperado durante toda la semana: el momento para cambiar la energía de los largos días de encierro en casa.
Durante los largos y tediosos días de aislamiento, para muchos el aire libre significó supervivencia: liberarse de los rigores de una vida en pausa en el interior. La ciencia también nos aseguró que era menos probable que nos contagiaramos al aire libre. Pero al igual que muchas oportunidades perdidas, ¿cuántos de nosotros pasábamos activamente suficiente tiempo al aire libre hasta que nos vimos obligados a hacerlo con el cierre de bares, restaurantes y cines?
Todo comenzó en marzo, cuando la mayoría buscábamos mantenernos cuerdos saliendo de la casa una vez al día, manteniendo la distancia, tocando lo menos posible y rociándonos con desinfectante antes de volver al hogar. Ya puertas adentro, nuestro mundo se convirtió estático y totalmente controlado; el aire libre nos dio variedad y tal vez serendipia.
Es la naturaleza humana querer lo que es escaso y no está disponible, y esto fue el aire libre durante un período que se definió por tener que permanecer adentro. Quizás porque el tiempo en interiores ahora es obligatorio en muchos lugares, el acceso al aire libre y sus actividades son más atractivos. Entonces, ¿podemos esperar que las personas sigan socializando al aire libre una vez que vuelvan a abrir los locales? ¿Son los parques realmente los nuevos bares y, de ser así, cuáles son más beneficios específicos para la salud? Infobae consultó a psicólogos, biólogos especialistas en fauna silvestre y terapeutas hortícolas para tratar de responder a estas preguntas.
A medida permanecemos en ciudades contaminadas, pasando nuestros días en departamentos oscuros y nuestras noches mirando pantallas brillantemente iluminadas, las personas corremos el peligro de perder algo vital: nuestra conexión con la estrella que nos dio la vida, una pérdida que podría tener consecuencias de gran alcance que apenas estamos empezando a comprender.
“Los seres humanos todavía no nos damos cuenta de todo lo que va a cambiar -y de todo lo que ya está cambiando- a partir de este período tan duro que nos tocó vivir. A esta altura, posiblemente muchos sí se hayan dado cuenta de la importancia que tienen muchas cosas que dábamos por sentadas. Desde los vínculos interpersonales hasta la posibilidad de salir a la calle. Sentir la libertad de poder andar, pasar tiempo al aire libre y al sol, son solo algunas de las cosas que una vez recuperadas no volveremos a soltar”, sostuvo en diálogo con Infobae Claudia Borensztejn, presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Desde los albores de los tiempos, los seres humanos han adorado al sol. Y con razón. Nuestra biología está preparada para trabajar en asociación con ella. Desde nuestros ciclos de sueño hasta nuestro sistema inmunológico y nuestra salud mental, el acceso a la luz solar es crucial para vivir una vida feliz y plena. Las investigaciones sugieren que nuestra exposición al sol durante toda la vida, incluso antes de nacer, puede influir en nuestro riesgo de desarrollar una variedad de enfermedades diferentes, desde la depresión hasta la diabetes.
“Cuanto más tiempo pasan las personas al aire libre, más notarán lo bien que les hace sentir y que realmente no existe el mal tiempo, solo ropa inapropiada”, sostiene Linda Geddes, autora de Chasing the Sun, la historia de cómo nuestra relación con el sol da forma a nuestra salud, productividad y estado de ánimo. Geddes ha investigado los beneficios de estar al aire libre para nuestra salud física y mental, y cree que “el mejor legado del encierro puede ser la nueva relación que hemos forjado con el aire libre. Espero que estos sean hábitos que se mantengan”, dice. “No solo es una excelente manera de reducir el riesgo de transmisión del coronavirus, sino que pasar tiempo al aire libre puede ayudarnos a mejorar el sueño y reducir el estrés”.
Si se puede, es importante salir a caminar todos los días, ya que la exposición a la luz solar también mejora nuestros ritmos circadianos, ayudándonos a dormir. Incluso en un día nublado, es aproximadamente 25 veces más brillante en exteriores que en interiores con iluminación artificial. A medida que mejoran nuestros ritmos circadianos, podemos comenzar a asociar el mundo exterior con una mejor calidad de vida y salud, ya sea consciente o inconscientemente.
“También existe una creciente evidencia de la liberación de una sustancia llamada óxido nítrico en respuesta a la luz solar, que hace que nuestros vasos sanguíneos se relajen, lo que resulta en una caída de la presión arterial. Pasar tiempo en la naturaleza también parece reducir la frecuencia cardíaca y la presión arterial, probablemente al reducir el estrés”, advierte la periodista científica especializada en biología, medicina y tecnología.
“Hay una razón por la que los spas y los estudios de yoga proyectan imágenes de hojas en movimiento o agua en sus paredes y emiten sonidos naturales, olas rompientes en vivo o insectos chirriantes: los encontramos relajantes”, agrega. “Algunos científicos han propuesto que los patrones naturales y el movimiento atraen nuestra atención sin esfuerzo, brindando a nuestros ocupados cerebros la oportunidad de descansar y recuperarse”.
Para Lorena Haurigot, bióloga, doctora en Química Biológica y Microbiología Molecular y especialista en fauna silvestre, “desde la perspectiva de la salud física, la exposición al sol induce en la piel la síntesis de vitamina D. Esta vitamina se comporta como una hormona con múltiples funciones en el organismo. Por un lado, participa en la homeostasis calcio-fósforo en el organismo y es fundamental para la mineralización de los huesos debido a que favorece la absorción intestinal de calcio y fósforo y evita, a su vez, la pérdida de éstos minerales en el riñón”.
En los últimos años se ha observado que la vitamina D influye, además, en un número importante de procesos fisiológicos, especialmente relacionados con el sistema inmune. “Niveles bajos de vitamina D han sido asociados con el empeoramiento de los síntomas de asma y enfermedades como cáncer, esclerosis múltiple, enfermedad inflamatoria intestinal, hipertensión arterial y enfermedad cardiovascular. La piel es la mayor fuente de vitamina D para nuestro organismo. Alrededor del 90% de los depósitos corporales de vitamina D dependen de la síntesis cutánea por la exposición solar”, sostuvo consultada por este medio Haurigot.
Más allá de la exposición a la luz solar, está muy claro en este momento que la gente realmente quiere conectarse con la naturaleza. Sin embargo, Andrea Súcari, fundadora y presidenta de la Asociación Argentina de Terapia Hortícola, explica que “la necesidad de pasar tiempo es espacios naturales es una necesidad que siempre estuvo y no surge con la pandemia”. “La condición del ser humano de respirar aire puro es básica para la vida y es intrínseca a él. Las plantas son el único ser vivo capaces de generar el oxígeno que necesitamos para vivir. Ningún desarrollo o avance tecnológico puede hacerlo”, indicó a Infobae la especialista.
Para Súcari, “las personas necesitamos mucho del mundo verde. En lo cotidiano, es muy importante para la salud mental salir de la estructura rígida de los departamentos e ir hacia lugares silvestres donde todo tiene muchísima mas diversidad. La naturaleza es una muestra de infinitas posibilidades que en el mundo urbano no existen. Las formas, las texturas y los aromas nos ayudan a recuperar los sentidos. A partir del trabajo al aire libre es que se potencia la vista, el tacto, la audición y todos los sentidos que están obstruidos en la ciudad”.
“Podemos conectar con el verde desde un balcón, un patio, plantas de interiores, el contacto con las semillas, con las hojas o con cualquier material natural que aporta a la sensibilidad. El problema de los parques en las urbes es que ya están muy parecidos a la ciudad. Lo monocorde y el cemento no atraen a la variedad silvestre que hay en una reserva, por ejemplo”, manifestó la terapeuta hortícola.
La vida al aire libre tiene múltiples beneficios en nuestra salud psicofísica. Los beneficios de realizar actividad física son múltiples y bien establecidos, y ayudan a sobrellevar la cuarentena preservando la salud. “Practicar ejercicio regularmente ayuda a controlar el sobrepeso, la obesidad y el porcentaje de grasa corporal. Fortalece los huesos, aumentando la densidad ósea. Contribuye a prevenir enfermedades cardiovasculares, reducir el riesgo de enfermedades como la diabetes y cáncer de colon y a regular la presión arterial. A pesar de los múltiples beneficios en la salud documentados, realizar actividad física durante el confinamiento en un ambiente cerrado no es suficiente”, notó Haurigot.
La actividad al aire libre es irremplazable y es fundamental para mejorar la salud. Se ha observado que luego de entrenar al aire libre, las personas tienen menores niveles de cortisol (la “hormona del estrés”) en comparación a aquellas personas que entrenaron en lugares cerrados. Por otro lado, el entrenamiento al aire libre mostró mayores niveles de dopamina, serotonina y endorfinas (la “hormona de la felicidad”) debido a la acción combinada del ejercicio y la exposición al sol, así como posiblemente una mejora en la función inmunológica.
Y añadió: “La exposición al aire libre es muy beneficiosa, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) estima que en los ambientes cerrados la polución puede llegar a ser mas de dos veces superior comparado con los ambientes en el exterior. El aire libre aumenta el bienestar y reduce la ansiedad, el estrés y la depresión. Otro aspecto que surge al pensar en actividad es al aire libre es el contacto con la naturaleza. Se ha demostrado que el desarrollo cognitivo mejora un 5%, principalmente en cuanto a la rapidez con que se procesa información sencilla y compleja, en alumnos de primaria que pasan el mayor tiempo posible en entornos naturales”.
En última instancia, podemos asociar el estar al aire libre con las relaciones que hemos formado, o consolidado, mientras permanecemos en casa. De cualquier manera, no hay duda de que es un antídoto contra la opresiva repetición de la regla de “quedarse en casa”. La sensación de libertad, de sentir la brisa en la piel, de deleitarse con las sorpresas más minúsculas de la naturaleza, han formado recuerdos duraderos, que a su vez crean nostalgia. Quizás en los años venideros, los espacios públicos como los parques nos recuerden el respiro temporal que encontramos de las trampas del virus y la pandemia.
“En estos tiempos de crisis medioambiental evidente, la empatía y respeto hacia la naturaleza y los seres que la habitan es fundamental para revertir la el escenario catastrófico del que somos espectadores. El contacto con la naturaleza es necesario y fundamental para sensibilizar y generar conciencia con el medio ambiente y su conservación. Además de los beneficios comprobados en la salud psicofísica de las personas, las actividades al aire libre representan una estrategia complementaria de compromiso y preservación de los espacios naturales que nos rodean”, concluyó Haurigot.
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