Si hay un momento que los niños esperan durante el año son las vacaciones. Sean de invierno o verano, suponen un tiempo en que se olvidan de las obligaciones escolares, tareas y actividades extra curriculares.
Las rutinas en casa se relajan, la hora del baño y la cena no están tan cronometradas y -en el mejor de los casos- los padres pueden tomarse algunos días en sus trabajos para disfrutar de la vida en familia.
Ahora, ¿qué ocurre cuando una pandemia puso al mundo en pausa y en la Argentina la vida hace más de cuatro meses que transcurre “en casa y en familia”?
En un receso invernal que difiere por completo del acostumbrado, los más chicos necesitan más que nunca descargar energía, descansar de la abrumadora agenda escolar y recuperar tiempo al aire libre.
“En primer lugar, sabemos que estas vacaciones tienen la particularidad del contexto en el que estamos, parece hasta curioso estar de vacaciones cuando los chicos vienen teniendo ya bastante tiempo libre”. La licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247) señaló que, según el caso, “hubo niños que tuvieron todo este tiempo muchas actividades virtuales con horarios de conexión diarios y las tareas posteriores. En algunos colegios quizá no fueron tantos los encuentros o las tareas según los profesores o colegios lo tomaron con mayor o menor exigencia, pero lo cierto es que todo este primer cuatrimestre escolar transitado en la cuarentena generó en los niños (y en las familias) bastante estrés”.
Para la especialista en maternidad y crianza, el que se vivió desde marzo fue “un encuadre completamente diferente de colegio al que todos debieron adaptarse, con padres ejerciendo de docentes, niños aprendiendo solos -sin la rica experiencia de interactuar con pares-, sabiendo que había que entregar la tarea, estar al día, conectarse, involucrando a toda la familia y generándose muchas veces situaciones de enojos o malestar a la hora de sentarse a hacer tarea”. “Las familias atravesaron una experiencia nueva que llevó su tiempo de adaptación -señaló-. Muchos niños no quieren saber nada con las conexiones virtuales. Según las exigencias de cada hogar, esta experiencia fue vivida a su modo particular, pero seguro con el estrés como denominador común. Es por todo esto que las vacaciones son necesarias para niños, docentes y padres”.
En ese punto, para la licenciada en Psicología Luján Rossetto (MN 45356) “no existen vacaciones de invierno o al menos no existen tal como se las conocía hasta el momento, pero es sumamente importante que durante este tiempo de receso se interrumpa todo el vocabulario que remita o haga referencia a la actividad escolar”.
“Es importante intentar no realizar encuentros virtuales establecidos, rígidos, en la medida de lo posible no poner el despertador para los chicos, que los horarios en casa sean más laxos -recomendó-. Pese a las limitaciones extremas que aún supone esta situación de pandemia es importantísimo a modo simbólico poder poner un corte”.
Para ella, “los cortes tienen que ver con saber cómo y cuándo parar y este es un mensaje crucial que los niños vayan incorporando”. “Aun cuando como adultos no sabemos si esta pandemia significó ‘parar’ o en realidad implica hacer más de lo que veníamos haciendo, de todos modos parar siempre es dejar de hacer lo que veníamos haciendo, en este caso tareas, conexiones con docentes a través de plataformas virtuales, encuentros cronometrados; todo esto tiene que poder detenerse”, enfatizó, al tiempo que sostuvo que “no es momento de hacer tarea atrasada: aun cuando el ‘parar’ no esté asociado a lo lúdico, a la diversión, a los encuentros habituales a los que los nenes estaban acostumbrados en vacaciones, es importante darles este mensaje de poder hacer una pausa en la rutina”.
“Siempre soy de las que dicen que no hay que llenar a los chicos de actividades en vacaciones de invierno ya que necesitan descansar, pero en este contexto necesitan descansar de las presiones virtuales y además descargar su energía ya que hace cuatro meses que prácticamente no salen”, planteó Ruda. Y en ese sentido sugirió “aprovechar al máximo los días con permiso para salir para encontrar el momento de una bicicleteada, correr en algún espacio al aire libre y, de vez en cuando, ofrecerles alguna obra de teatro virtual o espectáculo infantil”. “Por otro lado, sugiero como padres que nos relajemos con las exigencias y dejarlos estar un poco con rutinas más flexibles y menos estructura para que ellos sientan que verdaderamente están de vacaciones”.
¿Las vacaciones como puente hacia la “nueva normalidad”?
“Me parece que es importante también establecer que probablemente estemos en un momento transicional. Las fases de la pandemia desde lo epidemiológico también de alguna manera fueron acompañadas por determinadas conductas o emociones -analizó Rossetto-. No somos los mismos que éramos al principio de la cuarentena ni tenemos las mismas sensaciones que teníamos el mes de mayo: me parece que esta nueva instancia en la que hay algunas pautas de flexibilización y de responsabilidad social tiene que ver un poco con una transición, ya que no estamos en la cuarentena estricta y lejísimos por supuesto de la vida tal como la concebíamos hace cinco o seis meses”.
Entonces, para ella, “a estas vacaciones habría que ubicarlas en este lugar de transformación, en el que quienes no pertenecen a las poblaciones de mayores cuidados -como los niños- pueden ir incorporando algunas pautas de flexibilización, por ejemplo los días extra para salidas recreativas en la ciudad de Buenos Aires”. “Es muy importante que los padres acompañemos esta etapa y motivemos a los niños a participar de estas salidas porque además creo que es un momento importante para seguir diferenciando el adentro y el afuera”, enfatizó.
“Lo que más me preocupa como profesional de la salud mental en cuanto a los niños y adolescentes es la falta de contacto con pares -remarcó Rossetto-. Entonces, si bien se sabe que no está permitido invitar amigos ni dejar que nuestros hijos vayan a la casa de otras personas, cumpliendo con todas las pautas preventivas y de distanciamiento social podría coordinarse el encuentro en una vereda, con el monopatín o la bicicleta, con algún amiguito del colegio o del club y dar una vuelta manzana”.
En la misma línea opinó Ruda: “Habría que seguir explicando el contexto en relación a las visitas y encuentros con amigos, pero personalmente considero que con los protocolos correspondientes y sabiendo que los padres están cumpliendo la cuarentena, un encuentro al aire libre con algún amigo puede hacerlos muy felices y es necesario para sobrellevar el aislamiento en el que están hace tantos meses y que seguro seguirá”.
“La pandemia representó un gran ‘adentro’, desde lo real así como lo psíquico, por lo que empezar a tomar contacto con el exterior lo más paulatinamente posible es una gran antesala de lo que va a representar después salir en más espacios de la vida”, insistió Rossetto sobre la importancia de “tomar este periodo como un gran ensayo de lo que va a ser la nueva normalidad”.
Y tras remarcar que “los chicos han incorporado muy bien las nuevas pautas y normas de convivencia”, consideró que “todos estos meses de alguna manera fueron además de muy duros para las familias, también una gran antesala de reeducación de muchos hábitos, costumbres y nuevas formas de socializar y contactarse con el otro”.
“En esta instancia estamos lo suficientemente reeducados como para poder compartir una caminata o un encuentro con algún compañero o compañera que para los nenes va a ser importante; y eso también forma parte de hacer algo diferente a lo que venían haciendo, del corte y de empezar a ver al afuera no como una amenaza sino como un afuera amigable en el que todavía hay otros con quienes podemos, queremos y debemos conectar”, concluyó.
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