Se podría decir que la vida del cordobés Jean Maggi (58) cambió drásticamente tres veces: una al poco tiempo de nacer, precisamente con un año de vida y aprendiendo a caminar, fue vacunado contra la poliomielitis, pero una de cada dos millones de vacunas Sabín falla porque tiene el virus desatenuado y la que le aplicaron a Jean, en vez de protegerlo, le causó la enfermedad.
Luego, a sus 37 años sufrió dos infartos. “Yo me lo busqué”, afirma y al mismo tiempo admite haber estado 14 veces en terapia intensiva antes de haber tenido las cardiopatías. Es que hasta ese momento estaba enojado consigo mismo y con las circunstancias de la vida que le tocó vivir. Allí hizo el click. El miedo que le generó estar tan cerca de la muerte por el infarto hizo que se replanteara todo, y comenzó a prepararse para ser un deportista de alto rendimiento.
Jean llegó a la cima del Himalaya -la cordillera más alta de la Tierra- recorrió el mundo, corrió maratones en Nueva York, Roma y Madrid y cruzó a caballo nada más y nada menos que la Cordillera de Los Andes.
A su vez creó la Fundación Jean Maggi, una organización privada sin fines de lucro que nació para contribuir y aportar ayuda a los niños con discapacidad a través del deporte, fundada en 2016 en Córdoba por él y su mujer María Victoria Milano.
Un día a Jean se le ocurrió escribirle al reconocido cineasta Juan José Campanella un Whatsapp, para proponerle crear una pieza audiovisual y concientizar sobre que no existen imposible, que las personas con discapacidad no son pobrecitos. Así nació el documental El límite infinito, disponible desde el 17 de junio en Netflix. Se trata de una historia de superación que ya es furor, que da el mensaje de que todo es posible, estableciendo desafíos inimaginables, motivo por el cual Jean salió adelante.
Decir “no puedo” e “imposible”, son términos que no forman para de su vocabulario. Víctima de una pandemia que se originó antes del siglo XX, pero que se propagó en este período, Jean Maggi se propuso superar la poliomielitis que marcaría el resto de su vida. La persistencia, el esfuerzo y su voluntad, hizo que pueda traspasar todas las fronteras. El límite Infinito es un documental producido por 100 bares. Juan José Campanella decidió contar su historia, y se hicieron grandes amigos.
Deportista paraolímpico, Maggi participó de las maratones más importantes del mundo, alcanzó el punto máximo del cerro más alto de tierra, el Himalaya, a través de la bicicleta que cambiaría su vida para siempre. Este documental se planteó desde un inicio como objetivo, narrar audiovisualmente la aventura de una persona que jamás acepta un no. En diálogo con Infobae, contó su historia:
-Quería empezar por preguntarle sobre el documental y su experiencia en el Himalaya, ¿Qué nos puede contar sobre estas dos vivencias extraordinarias?
-La experiencia del Himalaya la expreso como única e irrepetible, fue un esfuerzo demasiado importante, que tal vez al principio había subestimado, si bien estaba muy preparado, porque había hecho 15 años de deporte de alto rendimiento, específicamente para el Himalaya me había preparado durante 109 días, con 2.500 kilómetros de entrenamiento, había preparado equipo y todo pero cuando llegué allá, el 3 de agosto del 2015, me encontré con esta inmensidad, fueron 11 días durísimos, la altura lo hace todo adverso. Logré llegar al paso más alto al que se puede llegar en bicicleta, llamado Khardungla, al norte de India, en la Cordillera de Nepal y ubicado a 5.600 msnm.
Pero lo importante que tiene el documental es que uno no se queda con la foto del logro deportivo sino que cuenta la historia detrás del Himalaya, con la frase de cabecera ‘lo difícil se hace, lo imposible se intenta”, una declaración que le impactó a (Juan José) Campanella cuando lo contacté, le mandé un Whatsapp, no lo conocía y le mandé esta frase, porque era intentar que uno de los mejores cineastas lea el libro “La aventura de romper límites” y vea si se podía hacer algo en términos audiovisuales, y le impactó mucho la afirmación, se trata de una frase que me ha acompañado en el Himalaya y representa en pocas palabras lo que es mi vida.
-¿Qué siente ahora con la gran repercusión que ha generado el documental en Netflix?
-Así como fue el deporte transformador en mi vida, el documental también lo será. El hecho de estar en 190 países, 183 millones de suscriptores, desde que salió el 17 de junio hasta hoy se me ha explotado la vida por todos aquellos medios de contacto con el medio exterior, me llegan por las redes sociales mensajes en todos los idiomas, de todos los lugares, con felicitaciones pero con lo que creo más importante el hecho de poder expandir el mensaje y la fundación Jean Maggi que es el sentido de todo esto, poder multiplicar a través de los beneficiarios de la fundación y poder también algunos conceptos sobre la discapacidad que están atrasados. Antes y durante mucho tiempo se pensó que una persona con discapacidad es un pobrecito, y el documental viene a derribar ese mito.
-¿Qué significa para usted la bicicleta?
-La bicicleta para mí es como una capa para volar, significa libertad, arriba de la bici lo puedo todo. La bici llegó a mi vida después de 37 años de estar peleado con mi cuerpo, con mi discapacidad, de estar tan peleado que me enfermé hasta el infarto, de movilidad, para de pronto poder generar lo que generó la bici en mí: movimiento, libertad, entrar en contacto con la naturaleza, despejar la mente. Creo que en resumen siento libertad cuando estoy arriba de ella.
-¿Cuántos años tenía cuando sucedió lo de la poliomielitis? ¿Cómo fue?
-Tenía un año. Estaba justo en el proceso de aprender a caminar. Así fue como me vacunaron contra la poliomielitis con la vacuna Sabín, que en ese momento pasaron de la Salk a la Sabín, ahora se volvió a la Salk, la Sabín era mucho más sencilla de administrar porque era oral. Se daba como un terrón de azúcar, muy simple, pero tenía un problema: una de cada dos millones de vacunas fallaba porque ponían el virus desatenuado en la vacuna y una de cada dos millones no estaba tan desatenuado y en vez de protegerse te causaba la enfermedad. Fue un accidente, yo soy pro vacunar, 1.999.999 vacunas son efectivas y eficaces, las estadísticas son muy favorables como para poder juzgar a la vacuna por el accidente.
-¿Ya de grande, a los 37 años, sufrió un infarto? ¿Cómo atravesó esos días?
-Sí. Así como la vacuna fue un accidente y me lo ligué de arriba, el infarto me lo gané bien ganado, porque hice todo lo que había que hacer para infartarme. Cuando uno está enojado con su vida, con su cuerpo, constantemente atenta contra ella. Fumaba paquetes de cigarrillos, tenía una vida social desordenada, me pasaba 12, 14 horas atrás de un escritorio sin ningún tipo de actividad, me faltaba esa cuota de amor propio que hay que tener, que no se debe confundir con el ego, para poder salir adelante.
-¿Cómo hizo el click?
-Del cagazo que me pegué con el infarto. Treinta minutos en ambulancia muriéndote son suficientes para cambiar cualquier cabeza. Me di cuenta que estaba perdiendo todo: familia, hijos, esposa, trabajo, amigos, tenía todo para ser feliz y lo iba a perder en ese instante. Por eso digo que ese infarto me salvó la vida.
-A partir de allí logró superar con éxito un montón de epopeyas que ha llevado adelante en donde el Himalaya es tan solo una de ellas, también cruzó los Andes. ¿Cuál es su secreto para la superación?
-Fue un poco dejar ese cuerpo preso para convertirme en este atleta de alto rendimiento que estaba escondido ahí. Yo tuve la particularidad de que empecé a hacer deporte cuando todos los deportistas se convierten en periodistas o entrenadores, a los 40 años. A partir de ahí mi primer desafío fue la maratón de Nueva York, después corrí otros maratones, el medio Ironman -triatlón largo donde se nada 2 km en mar, se hacen 90 kilómetros en bici, y 21 kilómetros en una silla de atletismo- esta competencia la hice en 7 horas 45 minutos. Representé a Argentina en los Juegos Paralímpicos, crucé los Andes a caballo, hice equitación, juego al básquet, al tenis, natación, etc.
-¿Qué sintió en la cima del Himalaya, la cordillera más alta del planeta?
-Ganas de volverme. Sentí un montón de sensaciones dentro del cansancio que tenía, pero básicamente sentir de que por tantos años haber escuchado el “pobrecito” y de pronto tener el mundo ahí abajo, más arriba no había nada, era como sentir la posibilidad de contarle al mundo un montón de cosas, para cambiar el concepto de que me asumieran como un pobrecito por mi forma de moverme, entonces ahí levanté la voz de muchos, y así surgieron los cimientos de la fundación que en definitiva viene a cambiar los conceptos de discapacidad.
-¿Cuál es la actualidad de la fundación?
-Excelente. Estamos por entregar en estos días 30 bicicletas adaptadas, ya hemos entregado más de 350. Hay que tener en cuenta que cada bicicleta adaptada cuesta como cinco bicicletas convencionales, y estamos acompañando a un grupo de jóvenes -todos con discapacidad- que manejan la fábrica de estas bicicletas. La verdad es que estamos muy abrazados con la sociedad aquí en Córdoba, nos acompañan muchos los empresarios y ahora estamos muy contentos con el resultado que estamos obteniendo.
-¿Cómo se ve de aquí a unos años?
-El futuro me lo imagino con este nuevo esquema expandiendo en la sociedad la fundación en distintos lugares del mundo. Me veo con muchos sueños por cumplir, me defino como un soñador serial. A veces me preguntan si lo más importante fue el Himalaya para mí o pararme sobre la tecnología biónica, y yo digo que no, que espero que no, porque sino mi vida se hubiera acabado ahí, tengo muchas ganas de seguir soñando y cumpliendo sueños.
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