Sábado. Río de la Plata. Club Náutico de Berisso. Un grupo de mujeres con chalecos rosas se reúne para poner a andar un bote largo y fino fabricado en China. A puro remo, avanzan en un tipo de barco llamado Bote Dragón. Están unidas por una fuerte vivencia: tuvieron cáncer de mama y se han organizado para practicar un deporte grupal que les otorga beneficios para su recuperación física y emocional. En cada encuentro prima el compañerismo, la solidaridad, el esfuerzo colectivo y el claro mensaje de que hay una vida después del cáncer.
Las prácticas en el río quedaron interrumpidas por la avasallante pandemia de COVID-19. Pero estas mujeres resilientes, que integran la Asociación Civil Dragones Rosas La Plata, no dejaron de entrenar ni de contenerse entre ellas. Se las ingeniaron para seguir remando en sus casas y mantenerse activas durante la cuarentena. En el living o el jardín, al borde de una pileta o simplemente con la ayuda de una silla, practican la técnica de la palada, con un brazo y luego con el otro, en series de varias repeticiones armoniosas y exigentes a la vez.
Los encuentros presenciales de los sábados, mate de por medio, pasaron a ser virtuales. Ahora son los domingos a la tardecita y a través de la plataforma zoom: en dos horas intercambian información sobre los videos de entrenamiento a seguir, charlan sobre los avances de las que están en tratamiento, se enteran cómo están los hijos y nietos de cada una, y se contagian de energía para seguir con las rutinas que les permitirán estar listas cuando puedan volver a remar en el río.
Son 19 mujeres que tienen entre 40 y 70 años. Hay médicas, odontólogas, maestras, profesoras, empleadas públicas, amas de casa y jubiladas. Es un grupo inclusivo, destacan, en el que no hay distinción de edad, peso o estatura. La única condición para sumarse es haber cumplido dos meses desde la finalización del tratamiento, un certificado apto cardiovascular y la indicación del oncólogo para realizar actividad física.
En el Club de Berisso guardan su preciado Bote Dragón. El 8 de diciembre pasado, las Dragones Rosas realizaron la ceremonia milenaria para estrenar la embarcación -12 metros de eslora, un peso de 250 kilos y capacidad para 22 remeras- que recibieron de China tras 5 años de actividades para recaudar fondos y lograr el objetivo. El Bote Dragón tiene cabeza y cola. Los remos simbolizan las patas que en movimiento coordinado impulsan su avance coincidiendo cada palada con el son del tambor que representa su corazón. El ritual, simbólico y emotivo, consiste en “despertar” al Dragón y pintarle los ojos, los cuernos y la lengua, para darle fortaleza y seguridad al equipo que lo va a remar.
Testimonios de constancia y voluntad
María del Carmen Urtizberea (68) vive en City Bell, tiene 2 hijos y 3 nietos y se jubiló como profesora de historia. Es una de las pioneras del grupo, que integró en 2013 ni bien terminó su tratamiento. Hoy su rutina incluye paleo sentada al borde de la pileta de su casa, otras veces en la canoa que tiene su pareja, con la atenta compañía de su perra Brisa. “Camino en la cinta y hago bicicleta fija. Y con una aplicación en el celular llevo el conteo de los pasos que doy por día, entre 7.000 y 10.000, entre los que hago dentro de casa y las vueltas que doy en el terreno”. “Extraño los sábados en el río, esas dos horas de intensa remada, navegando por el canal de la calle Génova, ir y venir, varias veces, con unos pequeños descansos para tomar agua y seguir para aprovechar el tiempo a full”.
Nélida “Nelly” Santa María está jubilada, vive en Los Talas, Berisso, contando a los de su pareja, tienen 4 hijos y 5 nietos. Se enfermó en 2016 cuando tenía 63 años. “Lo agarramos a tiempo gracias a los chequeos”, cuenta haciendo énfasis en la prevención. “Soy de la idea de que las dolencias se combaten con gimnasia. Ahora me ejercito en casa: tengo una pelota de yoga, conseguí bandas y pesas. Entreno cuatro días seguidos y descanso uno. Después de los ejercicios practico la palada con una silla, siguiendo algún video. Y camino, un poco por el jardín de mi casa y, si llueve, alrededor de la mesa. Si no practico me quedo dura”, dice entre risas. Y agrega: “La actividad en equipo es alucinante, nunca lo había vivido de esta manera”.
Sonia Herrera (46) vive en Ensenada con su hijo de 20 años y tiene una canchita de fútbol que ahora está cerrada. Hace 15 años le diagnosticaron cáncer de mama y hace un año comenzó a remar. “Mi doctora me habló del grupo y no dudé en contactarme”, recuerda. “Desde que empezó la cuarentena practico en casa tres veces por semana con una silla y también en la orilla de la pileta porque en el agua es más efectivo por la fuerza que hay que hacer. De lunes a viernes hago gimnasia rítmica con pesas. Después del mediodía me siento al costado de la pileta y hago 10 ó 15 paleos, cambio de posición, cambio de brazo y repito 5 veces. Al final elongo bien brazos y cuerpo. Es fundamental fortalecer la musculatura de todo el cuerpo, pero sobre todo del tronco y el abdomen, muy necesarias para hacer fuerza y poder arrastrar el agua”.
María Victoria Perona (48) está casada, tiene dos hijas de 21 y 14 años, es maestra jardinera, vive en La Plata y se sumó al grupo durante la cuarentena. “Nos conocemos por zoom”, aclara risueña. Tuvo dos operaciones, una en diciembre y otra en enero, y está en pleno tratamiento de rayos. “Nunca remé y estoy ansiosa por aprender. Mi sueño es agarrar el remo en octubre, el mes de sensibilización sobre el cáncer de mama que también es el mes en el que me detectaron a tiempo, gracias a los chequeos periódicos, un bulto en mi mama. Si no hubiera sido así, hoy tendría un cáncer invasivo”.
“Somos mujeres con historia de cáncer de mama”
“Me gusta decir que somos mujeres con historia de cáncer de mama. Me enfermé de cáncer y me recuperé: el cáncer es parte de la historia de mi vida”, dice sin vueltas Jenny Bolatti (61) a Infobae, haciendo hincapié en el relato de existencia más que en la sobrevivencia.
Jenny, que es médica auditora de una obra social, es otra de las pioneras del grupo que comenzó a reunirse en 2013 y tres años después se formalizó en la asociación sin fines de lucro y con personería jurídica que actualmente preside. En 2012 puso todas sus fuerzas para recuperarse del cáncer de mama y en febrero pasado tuvo que volver a la quimioterapia para tratar las lesiones de los huesos afectados por metástasis. “Se han recuperado casi totalmente y este mes termino las sesiones”, cuenta aliviada.
“¿Mi rutina en cuarentena? Dos veces por semana clases de stretching, otros dos días de gimnasia general por videos de youtube, caminata en la cinta y tres veces por semana ejercicios de rehabilitación por una lesión articular en un hombro. Por el momento nada de remo. Obviamente que voy a volver a remar”, dice despejando cualquier tipo de duda.
El origen de la disciplina
La técnica de remo en Bote Dragón es una disciplina de origen chino que tiene dos mil años de historia. La leyenda más popular se remonta a la historia de Qu Yuan (340 – 278 a. C.) un poeta patriótico que se ahogó en el Río Miluo el quinto día del quinto mes lunar chino, cuando su amado estado de Chu cayó en el estado de Qin.
Enterados de su muerte, los lugareños remaron en el río para buscar su cuerpo, pero no pudieron encontrarlo. Para preservarlo, navegaron golpeando el agua con sus remos y los tambores para ahuyentar a los espíritus malignos. Hasta la actualidad, la carrera de Bote de Dragón es la actividad más importante durante el festival que se realiza cada año. En esas carreras, los equipos reman armoniosa y apresuradamente, acompañados por el sonido de tambores. Se dice que el equipo ganador tendrá buena suerte y una vida feliz en el año siguiente.
Su práctica en Argentina y el mundo
El deporte de remo en Bote Dragón o Dragon Boat es practicado por millones de personas en todo el mundo. Equipos formados por mujeres con historias de cáncer de mama hay en 30 países, entre ellos Argentina, Canadá, Brasil, China, Estados Unidos, Nueva Zelanda, entre otros, que en total suman 240 grupos. Cada cuatro años se realiza el festival internacional en el que participan estos equipos de mujeres. El último fue en Florencia, Italia, en 2018, al cual asistieron 4.000 mujeres de todo el mundo, incluida una delegación de las Dragones Rosas. El próximo será en 2022 en Nueva Zelanda.
La movida a nivel internacional surgió hace más de dos décadas, de la mano del estudio del médico canadiense Donald McKenzie, quien demostró los beneficios de este deporte náutico: actúa como drenaje linfático natural al prevenir que los brazos se hinchen tras la mastectomía.
En 1996, McKenzie, especialista en medicina del deporte, de la Universidad de British Columbia de Vancouver, Canadá, formó el primer grupo experimental de remo compuesto por mujeres operadas de cáncer de mama. Optó por el Bote Dragón porque la palada en estas embarcaciones requiere de un ejercicio grupal repetitivo, muy exigente. El trabajo concluyó que el entrenamiento continuo y progresivo de torso y brazos ayuda a evitar la generación de linfedema, un efecto secundario muy común en pacientes operados con vaciamiento axilar. Y además brinda un beneficio anímico al generar un espíritu de equipo, amistad y confianza.
¿Cómo llegó a la Argentina? Adriana Bartoli es una platense que vive en Canadá e integra el grupo Abreast in a Boat (AIAB), la primera tripulación formada en Vancouver a raíz del trabajo del doctor McKenzie. Bartoli impulsó en nuestro país el comienzo de la actividad que fue tomada por un grupo de mujeres, entre las cuales está la mayoría de las integrantes de Dragones Rosas.
Hoy en la Argentina hay 14 equipos que practican este deporte náutico. Nueve de ellos tienen la membresía de la IBCPC (International Breast Cancer Paddlers Commission), la comisión que nuclea a las remadoras que enfrentaron al cáncer de mama. Cada uno de ellos, menos el de Córdoba, posee la palabra “Rosa” dentro de su nombre, para hacer homenaje al color del lazo que representa la lucha contra la enfermedad.
Los equipos están distribuidos en La Plata (Dragones Rosas y Remeras Rosas), Buenos Aires (Rosas del Plata, en Tigre), Córdoba (Amazonas de Córdoba), Santa Fe (Chicas Pink), Neuquén (Poderosa Río Negro, Rosas del Limay, Rosa Fenix Patagonia Argentina), Río Negro (Nahuel Rosa, en Bariloche). Los que están en formación no inscriptos aún son: Santa Fe (Rosas del Jaaukanigas, en Reconquista y Rosa Río, en Rosario), Neuquén (Rosas de Los Andes de San Martín de Los Andes), Río Negro (Rosas del Pellegrini, en Cinco Saltos), Chaco (se comienza a trabajar en Resistencia).
Alentar la esperanza y concientizar
El cáncer de mama es uno de los más frecuentes en las mujeres. A nivel mundial, se estima que una de cada ocho mujeres tendrá la enfermedad en algún momento de su vida. Y, detectado a tiempo, puede curarse en más del 90% de los casos.
En cuarentena, las Dragones Rosas tienen las puertas abiertas para sumar nuevas integrantes. Las vías de comunicación son Facebook: Asociación Civil Dragones Rosas La Plata; Instagram: @dragonesrosaslp y mail: dragonesrosaslaplata@gmail.com
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