“De la soledad nadie huye. Porque se lleva”.
Hace 95 años, en 1926, nacía una futura gran estrella del cine norteamericano: Marilyn Monroe. Y en 1962, poco más de 3 décadas después, se suicidaba, con sólo 36 años.
Su muerte fue la ratificación más absoluta, que la vida tiene siempre luces y sombras. Y que las sombras suelen ser definitivas.
¿Quizá algún irremediable problema de salud la había llevado a esa decisión?
Las investigaciones probaron que solamente una semana antes de su muerte, un chequeo en un hospital de Hollywood informaba de una salud física perfecta. ¿Y entonces? ¿Cómo comprender el suicidio?
La escultural rubia, la diosa que reinó en los corazones de miles de hombres, parecía ser la dueña de la felicidad.
Proveniente de un hogar modesto era hija de padre desconocido.
Se casó a los 16 años con un agente de policía de 21 años.
En esa etapa pasó a la fama, posando desnuda para un almanaque de extraordinaria difusión en los EE.UU..
Y la fama suele cobrar un precio. Claro que muchos están dispuestos a pagarlo.
Y Marilyn Monroe lo pagó, divorciándose del hombre que amaba: un humilde agente policial.
El cine, ese mágico monstruo de fantasía, la absorbió inmediatamente y montó a su alrededor un engranaje publicitario,que la proyectó al mundo entero.
Muchos soldados, que en esa época iban a la Guerra de Corea, tenían en sus mochilas, una fotografía de la actriz.
Con la fama, llegó también el dinero.
Se casó nuevamente con un famoso deportista del baseball, Joe Di Maggio. Se divorció rápidamente.
Se sucedían sus matrimonios, uno tras otro. El siguiente fue con un escritor, también famoso. Arthur Miller, autor de conocidas obras teatrales como La Muerte de un Viajante y Las Brujas de Salem, todas llevadas al cine.
No podía tener hijos (perdió varios). Seis años duró ese matrimonio, hasta que Marilyn decidió irse a vivir sola, en su mansión de Hollywood.
Una noche fue encontrada muerta en su dormitorio, con el brazo al lado del teléfono descolgado. ¿A quién habría querido llamar en el momento en que le hacía efecto la sobredosis de barbitúricos que había ingerido y la vida se le escapaba? Nunca podrá saberse...
El enigma del porqué de su muerte se comprendió tiempo después.
Marilyn Monroe sufría uno de los castigos más crueles que puede afectar a un ser humano: la soledad.
Notó claramente que mientras “aumentaban sus ganancias disminuían sus sueños”.
Comprendió demasiado tarde que el oro nunca podría vencer al amor, porque sólo el amor había podido hacerle latir el corazón.
Es que el prestigio artístico, el poder, la riqueza son como imanes que atraen y enceguecen simultáneamente.
Permiten sí alcanzar esas supuestas cumbres. Pero suelen implicar numerosos sacrificios, incluso el alejarse de los verdaderos afectos, de los amigos reales, y los seres queridos.
Y allí, muy en lo alto, es común encontrarse ese fantasma aterrador que se llama soledad. Que incluso suele estar en medio de la multitud. O del ruido estridente.
En un libro autobiográfico Elvis Preslely, otro famoso que se quitó la vida, escribió con crudeza su sensación de soledad, porque todo lo que le sobraba no podía reemplazar lo que él sentía que le faltaba.
Muchos famosos escribieron sobre sus sentimientos frente a ese enemigo -la soledad- a la que no pudieron derrotar.
Entre ellos James Dean, el inolvidable actor de Al Este del Paraíso, Cristina Onasis, la hija del magnate griego. Y También Elvis Presley, como ya mencioné.
En definitiva Marilyn Monroe -¡y tantos otros!- entendieron -y la experiencia se suele aprender solamente con la experiencia- que muchas veces, se llega a la cima con un gran cansancio. Y hay cansancios... definitivos.
Saturados del elogio y de la admiración que el brillo produce, buscan como único refugio, el aislamiento e inclusive la muerte, como la de Marilyn Monroe, suicidándose a los 36 años, todavía hermosa y radiante.
El caso de estos famosos rodeados de luces que suscitaron admiración y que debieron despertar, quizá solamente pena, trajo a mi mente este aforismo:
“Lo que sobra... no reemplaza... lo que falta”.
(*) El autor, José Narosky es un escribano y escritor argentino, reconocido por sus célebres aforismos. Escribió más de 17 mil, de los cuales solo publicó 3 mil.
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