De Argentina a Armenia: quién es la joven bodeguera que busca crear los mejores vinos en el Viejo y en el Nuevo Mundo

Juliana Del Águila Eurnekian es propietaria y presidente de la Bodega del Fin del Mundo en la Patagonia, y viaja constantemente a la bodega familiar Karas, en Armenia. Durante una entrevista con Infobae, la joven contó sobre su misión de dar a conocer al mundo los mejores vinos de estas regiones

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Con el Special Blend 2017 -el vino ícono de Bodega Del Fin del Mundo- servido en las copas, comenzó la charla con Juliana Del Águila Eurnekian, su propietaria y presidente, en los estudios de Infobae, en una entrevista amena y cálida en la que se respetaron siempre las medidas de higiene y distancia social. Fue un recorrido imaginario entre el Viejo y el Nuevo Mundo, a través del pasado, del presente y del futuro de la industria. Un viaje sin escalas entre el principio y el fin del mundo.

La Bodega Del Fin del Mundo es reconocida por lo que hizo para lograr incluir en el mapa vitivinícola nacional a la provincia de Neuquén en solo 20 años. Pero lo que pocos conocen es que la bodega está al mando de la nueva generación de la familia Eurnekian, ya que el señor Eduardo (Eurnekian, director de Corporación América) le ha encomendado el manejo a su sobrina Juliana Del Águila Eurnekian, quien desde hace varios años trabaja para aprender, emprender y entender, con el objetivo de lograr los mejores vinos de la Patagonia, y también de la Argentina.

Pero ella no solo puso el foco en San Patricio del Chañar, ese flamante terruño del Nuevo Mundo, sino que también viajó varias veces a Armenia, de donde proviene la familia, y donde poseen viñedos y bodega propia. Allí trabajaron desde el principio con Michel Rolland, el afamado consultor internacional, que durante varios años también los asesoró en Neuquén. La idea allá fue rescatar las raíces más antiguas que se conocen en el mundo del vino, ya que al pie del monte Ararat existían zonas de viñedos más de 6000 años.

Sin dudas, Bodega Del Fin del Mundo es la única del país- y seguramente de la región- capaz de unir el Nuevo y el Viejo Mundo vínico. La misión de la joven bodeguera no solo es recuperar el pasado en un lugar, sino crear el futuro en el otro.

Juliana Del águila Eurnekian, Propietaria y Presidente de Bodega Del Fin Del Mundo

-Comencemos por el principio, ¿cómo fue el comienzo de tu familia con el vino?

-Siempre el vino fue un punto de encuentro en mi familia, algo muy común en Armenia, donde gran parte de la vida cotidiana gira alrededor de la comida y de la cultura gastronómica, y el vino fue siempre parte de eso. Algo similar a lo que pasa acá en Argentina, ya que un vino siempre se descorcha para compartir buenos momentos.

La historia de mi familia con el vino empieza en Armenia, la cuna del vino. Allá se hacían vinos hace más de 6200 años, y se ha encontrado el registro vitivinícola más antiguo e importante de la historia, la bodega más grande y completa, muy cerca de la nuestra.

Todo comenzó a principios de 2000 cuando cae la Unión Soviética y Armenia logra la independencia. Y como armenios de la diáspora que somos, siempre tuvimos ganas de volver allá y generar cosas positivas para el país. Así fue que se abrió la posibilidad y mi tío abuelo fue para allá. Él se dio cuenta de que existía una gran oportunidad de recuperar algo que había quedado en el olvido. Porque durante la existencia de la Unión Soviética, los 6200 años de historia vitivinícola quedaron sepultados y opacados por la producción de destilados a gran escala, ya que en Armenia se elaboraba mucho brandy (el preferido de Winston Churchill). Así fue como en la cuna del vino se dejó de elaborar la noble bebida, y su cultura quedó olvidada.

La bodega Karas
La bodega Karas

Mi tío viajó para allá y plantó las primeras vides, apostando a una industria incipiente en un momento en el que nadie elaboraba vinos de calidad. Él vio la gran oportunidad para revalorizar una cultura olvidada de tantos años, y con eso llevar a Armenia al mundo. Porque nada cuenta mejor una historia que una botella de vino, que habla del lugar de donde proviene, de su paisaje, de su gente. Era el momento ideal para generar puentes entre Armenia y el mundo, y poder contar su historia.

-¿Fueron los pioneros en esta nueva era del vino armenio?

-Veinte años puede parecer mucho tiempo, pero es muy poco para el vino. Hay una frase que me encanta porque asegura que se necesitan cien años para lograr un gran vino. Y si bien recién empezamos, nuestro trabajo allá causó mucho impacto, y hoy ya se organizó una nueva industria del vino armenio. Es más, antes todo el turismo estaba orientado hacia el turismo eclesiástico, porque se sabe que Armenia fue el primer país del mundo declarado católico. Pero ahora se va abriendo más hacia el turismo gastronómico y el enoturismo.

Sin dudas, se trata de un lugar místico y con mucha historia. La Biblia cuenta que Noah plantó en el monte Ararat; frente a nuestros viñedos ubicados en el valle de Ararat y con una vista impresionante; las primeras vides. Entonces, se puede decir que es allí donde empezó todo. Y si bien nuestra pasión por el vino comenzó en Armenia, desde hace varios años la continuamos acá, en Patagonia. Por eso decimos que fuimos del principio al fin del mundo.

-¿Cuál es tu misión en la Bodega Del Fin del Mundo?

-Nos queda mucho por hacer, sobre todo contar sobre Patagonia y sus vinos, esa es mi gran misión. Quiero llevar Patagonia (y también Armenia) al mundo, y demostrar que tiene vinos muy distintos y muy ricos. Se que aún no se conocen tanto y que generan mucha curiosidad. Yo viajo todo el tiempo y hablo con clientes, sommeliers, cocineros y periodistas, y cuando les cuento lo que hago les despierta mucho interés, y eso está muy bueno. Significa que Argentina no se tiene que encasillar solo en Mendoza y el Malbec, y que hay un gran potencial con los vinos de Patagonia y otras variedades.

-¿Cuáles son las cepas destacadas de Armenia y de Argentina?

-El Karas es un corte de la cepa es Areni, que es como el Malbec acá, pero de características muy diferentes, ya que es más parecida a un Pinot Noir, pero con un sabor a frutas y especias muy particular. Rico y muy distinto a lo que se conoce acá. Y en blancas, la variedad más conocida es Kangun, una de las uvas permitidas para la elaboración del brandy armenio.

En San Patricio del Chañar (Neuquén), más allá del Malbec tenemos el Pinot Noir, la joyita patagónica en la que nosotros nos especializamos. Y en blancos, el Semillón está tomando mucho protagonismo porque se da muy bien.

-¿Cuál es tu búsqueda al mando de la Bodega Del Fin del Mundo?

-No creo en una cuestión de género sino de personalidad, y quizás de generación. Soy una mujer inconformista e inquieta, siempre pendiente de las nuevas tendencias, viendo como se puede mejorar la producción con la idea de acercarnos más a nuestros viñedos y poder reflejarlos en nuestros vinos. Estamos buscando ser más francos y mostrar mejor nuestro terruño, trabajando más en las sutilezas con el Pinot Noir como bandera, por su delicadeza y paladar sofisticado.

-¿Crees que sos muy joven para tomar decisiones enológicas tan importantes?

-No, porque los grandes vinos son grandes vinos para todos. Podemos modernizarnos o estar al tanto de las nuevas tendencias sin tener que pegar el volantazo y virar 360 grados, no es mi estilo. Yo soy más sutil, quiero afinar los vinos, buscar más frescura, e ir a lo concreto de fruta, y que la madera no tape lo que pasó ese año en el viñedo. Quiero hacer vinos desde un lugar sincero, porque se que cualquier persona puede llegar a valorar mucho eso.

-¿Cuánto te aportan tus viajes constantes entre el Viejo y el Nuevo Mundo del vino?

-Armenia es mi segundo hogar, viajo mucho durante todo el año, aunque ahora está complicado, pero ya pronto volveré. Esos viajes me aportan mucho y hasta se puede decir que el principio del mundo aprende del fin del mundo, porque allá es tan nueva la industria que venir para acá es como viajar al futuro del vino. Hay mucho de lo que hicimos acá que llevamos para allá, pero también aprendemos mucho de allá. Tengo dos equipos de trabajo espectaculares que se comunican todo el tiempo, y muchas veces traigo y llevo vinos para que los prueben y así construir en conjunto.

-¿Desde tu lugar de bodeguera, cómo ves el futuro del vino argentino?

-Tiene mucho camino por recorrer aún. Hay muchos mercados por conquistar, sobre todo para el vino patagónico. A pesar que Patagonia ya atrae por las sensaciones que genera en el imaginario, y que para mi es súper sexy. Sus vinos aún no son muy conocidos, pero estoy segura que se van a conocer mucho en los próximos años.

Hoy, ante esta difícil situación que atraviesa el mundo por la pandemia, la industria tiene un gran desafío, debe seguir generando trabajo de calidad y continuar con la producción sin interrupciones. Este año fue muy particular porque la cuarentena nos agarró en plena cosecha, pero se pudo sacar adelante porque tenemos un equipo solido y apasionado.

También hay que competir con mucha gente ya que es una industria muy atomizada. Pero tenemos una ventaja impresionante porque estamos en un lugar privilegiado y que aún no es tan conocido; hay mucho por construir tanto en Argentina como en Armenia. Además, tenemos que aprovechar que son pocas las familias argentinas que producen vinos en dos países, y nosotros somos los únicos en la industria que comenzamos invirtiendo afuera del país para luego hacerlo acá.

-¿Crees que ya se ve reflejado en los vinos tu trabajo en la bodega?

-Hace siete años que estoy en la bodega, y cuando nos sentarnos a la mesa grande con toda la familia, siento que sí. Pero en realidad es un trabajo en equipo, ya que tengo la suerte de poder ir compartiendo y disfrutando en conjunto con mi familia cada paso que doy en la bodega. Esto significa que ellos también participan de alguna manera en el día a día; a veces le llevo muestras de vino a mi tío para que las deguste y me diga qué le parecen. Obviamente no estoy sola, uno de mis hermanos está en Neuquén, y el otro acá en Buenos Aires. Una bodega parece una empresa gigante, pero termina siendo un trabajo muy familiar, casi artesanal. Yo puedo estar dirigiendo la empresa, pero cada uno desde su lugar está muy involucrado. Lo que pasó es que a mi me picó antes el bichito del vino, y ya no hay vuelta atrás

-¿Cuáles son tus vinos preferidos de Armenia y de Argentina?

-De Armenia mi preferido es un vino del cual estoy muy orgullosa porque nos costó mucho hacer. Es un blend de Areni y Sireni, una cepa originaria de Karabaj -una región por fuera de Armenia- que trajimos hace algunos años para hacer vinos a la antigua manera en karas (ánforas), y que ahora están muy de moda. Queremos revalorizar algo que se hacia antes en Armenia, por eso recuperamos karas de distintos lugares, y ahora fermentamos ahí este vino que es muy especial, distinto, y muy particular.

Yo tengo una conexión muy fuerte con Armenia y el vino logra encapsular un pedacito de esa tierra, algo del alma que late en Armenia está en ese vino.

De Patagonia me gusta mucho la línea Fin que son single vineyards. Pero también los Postales y todos en general. Tengo una visión, el vino tiene que estar bueno en todos los niveles de precio, porque es para disfrutar. Hay momentos que quiero tomar algo que no me haga pensar mucho, y otras que quiero quedarme charlando horas con un vino especial en mi copa. El Special Blend es un vino que me encanta, es el ícono de la bodega que nació en 2002, y habla de la evolución del viñedo. Y si bien mantuvo su estilo, también se fue modernizando. Es un corte de Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot y Cabernet Franc; este se incorporó al corte en los últimos años entre un 5 y un 10%. Creo mucho en el Cabernet Franc de Patagonia porque se da espectacular, es súper fresco y distinto a los de Mendoza, más floral y con una tensión diferente.

Pero la variedad que amamos en mi familia es la Syrah, porque es muy rico y versátil. Nos enamoramos del Syrah en Armenia, allí tenemos gran parte de nuestros vinos con esa cepa; este Karas es casi 50% Syrah. Además, es una de las variedades más antiguas.

Una vez leí algo que me encantó; al Syrah le gustan las lindas vistas, y en nuestros viñedos de Armenia es alucinante. Se da muy diferente allá, muy especiado y floral, con cuerpo y textura sedosa. Mientras que en Patagonia ofrece más fruta y un toque cárnico. Pero en ambos terruños es tan especial como disfrutable.

Más sobre la Bodega Karas (Armenia)

La Bodega Karas se encuentra ubicada en la provincia de Armavir, comunidad de Arevadashd, en la República de Armenia. Si bien fue fundada en 2012, las primeras viñas se plantaron en 2006, y en 2010 nació el primer vino de la casa. En Armenia hay 15.000 hectáreas de uvas, pero solo 2000 se destinan a la elaboración de vinos, a manos de muy pocas bodegas, y Karas posee 230 (el 10%). Antes de ellos, sólo se elaboraba brandy en esa región, pero ya son como diez los establecimientos que se animan a hacer tintos y blancos.

La variedad por la que todos apuestan es la Areni, similar en algún aspecto al Pinot Noir, con notas de cerezas confitadas, minerales y terrosas, según dicen. En 2018 elaboraron un blend de Areni y Malbec (A Tale of Two Mountains) que pronto se importará en Argentina. Es un tinto de aromas intensos, con buena fluidez y agarre, algo cálido en su carácter de frutas negras. De paladar franco, mordiente y algo especiado, y trago ágil, directo y expresivo, muy atractivo para la mesa hogareña. En Estados Unidos se vende a u$s 9,99, y resulta un vino muy completo y competitivo en la franja “entry label”. Elaboran también las líneas Karas Clásico y Reserva, en un estilo más europeo y armenio. Pero sin dudas, el ícono de la zona (y el varietal que más le gusta al Sr. Eurnekian) es le Syrah. Actualmente, Armenia produce un millón de cajas (de 12 botellas), de las cuales 750.000 se comercializan en el mercado interno, y el resto se exporta, mayormente a Rusia.

Si bien Georgia aparece como el país de la región que más se está moviendo, los viñedos en Armenia poseen mejores condiciones. Están a 1100 msnm y a 40 grados de Latitud Norte, con suelos de origen volcánico, con mucho limo y basalto negro, que aportan un carácter bien diferente.

Karas ya instaló la categoría vino en Armenia, que si bien es una república joven (25 años), Ereván; su capital; ostenta 2800 años. La comunidad armenia se caracteriza por ser muy solidaria, sumado a su historia y a su rica gastronomía, proponen un gran porvenir para sus vinos, y a la vez rescatar el origen vitivinícola más antiguo del mundo.

La actualidad de Bodega Del Fin del Mundo

Hace algunos años la familia Eurnekian se había sumado a la bodega, y ahora, con el manejo total, comenzaron a patear el tablero, respetando lo que se había logrado, pero con una mayor precisión en cuanto a la búsqueda vínica. Esa es la misión del joven Ricardo Galante, enólogo principal de la bodega, que además no debe desatender la consistencia de las líneas existentes.

La idea es forjar una identidad que represente a la familia Eurnekian, definiendo un nuevo estilo en cada una de las líneas de vinos, respetando sus atributos naturales.

Se puede decir que BDFM es una bodega relativamente nueva (20 años), en un terruño totalmente nuevo, y que fue evolucionando al mismo tiempo que los profesionales fueron conociendo el lugar. Y si bien ya hay un recorrido, esto recién empieza. Ahora viene la etapa de un mayor estudio del terruño, con análisis de suelos y realización de calicatas para determinar las mejores parcelas para cada variedad.

Es interesante ver como Ricardo Galante (38) está muy entusiasmado y con ganas de hacerse cargo de este gran desafío que hoy tiene sobre sus espaldas. Seguro que con libertad de trabajo y su know how va a poder llevar a cabo todos los cambios enológicos que se necesitan encarar en esta nueva etapa. Lo más importante es que tiene la confianza para crear nuevos vinos en pos de lograr los objetivos de la familia en cada línea.

Ricardo hace ocho años que trabaja en la bodega, ya estuvo a las órdenes de Marcelo Miras y Michel Rolland, dos pesos pesados del vino argentino. También elaboró en California (Napa Valley Reserve), y aprendió a hacer las micro vinificaciones en barrica, en Le Bon Pasteur; la ex bodega de Michel Rolland en Pomerol.

Pero más allá del invalorable aprendizaje, Ricardo se diferencia porque prefiere una mayor frescura en los vinos, y para ello adelantó todos los puntos de cosecha.

La bodega está totalmente equipada para elaborar grandes cantidades, pero también para hacer partidas limitadas. En las líneas top (Reserva, Fin Single Vineyard y Special Blend) ya se está trabajando más detalladamente, intentando preservar más la fruta desde el viñedo, y con la madera que solo acompañe. Mientras que en las líneas más masivas de la casa (Ventus, Postales, La Poderosa, y los varietales Fin del Mundo) los blancos siguen siendo muy protagonistas, con el Sauvignon Blanc, el Chardonnay, el Semillón y hasta el Viognier. En tintos jóvenes se destacan el Pinot Noir y (obviamente) el Malbec; el Postales es para adoptar en casa, y el Fin del Mundo es un vino moderno y con sentido de lugar, por su frescura y fuerza, directo y conquistador. Y en el Fin 2016 ya aparece el nuevo estilo, con una tipicidad varietal definida en su paso por boca, y la madera que acompaña en silencio, y todavía puede ganar más carácter.

Al complicado Pinot Noir ya lo están trabajando de manera diferenciada. Y si bien son vinos muy nuevos, ya se nota la intención de un Pinot más fresco y tenso, con un interesante carácter frutal. Y si bien al Merlot y al Cabernet Sauvignon van a tener que encontrarle la vuelta, al Syrah ya lo tienen dominado. Es el as en la manga de la familia, y que tiene en el Fin 2013 a su primer vino; el que los animó a animarse. Por su parte, el Special Blend se mantiene fiel a su estilo, un tinto tipo bordelés con equilibrio y elegancia.

Hoy, esta joven generación (Juliana y su hermano Jorge, junto a Ricardo Galante y equipo), tiene un desafío muy grande por delante, por el tamaño de la bodega, por el significado del terruño Patagonia, por su potencial, y por la fuerza y expectativas que genera el apellido Eurnekian. Y además, la posibilidad única de unir el pasado con el futuro del vino; el principio (del mundo) con el fin (del mundo).

Fabricio Portelli es sommelier argentino y experto en vinos

Twitter: @FabriPortelli

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