No existe una cantidad máxima de cosas malas que puedan suceder al mismo tiempo. El hecho de que tengamos un gran problema presente todos los días, no significa que los otros desaparezcan. Durante la cuarentena y el brote de coronavirus, los grifos con goteras aún gotean, la ropa aún se acumula y las malas relaciones siguen siendo malas. Este estado casi apocalíptico nos hace reevaluar nuestra existencia. Es natural pensar que, una vez que todo esto haya terminado, deberíamos hacer cambios. ¿Estamos en el trabajo correcto? ¿Pasar tanto tiempo en casa nos hizo querer mudarnos? ¿Es hora de terminar esa relación que nos hace infelices?
Y si la respuesta a esa última pregunta es, eventualmente, “sí”, no podemos asegurarnos de que estar en casa haga las cosas más fáciles. No existen dos rupturas iguales. Algunas duelen como el infierno. Otras apenas se registran y antes de darte cuenta estás a gusto con la soltería. Cualquiera sea la categoría de la separación, es probable que salir, ver a nuestros amigos y, en general, simplemente salir de casa sean fundamentales para seguir adelante. Entonces, ¿qué sucede cuando terminamos una relación en un momento en el que no podemos salir de casa? ¿Permanecemos solos, revolcándonos en nuestra propia miseria sin nada que nos distraiga? ¿O usamos ese tiempo para reflexionar y emerger aún más fuertes que antes?
En tiempos de mayor estrés, lo último que alguien necesita es una ruptura cruel. La pandemia de coronavirus no solo ha amenazado la salud física de millones, sino que también ha causado estragos en el bienestar emocional y mental de las personas en todo el mundo. Los sentimientos de ansiedad, impotencia y dolor están aumentando a medida que las personas se enfrentan a un futuro cada vez más incierto, y casi todos han sido afectados por la pérdida.
Cada persona va a responder a una situación como esta con sus propios sentimientos, comportamientos y acciones de la misma manera que cada relación es única. Para las personas cuyo amor propio y “cura” después de una ruptura parecen basarse en quedarse en casa y leer, mirar televisión o trabajar en un pasatiempo, puede ser más fácil separarse en este momento. Pero para aquellos de nosotros cuya “cura” implique salir, pasar tiempo con amigos y estar súper ocupados, estar encerrados significará encontrar esto más desafiante e incluso intensificar nuestras reacciones.
No hay un momento adecuado para una ruptura y probablemente nunca habrá uno. Agregue un virus invisible potencialmente mortal que se está propagando a un ritmo acelerado a nivel mundial, pérdida de empleos o turnos de trabajo desde el hogar, incertidumbre económica, aislamiento, preocupación por los elementos esenciales diarios y el nivel normal de estrés por una ruptura se multiplica por mil.
Si bien las relaciones sociales son una red de seguridad, las rupturas tienen sus propias razones y nadie puede realmente detenerlas. Por otro lado, muchas parejas llevan tiempo de malestar juntos antes de que la ruptura se efectúe y, en tal caso, la cuarentena puede ser una oportunidad, como tantas otras, de confirmar ese desencuentro amoroso. Sin embargo, en última instancia, los expertos aseguran que es un buen momento para concentrarse en la relación más importante que tenemos: la que tenemos con nosotros mismo.
“En la actual situación de confinamiento social, muchas parejas se enfrentan a una convivencia de tiempo completo -veinticuatro por siete-, no solo duermen juntos, sino que desayunan, almuerzan, meriendan, cenan, trabajan, cocinan, van de compras, limpian y hasta hacen actividad física juntos. Es posible, que para algunos esta escena algo atípica sea un pleno disfrute, una oportunidad única de compartirlo todo con el otro. Sin embargo, la lógica del todo, del full time, suele ser para muchos agotadora y complotar contra el deseo”, aseguró en diálogo con este medio la psicoanalista Agustina Fernández, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
El bloqueo también significa que para muchos jóvenes afortunados, que no tienen responsabilidades como el cuidado de niños o la educación en el hogar, hay más tiempo para reflexionar sobre las problemáticas en una relación. “La cuarentena atraviesa todas nuestras actividades y vínculos. El aislamiento condiciona nuestros afectos y muchas veces agudiza conflictos. Es importante recordar que estamos en una situación excepcional y debemos tratar de ser tolerantes con nosotros mismos y con el resto”, explicó a Infobae la psicoanalista Fiorella Litvinoff.
Sin embargo, lo último que querremos hacer después de una ruptura es pensar demasiado. Es muy posible que pensemos, reconsideremos, rebobinemos, reproduzcamos, analicemos y diseccionemos momentos pasados. Por eso, es fundamental no quedarse atrapado en cuestionamientos como “qué hubiera pasado si”. Ese es un círculo vicioso y solo nos llevará en un ciclo descendente en espiral. En cambio, uno debe concentrarse en lo que nos hizo abandonar la relación en primer lugar, qué signos poco saludables ignoramos solo porque teníamos demasiado miedo de perder a la persona, es clave.
Para Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo, “la vivencia de pérdida, de ‘lo que no pudo ser’, se hace presente sobre todo en este contexto en el cual las demandas y ansiedades personales están más acentuadas”. “En estos meses se han incrementado los conflictos de pareja y hay un notable aumento de las demandas de divorcio, esto demuestra la imposibilidad para seguir ‘tapando', negando o silenciando los conflictos; además las personas tampoco encuentran en el afuera refuerzos para seguir sosteniendo lo insostenible”, dijo el especialista consultado por este medio.
Las redes de contención externas como el trabajo, actividades varias, amistades, familiares, ya no están presentes como antes ni sirven de ayuda para reducir la caída de la relación. “En este contexto -continuó Ghedin- las personas que se están separando deben lidiar con su malestar y salir en búsqueda de recursos propios para alivianar la angustia y por qué no, la soledad. He aquí el desafío. Sin embargo, no todos están preparados para ‘aprender’ y salir fortalecidos de esta nueva situación. Algunas personas pondrán el cuerpo y el alma para superar el momento y otras, con más reticencia, harán uso de mecanismos mentales para atenuar la angustia”.
“La forma en la que dos personas se conocen, inician una relación, así como la forma en la que se despiden, si actúan una ruptura brusca, escandalosa, pacífica, de mutuo acuerdo, o si simplemente dejan que la historia se desvanezca como quien contempla la caída del sol sin interferirla, es propio de cada vínculo. Esto no sucede exclusivamente en las relaciones de pareja, también en las amistades y en tantos otros tipos de lazos humanos”, advirtió Fernández.
Y agregó: “Como psicoanalista no considero que exista una relación causal directa en la que el confinamiento social afecte a la posibilidad de superar un ruptura de pareja. Si la cuestión es acerca de una pareja más o menos constituida con alguna proyección en el tiempo, no de una relación casual, salir de casa o divertirse con amigos, puede ayudar a olvidar por un rato, pero la separación amorosa requiere de una elaboración, de un trabajo de duelo por el proyecto compartido que ya no será. Ese trabajo psíquico es personal y conlleva un ‘a solas', más allá de todas las compañías posibles”.
El contexto de incertidumbre generalizada, miedo, angustia y estrés, debería servir de estímulo para afrontar de una vez por todas las otras situaciones adversas, las del mundo personal. “Si todos nos hemos tenido que adaptar a una situación nueva en constante cambio, ¿por qué no podríamos hacer lo mismo en nuestro pequeño mundo? Además, el malestar generalizado impide pensar que ‘otros la pasan bien y yo la estoy pasando mal'. Es el momento justo entonces afrontar las crisis vinculares con lo que se pueda, con las dudas o la confianza personal, pero con la convicción de dejar de esconderlas para seguir sufriendo”, concluyó Ghedin.
SEGUÍ LEYENDO: