“Terminé mi tratamiento sin poder ver a nadie. Estuve casi dos meses encerrada sola con mis perros”, cuenta a Infobae Eugenia Rebolini, una reconocida productora de moda y en el mes de noviembre le diagnosticaron un linfoma de no Hodgkin. “Terminé el tratamiento y me recuperé en el medio de la pandemia”.
La historia comienza cuando la fashion stylist, que realizó varias campañas para marcas de moda local de indumentaria, calzado y marroquinería, terminó de dar una charla sobre fashion talent a personas que quieren entrar a la industria y no saben cómo y qué hacer dentro de ella. “Llego a casa, alzo a mi perro y cuando lo alzo me toco una mama y siento que tengo algo. Justo estaba hablando por teléfono. Corto y me voy corriendo a la guardia. Ya eran las 22:30 de la noche. Cuando ingreso les digo que me quería hacer una ecografía mamaria y ahí no tenían. Fui al otro día a otro lugar y me lo hice. Me tuvieron 15 días en espera con los resultados. Me hicieron una punción y yo estaba justo por irme a Estados Unidos y como los resultados no iban a estar antes me fui. A mi regreso me los dieron y me dijeron que tenía el linfoma de no Hodgkin”.
El tratamiento que Eugenia tuvo que hacer fue durísimo, y, según contó, es muy profundo por ser de alto riesgo, ya que el linfoma es de alto crecimiento. Sin embargo, ella nunca se rindió y siguió los consejos de sus médicos.
“Les pregunté si se me iba a caer el pelo. Me respondieron que sí y me pelé. Tengo dos amigos estilistas, Lucas Barbolla y Diego Impagliazzo, Lucas estaba de viaje, y no podía venir. Entonces lo llamé a Diego y le dije que a su peluquería no podía ir porque iba a llorar. Le dije que no quería ver caer mi pelo y vino a casa. Al final no lloré y no lo vi a este cambio como perder mi feminidad, al contrario, me empoderó”.
Rebolini cuenta que no tiene tabúes hoy con su nuevo look. Y que encontró en las redes sociales un espacio para compartir su pasión por la moda. “Me siento bárbara. Nunca sentí que era algo negativo, lo revertí. Este es un nuevo look. Me están saliendo mis canas y lo llevo muy bien”.
En su red social, comenzó a compartir sus looks vintage, uno por día, ya que ella es coleccionista. Y a raíz de eso se hizo conocida no solo por su trabajo en la moda. “Me pasó que la gente me empezó a escribir diciendo que se peleaba con los diferentes gorras que usaban, y me pedían consejos de moda. Yo a través de la ropa encontré mi canal de comunicación”.
Su historia con la moda
Eugenia terminó de estudiar interiorismo en bellas artes y realizó un curso con la top model Tini de Bucourt porque le daba curiosidad aprender sobre moda, caminar sobre una pasarela y todo lo relacionado con el maquillaje. “Fui modelo un tiempo, pero me di cuenta de que lo que me gustaba era estar detrás de escena”.
Para la fashion stylist argentina, definir la silueta es una forma de comunicar, es por eso que se interesa por las tendencias y descubrir qué va a venir, por qué y desde dónde, una de las razones por las que es coleccionista de ropa vintage desde hace años.
Si hay que nombrar pros y contras de ser productora de moda, Rebolini señala en los pros que pudo vivir y conocer diferentes ciudades. También se siente muy agradecida de haber desarrollado su talento y poder haberse vinculado, crecer y sostener su profesionalismo en el tiempo.
Según ella, la mayor desventaja que tiene su profesión es que la moda es “muy caprichosa”, ya que tiene momentos de mucho estrés, por ejemplo las presentaciones de colección que se realizan todas juntas en un mismo momento, y es ahí cuando la energía se desborda.
¿Una buena anécdota trabajando? Sucedió en Nueva York. “Una vez yo trabajé asesorando a Marc Jacobs y llevaba muchas cosas al departamento creativo. Un día entro a una reunión y la estilista que me recibe me dice ‘qué linda tu cartera’, y le digo, ‘sí, pero no la rento ni es para inspiración’. Luego, le muestro un montón de vestidos, a ver si había alguno interesante para la colección que estaban diseñando y me voy. Me llaman al día siguiente y me dicen que la estilista quería mi cartera, y yo insistía que no. Muy educadamente me preguntaron si se las podía prestar por un par de horas. Yo lo pensé y les dije que sí, pero se las alquilé a un precio muy alto. En ese momento vivía en Manhattan gracias al alquiler de ropa. La dejé por dos días y luego la retiré. Pasan los años, unos 10, iba caminando por Buenos Aires y me encuentro a una amiga que iba con otra persona y veo una cartera idéntica a la que yo había dado. Le pregunto y me dice que su amiga era extranjera. Le pregunta de dónde era y le dice que de Marc Jacobs. La cartera era mi cartera copiada literal. Fue el momento más gracioso que encontré en mi vida, no lo pude creer”.
Por último, cuenta que si bien en esta época de coronavirus extraña el contacto físico con sus amigos y familiares, pudo encontrar una forma de creatividad propia dentro de sus cuatro paredes, con su ropa vintage que le llenó el espíritu y la ayudó a canalizar la energía de una forma positiva.
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