Sucedía algo extraño. Lo que tenían enfrente los investigadores eran fragmentos de huevos de dinosaurio. Eran antiquísimos, de unos 200 millones de años. Dudaron, claro, por su su aspecto inusual y su estructura tan particular, tan distinta a lo que se conocía hasta ese momento. Cuando empezaron a estudiar la cáscara fosilizada, no podían encontrar la estructura cristalina que tienen los huevos de dinosaurios -y de muchos otros animales en la actualidad-. Intentaron con distintos métodos en varios laboratorios, pero no había caso. Pensaron entonces que estos fragmentos habían sido preservados de manera defectuosa, y que en la fosilización los cristales se habían transformado hasta volverse irreconocibles. Pero la duda estaba sembrada: ¿estos huevos de dinosaurios eran diferentes? La respuesta llegaría años después.
Diego Pol es paleontólogo e investigador del CONICET en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF). Él organizó la expedición que encontró aquellos fragmentos de cáscaras de dinosaurios en la provincia de Santa Cruz. “Este lugar es muy especial y se trabajó un poco en la década del ’70”, contó a Infobae. “El paleontólogo argentino José Bonaparte -con quien Pol trabajó como voluntario en su adolescencia- descubrió ahí unos pichoncitos de dinosaurio que no son más grandes que el tamaño de la palma de mi mano. Y estos pichoncitos estaban cerca de unos fragmentos de cáscaras de huevo. Él nombró a este dinosaurio mussaurus, el dinosaurio ratón”.
Este sitio no fue trabajado por muchos años. Pero hace 15 años, Pol, que estudió en la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en el Museo Americano de Historia Natural y la Universidad de Columbia, Nueva York, emprendió un proyecto en este lugar de la Patagonia junto a otros colegas argentinos. “Uno de los temas de investigación que me interesan mucho es el origen de los dinosaurios, cómo fueron los primeros dinosaurios, y estos restos tienen 200 millones de años aproximadamente, son los más antiguos que conocemos de la Patagonia y tenían un atractivo para mí muy especial. Eso me llevó a ese lugar. Y por suerte no sólo encontramos restos de dinosaurios”.
Pol se refiere, claro, a los huevos de dinosaurios. La primera vez que había organizó una expedición a ese rincón patagónico fue en el 2003, y allí encontraron algunos restos de huevos de los que tomaron muestras, pero luego, ya en el 2012, incrementaron el tamaño de estas expediciones, se sumaron más colegas y realizaron el hallazgo: “Encontramos restos de huevos de dinosaurios de unos 200 millones de años que, por supuesto, eran súper interesantes porque es de la primera etapa de dinosaurios, pocos millones de años después de que aparezcan en el planeta por primera vez. Eran muy raros y muy antiguos y eso nos entusiasmó mucho”.
Así, llevaron adelante el procedimiento normal que se pone en práctica cuando se encuentran huevos de dinosaurios: estudiar cómo está compuesta la cáscara. “La cáscara de muchos huevos, como los de la gallina, está compuesta de carbonato de calcio, que tiene cristales. Entonces uno, estudiando cómo es la estructura de esos cristales y cómo estos se acomodan entre sí para formar la cáscara, puede aprender mucho, por ejemplo, de qué tipo de animal era, o si era un huevo adaptado a incubar en un clima cálido, húmedo o seco”, explicó el paleontólogo.
Pero al estudiar estas cáscaras, no podían encontrar la estructura cristalina. ¿Estaban defectuosos o eran huevos diferentes? Años más tarde, hablando con colegas de Nueva York, descubrieron que ellos estaban viviendo una situación similar: habían encontrado en Mongolia, prácticamente en las antípodas, unos huevos de dinosaurios también muy diferentes. Se dieron cuenta así de que lo que tenían entre manos era algo sumamente especial y cambiaron las tácticas de investigación.
Con el correr de los años se incorporaron al equipo especialistas en química. “Una cosa que fue fantástica fue descubrir que la estructura de la cáscara no estaba compuesta de cristales sino de sustancias químicas que son derivados de proteínas, proteínas fosilizadas, transformadas obviamente. Nos estaba indicando una gran concentración de estos derivados de las proteínas que nos llevó a pensar que el huevo tenía una cáscara de una capa proteica blanda en lugar de ser cristalina de huevo duro como el de la gallina o cualquier ave. Y eso nos hizo preguntarnos qué significa que estos huevos, unos de los más antiguos de dinosaurio que hay, tengan esta estructura, y qué implicancia tienen para entender el origen de la reproducción”.
De esta manera, los científicos determinaron que los primeros huevos de dinosaurio eran blandos, hallazgo que plasmaron en una investigación realizada entre colegas argentinos, estadounidenses y canadienses -a la que Infobae tuvo acceso en exclusiva hace unos días- y publicada hoy en la revista Nature.
"Básicamente lo que hicimos fue una comparación de las cáscaras de los huevos de los dinosaurios conocidos y de muchos otros grupos de reptiles actuales y fósiles. Considerando el árbol evolutivo del dinosaurio, uno puede trazar la evolución de muchas características, cómo fue cambiando en la evolución cualquier hueso, como el fémur o el cráneo", describió Pol. "La cáscara cambia con las diferentes especies porque en la evolución no solo cambia su anatomía, sino el modo de fabricar la cáscara que protege al huevo. Entonces pudimos trazar en el árbol evolutivo cómo eran las características de las cáscaras en las especies más ancestrales, más primitivas, de los dinosaurios y llegamos a la conclusión de que en su origen ponían huevos de cáscara blanda".
A su vez, esta conclusión puso fin a otro misterio. “Es interesante porque cerró completamente con un fenómeno que ocurría desde hace décadas en el registro fósil, que es que conocíamos muchos huevos de dinosaurios de muchas partes del mundo pero eran todos de la última parte de la etapa de los dinosaurios, del Cretácico generalmente. Y casi no conocíamos huevos como el nuestro, de la primera mitad de la historia de los dinosaurios”, reveló el investigador. “Eran huevos muy difíciles de estudiar, muy diferentes a los anteriores. Las cáscaras no tenían el mismo tipo de preservación, entonces teníamos ese gap en la primera etapa de la historia evolutiva de los dinosaurios; casi que no conocíamos sus huevos ni sus modos de reproducirse y esto se explica porque si originalmente ponían huevos de cáscara blanda, bueno, existen situaciones muy, muy especiales que se tienen que dar para que un huevo de cáscara blanda proteica se preserve y se fosilice. Que una estructura blanda se fosilice es una ocurrencia excepcional. Entonces, la naturaleza blanda de la cáscara de los primeros huevos explica por qué son mucho más inusuales”.
“Estos huevos blandos existen hoy en día en muchos reptiles -como las tortugas acuáticas- y ha sido exitoso en muchos grupos”, explicó. “Lo que vemos en estos huevos de cáscara blanda es que son menos resistentes a la preservación o a la presión mecánica de ciertos pesos sobre los huevos. Son estructuras más delicadas y eso puede haber llevado a que los dinosaurios hayan sido muy selectivos con el lugar o las condiciones en las que ponían sus huevos. Nos sigue dando pistas sobre cómo era la reproducción en dinosaurios que vivieron hace 200 millones de años y de lo que sabíamos muy poco por la falta de hallazgos. Nuestro hallazgo y el de nuestros colegas en Mongolia echa un poco de luz sobre estas preguntas tan importantes pero a la vez tan desconocidas sobre los primeros dinosaurios”.
Este descubrimiento lleva a los científicos a replantear completamente el modo en el que están estudiando la reproducción de los dinosaurios. “Creemos que la reproducción fue clave para su éxito evolutivo. Sabemos hace tiempo que cuidaban a sus crías, que muchos de ellos formaban grandes colonias reproductivas, y ahora, al estudiar el origen de estos comportamientos tenemos que considerar no sólo que en la evolución de los dinosaurios aparecieron comportamientos especiales reproductivos como el cuidado de los pichones por parte de los padres o la formación de colonias comunitarias reproductivas, sino también el origen de la cáscara dura”, expone Pol.
“Y lo más interesante es que esto implica que las tres grandes familias de dinosaurios -los terópodos (los carnívoros), los saurópodos (los herbívoros de cuello largo) y los ornitisquios (los herbívoros más pequeños como el triceratops)- adquirieron una cáscara dura de manera independiente y probablemente más o menos al mismo tiempo en algún momento del Cretácico, y eso nos ha llevado a replantearnos cuál ha sido la presión selectiva para que se favorezca la evolución de cáscaras duras en esta época; qué pasaba en nuestro planeta para que tres linajes diferentes desarrollaran independientemente la misma solución para sus huevos. Es una de las preguntas que sin dudas queda para el futuro”.
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