Por la cuarentena, aumentó la automedicación, el riesgo de sufrir un trastorno mental y empeoró la vida sexual

Una investigación de la UBA reveló datos preocupantes que apuntan a que a una mayor duración del aislamiento por la pandemia tiene una correlación directa con un mayor impacto psicológico negativo

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Un nuevo informe sobre salud mental indaga sobre el impacto negativo de este aislamiento en el país (foto: Shutterstock)
Un nuevo informe sobre salud mental indaga sobre el impacto negativo de este aislamiento en el país (foto: Shutterstock)

El impacto psicológico de la cuarentena es amplio, trascendente y duradero en el tiempo. Esas son las conclusiones de una revisión exhaustiva realizada por la doctora Samantha K Brooks de la King’s College London y otros investigadores, y publicada el 26 de febrero en la revista científica The Lancet. Por supuesto, eso no quiere decir que esta medida de aislamiento no deba implementarse, aclaran, ya que los efectos psicológicos de no hacer la cuarentena y dejar que el coronavirus se propague sin freno podrían ser aún peores. Pero debe aplicarse con cuidado.

“Si la cuarentena es esencial, entonces nuestros resultados sugieren que se deberían tomar todas las medidas para asegurar que esta experiencia sea lo más tolerable posible para las personas”, escribieron los investigadores. “Si la experiencia de la cuarentena es negativa, puede haber consecuencias a largo plazo que pueden afectar no sólo a las personas, sino al sistema de salud y a aquellos que la implementaron”.

La realidad es que la cuarentena obligatoria suele ser una experiencia para nada placentera. La separación de los seres queridos, la pérdida de libertad, la incertidumbre sobre el estado de la pandemia y el creciente y a veces desesperante aburrimiento se suman a factores como las considerables pérdidas económicas de gran parte de la población.

La palabra "cuarentena" fue usada por primera vez en Venecia, Italia, en 1127 en relación a la lepra, y fue ampliamente utilizada en el contexto de la Peste Negra. En el 2019, el nuevo coronavirus (COVID-19) obligó a que ciudades enteras de China sean puestas en cuarentena, antes de que el virus se propague por todo el mundo, sea declarado pandemia por la OMS y muchos otros países decidieran tomar medidas similares.

La separación de los seres queridos, la pérdida de libertad, la incertidumbre sobre el estado de la pandemia y el creciente y a veces desesperante aburrimiento se suman a factores como las considerables pérdidas económicas de gran parte de la población (Shutterstock)
La separación de los seres queridos, la pérdida de libertad, la incertidumbre sobre el estado de la pandemia y el creciente y a veces desesperante aburrimiento se suman a factores como las considerables pérdidas económicas de gran parte de la población (Shutterstock)

En la Argentina, a partir del 20 de marzo de 2020 entró en vigencia el llamado “aislamiento social preventivo y obligatorio” en todo el territorio. Salvo ciertos trabajadores exceptuados, se decretó que la población solamente podía salir de sus hogares para obtener alimentos, medicamentos o pasear mascotas. Un nuevo informe sobre salud mental realizado por investigadores del Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) indaga sobre el impacto negativo de este aislamiento en el país, mediante un muestreo y un análisis comparativo sobre la misma sintomatología tomada a los 7/11 y a los 50/55 días de confinamiento.

Al momento de este informe, la cuarentena obligatoria llevaba cerca de 60 días, durante los cuales se realizaron modificaciones menores (habilitación de determinadas actividades) sin cambiar la restricción para la población general. Muy recientemente, se autorizaron medidas de apertura según las características de cada distrito. Por ejemplo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, epicentro de la COVID-19 en Argentina, solamente se habilitó el paseo de niños acompañados por sus padres por una hora, una vez por semana y a 500 metros de su hogar, mientras que en ciudades más pequeñas o con pocos casos las aperturas fueron mayores (DNU).

Casi el 70% de los participantes experimentan malestar psicológico a los 50-55 días de cuarentena obligatoria”, contó a Infobae el doctor Martín Etchevers, secretario de Investigación de la Facultad de Psicología y quien estuvo a cargo del estudio. "Menos de la mitad de los participantes realiza alguna de las actividades saludables que son factores protectores a nivel psicológico. El impacto psicológico de la cuarentena requiere intervenciones que abarquen toda la población afectada por la pandemia, el aislamiento, las perspectivas negativas sobre el futuro, las ideas negativas sobre sí mismos y el entorno. La falta de acceso a los factores protectores producen sufrimiento psíquico. Las dificultades de acceso a los servicios de salud mental para la población que lo requiere hace que las personas se vuelquen hacia la automedicación, el alcohol, el tabaquismo e incrementan los problemas psicosociales como la violencia doméstica, el consumo de sustancias no legales”.

Para elaborar este relevamiento, se administró una encuesta online, con muestreo incidental, estratificado según regiones geográficas del país a los 7-11 días y a los 50-55 días de la cuarentena obligatoria. Los protocolos completos y válidos totalizaron 2631 casos a los 7-11 días (27 al 31 de marzo de 2020) y 2068 casos a los 50-55 días de la cuarentena obligatoria (8 al 12 de mayo de 2020). Los participantes debieron responder sobre la presencia de sintomatología psicológica inespecífica en relación con 27 síntomas sufridos durante la última semana.

Así, se calcularon dos índices: Índice de Severidad Global e Índice de Riesgo de Trastorno Psicológico. Además, entre otros puntos, se analizó la práctica de algunas conductas problemáticas tales como el abuso de alcohol, drogas ilegales y tabaco; y de conductas saludables, como la realización de actividad física/deportiva, la vida sexual y la práctica religiosa.

El promedio del Índice de Severidad Global de los 2631 participantes de la muestra 1 (7-11 días de cuarentena obligatoria) fue de 0,85 mientras que el promedio dicho índice de los 2068 participantes de la muestra 2 (50-55 días de cuarentena obligatoria) fue de 1,96. Es decir, a los 50-55 días se observó más del doble de sintomatología psicológica clínica que a los 7-11 días de cuarentena obligatoria.

Los investigadores también observaron un aumento significativo de casos en riesgo de padecer trastorno psicológico al comparar la muestra 1 y la muestra 2. En la muestra 1 (7-11 días de cuarentena obligatoria) la prevalencia de riesgo de trastornos psicológicos asciende a 4,86% mientras que en la muestra 2 (50-55 días de cuarentena obligatoria), es 5,7%. Ello significa que alrededor de 5 de cada 100 personas registran sintomatología clínicamente significativa, por lo que se encuentran en condición de riesgo psicológico.

“Más acuciante aún resulta comprobar que se detecta un incremento también significativo de la cantidad de personas en riesgo de padecer un trastorno mental. Este dato es más grave que el anterior porque la sintomatología difusa es permeable a intervenciones de menor intensidad mientras que una vez instalado un trastorno mental se requiere de intervenciones de mayor complejidad por parte de especialistas. Esta población se muestra como la más vulnerable y la literatura destaca que su abordaje requiere contemplar la presencia de trastornos psicológicos previos en una evaluación más abarcadora”, escriben.

“Los dos índices, el de malestar psicológico general y el de riesgo, se incrementaron significativamente”, analizó Etchevers. “La población en términos generales está más deprimida, y se observa un aumento significativo asociado a la cantidad de días de cuarentena obligatoria”.

En ambas muestras hubo una diferencia significativa en función de la edad de los participantes. A medida que las personas aumentan su edad, se observan menores niveles de síntomas psicológicos. Es decir, las personas más jóvenes tienen más síntomas que las personas mayores. Lo mismo ocurre con las mujeres, quienes presentan más síntomas psicológicos que los hombres. Los síntomas también son mayores si las personas pertenecen a sectores socioeconómicos de menores ingresos.

“De acuerdo a nuestro estudio, los adultos jóvenes reportan mayor sintomatología que los adultos mayores”, concluyen los investigadores. “Una línea de explicación es que las personas de menor edad afrontan estresores mayores característicos del ciclo vital, incertidumbre en cuanto a la vivienda, inserción profesional, laboral, parejas menos consolidadas, embarazos, hijos pequeños. En Argentina, los niveles de pobreza son más altos en los adultos jóvenes, quienes por lo tanto son más vulnerables, presentan mayor inestabilidad laboral, menores recursos en general. La crisis económica argentina preexistente que se agrava con las significativas pérdidas económicas que implica la cuarentena en toda la población”.

Este hallazgo no significa necesariamente que los adultos mayores tengan menos problemas, aclaran, sino que podría pensarse que la población de mayor edad percibe a la cuarentena obligatoria como una protección frente al riesgo al cual se encuentran expuestos y reciben estas restricciones de manera positiva. En cuanto a los adultos de mediana edad, puede considerarse la mayor estabilidad laboral y el acceso a tecnología que permita el trabajo a distancia como un factor protector que explique su menor sintomatología frente a los adultos jóvenes.

El estudio muestra hallazgos consistentes con la literatura científica que reporta mayores niveles de prevalencia global de síntomas psicológica en mujeres que en hombres. Una de las explicaciones habituales de esta diferencia se centra en que las mujeres reciben mayor estrés considerando la cantidad de tareas que desempeñan y la presión social que reciben así como la discriminación y violencia de la cual son objeto.

Con respecto a los aspectos socioeconómicos, los sectores de menores ingresos que experimentan mayor riesgo de trastorno psicológico se encuentran a su vez más expuestos a la incertidumbre laboral, habitacional y económica. Tanto en la muestra 1 como en la 2, los investigadores notaron que menos de la mitad de los participantes realiza actividades como ejercicio, meditación, práctica religiosa o yoga. Por otro lado, hubo un aumento del porcentaje de participantes con alteraciones del sueño de 73,7% de los primeros días de cuarentena al 76,06% de los últimos. Con respecto al consumo de tabaco, alcohol y drogas ilegales, se registró una disminución del consumo de tabaco y un aumento del consumo de alcohol. “Hay conductas que se implementan para lidiar con el malestar que, lejos de lograrlo, lo prolongan o lo incrementan. Entre ellas se encuentra el consumo de sustancias, el alcohol, el tabaquismo, el sedentarismo, el exceso de juegos de pantalla”, agregó Etchevers.

Cuándo se les preguntó a los participantes de la muestra 1 y 2 “¿qué haces cuando experimentas malestar psicológico o tenés problemas emocionales?”, las respuestas se modificaron del siguiente modo: se incrementó el uso de medicación sin prescripción médica (automedicación) del 10,53% al 13,54%, el consumo de alcohol del 8,1% al 11,51%, la consulta psicológica del 4,79% al 7,83% y la conversación con confidentes amigos del 37,06% al 42,07%. El uso del deporte se incrementó del 13,34% al 14,94%. Se redujo el grupo que no experimenta malestar del 38,5% al 31,58%. Dicho de otro modo, casi el 70% de los participantes experimentan malestar psicológico a los 50-55 días de cuarentena obligatoria.

La cuarentena es una intervención conductual que se utiliza excepcionalmente ante un brote a falta de un tratamiento biomédico efectivo. Más de la mitad de la población no realiza ninguna de las actividades que se consideran saludables, que son las que permiten tolerar la cuarentena, amortiguando su impacto en el malestar psicológico. Que una minoría de la población recurra a estos factores protectores y que este hecho se acentúe con la duración de la cuarentena son predictores de un mayor impacto psicológico, y en la salud general. Por otra parte, la disminución de actividades saludables podría explicarse no solo por las restricciones sino como una consecuencia de sintomatología depresiva”.

Un aspecto que sobresale tiene que ver con la vida sexual. El año pasado, el informe Estado de salud mental de la población y variables asociadas 2019 revelaba que un 35% de la población consideraba que tenía una insatisfacción sexual. Durante la cuarentena, la insatisfacción subió al 43,97%, a pesar de que no se observan diferencias significativas entre los niveles de satisfacción sexual a los 7-11 días y a los 50-55 días de cuarentena obligatoria. A lo largo del confinamiento, más del 80% de los participantes informó que su vida sexual empeoró.

“La mayoría de la población ha reportado un empeoramiento de la vida sexual. La sexualidad es considerada una de las conductas saludables junto al deporte y la vida social. El empeoramiento de la misma se asocia con los índices de malestar y la extendida restricción social. La cuarentena obligatoria para las personas solteras o divorciadas/separadas impide los encuentros sexuales. Es de prever que finalizada la cuenta estas dificultades vinculares persistan por el temor al contagio. Aún en parejas consolidadas, la sexualidad humana puede explicarse en la tensión entre la presencia y ausencia que incrementa la fantasía y el deseo”, aseguran. Sin embargo, aclararon que este ítem debe ser tomado con cautela porque la mayoría de los encuestados prefirió no contestar.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) insta en un documento publicado el 13 de mayo de 2020 a proteger a los ciudadanos del mundo de los efectos psicológicos negativos que trae aparejada la pandemia: “Una buena salud mental es fundamental para el funcionamiento de la sociedad en los mejores momentos. Debe estar en la primera línea y ser el principal foco de respuesta y recuperación de la pandemia por COVID-19 de cada país. La salud mental y el bienestar de sociedades enteras han sufrido un grave impacto debido a esta crisis y son una prioridad que debe ser atendida de manera urgente”.

Las cuarentenas son medidas excepcionales que requieren un estudio muy delicado”, advirtió Etchevers. Al ser una medida que fundamentalmente interviene sobre los hábitos y las conductas, es importante que se promuevan no solo las intervenciones que se apoyan en el incremento del temor de la población para inhibir conductas no deseadas, sino también en otras que promuevan un sentimiento de autodeterminación y altruismo, mejorando así la adherencia a las medidas restrictivas".

Los resultados generales de este estudio muestran la relevancia de los factores psicológicos y promueven la inclusión de los mismos a la hora de implementar medidas de cuarentena. La medida de cuarentena obligatoria prioriza el salvamento de vidas y ese fin, de alta prioridad, debe incluir su impacto psicológico”. Por eso, el experto resaltó que el acceso de la población a intervenciones psicológicas resulta prioritario a esta altura de la cuarentena. “Cerca del 40% de la población ha reportado la necesidad de acceder a tratamiento psicológico. Entre las razones por las que no lo ha logrado se encuentran el problema económico, falta de cobertura médica y falta de respuesta de los centros de salud cercanos”.

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