En tiempos de coronavirus, muchos diseñadores y emprendedores dejaron atrás sus proyectos originales y se dedicaron a la fabricación de tapabocas y máscaras. Pararon la producción, pero pusieron su creatividad a la orden de lo que más hace falta: protección durante el distanciamiento social.
En diálogo con Infobae, diseñadores contaron sus historias, y cómo decidieron readaptar sus talentos para adaptarse a estos momentos tan inciertos en el país y en el mundo.
Romina Savastano es diseñadora hace más 20 años. Cuando comenzó en la industria lo hizo confeccionando trajes para chefs y empezó de la mano de Francis Mallmann. “Crecimos juntos haciendo la carrera gastronómica”, dijo a Infobae Romina, que está trabajando desde su taller en el barrio de Devoto.
Savastano también hace los trajes de cocina a Narda Lepes, Jimena Monteverde, Pablo Massey, Pamela Villar, Jean Paul Bondoux, Fernando Trocca y muchos más, pero la pandemia del coronavirus hizo que la producción de los trajes quede en pausa y piense en un plan B.
“Mi hermano ya me había adelantado que en la cocina iba a ser obligatorio el uso del barbijo para los cocineros y en China ya se estaban usando. Cuando estalló el tema del coronavirus yo empecé a diseñar un modelo cosiendo a mano lo más que podía desde mi casa y lo que hice fue hablar con un médico y él mismo fue quien me dijo que lo haga para no desabastecer los quirúrgicos, y realizar de tela, con filtro y que cumplan su función”.
Romina contó que cuando decretaron el uso obligatorio del barbijo, se quedó toda la noche preparando toda la producción y durante la primera semana sacó el permiso para darles trabajo a las personas que están en su equipo.
¿Qué hace con sus tapabocas y cómo están confeccionados? Los realiza con las mismas telas de los trajes de los chefs. Tiene varios modelos, y algunos son unisex, para que los puedan usar tanto hombres como mujeres. A su vez, también tiene su línea de niños. “Algunos los di sin costo, otros los dejé a precio rebajados, tengo un pedido preparado para llevar a los policías, las donaciones no tienen que ser siempre para gente de bajos recursos, tienen que ser para todos”.
Tincho & Lola es el proyecto de Manuel y Victoria, que comenzaron su emprendimiento en el 2012 luego de un viaje a Italia que realizó Manuel, donde finalizó su maestría en diseño de producto. Ahí empezaron con la confección de mochilas y bolsos reciclando velas de barco como tela principal. Pero como las demás historias, la pandemia del coronavirus los sorprendió y debieron cambiar sus planes.
“Cerramos la producción el 16 de marzo, unos días antes de que empezara la cuarentena obligatoria y comenzamos a fabricar los barbijos el 9 de abril. No queríamos seguir de brazos cruzados y ante la necesidad que se comunicaba de insumos en todos los hospitales decidimos empezar a fabricarlos con las telas que teníamos en nuestro estudio, las telas que teníamos para hacer mochilas”, contó a Infobae Victoria.
Victoria contó que producen entre 150 a 200 tapabocas por día usando 3 máquinas de coser y tienen un único modelo, pero varían los colores y las telas que tienen en stock. “El diseño lo logramos mirando diferentes modelos que se conseguían y buscando una alternativa que sea fácil y segura de confeccionar, además de que cumpla su función de que no pasen partículas ante un estornudo o tos, y, por supuesto, que cubra bien la cara, además de que sea lavable y dure en el tiempo”, detalló.
Por último, la emprendedora dijo que por cada uno vendido, donan otro a un hospital público.
Agustina Buldorini, una joven arquitecta, comenzó con su marca Joaquinhas en el 2010 cuando estaba en el tercer año de la UBA. Se trata de una tienda de accesorios e indumentaria femenina, pero, por el COVID-19, decidió crear unas escafandras de plástico decoradas con vinilo de flores, camufladas y animal print.
En diálogo con Infobae, su dueña contó cómo es el proceso de creación de estas escafandras de diseño que tanto llaman la atención en su cuenta de Instagram que pasó ya a ser un objeto fashionista de protección contra el SARS-CoV-2.
“No cerramos, nos reinventamos. Yo vendo moda y en tiempos de crisis, la moda pasa a segundo plano. Quería tener un producto para satisfacer esta necesidad, que sea canchero y que una chica como yo se anime a usar una máscara y no sentirse incómoda ”, dijo en diálogo con este medio.
La joven arquitecta explicó que eligió la confección de máscaras porque “tapabocas iban a tener todos y ella no es amiga del rubro textil y se lleva mejor con otros materiales”, aunque incorporó unos tapabocas para complementar con las máscaras. ¿Cómo están elaboradas? Se fabrican en una planta que produce PET (polietileno tereftalato), un tipo de plástico premium. Son de 1000 microbes es decir 1mm de grosor, y el vinilo decorativo. “Me contacté con ellos y comenzamos a producirlos”, detalló.
La emprendedora no solo las vende, sino también las dona. “Ya están acordadas 40 máscaras de donación. Cuantas más vendemos más donamos. Las primeras 10 son para donar la Cruz Roja. Es un punto muy importante del proyecto, además que generamos trabajo a la persona que me provee el vinilo, a los motociclistas que reparten las 100 compras por día”.
Paz Gonzalez Morero y Flor Pereira Da Luz son diseñadoras gráficas de Fruto Estudio, y desde 2015 tienen sus puertas abiertas con sus mejores creaciones. Paz se especializó en cuadernación y Flor es ceramista. Y desde aquel entonces lanzaron su pequeña colección de papelería, cerámicas y pañuelos que fue creciendo y expandiéndose hasta hoy.
“Nos pareció importante difundir el uso de barbijos caseros, entonces armamos un tutorial para hacerlos con nuestros pañuelos minis, pero luego entendimos que necesitábamos una opción más funcional: que sean lavables, ergonómicos, que tengan la posibilidad de cambiar los filtros internos y que lleven nuestros diseños”, explicó Flor a Infobae.
¿Cómo están confeccionados? “La tela exterior es una seda estampada con sublimación, el interior está forrado con un filtro de friselina que le da cuerpo al barbijo, además tiene una tercera capa de tela adicional en forma de bolsillo que permite agregarle los filtros de servilleta o papel tissue que cada uno considere necesario. La función del barbijos es que cubran bien la zona de la boca y la nariz, que sean resistentes para ser lavados con regularidad y que se puedan cambiar los filtros internos para una mayor protección e higiene”, detalló la diseñadora gráfica sobre sus tapabocas.
La costurera con la que ellas trabajan habitualmente ya estaba realizando tapabocas de friselina y le pidieron que desarrolle uno especialmente con prototipos de telas que ellas tenían, ya que todas las casas de géneros estaban cerradas por la pandemia. “Definimos el diseño por medio de videos y audios de Whatsapp en conjunto, fue un ida y vuelta, todo un desafío”.
El 30% de lo recaudado de cada barbijo es donado a la campaña #tejesolidario, coordinada por el Bachillerato Popular Travesti-Trans MOCHA CELIS; un espacio educativo inclusivo y no excluyente, con orientación en diversidad de género, sexual y cultural.
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