A medida que el COVID-19 se expande por el mundo y ya supera los 168 mil contagiados con presencia en 157 países y territorios, la cantidad de personas que se quejan en las redes sociales por tener que permanecer en sus casas durante un prolongado periodo de tiempo aumenta. Podría pensarse que, para muchos padres a los que las largas horas fuera de casa por motivos laborales privan de un mayor tiempo compartido con los hijos recibirían esto como una bendición, una oportunidad para reafirmar los lazos, las relaciones que en el día a día no se pueden llegar a profundizar.
Sin embargo, en Italia por ejemplo, donde las familias llevan ya varios días confinadas, son abundantes los comentarios del tipo: “Si esto se extiende no sé qué haremos con los chicos”; “por suerte están la televisión y los videojuegos”; “los almuerzos y las cenas se hacen eternas”.
Georgina Cattullo vive en Hurlingham y es madre de tres hijos: Gianluca, adolescente de 18 años, Giuliana, de 11, y Vito, de 3, que todavía va al jardín. Al lado vive su papá, de 83, adulto mayor y, por tanto, dentro del grupo de riesgo. Cuando corrió la voz de que podía anunciarse una “cuarentena obligatoria”, Georgina tuvo el pico más alto de preocupación: no tanto por la posibilidad de que alguno se enfermara sino ante la incógnita de cómo iban a sobrevivir, como familia numerosa, encerrados 24 horas, los 7 días de la semana, juntos y a metro y medio de distancia.
El último jueves, Georgina -que es agente inmobiliaria - y su marido fueron al mayorista y compraron comida para varios meses. Pero el desabastecimiento dejó de ser lo que más tensión le causa: “Una cosa son las vacaciones con tu familia, donde vos te mentalizás: ‘bueno, vamos a estar juntos dos semanas el cien por ciento del día, tengámonos paciencia’. Es difícil esa convivencia extrema, eh: es difícil en una playa en Brasil, imaginate dentro de tu casa sin poder salir”.
Se ríe cuando lo cuenta y es que ya pasaron el primer sábado de lluvia encerrados con los 3 hijos y, con su marido y llegaron a una conclusión: “No vamos a sobrevivir”. Ya en tono de resignación, él dijo que “si hay cuarentena obligatoria, me saco un pasaje y me voy a ayudar a los chinos”. Ella afirmó que “no tendría que haber comprado comida, tendría que haber comprado un ansiolítico y alcohol para sobrevivir a la familia numerosa”.
El caso de la familia Cattullo es un ejemplo de lo que la cuarentena -esos 14 días que se indican preventivamente por haber estado en contacto con personas que estuvieron dentro del área de circulación del COVID-19 o por presentar síntomas- puede generar.
Para ellos no es igual que en vacaciones de invierno, donde la familia arma planes, puede salir -al menos ir a una plaza-, contratar a una niñera, contar con un abuelo, y descansar de los hijos a la hora de ir a trabajar. “No, no estuvimos juntos todo el día dos semanas seguidas jamás en la vida”, advierte ella, casada hace casi 20 años. Se ríe porque ya tuvieron esta charla: “Para mí ésto es una prueba de familia. Si pasamos una cuarentena es porque estamos destinados a estar juntos”. Dice que el grupo de riesgo no sólo es el padre: “Encerrada en casa con un chico de 3 años...en el grupo de riesgo estoy yo”.
Es que para la licenciada en psicología y autora del libro Cómo superar los miedos y ser feliz, Beatriz Goldberg (MN 6235) “como toda crisis es bueno tomar lo positivo, a veces uno está con estas sensaciones de miedo, que también estresan y hacen más, traen más dificultades y a veces en familia algunos lo pueden tomar como una adversidad al tener los chicos en casa y estar todos juntos pero uno puede tratar de tomar en cuenta que se pueden hacer actividades, juegos alternativos combinados al mismo tiempo”.
“No es en vacaciones, pero sí se puede disfrutar, planificar y juntar el mundo de los deberes con el lúdico, proponerle a los más chicos recortar, pegar, hacer manualidades, cantar, escuchar música, juegos diversos y por supuesto combinarlo con videojuegos, herramientas digitales, pero lo importante es cómo transmita los mensajes al resto del grupo familiar”, agregó Goldberg en diálogo con Infobae.
En este contexto, este medio dialogó con Cecilia Salas Gatti, licenciada en psicología especialista en apoyo psicosocial en emergencia (MN 59577), profesional externo de Salud Mental de la Unidad de Manejo de Estrés de Incidentes Críticos de Naciones Unidas (ONU): “actualmente acompaño a personas que están aisladas o en cuarentena y lo que hacemos es generar estrategias y habilidades de afrontamiento a partir de una rutina. Los primeros días de cuarentena las personas ven esta medida como un alivio, como un hecho positivo que les permite estar más tiempo en sus hogares, pero a partir del tercero o cuarto día las personas dejan de seguir rutinas, se pasan todo el día en pijama y tienden a empezar a vivirlo como una carga. Lo que hacemos es establecer con estas personas un programa, una rutina, actividades pautadas para cada parte del día, se busca incluir actividad física porque entran en un estado de sedentarismo y cansancio”.
“A su vez trabajamos para que los conflictos o crisis previos al aislamiento no se acentúan durante la cuarentena. Es muy importante la comunicación de lo que se informa a los familiares y al entorno laboral de por qué estas personas están en aislamiento, por eso hay que tratar de disminuir los rumores y el estigma social, tiene que ver con la prevención y el cuidado de todos”, agregó Sala Gatti.
La psicóloga especialista en emergencias explicó que “la respuesta humana durante una pandemia tiene 3 fases: la de impacto, cuando aparece la amenaza real y es percibida, que puede ser disruptiva para uno, hay una fase de reacción, donde las personas comienzan a entender lo que ocurrió y empiezan a tomar medidas en consecuencia, como por ejemplo ir a hacer las comprar al supermercado sin saber muy bien el motivo y la tercera fase es la de reorientación, qué ocurre si la persona no se queda anclada en las fases anteriores, y es donde la persona entendió lo que sucedió, lo acepta y puede integrarlo a su vida como una vivencia. Aquí la persona puede entender que quedarse en aislamiento aunque no presente síntomas es una medida preventiva debido a que existe en esta acción un aprendizaje”.
Soledad Giovannacci (33), trabaja en el área de selección de Recursos Humanos de una empresa de tecnología. Está casada, tiene dos hijos escolarizados, Mateo de cinco y Salvador de dos, que la semana pasada inició el período de adaptación.
Tiene una modalidad de trabajo remoto, donde solo acude a la oficina una vez por semana. “Tengo una persona que me ayuda con las tareas de casa y organización de los chicos, porque es imposible ocuparme de las dos cosas”. A partir de las indicaciones de no salir de casa y respetar la cuarenta, Soledad, admite que lo que más le preocupa es la reorganización de la rutina. “Mi marido trabaja en un banco, no sé si podrá hacerlo desde casa, si yo voy a tener que seguir remota… si vamos a ser tres o cuatro en casa. Entrar en pánico es lo peor y ni hablar de transmitirselo a los chicos”.
Por ahora piensa en un plan a corto plazo. “La convivencia nos va afectar a los cuatro, lo mejor es armar una rutina provisoria para no enloquecer”. Con calma la familia Giovannacci emprenderá una nueva rutina basada en 15 días de aislamiento extremo.
Según la psicóloga Beatriz Goldberg, “hay que tratar de evitar el miedo, que se encuentra dentro de la psiquis, sensaciones, fake news, videos muy alentadores o demasiado pesimistas, y hay que tratar de que no nos invada el pánico, la angustia, la mala onda, y además porque con este estado de ánimo negativo nos baja las defensas, hay que tener bien la hemoglobina emocional”.
“El descontrol de las situaciones es la que desestabiliza a la gente, esta es la primera vez en la historia que todo el mundo mira a todo el mundo, estamos más pendientes de cómo nos repercute los demás a nosotros como un todo. Hay gente que se siente más segura en la casa, por lo que significa, se sienten cobijados, lo sienten como un refugio, pero esto tiene que ver con cómo lo vive cada uno ya que otros lo viven como un castigo muy fuerte”, agregó Goldberg.
Para Nicolas Fonseca, (46), separado, la cuarentena con sus 2 hijos de 11 y 14 es complicada. Volvió de Nueva York tras estar 14 días de vacaciones con ellos: “Imaginate lo que es para un padre, separado, de 46, con toda la onda, que anda en moto, va al gym, sale, libre, y me están esperando mis amigos/ amigas y familiares y todas mis novias, y no puedo salir!!! Un bajón!”, sostiene el texto que se viralizó en las últimas horas en redes sociales y de mensajería y continúa: “Encima, entrás a la página de un hipermercado digital para comprar algo porque no tengo nada en la heladera y se cuelga. Desde ayer no puedo entrar. ¿Me dicen como hago ? No tengo ni harina!!!”.
Distinto es el caso de Mariano (51), de Boedo, que volvió hace seis días de Italia con su mujer y sus dos hijos de unas vacaciones soñadas: “nosotros vamos por el quinto día de cuarentena, y venimos muy bien con la convivencia; pasamos 16 días de vacaciones juntos con mi hija de 18 y mi hijo de 15, y compartimos todo, cada uno haciendo sus cosas, los chicos en sus espacios, jugando a la play él, ella estudiando bastante, estamos más tiempo juntos y se llevan muy bien entre ellos, comemos juntos y por ahora.
En el caso de Santiago Toymil (24), de Belgrano, llegó de visitar Alemania y Francia hace una semana: “Llegué a Ezeiza y no me revisaron ni pidieron ninguna documentación, particularmente la declaración jurada que llené en el avión”.
“No estoy saliendo ni nada, hago home office y este fin de semana me quedé encerrado acá con mis padres y mi hermano, estoy alejado de ellos, nadie entra en mi cuarto ni usan mi baño, y a pesar de esto nos llevamos re bien, sin problemas por el momento”, sostuvo.
A pesar de que sus padres y hermano no viajaron, respetan también la cuarentena. “Ellos tenían una fiesta ayer sábado y no fueron, ya que entienden la importancia de las medidas preventivas, y a mi hermano, entendiendo el contacto directo que tiene conmigo, que estuve en un país de circulación del virus, le dieron home office 14 días por esto", agregó Santiago.
Cuarentena, ¿oportunidad o castigo?
Para la psicóloga María Teresa Ferrari (MP. 82577-MN 50525) “vamos por el quinto o sexto día de concientización sobre la necesidad de guardarnos en casa, y son cientos los vídeos, mensajes serios y también graciosos que circulan sobre la cuarentena. Es por esto que primero como profesional me siento en la obligación de aprovechar esta oportunidad y recordar la vital importancia de permanecer en nuestras casas todo lo que sea posible para que éste aún no tan conocido virus encuentre al menos un permiso de aduana para su circulación”.
“No es la intención fomentar el pánico sino prevenir. De lo contrario nos enfermará el egoísmo, la ignorancia y la falta de empatía. No será el virus sino la sordera y necedad quienes nos matarán”, analizó Ferrari.
Tal como afirman los expertos en epidemiología la cuarentena no impide que nos enfermemos sino que permite “achatar” la curva de crecimiento de la pandemia, decir que el número de casos crezca exponencialmente. Si esto sucede el sistema de salud se vería colapsado, como hemos visto en países del llamado primer mundo. “Desde esta óptica, podemos hallar una oportunidad “social” que subyace a la cuarentena y también afectiva, personal y familiar. Aunque, los que tienen la oportunidad de hacerlo continúan trabajando remotamente desde casa. El deber permanecer confinados lo más posible nos enfrenta a la realidad de estar 24 horas de los 7 días juntos”, agregó la psicóloga.
“Se trata de un inconmensurable desafío para parejas, padres, hermanos y para uno mismo, ya que la convivencia con uno mismo puede ser difícil también”, manifestó Ferrari. quien sumó: “Es una valiosa oportunidad para desarrollar nuestra imaginación, paciencia y capacidad de volver a tiempos en los que nada nos corría”.
Para la profesional, “Cocinar, comer sin prisa, largas sobremesas, desayunos que se puedan digerir ayudan a mejorar el clima familiar”, al igual que “dormir la siesta, compartir una película, escuchar, escucharnos, lijar ese mueble que tenés pendiente, bailar, ordenar, leer, escribir, discutir, limpiar en el exterior y sobre todo nuestro interior”.
“Definitivamente aunque por momentos pueda sentirse como un castigo nuclear o divino la cuarentena, si la sabemos aprovechar puede ser una oportunidad de encuentro y re acomodación”, opinó Ferrari.
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