El nuevo desafío de Hernán Coretta -siempre tiene uno- es hacer 13 dragones en 13 espaldas en una única sesión y a dos máquinas. Como un pianista compone y las melodías de sus máquinas de 9 a 25 agujas lo convirtieron en uno de los más reconocidos (y valorados) tatuadores de Buenos Aires. Y también de Argentina. Es buscado para dejar en las pieles diseños de estilo oriental, al que se dedica desde 2001 cuando luego de asistir a una convención de tattoos en Europa vio el trabajo de un artista japonés: tres hombres caminaban luciendo sus cuerpos completamente tatuados. No hubo vuelta atrás.
Eran años complicados para Argentina. La crisis y el 2001 dejaron al país devastado y el arte en la piel aún no era socialmente aceptado. “En Europa tatuaba mangas y cuando volvía al país me pedían iguanas o delfines pequeños”, recuerda en diálogo con Infobae luego de haber estado tatuando una espalda por más de seis horas seguidas.
En 1993 se metió en el mundo de la tinta. Al igual que todos, un diseño abrió el camino que no solo dejó casi la totalidad de su humanidad pintada sino que lo hizo entender que allí estaba lo que quería para su vida. Esa decisión la tomó cuando la joven democracia miraba con malos ojos a las personas tatuadas. “Decían que los tatuajes eran carcelarios, cosas de drogadictos...”, recuerda y se ríe mientras descansa el brazo después de la tarde metiendo tienta.
—¿Qué tatuaste hoy?
—Estaba empezando la espalda de un chico que vino de Mendoza. Cuando es así le doy turno de día completo. Y le di turno en septiembre, cuando abrí la agenda porque suelo empezar a tomar turnos entre septiembre y octubre, y ya así armo todo el año.
—Seis horas es mucho tiempo para estar debajo de las agujas. ¿Lo toleró bien?
—¡Sí! Muchas veces en esos casos llegan con la última lágrima, pero quienes vienen para un diseño de espalda completa, que incluye glúteos y media pierna, vienen mentalizados... ¿Ya arrancó la entrevista —pregunta con sorpresa y sigue— Te decía, vienen psicológicamente preparados porque la primera sesión es la más dolorosa porque se hacen las líneas, después con dos rellenos, es distinto.
—Desde hace un tiempo te dedicás a hacer trabajos grandes, ¿por qué esa decisión?
—Antes hacía medias mangas, pero dejé de hacerlas porque un año después volvían para que baje y complete el brazo, y estéticamente no queda bien el diseño. Prefiero hacerlo de cero. Entonces hago manga completa, espaldas y bodysuit, o sea cuerpo entero.
—¿En qué momento te das cuenta de que querés dedicarte a tatuar?
—Empecé en el ’93 y lo primero que hice fue practicar con mis piernas para ver las líneas, cómo quedaban los círculos y después de a poco empecé a tatuar amigos, conocidos y familiares... Un día me di cuenta de que podía trabajar de eso. Primero sentía curiosidad al pensar cómo algo puede quedar de por vida en la piel... Era más la intriga de eso. Después estudié dibujo, empecé a diseñar y a tener una buena visión de la ubicación de los elementos.
—¿Cómo lo vivís hoy?
—¡Cada año que pasa siento que me gusta más! No es que estoy cansado de tatuar aunque lo hago todos los días desde hace casi 30 años. Cada vez me gusta más.
—Desde hace un tiempo no hacés más media mangas, ¿cuándo te plantaste?
—Hace 15 años empecé a hacer piezas grandes. Empecé a dedicarme a ellas en Europa. Estando allá, durante un viaje, en una convención vi a un artista japonés tatuando en vivo y tres modelos se paseaban por toda la convención con sus cuerpos completamente tatuados por él, pero era un solo tatuaje. ¡Me partió la cabeza! Y ahí me di cuenta que era eso lo que quería hacer. Verlos caminando así contando una historia en estilo tradicional con sus cuerpos me impactó.
—Eso fue en 2001. ¿Qué pasó al regresar de ese viaje con Argentina en plena crisis y cuando aún los tatuajes estaban debajo de la ropa?
—¡Uf! ¡Fue difícil! Acá es muy difícil que se llegue a tatuar cuerpos enteros porque somos de otra cultura. Cuestión que cuando regresé flasheado por esos japoneses acá la gente me pedía que le tatuara un delfín, un tribal, una iguana, un brazalete o la tobillera ¡y todo ese tipo de dibujos!— se ríe— Y me iba otra vez a Europa y ahí hacía piezas grandes, casi todos los trabajos grandes los hice afuera.
—¿Sigue siendo así en Argentina?
—En todos estos años, una sola persona me pidió cuerpo entero. Él es un hombre de unos 50 años que sabe lo que quiere, en cambio un pibe de 20 por ahí empieza con un brazo después con el otro y capaz que se anima a la espalda. O se hacen muchos distintos y cuando se da cuenta tiene todo el cuerpo tatuado, pero no es lo mismo. Estéticamente no lo es.
Diseñar tatuajes de cuerpo completo lleva hasta un día completo. En el caso del tatuaje tradicional japonés (glúteos y media pierna incluida) el diseño puede abarcar 15 horas y también pueden ser 15 las sesiones para terminarlo. Lo menos son 12 sesiones de unas 10 horas cada una. Cosa de valientes.
“A veces entre sesión y sesión pasan 15 días, lo ideal es un mes porque los trabajos grandes son dolorosos y por ahí la persona va perdiendo las ganas. Entonces es mejor dejar más espacio para que se recupere y vuelvo a la otra sesión con ganas”, recomienda Coretta que hizo una pausa en la entrevista para recibir en su estudio de Belgrano a su amigo Javier Obregón, otro de los artistas más reconocidos de Argentina y que triunfa en España.
Coretta vuelve a tomar el teléfono. Pasa a Obregón, quien agradece la entrevista realizada por Infobae en la edición 15 del Tattoo Show, evento que los vuelve a convocar.
“La primera sesión -explica el hombre que tatuó la espalda de Marcelo Tinelli- se le tira toda la base de líneas, primero se usa el transfer o se hace a mano alzada. Esas líneas son las más dolorosas y si veo que la persona aguanta se hace un poco más. Después de la línea se hace el fondo que en estilo japonés casi siempre es negro y gris, no lleva color. Una vez que se plasma todo el fondo, al final, va al color por encima de la imagen principal Por ejemplo si es un dragón, el dragón va en color y el fondo en gris o negro”.
Coretta, el tatuador de las estrellas que elige el perfil bajo
Hernán siempre fue reconocido en el mundo tattoo. Su nombre se convirtió en sinónimo de buen arte, de estilo oriental japonés. Gracias a esa fama, su nombre comenzó a ser recomendado y llegó a los oídos de famosos. Uno de ellos fue Marcelo Tinelli que se entregó su espalda para que hiciera de ella una pieza artística.
Coretta no reniega de ser también conocido como el tatuador de los famosos, pero le inhibe hablar de eso. “Tatué a bastantes famosos por suerte, pero trato de no levantar mucho la perdiz con eso y de no llamar mucho la atención por haberlo hecho”, dice.
El artista estará nuevamente en el Tattoo Show, esta vez dando un seminario sobre Estilo Japonés. También hará en vivo un tatuaje a dos manos junto a su colega y amigo Lucas Strani.
—Este año te toca una nueva demostración en la expo ¿qué harás este sábado 6?
—Tatuaré a dos máquinas con Lucas. Vamos a hacer una espalda a medias que es parte del proyecto de 13 dragones. Esto es hacer 13 dragones, en 13 espaldas en una sesión de 8 a 10 horas. La idea es juntar las trece espaldas y en algún momento hacer un libro. Las espaldas son de Rosario, otra en San Pablo, dos en Córdoba y las demás en Buenos Aires. Ya hicimos 10 y la idea es que la 12 sea en San Pablo y la 13, en Suiza. Esta ultima será con la colaboración de un tercer tatuador que también es amigos y que nos gustan mucho como trabaja.
—¿Y esas máquinas cuántas agujas tienen?
—El equipo armado son máquinas de 9 y 18 agujas para linea finas y gruesas; una Magnum de 15 y otra Magnum de 25. Esas son las cuatro máquinas que armamos, cuatro cada uno.
Cuando un valiente se atreve a esas agujas le manda a Coretta una foto de su espalda con las medidas exactas. Él diseña y se encarga de hacer lo que arte: arte en la piel.
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