Manejar un Chevrolet Camaro, como le corresponde a un súper deportivo con su estirpe, es una sensación de ensueño que se vive de cuerpo entero. Se trata de sentir bajo el pie derecho el rugido de los 455 caballos que genera el motor V8 de 6,2 litros, acariciar su volante con las manos, encontrarse abrazado por la butaca y guiarlo en la ruta sin otra preocupación más que disfrutar de viajar arriba de un pedazo grande de la historia del auto. Esa experiencia se consigue, en Estados Unidos, a un precio base de 25.000 dólares, tal el valor establecido por General Motors para quienes quieran comprarlo en Norteamérica.
Esa valuación lógica y previsible que se define por una serie de variables relacionadas con el sentido común del mercado automotor se da de bruces con la lógica de los coleccionistas. No existen parámetros coherentes para entender lo que se paga por una pieza vintage, sea del modelo, de las características o del tamaño que tenga. Desde esa incoherencia destinada a fanáticos es que se puede justificar que un Chevrolet Camaro de 1967 que sólo pueden sentir los dedos pulgar e índice y sea capaz de desarrollar la velocidad que fija la fuerza de un brazo, valga cuatro veces más que uno real. Un juguete que el dueño está dispuesto a desprenderse por un precio base de 100.000 dólares. Ni uno menos.
Es un modelo de la línea Hot Wheels, una marca que también es un clásico en sí mismo porque sigue vigente en el mercado y los chicos de hoy juegan con ellos como sucede desde hace 52 años. Quien lo descubrió es una referencia dentro del coleccionismo de juguetes en los Estados Unidos. Se llama Joel Magee, tiene su propio sitio de divulgación de esta clase de gemas pero también aparece en un programa de TV, Pawn Stars, que se emite por History Channel y gira en torno a las historias de productos que son llevados por sus dueños a una Casa de Empeños de Las Vegas.
Esos 100.000 dólares significan que este Hot Wheels es mas caro que cualquiera de los compactos deportivos actuales e incluso del muscle car mejor representado, el Ford Mustang GT. Esta unidad es una de las 16 fabricadas por Mattel, un prototipo que se lanzó en 1968 y es el primer ejemplar con un esmalte blanco de Hong Kong encontrado hasta la fecha. Esta capa superficial estaba pensada para verificar imperfecciones antes de enviar el juguete a producción.
Por lo general, los diseñadores cubrían los automóviles con esmalte blanco para verificar imperfecciones, aunque se suponía que estos prototipos nunca saldrían de la fábrica en esta condición. Por supuesto, un puñado de ellos lo hizo por error, se metieron en el mercado y desde ese entonces pasaron a ser el premio de la búsqueda del tesoro de los coleccionistas. El valor de mercado de este Camaro en 1968 era de 59 centavos de dólar.
De acuerdo a la investigación realizada por Magee, este pequeño Camaro es el único de su clase que se cree que existe y el más deseado de la conocida Redline, es decir, todos los productos fabricados entre 1968 y 1977. Su nuevo propietario dice que no tiene planes de venderlo por el momento. “Coleccioné juguetes para siempre y este Camaro es el Santo Grial de los coleccionables. Estoy más que emocionado de haberlo encontrado y así agregarlo a mi vasta colección. Este ejemplar es tan extremadamente raro que solo hay un ejemplo conocido que es este”, explicó.
“Solo se sabía que existían algunos otros prototipos de Camaro blanco, pero todos eran modelos de Estados Unidos”, amplió Magee al sitio Robb Report, especializado en coleccionismo, lujo y otras excentricidades. "La suposición es que, mientras experimentaba con los prototipos y comprobaba la calidad, un diseñador de Mattel tomó uno de ellos de Hong Kong y lo mezcló con los construidos en Estados Unidos. Hubiera sido increíble ser una mosca en la pared cuando esto sucedió ".
El coleccionista, quien no revela cuánto pagó por el juguete, afirma que en los 50 años de existencia de Hot Wheels, este es el único Camaro personalizado prototipo de esmalte blanco de Hong Kong que ha surgido. Además de eso, está en perfecto estado.
Hasta el momento, se conoce que el modelo de Hot Wheels por el que más se pagó en el mundo del coleccionismo es un Pink-Rear Loading Volkswagen Beach Bomb de 1969. Es una Combi rosa que cargaba unas tablas de surf a través de su ventanilla trasera. El detalle es que la carrocería resultó ser muy angosta para la plataforma universal de Hot Wheels por lo que solo se produjo un solo prototipo, el cual fue adquirido por su actual propietario hace ya unos años por 72 mil dólares.
Ese precio podría ser superado con creces si aparece alguien dispuesto a pagar lo que Magee considera que vale su Camaro.
Los caminos vuelven a cruzarse
Mattel, uno de los fabricantes de juguetes más grandes del mundo, definió a mediados de los 60 que debía lanzar una línea de pequeños vehículos. Para ello, le sacó un diseñador a General Motors, Harry Bradley, quien había trabajado por cuatro años en la automotriz. En 1966 se empezó a trabajar en el proyecto Hot Wheels y los primeros prototipos fueron, por supuesto, modelos de GM. El inicial fue un Chevrolet El Camino 1964 Custom.
Ahí nació el estilo californiano, deportivo y agresivo que habría de caracterizar a todos los Hot Wheels del futuro. Eran años de apogeo de los Muscle Cars: al Camaro se le sumaban el Mustang y Dodge ya contaba con el Barracuda y el Challenger.
El nombre de la línea fue la simbiosis entre dos propuestas, Hot-Rod y Big Wheels. En 1968 se presentó su primera edición, la cual constaba de 16 modelos conocidos por los coleccionistas como Sweet Sixteen. Un prototipo de esos iniciales es el protagonista de esta historia del extravagante sentido común que acompaña a los coleccionistas.
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