Que somos seres vinculares, empáticos, amorosos, necesitados y únicos al mismo tiempo no se pone en duda. Sin embargo, la cultura establece cauces y formas para la unión amorosa a los que los seres humanos tratamos de amoldarnos. La cultura moderna nos dice que cada persona tiene su “otro”, un socio perfecto para compartir el resto de su vida. Aunque la poligamia se practica en diversas culturas, los seres humanos todavía tienden a la monogamia.
En su obra El buen amor de la pareja, el psicólogo y terapeuta Gestalt español Joan Garriga se adentra en los recovecos del buen amor, un amor que se reconoce “porque en él somos exactamente como somos y dejamos que el otro sea exactamente como es”. En su escrito el autor utiliza por primera vez el término "espejismo provisional del enamoramiento”, esa suerte de embriaguez maravillosa producto de los primero meses de amor que nos convence de que ese "otro” es perfecto.
Según advierte el especialista, muchas parejas fracasan cuando, pasado el natural “espejismo provisional del enamoramiento”, sus miembros son incapaces de tomar y aceptar en su totalidad la realidad del otro, incluida la habitual incapacidad para proveernos de felicidad y colmar todas nuestras expectativas. Otras, afortunadamente, son capaces de ver un poquito más allá de este espejismo: consiguen vislumbrar realmente al otro y, a partir de esa versión de lo real, aprenden a amarlo.
En diálogo con este medio Maximiliano Martínez Donaire, psicoanalista y exsecretario científico del Claustro de la Asociación Psicoanalítica, explicó que “no existe una relación perfecta porque el encuentro con el otro nunca encaja perfectamente con lo que uno desea”. Pasado el espejismo provisional del enamoramiento, las relaciones se ponen a prueba y atraviesan otras dinámicas en la que se sostienen los vínculos amorosos pero se incorpora este margen de insatisfacción.
Si se acepta que la pareja no tiene que proporcionar la felicidad ni puede hacerlo, y se entrega a la misteriosa y aparente indeterminación de la relación, se irán dejando atrás fabulaciones, preconceptos e idealizaciones sobre el amor. Así la pareja se podrá sostener en tanto y en cuanto provea de desarrollo y crecimiento, y de motivación e impulso.
“Muchas veces, los investigadores, hemos explicado los fundamentos químicos de este estado de embriaguez hormonal y hemos mencionado a las sustancias neurotransmisoras, como la dopamina y la oxitocina, y analizamos los intrincados procesos neurohormonales que se producen para que podamos alcanzar esta sensación tan placentera, que involucra la química sexual de las personas”, explicó Beatriz Literat (MN 50294), médica sexóloga clínica de Halitus Instituto Médico.
Para que la reacción química del enamoramiento dure más de los 18 meses calculados por los investigadores y se convierta en amor perdurable, necesitamos ser conscientes de que a ‘la sensación’ debemos sumarle acciones reales, voluntarias y altruistas. “Al capital hormonal que la naturaleza nos regala -continuó la experta-, tenemos que agregarle nuestra función voluntaria cerebro cortical. En otras palabras, poner en juego la conciencia, la madurez y la responsabilidad”.
No existe amor posible sin ese tipo de entrega mutua, que permite a cada miembro de la pareja sentirse realmente confiado y seguro junto a su ser amado. De hecho, no puede existir una total entrega física sin que esté precedida de la posibilidad de una entrega emocional y espiritual. Por otra parte, la inseguridad y la desconfianza entre los miembros de una pareja, destruyen cualquier posibilidad de continuar enamorados o de alcanzar el amor perdurable.
“Tengamos esto en cuenta al relacionarnos con quienes pretendemos generar un vínculo estable o conservarlo cuando nos comunicamos a través de las palabras, hablando, pero, sobre todo, escuchando al otro. Cuando intercambiamos miradas o acciones de la vida cotidiana, que deberían ser siempre muy amables, como parte misma de la rutina de la pareja y en especial, cuando nos comunicamos a través de la sexualidad, que es en sí misma una forma muy completa y poderosa de comunicación humana”, añadió Literat.
Sin embargo, para la doctora Mirta Goldstein, psicoanalista y vicepresidente de APA, “nadie debe permanecer con una sola persona toda su vida por obligación”. “Si lo hace -explica- puede ser por varios motivos. El primero porque se sienta a gusto, el segundo porque no todos estamos preparados para las rupturas y el tercer porque no todos pueden sustituir al objeto amado”.
Cada vez que se topan con la frustración o con el malestar en una relación, algunos optan más bien por interrumpir el vínculo e iniciar uno nuevo, allí donde se hacen presentes una alta carga de estímulos como la sorpresa, la novedad y el gozo que hacen que los inicios de las relaciones tengan un “plus” de satisfacción. “La pareja es en realidad, un vínculo profundo pero basado en un contrato, o sea, una relación contractual, condicional, diferente por tanto a la relación entre padres e hijos, la cual es, al menos en principio, incondicional”, concluye en su escrito Garriga.
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