Así en la playa como en la nieve: cómo es la experiencia en un all inclusive de esquí en Los Alpes franceses

Un all inclusive no siempre tiene mar azul y palmeras de fondo. También hay en las montañas nevadas y el “todo incluido” abarca desde los esquíes o tablas de snowboard hasta los pases y las clases con profesores experimentados

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El resort está dentro del centro de esquí, por lo que los huéspedes pueden ascender fácilmente a la cima, a 3.200 metros de altura. Es tal la altura que en esta zona hay nieve hasta mayo.
El resort está dentro del centro de esquí, por lo que los huéspedes pueden ascender fácilmente a la cima, a 3.200 metros de altura. Es tal la altura que en esta zona hay nieve hasta mayo.

Hay un idea construida alrededor de la palabra “escapada”. Una escapada, en términos turísticos, es irse acá nomás, por pocos días, tal vez para aprovechar un fin de semana largo. Sin embargo este viaje, con destino final a 11.600 kilómetros de Buenos Aires, se parece bastante más al significado original de la palabra “escape”.

El plan es huir de una ciudad al borde de los 40 grados de sensación térmica -los espejismos en el asfalto hirviendo, la ropa pegada al cuerpo, la cabeza que explota, los bocinazos- para refugiarse en un pequeño pueblo en las entrañas de Los Alpes franceses: la nieve nueva, el viento helado en la cara, el cuerpo arropado y la banda sonido de la propia respiración.

Hay otra idea, también, construida alrededor del concepto de all inclusive: lo usual es creer que un all inclusive es un resort con comida, bebidas y actividades incluidas cuya escenografía es, invariablemente, el mar azul, la arena blanca y las palmeras. Sin embargo, otra vez, la idea es desarmar ideas porque el objetivo de este viaje es conocer dos resorts all inclusive sí, pero de nieve.

Otra opción para los días en los que se quiere hacer menos esfuerzo físico es hacer culipatín en las pendientes del centro del pueblo.
Otra opción para los días en los que se quiere hacer menos esfuerzo físico es hacer culipatín en las pendientes del centro del pueblo.

No es un concepto reproducido en serie, algo que sí sucede con otras opciones de turismo familiar. Club Med -fundada en 1950- es la única compañía del mundo que tomó el concepto de all inclusive, lo adaptó a la nieve y le apuntó a los amantes del esquí y del snowboard. Ya abrieron 19 resorts de este tipo y siguen inaugurando más, a razón de uno por año.

Primera parada: la mayor superficie esquiable del mundo

El resort Val Thorens Sensations está en Les 3 Vallées, en Los Alpes franceses. “Está” no es una forma de decir ni un eufemismo en un folleto turístico, porque el resort no está cerca sino dentro de Los Alpes, a 2.300 metros de altura. Por eso, la conductora del micro demora casi tres horas en hacer los 160 kilómetros que separan el aeropuerto de Ginebra, Suiza, y el hotel. El final es por un camino de montaña estrecho, entre casitas alpinas tapizadas de nieve recién nacida, de cuento.

El resort Val Thorens Sensations está en Les 3 Vallées, en Los Alpes franceses, a 2.300 metros de altura.
El resort Val Thorens Sensations está en Les 3 Vallées, en Los Alpes franceses, a 2.300 metros de altura.

Se anuncia un temporal de nieve y así amanece al día siguiente. La primera imagen con luz de día es desde el balcón de la habitación: ya hay unos 20 centímetros de nieve acumulados en las sillas puestas para disfrutar de la vista panorámica y el cenicero todavía se ve. Se advierte que la temperatura se desplomará hasta los 12 grados bajo cero.

La tormenta es tan potente y la visibilidad tan nula que los medios de elevación (las aerosillas) para que los esquiadores puedan ascender a la cima, a 3.200 metros de altura, están cerrados. Este es el mayor dominio esquiable del mundo -entre los 3 valles suman 650 kilómetros de pistas y allá arriba está la estación de esquí más alta de Europa-, por eso las y los esquiadores, más o menos experimentados pero todos amantes de este deporte, esperan vestidos, con ansiedad de niños, que el tiempo cambie. Es un buen ejercicio de vacaciones y un modo de aprender a domar la necesidad de control: no hay mucho que se pueda hacer cuando la naturaleza está al mando.

Cuando el clima por fin mejora, la maquinaria de este mundo particular vuelve a ponerse a funcionamiento. Se ve, en un nuevo amanecer, desde el balcón de la habitación: como relleno de almohadones, la nieve blanda quedó acumulada en las sillas pero los contrastes volvieron, el cielo ya mutó del blanco al celeste, aparecieron las montañas azules de fondo, reabrieron los medios de elevación y se ven, por fin, a los esquiadores lanzarse por las pendientes.

Este es el mayor dominio esquiable del mundo: entre los 3 valles suman 650 kilómetros de pistas. El pase está incluido y permite el acceso a todas las pistas.
Este es el mayor dominio esquiable del mundo: entre los 3 valles suman 650 kilómetros de pistas. El pase está incluido y permite el acceso a todas las pistas.

No se ven allá a lo lejos sino acá nomás, a pocos metros de las habitaciones, y esa es una de las ventajas que más destacan quienes han esquiado en otras pistas del mundo. El resort tiene un sistema llamado “in and out”, es decir, que se sale y entra del hotel esquiando.

No hay que ponerse a pensar en los traslados hasta los medios de elevación mientras se carga con el peso de los esquíes o de la tabla sobre un hombro y de las botas en los pies: en el mismo piso en el que se desayuna -el aroma de la panadería francesa por la mañana es un capítulo aparte- hay una zona con lockers que se abren con la misma pulsera que se abren las habitaciones.

Lo que destacan quienes conocen otras pistas del mundo es que el resort es "in and out", por lo que se sale y entra esquiando y no hace falta pensar en traslados.
Lo que destacan quienes conocen otras pistas del mundo es que el resort es "in and out", por lo que se sale y entra esquiando y no hace falta pensar en traslados.

Parte del “todo incluido” son los equipos: cada pasajero tiene en su locker la tabla de snowboard o los esquíes, los bastones y las botas. Al lado hay una puerta transparente por donde se sale directo a la pista. Tampoco hay que hacer filas para comprar el pase de esquí porque el pase -que cuesta unos 40 euros diarios- también está incluido (sirve para las pistas de todos los niveles de las tres montañas). Dicen que el mejor momento es febrero pero la ventana de tiempo tampoco es tan corta en esta zona: el resort está tan alto que en este centro de esquí hay nieve hasta mayo.

Si bien pistas de este nivel son el “Disney” de los esquiadores, no es un plan “sólo para entendidos”. Todos los días y de acuerdo a la experiencia previa en la nieve, cada huésped puede inscribirse en dos clases de esquí (una por la mañana, otra después del almuerzo). Las más básicas son para “debutantes”: son clases grupales, duran tres horas y arrancan enseñando a ponerse las botas.

Los principiantes, invariablemente, suelen regresar de su primera vez en la nieve con historias parecidas: dolor en partes del cuerpo que no sabían que tenían, algún porrazo épico, un ataque de risa por el que casi se hacen pis encima y frustración por lo que no salió. También, y por sobre todo, algo de la felicidad barnizada de miedo del momento en que uno se desliza por una pendiente por primera vez en la vida y no sabe bien dónde va a terminar.

A la izquierda, la palestra, al lado del lobby. Afuera, un temporal de nieve que desplomó la temperatura hasta los 12 grados bajo cero.
A la izquierda, la palestra, al lado del lobby. Afuera, un temporal de nieve que desplomó la temperatura hasta los 12 grados bajo cero.

Hay, además, otros cuatro niveles: el último, para expertos, incluye a quienes se animan a esquiar fuera de pista. Para sentir el avance, las clases son correlativas y las toman incluso quienes saben esquiar pero quieren aprender más técnica. Es que las y los profesores -un servicio que también está incluido en el all inclusive- son profesionales de la Escuela de Esquí francesa, que tiene el nivel más alto de esquí del país.

Quienes han esquiado en otras pistas del mundo también sostienen que ese es otro detalle que hace la diferencia, porque tomar clases con un profesor particular cuesta unos 450 euros por día en esta zona y hasta 900 dólares diarios en pistas de Estados Unidos.

El regreso al resort es un placer, para expertos y para principiantes. Al mediodía, los G.O -jóvenes de una veintena de nacionalidades que mantienen vivo el espíritu del “todo resuelto”- esperan a los huéspedes con tablas de quesos franceses para picar, canapés de langostinos, barra de sushi, vinos espumantes. Por la tarde, cuando el cuerpo está agotado después de la segunda tanda de nieve del día y queda poco para el anochecer, un chef prepara creppes de nutella a la vista y los sirve con una taza de chocolate caliente.

Por la tarde, el "all inclusive" ofrece canapés de autor. Lo que sigue, es la cena buffette terminada en vivo por los chefs.
Por la tarde, el "all inclusive" ofrece canapés de autor. Lo que sigue, es la cena buffette terminada en vivo por los chefs.

No tener que estar pendientes de las llaves, de las compras, de las comidas, de los mapas, de los traslados o de tener dinero encima permite soltar otro nivel de control. De alguna manera, como en el Día de la Marmota, se pierde la noción de tiempo y espacio y los días parecen circulares. Sin embargo, no hay día igual a otro. A veces y dependiendo del resort que se elija, el after esquí es al aire libre: una banda o un Dj tocando en un deck majestuoso entre los picos nevados y los huéspedes aflojando el cuerpo con un vaso de “vin chaud”, la forma en que los franceses llaman al vino caliente con ramitas de canela y naranja.

¿Qué sentís? ¿Por qué esa sensación de plenitud estampada en las caras de quienes vuelven de la montaña? Pablo Godoy, director de Club Med Argentina, respira profundo y mira a un punto fijo mientras trata de encontrar la respuesta. Habla del snowboard pero parece una metáfora de la vida misma.

Libertad y poder, esas son las sensaciones que comparten quienes vuelven de pasar el día intentando domar a las montañas.
Libertad y poder, esas son las sensaciones que comparten quienes vuelven de pasar el día intentando domar a las montañas.

“Hay un momento de sufrimiento o de inseguridad hasta que encontrás el ritmo y captás la sensibilidad de la pista. Primero necesitás acomodarte, conocer la montaña. Cuando dejás de mirarte los pies, cuando ya no peleás contra nada, cuando podés levantar la vista, mirar el camino, decidir hacia dónde querés ir y lográs dejarte fluir, ahí, recién ahí, aparece una sensación de libertad absoluta”, dice.

“Hay también una gran sensación de poder. Aparece en el momento en que tenés el control y sentís que vas dominando la bajada. No sé qué le pasará a los demás pero yo percibo la energía de la montaña. No sé bien cómo explicarlo… es como tratar de explicar un gol”, sonríe.

El jacuzzi del Club Med Alpe d’Huez, al aire libre, durante un atardecer rosado.
El jacuzzi del Club Med Alpe d’Huez, al aire libre, durante un atardecer rosado.

Hay, claro, opciones para quienes no esquían o no conciben las vacaciones con tanta actividad física. Se puede ir al área de spa -los masajes no están incluidos y arrancan en los 50 euros-, o sentir la atracción de los polos que se oponen en el jacuzzi al aire libre: la cara fría al viento -solo los ojos afuera-, el resto del cuerpo adentro, masajeado por chorros potentes de agua caliente.

Se puede, también, salir al pueblo a dar una vuelta por el pequeño centro comercial y conocer las queserías, ver en los locales hacer raclettes en vivo, degustar salchichones con nueces o cualquiera de las 15 variedades de salamines. O pasar por cualquier negocio, comprar por 3 euros una tabla de culipatín y divertirse como niños desparramándose por cualquier pendiente. Los pinos, a lo largo del paisaje, resisten estoicos el peso de la nieve acumulada; de los techos de los locales caen pero no caen las estalactitas.

Una opción para quienes no desean ir siempre a esquiar es salir al pueblo a dar una vuelta por el pequeño centro comercial y conocer las queserías.
Una opción para quienes no desean ir siempre a esquiar es salir al pueblo a dar una vuelta por el pequeño centro comercial y conocer las queserías.

Después del after esquí, de los tragos, de los canapés de salmón, de las aceitunas rellenas, del momento de encuentro -es un hotel multicultural, no hay niños y muchos huéspedes van solos y se hacen amigos- viene la cena. Comida buffete, como en todos los all inclusive, pero gourmet. Un detalle cambia la idea preconcebida del buffete: los platos son terminados en vivo y servidos por los propios chefs del resort.

De noche, en el bar están incluidos todos los tragos (hay muchísimos brasileros y el mojito es el que más sale) y se puede bailar hasta pasada la medianoche. A pocos metros pero fuera del resort está Malaysia, una disco subterránea encendida por DJs hasta las 4.30 de la madrugada. Malaysia es conocida como “la Ibiza” de los Alpes, por ser el night club más grande de la zona.

Segunda parada: una pista mítica

Cerca, a unos 200 kilómetros de serpenteo por el camino de montaña, está el Club Med Alpe d’Huez, un resort que acaba de reabrir sus puertas. El centro de esquí es otro “Disney” para los amantes de la nieve. Por un lado, porque es reconocido internacionalmente por haber sido elegido, durante varios años consecutivos, el mejor centro de esquí del mundo.

Por otro, porque tiene una pista mítica: la “pista negra” más larga del mundo, un subidón de adrenalina en una bajada de 16 kilómetros, sólo para experimentados. “Con cielo abierto, del pico más alto se puede ver un 20% de Francia”, dice Mahir, director de operaciones de este resort y parte de las 360 personas de 28 nacionalidades que se ocupan de hacer fáciles un tipo de vacaciones que podrían ser complejas.

Todos los días, además, el bar Folie Douce, a 2300 metros de altura, se convierte en un night club diurno. La fiesta arranca después del almuerzo: hay DJs, música en vivo y gente bailando sobre las mesas mientras el atardecer hace lo suyo entre las montañas. A diferencia de otros centros, no sólo pueden llegar los esquiadores: cualquier huésped, con el pase, puede subir a “la Folie” y bajar por la misma aerosilla por la que circulan los esquiadores.

La vista desde la Folie Douce, a 2300 metros de altura, que después del almuerzo se convierte en un night club diurno.
La vista desde la Folie Douce, a 2300 metros de altura, que después del almuerzo se convierte en un night club diurno.

También hay vida para quienes no quieran salir a esquiar todos los días y necesiten otra forma de bienestar. Dentro del resort hay piscina climatizada, sauna con aroma a eucaliptus, clases de meditación, de stretching, de yoga, de gimnasia en el agua, de respiración consciente. Afuera, se puede pasear en trineos tirados por perros (cuesta 45 euros por persona), tirarse en parapente (cuesta 45 euros) andar en motos de nieve o lanzarse por una montaña rusa igual a la de los parques de diversiones sobre cemento pero sobre la nieve.

Los amaneceres sobre el deck de la terraza son rosados y la bandera de esta zona es el clima: dicen que hay 300 días de sol al año. En este resort hay otro servicio incluido que termina de cerrar el combo perfecto para quienes tienen hijos pequeños. Hay mini club donde se ocupan de los chicos.

El deck del resort Alpe d’Huez, donde el after esquí incluye bandas en vivo o Djs.
El deck del resort Alpe d’Huez, donde el after esquí incluye bandas en vivo o Djs.

Puericultoras profesionales están a cargo de bebés desde los tres meses y otro grupo -por lo general se los ve por el hotel disfrazados de elefantes o de unicornios- está a cargo de los más grandes. Los niños no sólo tienen sus clases de esquí con profesores: se hacen amigos y pasan el día jugando o viendo shows infantiles en el escenario. De noche, a la hora en que los padres aspiran a cenar tranquilos, pueden cenar con los mismos cuidadores.

Así, hay tres niveles de encuentro: uno con el resto de la gente -cuando logra formar parte de la experiencia multicultural-, uno con la pareja -cuando logra volver a tener un rato de conexión sin niños-, y uno con uno mismo -cuando sale a esquiar solo pero acompañado del sonido corto, agitado y silencioso de la propia respiración.

La experiencia gastronómica también es una vértebra clave de la columna que forma la experiencia del all inclusive de nieve. El comedor, un área preparada para 800 personas con vista a Los Alpes nevados, tiene diferentes estaciones donde se puede comer de todo, pero todo gourmet.

Embutidos, panes caseros (prueben el pan con nuez), langostinos, ribs con papas a la crema, mousse de remolacha y palta, conejo, ostras, fondeu de quesos con trufas, pescados, gallina de guinea al vino tinto, helados artesanales, macarrons, fondeu de chocolate, malvaviscos y otras delicias de la patisserie francesa. El riesgo -suponiendo que exista alguno- es terminar mezclando comidas que unos días antes parecían irreconciliables: conejo con pizza, por ejemplo. Está incluida, aunque con reservas previas, la cena en un restaurante a la carta en el que entran 200 personas.

Hay opciones por fuera de lo incluido en el resort, por ejemplo, pasear entre las montañas con trineos tirados por perros. Cuesta 45 euros por persona y algo menos si se trata de niños.
Hay opciones por fuera de lo incluido en el resort, por ejemplo, pasear entre las montañas con trineos tirados por perros. Cuesta 45 euros por persona y algo menos si se trata de niños.

La zona en la que está el resort es conocida, especialmente por dos eventos mundiales. Acá se hace la edición de invierno de Tomorrowland, el festival de música electrónica más grande del mundo. Una fiesta que dura una semana y el momento en el que el pueblo muta del silencio al agite para recibir a 25.000 personas. Y por estas rutas estrechas de montaña también, pero en verano, pasa el tour de France. El pueblo es una de las paradas más importantes del tour y suelen juntarse más de 10.000 personas para alentar a los ciclistas a su paso.

Lo que se viene -en este tren de abrir un all inclusive de nieve por año- es uno nuevo en la Rosière. Tendrá, claro, su detalle: si se esquía hacia un lado, se esquía en Francia, si se baja hacia el otro, se esquía en Italia. Janyck Daudet -que arrancó siendo profesor de esquí acuático y hoy es presidente de Club Med en Latinoamérica- vuelve de la montaña, después de haberse lanzado por la nieve junto a un joven con discapacidad motriz. Está emocionado y lo resume con una sonrisa: “Nosotros vendemos felicidad”.

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