Por Sergio Federovisky
Las colillas de los cigarrillos están compuestas por filtros de acetato de celulosa, un derivado del petróleo, que se utiliza para diluir y enfriar el humo inhalado por los fumadores y para atrapar parte del alquitrán que contienen los cigarrillos. Son la mayor causa de basura en el mundo. Representan entre el 30 y 40% de todos los residuos recogidos cada año en la limpieza urbana y en la de las playas a escala internacional. Se estima que se desechan 4,5 trillones de colillas por año en todos los rincones del planeta. Sí, 4,5 seguido de dieciocho ceros, una cantidad tremendamente grande.
Generalmente, los fumadores las tiran al piso sin ningún reparo. La lluvia las arrastra a las alcantarillas y terminan en las fuentes de agua más cercanas, ríos, lagos y mares. Para la organización mundial estadounidense Ocean Conservancy, fundada en 1972, una sola colilla de cigarrillo puede contaminar hasta cincuenta litros de agua potable, por la enorme cantidad de sustancias que la componen, como la nicotina, el alquitrán, el arsénico, el plomo y los hidrocarburos poliaromáticos. Una vez que se desintegran, se convierten en micropartículas, que se esparcen rápidamente en el suelo o en el agua confundiendo a los peces y a los mamíferos marinos, que las comen como si fuesen alimento, alterando su ciclo biológico y provocando en muchos casos su muerte.
Un estudio de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), que analizó colillas de cigarrillos de diez marcas que se venden en el país, elaboradas con tabaco rubio, negro, mentolado y light, concluyó que tanto los filtros como el humo contienen altos contenidos de cadmio. Un metal tóxico que es dañino para la salud y el medio ambiente, por lo que alertan que las colillas deberían ser tratadas como residuos peligrosos.
Otro dato a tener en cuenta es que las colillas arrojadas al suelo en áreas forestales, sin ser debidamente apagadas, son causantes de un gran número de incendios.
La industria tabacalera es una de las principales responsables de la deforestación a nivel mundial. El 93% de la misma ocurre en países en desarrollo. Cada año, aproximadamente, dos millones de hectáreas de bosques se talan para el uso de la madera en la producción del tabaco. Se utilizan cinco kilos y medio de madera para curar un kilo de hojas verdes de tabaco, para tornarlas marrones y que adquieran ese aroma tan característico. Según datos aportados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la madera de un árbol sirve para obtener tabaco para trescientos cigarrillos. En el mundo, por año, se consumen 6000 millones de cigarrillos.
Por otro lado, el humo del tabaco que tiene más de 7000 componentes químicos tóxicos, de los cuales alrededor de setenta son sustancias cancerígenas, contamina el aire que respiramos todos, fumadores y no fumadores, provocando interferencias en el transporte del oxígeno a los órganos del cuerpo humano, con consecuencias graves en la salud.
Nadie está a salvo. Ni las personas, ni los mares, ni las montañas, ni el aire, ni las ciudades, ni las playas, ni los ecosistemas están libres de las consecuencias de los desechos tóxicos de las colillas de cigarrillos, que en la actualidad aún no cuentan con ninguna política de tratamiento de residuos.
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