Los seres humanos pensamos a razón de 350 a 700 palabras por minuto, pero cuando hablamos o escuchamos lo hacemos solamente con 150. ¿Qué quiere decir eso? Que la mayor cantidad de palabras son las que nos decimos a nosotros mismos. Ese diálogo interno es altamente condicionante respecto de nuestra actitud. La catarata de pensamientos que nos agobia día a día determina nuestro estado anímico.
El organismo tiene múltiples mecanismos para deshacerse de lo que no le sirve. Por ejemplo, a través de la orina, las heces o el sudor el cuerpo elimina lo que es innecesario o puede ser tóxico para nosotros sin que podamos intervenir de manera voluntaria, porque el proceso se realiza a través de circuitos automatizados. Sin embargo, la mente no puede hacerlo. No existe un mecanismo que pueda eliminar los pensamientos, recuerdos o sensaciones negativas o “tóxicas”.
“El único modo de quitar de nuestra mente lo que nos hace mal es a través de un acto voluntario, consciente y elegido por nosotros”, explicó a Infobae la psicóloga y escritora Celia Antonini. “De lo contrario, los pensamientos que tenemos nos acompañarán el tiempo que decidamos conservarlos. Una persona puede mantener un pensamiento que le hace daño durante toda su vida y dejarlo ahí, sin hacer nada con ello”.
Para eliminar lo que hace mal, es importante comenzar por tener una actitud proactiva sobre lo que buscamos desechar y ponernos a trabajar para limpiar la mente de las toxinas que conservamos. “Después de tantos años de atención clínica, he encontrado tres abordajes diferentes para mandar al cesto aquello que no nos sirve”, indicó la experta. “También he observado que las características de personalidad, las experiencias vividas y los valores y creencias de cada paciente son determinantes a la hora de resolver sus problemas. Cada persona tiene su estilo y encuentra su forma de hacerlo”. Las tres mejores maneras para “limpiar” los malos pensamientos.
Aceptación: “Aceptar es no oponer resistencia. Es no luchar. Es no intentar cambiar lo que no podemos cambiar, es tomar lo que sucedió de la forma en que fue y no de la manera que nos hubiera gustado que fuera”, indicó Antonini. ¿De qué se trata? Primordialmente, renunciar al intento de modificar aquello que no podemos cambiar.
“No se imagina la cantidad de basura mental que acumulamos cada vez que tratamos de cambiar aquello que no se puede. La pregunta que tendríamos que hacernos es qué podemos modificar y qué no. No podemos cambiar a los demás”, desarrolla la especialista en su libro GPS Mental 2.0 Recalcule su vida. “Si tenemos clara y bien definida la línea que separa nuestros deseos de nuestras posibilidades ciertas y reales de generar un cambio, nos ahorraríamos una importante cantidad de malestares y a la vez nos podríamos deshacer de aquellos que ya tenemos acumulados”.
Cuestionar los pensamientos: “Un libro de autoayuda le diría que lo primero que tiene que hacer es pensar diferente a como lo está haciendo. Algo imposible de lograr, por lo menos desde mi experiencia clínica”, dijo Antonini. “Qué fácil sería decirle a un paciente cuando viene a la consulta que cambie su forma de pensar. Si los cambios se realizaran de esa forma, no se necesitaría más de una consulta para encontrar la solución”.
Para muchas personas es viable notar si lo que estamos pensando o sintiendo no conduce a donde se quiere llegar, pero, aun sabiéndolo, no siempre es posible modificarlo. “Eso nos sucede porque estamos apoyados y sostenidos en una creencia que no nos permite ver las cosas de otra manera. Quedamos a su merced hasta que decidimos cuestionarla”, señaló la experta. “Las creencias nos condicionan, independientemente de si estas son buenas o malas, y el tiempo que las creencias llevan con nosotros no hace la diferencia. Una creencia reciente o una creencia muy antigua tienen que ser sometidas al mismo proceso para poder ser desterradas”.
Entonces, para pensar diferente y eliminar aquellos recuerdos, sensaciones o situaciones que aún molestan, es necesario repreguntar sobre esa situación desde una nueva perspectiva. “Verá cómo rápidamente comienza a eliminar un sinfín de pensamientos y malestares que para lo único que sirven es para llenar un cesto de basura”.
Perdón: Aunque no todos los seres humanos están dispuestos a transitar ese camino, ya que les resulta casi imposible perdonar, desarrollan una memoria casi sobrenatural con la cual mantener vivo su rencor. “No solo no se olvidan de nada, sino que cada vez que recuerdan, se vuelven a llenar del mismo malestar de entonces y vuelven a sentir el mismo dolor o desagrado que la primera vez”, puntualizó Celia.
Y agregó: “Perdonar significa no mantener pensamientos y emociones negativas por causa de las acciones de los otros. Eso no significa haber estado de acuerdo en su forma de pensar o sentir. Si podemos perdonar, el malestar desaparece inmediatamente, porque el que perdona se despoja de lo negativo, de ahí que suele decirse que el perdón es liberador”.
Según desarrolla la especialista en su libro, hay una frase atribuida al Dalai Lama que reza: “Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo, por tu propio bienestar”. Esto apunta a que el sufrimiento y la insatisfacción que sostenemos y soportamos son profundamente dañinos para el cuerpo y, de alguna manera u otra, la redención de todas las cosas que nos aquejan es sanadora. “Hagamos el trabajo. Nadie lo hará por nosotros. Liberemos de nuestra mente aquello que nos intoxica; de lo contrario, mantendremos vigente lo que nos hace daño”, concluye la especialista. ¿Qué es lo más importante que podemos recordar respecto de nuestra basura mental? Que somos la única persona que puede eliminar la basura mental que tiene nuestra mente.
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