Desde hace diez años, cada mes de noviembre se celebra la Semana del Prematuro, por iniciativa de Unicef, y a la que adhiere en el país la Secretaría de Gobierno de Salud de la Nación, con el objetivo de dar visibilidad al tema del nacimiento prematuro y su impacto sobre la salud pública y la sociedad.
“Tengo derecho a que mis derechos se cumplan” es el lema de la edición 2019 de la iniciativa de la que participan maternidades de todo el país, familias de niñas y niños que nacieron prematuramente, sociedades científicas y ministerios de salud de las jurisdicciones y que pretende crear conciencia sobre los derechos de quienes nacen “antes de tiempo”, al mismo tiempo que movilizar a los miembros de los equipos de salud y a la comunidad toda, para garantizar su protección y cumplimiento efectivo. En 2010 fueron identificados y definidos diez derechos esenciales, que constituyen el Decálogo de los Derechos de los recién nacidos prematuros y dieron forma a los temas centrales de cada campaña a lo largo de la última década.
Y pese a que en el país se publicó en 2007 la “Guía para transformar Maternidades tradicionales en Maternidades Centradas en la Familia” donde se explicita el marco legal internacional y de la Argentina que sustenta el concepto de maternidades centradas en la familia y se detallan las acciones que pueden ser llevadas a cabo por los centros de salud en ese sentido, aún queda mucho camino por recorrer.
En la Argentina, el 8% de todos los nacidos vivos son prematuros, esto es, nacen antes de las 37 semanas de gestación. Además, un grupo muy pequeño (el 1,1%) nace con menos de 1500 gramos: son los prematuros de extremo bajo peso, los más vulnerables de todos.
Según cifras de la Secretaría de Salud de la Nación, la primera causa de mortalidad infantil en menores de un año en el país está vinculada a eventos perinatales, es decir, a los ocurridos durante el parto y el alumbramiento.
“No es lo mismo desde el punto de vista clínico un bebé que nació en la semana 36, que uno que nació en la 29, ya sea en cuanto al peso, lo madurativo e incluso para su mamá desde lo emocional; cuantas más semanas de gestación ocurran es mejor para ambos desde todo punto de vista”. Así comenzó a plantear la licenciada en Psicología Luján Rossetto (MN 45356) lo que para ella es un “agujero negro” dentro de todo lo que se avanzó en la atención del recién nacido y que la llevó a enfocar el camino de su carrera.
Rossetto, quien además es puericultora y el alma detrás de Maternarse, una cuenta de Instagram donde comparte su visión y experiencias como madre de Ulises y Lola, contó a Infobae que el momento en que quiso dedicarse a la atención perinatal tuvo que ver con un corto -pero traumático- paso de su hijo mayor por neonatología.
“Había médicos, enfermeras, puericultoras, pero no vi y en ese momento al menos no había ni un/a profesional de la salud mental para asistir a esas madres”, recordó la especialista, para quien “si bien hay cada vez más políticas, charlas y talleres donde se reivindica a estos bebés que tuvieron que luchar de manera ardua desde el inicio de sus días, poco se intenta contemplar lo que ocurre con esas mamás de bebés prematuros”.
“Son mamás que sufren un escenario y un parto también traumático porque en la mayoría de los casos, si bien en algunos hay amenazas o señales previas, el parto prematuro irrumpe de manera repentina, con lo cual hay algo del orden de lo traumático para el psiquismo de esa mamá”, analizó Rosetto, y amplió: “Y algo irrumpe para mal en ese embarazo que transcurría normalmente, porque que un bebé nazca prematuro siempre implica un riesgo, una situación ligada al ámbito médico, a la internación, a un vocabulario complejo, a olores, sonidos y un montón de cuestiones que eran absolutamente desconocidas para esas mamás”.
Para ella, “hay una cuestión, a veces más consciente, a veces menos, pero que amenaza todo el tiempo con que ese bebé pueda seguir de este lado de la vida”. Además, “hay mucha fantasía y sensación de culpa; la mamá en algún punto se pregunta qué habrá hecho mal, qué indicación médica no habrá cumplido, por qué su cuerpo falló y no pudo alojar a ese bebé por más tiempo: son innumerables las sensaciones de tristeza y culpabilidad, de angustia que la toman a esa mamá por completo”.
Por eso la especialista elige hablar de mamás en las que el puerperio clásico queda absolutamente relegado. “Son mamás que desearían decir que su problema es que su bebé no duerme de noche o no se prende a la teta; acá el foco está puesto en una cuestión mucho más urgente y desoladora que es el debate entre la vida y la muerte que se juega todo el tiempo en una neonatología”.
“Así como los bebés prematuros necesitan cuidados y tiempos especiales, procesos específicos, exactamente lo mismo ocurre con las mamás de esos bebés, que no dejan de ser mamás que estaban en un estado prematuro para encontrarse con un escenario que ninguna mamá quisiera atravesar”, consideró la especialista, quien enfatizó que “así como la presencia de enfermeros, puericultoras, neonatólogos es clave en la atención de los niños, de la misma manera, es necesaria la presencia de más profesionales de la salud mental en el área de neonatología asistiendo a las madres, acompañándolas y apuntalándolas para poder atravesar una situación de esta índole”.
“Cuando me dijeron ‘vos te vas, pero él se queda’ me ahogué en llanto como nunca en mi vida”
Noelia Schulz es miembro fundador de la Asociación Civil Red de Crianza, un organismo que se ocupa de temáticas relacionadas a primera infancia y familias. Y no fue casual -como casi nada en la vida lo es- el camino que la llevó hasta allí.
Cuando atravesaba la semana 33 de gestación su médico le diagnosticó preeclampsia (una complicación del embarazo caracterizada, entre otros síntomas por presión arterial alta y niveles elevados de proteinuria) y en un control de rutina decidió hacer una cesárea de urgencia. Octavio nació el 17 de agosto de 2012, a las 16.20, con un peso de 1 kilo y 520 gramos.
“Fue una experiencia dura y muy lejana a la esperada. Tuve miedo. Todo pasaba demasiado ajeno, demasiado rápido, demasiado pronto, demasiado antes...ser madre prematura implica un montón de cosas que son invisibles para la mayor parte de las personas. Es muy difícil que alguien que no lo haya pasado lo entienda en su totalidad”, comenzó a recordar Noelia a Infobae. “Si la maternidad de por sí tiene que ver con la entrega y el descubrimiento de miedos nuevos y sabores agridulces; la maternidad que llega por anticipado y de sopetón es un desafío todavía más intenso: es un puerperio diferente que se vive entre sacaleches, lágrimas, chillidos de máquinas, partes médicos y la soledad de volver a casa con los brazos vacíos, un poco rota”.
Después de diez días de internación, ella naturalmente quería volver a su casa. Estaba harta del encierro y de sentirse conejito de Indias. Pero en el momento en que le dieron el alta y entendió que eso quería decir “vos te vas, pero él se queda” algo adentro suyo se quebró. “Me ahogué en llanto como nunca en mi vida”, contó.
“Cuando se habla de bebés prematuros, casi siempre parece que se olvida que, como decía Winnicott, ‘el bebé no existe’”. A lo que Noelia hizo referencia es a Donald Woods Winnicott, el célebre pediatra, psiquiatra y psicoanalista inglés, según el que “un ser humano recién nacido es en función de su madre (en primera instancia) y de su familia, en segunda; de ese entorno que lo cobija y le presta las fuerzas para salir adelante y saberse rodeado de amor”.
“Tenemos leyes que buscan proteger esa necesidad, pero en la práctica nos encontramos con demasiadas injusticias: ingresos restringidos, pedidos de ‘no le hagas upa porque después cuando te vas llora’, apoyo nulo o deficiente a las familias”, consideró Noelia, que aún recuerda el día que le dieron el alta a su hijo y le entregaron un contenedor de telgopor lleno de su leche congelada, pero nadie le había enseñado a dar la teta. “Me fui con un bebé minúsculo, un freezer lleno y más dudas que certezas. Sangre, sudor y lágrimas (literalmente) me costó amamantar a ese bebé flacucho que se escurría de mis brazos”, recordó.
El apoyo para lograrlo fue de su entorno, asegura, “nunca de ninguna institución”. “Creo que en la gran mayoría de las instituciones hace falta cambiar la mirada, aplicar los protocolos de Maternidades Seguras y Centradas en la Familia, y empezar a concebir a cada bebé como un sujeto. Pero un sujeto particular, como todo niño: uno que no es sino en relación con su familia”.
Comenzar a abrazar a la familia en su conjunto, proveerle las herramientas para una crianza sensible y responsiva, brindarle los recursos concretos más allá de la internación. Ese es el desafío. Y parecería que va en la dirección opuesta a “no le hagas upa porque después cuando te vas llora”. Que así sea.
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