Entre fotógrafo, maquilladoras, peinadoras y productoras, una decena de personas la rodean. “¿Me recordás tu nombre?”, les pide a quienes ve por primera vez. El prime time no se le subió a la cabeza, aun cuando participa de la tira más exitosa del año. Minerva Casero interpreta a Lidia en Argentina, tierra de amor y venganza. Su DNI delata 20 años cumplidos en mayo, aunque de la charla se desprendan reflexiones de alguien con más experiencias vividas.
Hija del multifacético Alfredo Casero, además de actuar, escribir y pintar –algunas de estas, disciplinas que practica únicamente, por ahora, en la intimidad–, canta. El 20 de septiembre presentó formalmente su primer single: Sireno. “Es una canción muy particular, creo que es la que más me gusta, es el estandarte del disco. Habla del amor pero también de cuando las relaciones se ponen muy difíciles y no podés salir de ellas porque te da pena; y te querés quedar pero te querés ir. Cuando estás perdido un poco en el amor y en el ahogo", dice en una entrevista con El Planeta Urbano.
–Transmitís mucha seguridad al hablar, ¿la sentís realmente o es lo que querés mostrar?
–Estoy muy segura de lo que estoy haciendo en este momento porque está directamente conectado con mi deseo más profundo, no con la superficialidad de “quiero esto y lo quiero ahora”. De verdad está conectado con lo que me representa, lo que me hace feliz. Todas las canciones que hice surgieron de que me pusieran una base para jugar, y yo jugué. Lo que escuchás es mi ad lib de corazón. Y me produce nervios, claramente, porque me genera una incertidumbre de decir “esto, que vive en mí, va a vivir inherentemente”, va a ser algo paralelo a mí, no va a ser más dentro de mí sino que va a formar parte de un planeta. Es externo ya, es como un parto, mismo proceso: lo que está gestándose y sólo yo puedo sentir pasa a ser algo palpable para todos. Y eso da nervios pero al mismo tiempo estoy muy segura porque me representa, tiene que ver con todo lo que yo absorbí de chiquita de los artistas que me gustan. Sé que es completamente genuino.
–¿Cuáles fueron esas influencias?
–En mi infancia me hicieron ver muchísimas cosas de Björk y eso me hizo abrir la cabeza. Desde que nací la escuché. O, por ejemplo, mi película favorita era Amadeus. Tenía una conexión con cosas complejas, tuve esas cosas muy servidas. En mi casa se escuchaba mucha música clásica, jazz. No sé si mi disco tiene algo que ver con eso. No te puedo asegurar que cada canción tenga que ver con la otra; de hecho, creo que no. No tengo idea bien de qué estoy haciendo en algún punto, porque simplemente sucede y yo lo respeto. “¿Sos así, disco? Listo, sos así. ¿Biológicamente se te da esto? Yo te banco". Hay algo dentro de mí que estaba seguro de eso, que estaba plenamente conectado con lo que yo siento y soy, entonces dejo que sea y no lo intelectualizo demasiado.
–¿Cómo trabajás la exposición, la opinión del otro desde lo cotidiano, cuando actuás en una tira del prime time, estás en pareja con alguien conocido (Tomás Kirzner) y sos la hija de alguien también famoso?
–Principalmente, yo cuido mucho la intimidad de las personas que tengo alrededor, que quiero y amo, que no están expuestas por sí mismas. Muchas veces me preguntan por qué no muestro a mis amigas o a mi mamá, y es porque yo no quiero que se expongan por mí. A veces es difícil porque es feo y doloroso que te digan cosas que sentís que no merecés leer o escuchar. Pero eso también habla de la vida del otro, de su sufrimiento, de su vida. No podés ayudarlos demasiado desde internet.
–El otro día estuviste con tu novio en una entrevista radial y se los escuchaba muy independientes en relación al otro pero, al mismo tiempo, muy unidos. ¿Es un tema generacional o ustedes dos son la excepción?
–Mirá, yo te puedo decir que mis amigas tienen otro tipo de vínculos, por lo menos a esta edad. Yo creo que estamos en un plan de tener parejas más sanas, entre comillas, porque hay más noción de lo que afectivamente le causás o no al otro, de lo que no está bueno. Pero, a su vez, hay una cosa muy tabú con el amor. El otro día leí un tuit que decía: “Ahora lo tabú no es el sexo sino el amor”. Ahora la cosa es muy relajada. Es difícil escuchar a alguien que te diga que está re comprometido en su pareja. A mí ese tuit me dejó pensando. Es verdad que ahora hay una cosa de que somos todos súper relajados y por ahí nadie quiere tener ningún vínculo fuerte con nadie, ningún vínculo comprometido. Y Toto y yo, todo lo contrario, estamos muy unidos y nos parece hermoso. Obviamente, al principio fue un “bueno, ¿qué hacemos?”, “nos amamos, ¿no?”. Te juro que fue un “yo te amo”, “yo también te amo”, “bueno, entonces seamos novios”.
–¿Existió una conversación en la que definieron ser novios?
–Sí, por eso te digo. Tenemos una solidez, una unión tan fuerte que no sé si es tan común. Yo no conozco gente de mi edad que tenga un vínculo sano y fuerte y de unión posta. Nosotros somos híper compañeros y somos re independientes a la vez. Es un amor muy adulto. A mí eso me sorprende. Es joven porque somos jóvenes y nos reímos; ojalá el amor sea así toda la vida, ¿no? Pero hay una unión que es muy fuerte, muy de base. Los dos tenemos nuestra vida pero siempre nos estamos acompañando, nos cuesta estar mucho separados pero ambos tenemos actividades que tienen que ver con nuestro bienestar personal también. Tal vez es medio old fashioned. Tengo amigos que hablan del amor libre, del poliamor, y nosotros no; nosotros tenemos una base más clásica. De profundo amor, sano en serio.
–Hablando de cuestiones generacionales, ¿qué sentís como mujer de 20 años cuando las más grandes hablamos de “la revolución de las hijas”? ¿Cae alguna presión ahí?
–Si hay algo que creo que no tiene esta generación es fumarse el peso, ¿no? Creo que esta generación es más libre en algún punto, porque el mandato está muy difuminado. La generación de mis papás se tenía que casar, tener hijos, estudiar, trabajar. Y hoy por hoy hay tantas formas nuevas y diversas que no sé si tenemos mandatos muy claros. Entonces, en ese sentido, no sé si sentimos esa presión. Sí está buenísimo que nos pongan en un lugar de cambio, porque es real, pero creo que también ese cambio fue natural, entonces no hay una cosa de “a ver qué nos van a dar ahora”, de algo forzado o impuesto.
Muy por el contrario, creo que las generaciones más grandes están a la expectativa, sí, pero no con presión. No hay una cosa de salvación sino de “a ver qué proponen”. Tuvimos otra crianza, nosotros tuvimos padres psicoanalizados, ¿entendés? Probablemente vos no. Yo hablo desde mi lugar, mi contexto, que tuvimos una generación de padres que dijeron “quiero ser mejor”, hicieron una búsqueda que nuestros abuelos no pudieron hacer. Entonces tenemos un piso más ameno del que tuvieron nuestros papás. Creo que es una generación fuerte y muy independiente también. Tiene otras cuestiones, ¿no?
Tenemos unos problemas de atención tremendos. Es muy complejo hablar tres horas seguidas con un pibe de 20 años y que mire todo el tiempo tu cara. Tuvimos otros procesos. Hay una cosa muy ansiosa, muy on demand, del “quiero todo ya”. Eso tiene muchos costados, es muy difícil enfocar cuando sos disperso, es una redundancia en algún punto, pero es así. Yo también soy parte de esta generación, entonces no puedo ser su socióloga porque la vivo. Cada uno vive la realidad que le dan.
Fotos: Fabián Morassut
Styling: Camila Mariani @ccamilamariani
Video: Luciano Scigliotti
Pelo: Leticia Chirieleison @letie.mua para @malapeluqueria
Make up: Shuli Juarez @shulijuares para @kahlemakeup
Agradecimientos: Natalia Antolin, Bouquet, Ainsi Soit-il, Sofi Martiré, Helicia
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