Vivimos en la era del plástico. Y por eso es lógico que haya plástico en todos lados. En la tierra, en el agua, y aunque no se pueda creer, también se lo encuentra en el aire.
De acuerdo a las estadísticas de ONU, el mundo produce aproximadamente 300 millones de toneladas (40 kilos por persona) de residuos plásticos cada año y actualmente solo el 14% se recolecta para su reciclaje.
Una de las consecuencias más peligrosas de esta realidad plástica que nos devora son los microplásticos, pequeñas piezas de plástico de menos de 5 mm de diámetro que contaminan el medioambiente y generan un potencial daño a la salud de los animales y humanos.
Los microplásticos provienen de una gran variedad de productos, como los cosméticos, la ropa, productos de pesca, bolsas y desechos plásticos de uso cotidiano o industrial, entre otras muchas fuentes.
“Los microplásticos son pequeñas partículas de plástico que se forman por el desgaste de piezas de mayor tamaño, con la característica de ser prácticamente indestructibles desde el punto de vista molecular”, explicó a Infobae Alejandro Sturniolo, director de la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua (ALADyR).
“A diferencia de otros materiales que pueden biodegradarse, este tiende a dividirse en partículas de menor y menor tamaño hasta tamaños inferiores al micrón (milésima parte del milímetro). La superficie del microplástico actúa de forma similar a una esponja que absorbe toxinas, incluyendo toxinas del medio ambiente como los policlorobifenilos (PCB) y gérmenes causantes de enfermedades”, agregó.
Un reciente estudio científico titulado “Atmospheric transport and deposition of microplastics in a remote mountain catchment”, publicado por la revista especializada Nature Geoscience, describió cómo por tamaño diminuto los microplásticos se incorporaron al polvo que se encuentra disperso en el aire de la atmósfera.
Sus autores explican cómo los microplásticos pueden viajar a través de la atmósfera y terminar en regiones muy alejadas de su fuente de emisión original. Usando simulaciones atmosféricas, demostraron que estos pueden viajar a través de la atmósfera desde distancias de al menos 100 kilómetros.
“Inclusive encontraron cantidades superiores a las 360 partículas por metro cuadrado en la región de los Pirineos (cordillera situada entre España y Francia), al igual que en las Montañas Rocallosas (Rocky Mountains en inglés). Como resultado de esto, se desprende la hipótesis de si los microplásticos encontrados en la Antártida pudieron llegar a través del océano o por vía aérea”, describió Sturniolo.
“El microplástico es un nuevo contaminante atmosférico”, dijo una de las autoras del estudio, Deonie Allen, investigadora de EcoLab en la Escuela de Ciencias Agrícolas y de la Vida en Toulouse, Francia.
Allen y sus colaboradores recolectaron microplásticos durante un período de cinco meses en una estación meteorológica a unos 1.400 metros sobre el nivel del mar utilizando captadores de deposición atmosférica. Contaron y analizaron los fragmentos de plástico, fibras y películas en el fondo de los colectores que tenían menos de 300 micras de tamaño. Para tener una noción de ese tamaño, el cabello humano promedia entre 50 y 70 micras de diámetro. Y la partícula más pequeña que puede ver un ojo humano es de aproximadamente 40 micras.
Más del 50 por ciento de los microplásticos encontrados en la estación eran fragmentos de menos de 25 micras de tamaño.
“Si uno sale a la calle con una luz ultravioleta y la ajusta a una longitud de onda de 400 nanómetros, verá todo tipo de partículas de plástico en la fluorescencia del aire. Y lo más grave es que es casi peor en interiores. Todo es un poco aterrador”, concluyó la científica.
Alertado por esto, Sturniolo comentó: “En términos prácticos un simple envase descartable puede desintegrarse en miles de partículas y formar parte del polvo de nuestra atmósfera, respirarlas o mezclarse con la lluvia y acabar en nuestra mesa en el agua que consumimos. La aparición de microplásticos en el agua de lluvia pone en jaque al ciclo natural del agua en cuanto a su pureza”.
Y agregó: “A nivel que crezca la cantidad de estas partículas en suspensión, mayor será la concentración en el agua de lluvia y los encontraremos más frecuentemente. Un estudio en el cual se han analizado 259 botellas de agua embotellada de 11 marcas distintas en 9 países diferentes ha detectado un promedio de 325 partículas de plástico por cada litro de agua embotellada analizada. Se estima que el 90% del agua embotellada contiene microplásticos, es lógico pensar que necesitaremos nuevos procesos de purificación para prevenir esta problemática”.
Según la Organización Mundial de la Salud, los microplásticos se clasifican en dos grandes elementos:
1-Microplásticos primarios: son fabricados específicamente para ser utilizados en productos limpiadores faciales y cosméticos. En algunos casos, han sido utilizados en la medicina o farmacología.
2-Microplásticos secundarios: derivan del proceso de deterioro de desechos plásticos más grandes, como las partes de plástico macroscópicas que conforman la isla de basura del Pacífico.
Organizaciones como la ONU y la Unesco son determinantes con su pronóstico: si no se toman medidas para eliminar los microplásticos de los productos de higiene, y si los países no regulan el uso de este material, en 2050 en los océanos habrá más plásticos que peces y el 99% de las aves marinas habrán ingerido sustancias peligrosas.
Cada vez más plástico
Según el último informe publicado en junio de National Geographic, hoy tenemos que lidiar con 8.300 millones de toneladas de este plástico fabricado desde los años 50. De ellas, más de 6.300 millones se han convertido en residuos. Y de esos residuos, 5.700 millones de toneladas no han pasado nunca por un contenedor de reciclaje, una cifra que dejó atónitos a los científicos que la calcularon en 2017.
La producción mundial plástica ha registrado un aumento exponencial –de 2,1 millones de toneladas en 1950 pasó a 147 millones en 1993 y a 407 millones en 2015–. Para dimensionar este crecimiento exponencial basta sólo un ejemplo: las botellas de plástico.
Cada minuto se compran en el mundo 1 millón de botellas plásticas. Equivalen a 20.000 por segundo. En 2016, según la encuestadora Euromonitor, se vendieron 480.000 millones de botellas, de las cuales 110.000 las fabricó la empresa de gaseosas más famosa del mundo. Sólo el 7% de éstas se convierte en nuevas botellas.
“Cada año se lanzan al mar, ríos y lagunas ocho millones de toneladas de plásticos que al degradarse se convierten en micropartículas. La acción del agua, los microorganismos y la luz solar van degradando el plástico hasta reducirlo a pequeñas partículas de unas pocas micras de longitud (una micra equivale a la milésima parte de un milímetro). Al ser casi indestructible, ya que no se biodegrada o descompone, cada vez se transforma en partículas más pequeñas, pero nunca llega a desaparecer. A este ritmo, en el año 2050 habrá mayor volumen de plástico que de peces en el mar, según la Fundación Ellen MacArthur”, informó Sturniolo.
Peligro para la salud
Debido a que no se biodegradan y solo se desintegran en partes más pequeñas, los microplásticos terminan siendo absorbidos o ingeridos por muchos organismos, incluidos los humanos, alojándose en sus cuerpos o tejidos. En animales, es lógico que luego sobrevenga la muerte por intoxicación, al no poder diferenciar si es su alimento o no.
Un estudio reciente presentado en un congreso de gastroenterología celebrado en Viena, Austria, en noviembre del 2018, mostró que las heces de personas de países tan distantes y distintos como Reino Unido, Italia, Rusia o Japón contenían partículas de una decena de plásticos diferentes.
De los diez plásticos buscados, encontraron nueve de ellos. Los más comunes fueron el propileno, básico en los envases de leches y jugos, y el PET, del que están hechas la mayoría de las botellas de plástico. La longitud de las partículas oscilaba entre las 50 y las 500 micras. Y, en promedio, los investigadores encontraron 20 microplásticos por cada 10 gramos de materia fecal.
“Si bien podemos contrarrestar el efecto que provocan los microplásticos en el medio ambiente, no lograremos reemplazar estos materiales en el corto plazo tan fácilmente. El mayor problema que encontramos es que las plantas de agua potable convencionales con las que hoy cuentan la mayoría de los países, ya sea de sedimentación o bien los filtros de gravedad (grandes piletas que generalmente vemos a la entrada a las ciudades), dejan pasar una gran parte de este tipo de contaminantes que hoy podemos encontrarlos en nuestras aguas, entre otros contaminantes emergentes como antibióticos, hormonas y viagra, por solo mencionar algunos", indicó Sturniolo.
Y concluyó: “Actualmente, existen tecnologías de potabilización como la ultrafiltración, que pueden retener partículas del tamaño del micrón (hasta 0,01 micrones), incluso coagular y remover arsénico, un gran problema en nuestro país y en todo el mundo. Ya estamos atravesando la crisis del plástico, tenemos herramientas y tecnología para neutralizar su efecto e impedir que siga avanzando, pero es un compromiso que debemos asumir todos con conciencia y conocimiento”.
SEGUÍ LEYENDO: