María Eugenia Mignona tenía 44 años cuando su mundo dio un giro de 360 grados. Y es que a pesar de sus chequeos de rutina, de no dejar pasar ni un solo día sin ir a hacerse los estudios correspondientes, en el 2015 las imágenes hablaron por sí solas: dos tumores en la mama izquierda. Hoy, a sus 48 años, está totalmente curada y se considera una abanderada de la detección temprana.
“Me hice la mamografía y cuando pensé que había terminado, escucho decir a la médica que espere un poco, que quería ampliar unas imágenes. Cuando estábamos viendo las imágenes, la ecografista miraba con mucho detalle todo y se le escapó una frase que me congeló: ‘Bueno los ganglios creo que están libres’. No le pregunté ni le dije nada, me fui a cambiar, me miré al espejo y me dije a mí misma: ‘Bueno nena, agarrate’. Salí del gabinete, me hicieron más estudios y tenía que volver dentro de unos días a buscarlos”, explicó a este medio Mignona, quien reside en el barrio de Palermo y es publicista.
El pronóstico de la mamografía y de las ecografías daban un perfil tumoral que se terminó de confirmar con la punción. “Me dieron los resultados y volví caminando a mi casa sin entender mucho. Llegué a mi casa, quería llamar a mi mamá o a mi médica que es amiga mía para contarles pero no me podía ni acordar cómo se marcaba, estaba en shock. Finalmente, llamé a mi mamá y le dije que los resultados decían carcinoma, que quería estar sola por un tiempo. Finalmente mi hermana me ayudo a comunicarme con mi médica, quien me pidió que le explique todo lo que decían los resultados y todo el tiempo me repetía: ‘Quedate tranquila, vas a salir de esto’”, recordó.
Con resultado en mano, comenzaron los procedimientos para combatir al cáncer de mama: “Me operaron, hice quimioterapia, rayos, inmunoterapia. Después me hicieron una cirugía para sacarme los ovarios y las trompas, porque a pesar del tratamiento seguía menstruando y eso no es un buen indicio. Así que fui a otra operación, me sacaron los ovarios, las trompas de falopio y estoy atravesando una menopausia bastante complicada de la que estoy tratando de salir”.
En febrero, luego de que terminara su tratamiento, al que solía ir junto con su mamá, ambas se sentaron en un café y ella encaró a su madre, que hace muchos años no se hacía ningún chequeo anual. “Le dije de frente: tenés que hacerte una mamografía. En el mes de mayo, mi mamá a sus 76 años estaba pasando por el quirófano por un tumor en una de las mamas. Es muy fuerte, pero es fundamental insistir en los chequeos, en que vayan. A mí me salvo la detección temprana, por eso es vital que nos cuidemos”, recordó María Eugenia. Hoy su madre también es una sobreviviente al cáncer de mama.
Hoy a cuatro años del diagnóstico que cambió para siempre su forma de ver la vida, es una sobreviviente y no volvió a reincidir: “Convertí lo que me sucedió en algo positivo como pude. La vuelta que le busqué es que todo lo que me sucedió tenía que servir para algo, ya sea para tomar conciencia por los estudios de rutina, para transmitir que es lo que al final de cuentas te salva, concientizar que no hay que tener miedo y que es una obligación ir a hacerte los chequeos”.
Su fuerza de contención fue su entorno, su familia, sus amigas y su hija Violeta, quien fue su motor para poder soportar todos los cambios que le sucedieron en el cuerpo. “Violeta tenía siete u ocho años cuando me diagnosticaron. Lo vivió de una forma muy auténtica, en el fondo sabíamos que iba a pasar. Lo bueno es que siempre hablamos muy abiertamente y hoy puede poner en su boca la palabra cáncer con menos miedo, sabiendo que detectado a tiempo todo puede estar bien. En esta casa apelamos mucho al humor: nombramos Rebeca y Sharon a las pelucas que iba teniendo. Mi hija me iba ayudando a elegir los pañuelos, las pelucas. Me decía que pelada también era muy linda, nos maquillábamos, lo vivimos así y creo que estuvimos bien”, recordó emocionada.
Además, descubrió un grupo de contención entre mujeres sobrevivientes gracias a la Fundación Avon. “Hicimos un grupo de Whatsapp donde compartimos todo lo que nos pasa, cuando vamos al médico, los chequeos, los sentimientos encontrados. Y es una linda forma de desahogarse sabiendo que el otro está o pasó por la misma situación. Creo que es fundamental una red de contención así. Hoy son un gran pilar para mí”, explicó Mignona.
“Hay muchísimas cosas para ayudarnos a transitar el camino y lo más importante es que se sale adelante. Todo pasa, es maravilloso lo que surge en cada persona cuando pasa algo así. Los psicólogos lo definen como resiliencia, para mí es un super héroe que llevamos adentro todas. También les diría que está bueno contactarse con gente que haya atravesado lo mismo para poder ver que está todo bien. Sí, es verdad, atravesarlo es difícil, pasan mil cosas, un día estas eufórica, al segundo triste, deprimida, llorás... Pero se supera, se transita, se atraviesa. Se puede”.
1 de cada 8 mujeres podría padecer cáncer de mama a lo largo de su vida, siendo ésta la principal causa de muerte oncológica en la mujer. En la Argentina, se detectan entre 15 mil y 20 mil nuevos casos por año y más del 90% son curables si la enfermedad es detectada a tiempo. Según el Instituto Nacional del Cáncer, en nuestro país se producen 5.600 muertes por año por cáncer de mama y se estima que se producirán más de 19.000 nuevos casos por año, lo cual representa el 16,8% del total de incidencia de cáncer en Argentina.
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