Por Sergio Federovisky
La danta es el mamífero herbívoro más grande de Centroamérica, vive desde México hasta el norte de Colombia, pesa 300 kilos y mide hasta dos metros de largo. Son animales nocturnos, silenciosos, que caminan el bosque desde hace millones de años. Es pariente cercano del tapir sudamericano, que es más pequeño, más versátil y más joven en términos evolutivos.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la danta es una especie considerada en peligro de extinción. Amenazada por la pérdida de hábitat, los atropellos en las carreteras, que atraviesan las zonas donde viven y se reproducen, y la cacería furtiva. En la actualidad se calcula que existen alrededor de 5000 a 6000 individuos en todo el mundo, pero es en Costa Rica donde habita una de las poblaciones más estables de Centroamérica.
Comen diariamente hasta treinta kilos de follaje, cortezas y semillas de hasta doscientas especies de plantas. Gracias a que su sistema digestivo es más rápido, diferencia sustancial con otros frugívoros, sus heces cargadas de semillas se dispersan a lo largo del bosque de altura. Por eso los lugareños en Costa Rica dicen que “las dantas andan soltando bosque por todos lados”.
Según Esteban Brenes-Mora, biólogo y fundador de “Nai Conservation”, la danta al defecar semillas enteras de hasta siete centímetros, que se asocian a árboles de maderas más densas con mayor potencial de fijación de carbono en su biomasa, enriquecen el suelo, reestructuran el bosque y ayudan a captar más dióxido de carbono.
Otra de las características de este herbívoro es que funciona como la punta de una pirámide para medir calidad de hábitat. Es una especie sombrilla. “Por donde pasa la danta pasan otras diecinueve especies de mamíferos, entre ellas el jaguar y el puma”, explica el experto en dantas. Además su andar contribuye a la conectividad del paisaje porque abre senderos a lo largo y ancho de todo el país. De esta manera coloniza nuevas áreas que mantienen el equilibrio del ecosistema.
La organización costarricense “Nai Conservation” cuenta con el apoyo de la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica. Trabaja desde hace cinco años para salvar a la especie en cuatro líneas fundamentales. La investigación científica, monitoreando las poblaciones de dantas mediante cámaras trampas que se colocan en lugares estratégicos con la ayuda de las comunidades locales y se activan gracias a sensores de movimientos o calor.
Con los resultados de este monitoreo los investigadores miden parámetros como densidad de población, abundancia relativa, tasa de ocupación, selección de hábitat de la especie y la fauna acompañante, y también comportamiento. En pocas palabras, identifican dónde están los puntos críticos de conservación, segunda línea de trabajo de la organización. Con estos datos optimizan los esfuerzos de control y vigilancia realizados por los guardaparques.
Los dos últimos ejes son: la educación a las comunidades locales creando conciencia pública para que cesen las cacerías y los atropellos en las rutas de manera tal que se garantice su supervivencia a largo plazo. Y la comunicación para que se las conozca en el mundo entero y se las valore como actores fundamentales en la mitigación del cambio climático.
“Naí” significa “danta en bribri”, la lengua de uno de los grupos étnicos más numerosos de Costa Rica. Para ellos la danta es símbolo de sabiduría, vida, supervivencia e identidad.
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