Tomás Debeliuch tiene 23 años y generó una iniciativa sin precedentes. Estudiante avanzado de Ingeniería Industrial en el Instituto de Calidad Industrial en la Universidad de San Martín, utilizó sus conocimientos universitarios para cambiar una realidad que le parecía injusta. Y es que luego de ver la diferencia de precios entre la silla de ruedas convencionales con las motorizadas decidió que era hora de cambiar la realidad y darles las mismas oportunidades a todos.
De este modo, Debeliuch empezó a investigar cómo podía contribuir para que la accesibilidad no sea una opción para pocos. El resultado fue ImpulsAR, un artefacto que se adapta a cualquier silla de ruedas y se controla por medio de una aplicación de software. El proyecto final fue presentado en la feria internacional Biel Light+Building y tuvo una repercusión positiva.
La falencia que notó el joven en el mundo de la discapacidad fue gracias a que su padre, Néstor, quien es propietario de una ortopedia en Villa Devoto. Tras ver el catalogo completo, quedó impactado por el abismo de precios entre una silla de ruedas convencional y otra motorizada. Desde ese momento, empezó a diseñar distintos mecanismos que puedan ser manejados a través de un software.
Tiempo después, cuando estaba cursando quinto año de la Ingeniería Industrial del Instituto de Calidad Industrial (INCALIN) de la UNSAM y el INTI, Tomás adquirió los conocimientos para concretar y hacer realidad su idea. Fue durante la cursada de la materia Automatización y Control cuando logró inventar un dispositivo que constaba de dos motores y que era adaptable a cualquier tipo de silla de ruedas. La novedad: se controla desde la aplicación de software ImpulsAR, que él mismo desarrolló por un precio muy económico.
La innovación también mejora el transporte de la silla de ruedas: se puede adaptar a una silla común, de tan solo 12 kilos, la cual puede ser plegada y guardada en el baúl de un auto junto con el dispositivo, transportable en una valija de mano, lo que aumenta las posibilidades de traslado. Las sillas de ruedas motorizadas pesan alrededor de 60 kilos, por lo que deben ser trasladadas en vehículos amplios.
“La mayoría de las sillas de ruedas motorizadas se importan de China. Si se rompen, los repuestos son carísimos —un motor puede valer casi la mitad del valor de la silla— e incluso, en ocasiones, hay que mandar la silla de nuevo a China para repararla. En cambio, nuestros dispositivos pueden arreglarse en nuestro taller a un costo mucho menor y con garantía nacional”, aseguró Tomás durante una entrevista realizada por su propia facultad.
El proyecto, que fue presentado en la Bienal Internacional de la Industria Eléctrica, Electrónica y Luminotécnica Biel Light Building del 11 al 14 de septiembre en el predio de La Rural, tuvo repercusiones positivas pero por el momento el joven no desarrollará en serie el proyecto, ya que no tiene una organización propia para realizarlo, pero se encuentra en proceso de patentarlo para en el futuro poder hacerlo profesionalmente.
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