En una economía global basada en el conocimiento y en las ideas, el talento creativo se ha vuelto un activo imprescindible no solo para la realización personal sino también para el desarrollo económico y social de las naciones. ¿Qué pueden aportar las neurociencias para comprender más el fenómeno de la creatividad?
Hay que entender que la fascinación por comprender el talento creativo no es algo nuevo, sino que ha existido a lo largo de la historia. Basta con viajar a los tiempos de la Antigua Grecia, cuando se creía que la inspiración provenía de las musas; o ir hacia la Edad Media, en la cual los filósofos pensaban que la creatividad era una habilidad única confinada a una élite. Con el paso de los años y de la investigación, pudimos saber que, afortunadamente, el talento creativo no sólo no está reservado para unos pocos, sino que habita en todos los aspectos de nuestras vidas y es una parte fundamental de todas las profesiones.
Pero, ¿cómo nacen las ideas creativas? Quizás alguna vez soñaron con que iban caminando por la calle y una idea “grandiosa” les caía encima de la cabeza... pero, lamentablemente, eso no va a suceder. De hecho, ningún gran creador tuvo una idea genial sin haberle destinado muchísimo tiempo previo a pensamientos profundos sobre un tema determinado. Hasta podemos decir que hay más relación entre obsesión y creatividad que entre coeficiente intelectual y creatividad. En otras palabras, en términos de creatividad, la inspiración es para aficionados.
Decimos esto porque para ser creativo hay que estar preparado, ser un poco obsesivo, un poco “loco” (¡pero no mucho!), entender el problema de manera simple (muchas veces queremos hacerlo inteligentemente y, en realidad, terminamos complejizando algo que en verdad es más sencillo), ser valiente, no temer al error y estar dispuesto a equivocarse y estar relajado. Esto último es clave porque cuando el cerebro está “desconectado” o “pensando en nada”, en verdad procesa información intensamente.
¿Somos creativos por naturaleza? Es cierto que existe una carga genética que predispone al talento creativo. Sin embargo, el rol más crucial lo juega el factor sociocultural.
El acceso a experiencias de distinta naturaleza remodela las conexiones cerebrales necesarias para generar las soluciones innovadoras que resultan de este pensamiento divergente. El contexto y los factores sociales, así como en muchos otros fenómenos, pueden estimular (o no) la explosión de creatividad.
Las sociedades de las que nacen los talentos creativos tienen una gran responsabilidad sobre ese alumbramiento. De hecho, muchas veces esos talentos se vuelven representantes de su sociedad, al punto de que un país es reconocido por ellos. Y, como decíamos al comienzo, también la sociedad se beneficia a nivel económico gracias a esos talentos. La creatividad humana es uno de los mayores recursos para las economías, ya que la principal riqueza de un país es su capital humano, un bien renovable cuyo viento de cola es la motivación.
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