Por Sergio Federovisky
El Santa Cruz es el único río glaciario que atraviesa completamente la Patagonia. Nace en los Andes y desemboca en el océano. Todavía podemos considerarlo uno de los ríos relativamente vírgenes del país. Muchos cursos de agua como éste ya han sido obstruidos por la mano del hombre.
Según un informe publicado hace poco por la revista científica Nature, solo un tercio de los ríos más largos del mundo fluyen libremente. Dos de cada tres han sido cortados por represas, embalses y otras construcciones.
En nombre de un supuesto “progreso” estas obras han dañado de manera irreparable los ecosistemas de casi todo el planeta. En el mundo hay hoy unos 60 mil embalses y más de 3700 represas hidroeléctricas.
Como consecuencia de estas obras y de la crisis climática, los ríos ya han modificado sus patrones de flujo, la calidad de sus aguas y la vida misma de las especies que dependen de ellos.
Sin dudas hay que discutir un modelo energético como el actual que tanto daña al medio ambiente. Ha llegado la hora de proteger los ríos que aún fluyen libres en nuestro planeta.
Los ríos saludables mantienen poblaciones de peces de agua dulce que mejoran la seguridad alimentaria de cientos de millones de personas, acarrean sedimentos que mantienen las deltas por encima del creciente aumento del nivel del mar, mitigan el impacto de las inundaciones y sequías extremas, evitan la pérdida de la infraestructura y de los campos agrícolas a causa de la erosión, y mantienen una gran biodiversidad.
La interrupción de la conectividad de los ríos disminuye e incluso elimina esos servicios ecosistémicos fundamentales. Como si esto fuera poco la crisis climática también amenaza la salud de los ríos en todo el mundo ya que las crecientes temperaturas afectan la calidad del agua y la biodiversidad.
Es hora de que los Estados asuman el compromiso de proteger y restaurar los ríos de acuerdo con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
La idea de “estimular” energías más limpias y economías con bajas emisiones de carbono por un lado y continuar pensando en cortar ríos para desarrollar energía hidroeléctrica ya no es compatible, ni sana ni coherente.
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