"Es muy disperso. ¿No será hiperactivo o tendrá déficit de atención?".
A menudo ciertas clasificaciones que se utilizan para niños, niñas o adolescentes "callan" rápidamente el verdadero diagnóstico de lo que sucede en la cotidianidad, alejando del radar al verdadero problema.
En el marco del Congreso Mundial de Infancia sin Violencia Gabriela Dueñas, licenciada en educación y psicopedagogía, docente de varias universidades nacionales y autora de numerosos libros que ponen bajo la lupa muchos factores que influyen en el diagnóstico y medicalización de un niño, niña o adolescente con ADD/H-TGD-TEA- DEA- entre otras, ahondó sobre el fenómeno de patologización y medicalización de la infancia.
Se caracteriza por la tendencia a reducir un problema de conducta y/o de aprendizaje a la categoría de un simple trastorno, atribuyéndole de manera lineal al efecto de una única causa de tipo orgánica (aunque no presenten signos biológicos de ningún tipo que lo corroboren) y para el cual la principal solución es de tipo farmacológica que estaría vulnerando el derecho a la salud de niños y jóvenes.
"La medicalización es el fenómeno en el que a partir de la observación de ciertas dificultades, ya sean de conducta, convivencia o aprendizaje del niño, se hace un recorte y se las piensa como si fueran consecuencias de supuestas deficiencias de origen biológico o genético cuando hasta el día de hoy no presentan pruebas", dijo a Infobae Dueñas.
"Nadie está negando las dificultades pero hay que pensarlas desde otro lugar, como si fueran síntomas, señales de alarma que pueden estar diciendo que ese niño está en problemas. Ya sea en el aprendizaje, de carácter socio-familiar o padeciendo algún tipo de violencia".
La escuela, un espacio de escucha
El jardín, el colegio o el secundario son los espacios más comunes donde los más chicos pasan más tiempo. "Es vital que las escuelas y los espacios de salud generen espacios de escucha y que no se proceda rápidamente a clasificarlos en lugar de indagar en qué problemas está ese niño que está en pleno proceso de construcción y se lo silencia o se lo trata como un trastornado mental y se lo medicaliza. Es decir, que refiere un uso inadecuado de drogas que no están destinadas a curar sino a silenciar o a someter para que sea funcional al sistema. De este modo, el niño es doblemente violentado, está en problemas porque quienes les deben dar una mano no lo hacen".
De este modo, la especialista reitera lo vital que es recordar que los chicos tienen el "derecho a ser escuchados", a expresar sus intereses, deseos, temores y necesidades a través de los recursos con los que cuentan, incluso a través de sus síntomas o señales y no ser silenciados con tratamientos farmacológicos acompañados de programas de adiestramiento conductual.
"Lo importante es que los adultos acudan a un equipo interdisciplinario donde lo primero que se ponga en juego sea la palabra. También que se contemple la ley donde el niño sea escuchado y se lo tenga en cuenta. Hay muchas maneras de hablar, puede ser a través del juego, de los dibujos, con las miradas. Y fundamentalmente generar dispositivos de escucha, tanto en las escuelas como en los espacios sociales", enfatizó Dueñas.
Y es que los abordajes interdisciplinarios resultan indispensables ya que los multidisciplinarios cognitivos conductuales no son saludables para ningún niño. De acuerdo a la especialista, lo disocian, agotan y adiestran mientras no sólo no se los escucha sino que hasta se los priva de tiempo libre para ir a jugar.
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