Por Valeria Román
El 26% de la población mundial experimenta el período menstrual cada mes. Pero este hecho normal que ocurre en el cuerpo de niñas, adolescentes, mujeres adultas y personas trans todavía sigue siendo un tabú. En ciertos ambientes, ni siquiera se puede mencionar la palabra "menstruación", y las personas que menstrúan son consideradas "contaminadas", "sucias" e "impuras" o son excluidas de encuentros sociales.
Para derribar los prejuicios, la epidemióloga británica Penelope Phillips-Howard, quien lideró la primera revisión de estudios científicos sobre la copa menstrual, sostiene que hoy la educación sobre la menstruación es más clave que nunca. "Dentro de las alternativas de productos seguros para gestionar la menstruación, se debería incluir a la copa menstrual", dijo la investigadora en diálogo con Infobae.
"Los programas de educación que incluyen la copa menstrual pueden ayudar a reducir el estigma que hay alrededor de la menstruación. Cuando se piensa que el 26% de la población total del mundo menstrúa, es insólito que se lo oculte y que se lo tenga que gestionar en silencio", expresó Phillips-Howard. "Muchos de los programas que ya dan capacitación en el tema de la copa menstrual también brindan información sobre la pubertad y la higiene a niñas y adolescentes. Además, tratan de alcanzar a la población en general para hablar sobre la menstruación como un proceso normal y saludable. Aún hay un camino para transitar para que se rompa con el estigma y que se hable explícitamente de menstruación", afirmó.
Con su equipo de investigadores, la doctora Phillips-Howard analizó cuáles eran los resultados de los estudios científicos publicados hasta el momento sobre la copa menstrual y otros productos como los tampones y las toallas femeninas, en un contexto en el que desde organizaciones como Human Rights Watch y Wash United se viene advirtiendo sobre la discriminación que sufren las personas: impacta negativamente en los días de escolaridad y en la productividad laboral, entre otros aspectos.
El primer modelo de copa menstrual fue creado en 1932 en los Estados Unidos. Recién después de 1987 otro modelo, con diferentes tamaños, ganó más aceptación en países desarrollados. A diferencia de los tampones, la copa no absorbe el flujo menstrual sino que se colecta hasta que retira y se lava entre 4 y 10 horas después. Pero poco se sabía masivamente sobre sus beneficios y si había algún riesgo.
La revisión sistemática del equipo de Phillips-Howard, de la Escuela de Medicina Tropical de Liverpool, Inglaterra, incluyó 43 estudios y datos de 3.300 mujeres. Fue publicada en la revista The Lancet Public Health y demuestra que las copas menstruales son seguras y que ofrecen resultados similares o menores en cuanto a la posibilidad de pérdida del flujo que los tampones. Cuatro trabajos dentro de la revisión habían comparado la pérdida de flujo entre diferentes productos sanitarios, y habían encontrado que los niveles de la copa, las toallitas y los tampones eran similares. Sólo uno de los estudios indicó que la pérdida era menor con la copa menstrual.
No se detectó que haya un riesgo mayor de infección por el uso de la copa menstrual. En cuatro estudios con 507 mujeres, no se encontraron efectos adversos sobre la flora vaginal. En otros trabajos que examinaron la vagina y el cuello del útero durante un seguimiento, no hubo daño en el tejido. En 13 casos de mujeres que usaron la copa menstrual hubo problema de desplazamiento o de expulsión del método anticonceptivo DIU. Como la evidencia sobre la combinación de la copa y el DIU aún es limitada, el equipo de Phillips-Howard aclaró que debería ser más investigado.
"La copa menstrual no ha sido tan considerada como otros productos sanitarios. Se conocía poco a pesar que se la empezó a usar desde los años treinta. Tenía un mercado pequeño, con personas prefiriendo lo que se conoce, lo popular y lo que está disponible en los negocios", contestó la doctora Phillip-Howard a Infobae cuando se le preguntó por qué la copa menstrual todavía no es tan masiva en países en desarrollo. "La copa requiere también una inversión inicial. Por lo cual, al principio puede parecer que es más cara que las toallitas femeninas. Sin embargo, las toallitas se tienen que descartar al usarse sólo una vez, mientras que la copa menstrual puede durar hasta 10 años", agregó.
En 99 países, según la revisión publicada, se venden 199 marcas de copas menstruales con precios que van entre menos de 1 dólar por unidad a 47 dólares. Si se usa durante 10 años, una copa menstrual genera sólo 0,4% de la basura plástica que implica la toallita de un solo uso y 6% de la cantidad de residuos que se producen al usar tampones.
En 2015, las agencias de Naciones Unidas dedicadas a la infancia y a la salud, la Unicef y la OMS respectivamente habían advertido que había 500 millones de mujeres en el mundo que no acceden a recursos adecuados para gestionar la menstruación, incluyendo baños y agua, y que el problema repercute en días de ausentismo escolar y laboral. En algunos casos, de acuerdo con el Fondo de Población de Naciones Unidas, la escasez de recursos para la compra lleva a las personas a tener prácticas de sexo a cambio de los productos sanitarios. Por los problemas que implica, hoy la gestión de la menstruación está enmarcada dentro de los derechos humanos a la salud y a la educación.
Por sus beneficios para la salud de las personas que menstrúan y para el ambiente (los otros productos sanitarios se descartan en el día y generan más residuos), en la actualidad la copa menstrual está siendo promovida por organismos internacionales, organizaciones feministas y empresas sociales. De hecho, la doctora Phillip-Howard forma parte de la junta de directores de la organización The Cup (La Copa), fundada en California en 2015.
Esta ONG empezó promoviendo el uso de la copa para niñas en Kenia. Ya escaló el proyecto con alcance a más de 15.000 personas con programas de educación sobre la menstruación que incluye también a los varones. Durante tres sesiones de capacitación, se conversa no sólo sobre menstruación, sino también sobre derechos humanos, roles de género, violencia sexual, embarazo y protección contra las enfermedades de transmisión sexual.
En Singapur, una startup social, Freedom Cups (Copas de Libertad), fue creada en 2015 por las hermanas Vanessa, Rebecca y Joanne Paranjothy para vender copas menstruales a precios accesibles, y fue destacada por Naciones Unidas. Por cada copa que venden, la empresa se compromete a dar otra unidad a un mujer de bajos recursos.
Desde Inglaterra, la organización The Cup Effect (El Efecto Copa) también lleva adelante proyectos de educación con la copa menstrual. Busca empoderar a las mujeres que capacitan. Por cada mujer que empieza a usar la copa menstrual, se previene que se desechen 150 kilos en productos que no son reutilizables, una cantidad que podría llenar dos furgonetas. Sus proyectos se desarrollan en Reino Unido, Malawi y Kenia. En tanto, en Etiopía, Sarah Eklund fundó Noble Cup (Copa Noble) para derribar los tabúes sobre la menstruación y promover la copa.
En la Argentina, desde marzo de 2017 la organización EcoFeminita impulsó la campaña MenstruAcción, por la cual se reclama la quita del IVA de los productos de gestión menstrual, ya que son productos de primera necesidad y el impuesto crea una desventaja real para las personas que menstrúan. También exige la distribución gratuita de métodos de gestión menstrual en escuelas, cárceles y otros espacios comunitarios, para personas que no pueden comprar los productos sanitarios, incluyendo la copa menstrual. Hasta el momento, se han presentado 12 proyectos de ley de alcance nacional y local que buscan que esos reclamos se conviertan efectivamente en políticas públicas. Además, la campaña ha sido declarada de interés por el Senado de la Nación.
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