La influencia de la arquitectura francesa en la ciudad de Buenos Aires fue determinante en algunos períodos de su historia, en especial a principios del siglo XX, cuando se construyeron las grandes residencias en la zona desde Retiro hasta Recoleta y que culmina en torno a la plaza Carlos Pellegrini. De allí que la ciudad comenzó a conocerse como la "París de Sudamérica".
En el libro Grandes residencias de Buenos Aires: La influencia francesa (Ediciones Larivière) -con imágenes del fotógrafo Xavier A. Verstraeten y textos del arquitecto Fabio Grementieri, vocal de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos y profesor de la Universidad Di Tella- se explica que la capital francesa fue la meta preferida de cierto círculo de la sociedad de Buenos Aires y "en la París de Haussmann, de la belle époque, se ponían en contacto con las más variadas manifestaciones de la tradición y el progreso de Francia".
Así, entre las múltiples manifestaciones de la influencia francesa en la Argentina, la más tangible y fácilmente apreciable quizá sea aquella tan difundida en el ámbito de la arquitectura y las disciplinas afines, según se relata en esta obra. Con Buenos Aires convertida en capital, se inicia entonces el período en el cual la arquitectura y las Bellas Artes, el diseño urbano y el paisajismo, el mobiliario y la decoración interior, se transforman en patrimonio casi exclusivo de la influencia de Francia.
La pequeña y singular Plaza Carlos Pellegrini, en el barrio de Retiro, es un refugio que respira calmo y plácido, a pesar de estar apenas a la vuelta de la bulliciosa 9 de Julio. La belle époque brilla suntuosa en las construcciones que se erigen a su alrededor. Una de ellas es el palacio Ortiz Basualdo, una residencia de principios del siglo XX que hoy es sede de la Embajada de Francia en Buenos Aires.
El domingo 5 de mayo, este edificio de Cerrito 1399 abrió sus puertas al público con motivo del Día del Monumento. Los vecinos pudieron recorrer su interior -tan imponente como la fachada-, que sólo abre contadas veces al público. De tal manera, la oportunidad de conocer este patrimonio cultural y arquitectónico de la Ciudad por dentro se vuelve irresistible.
"Gran exponente de la arquitectura beaux arts en diferente escala, esta obra es, como la célebre Ópera de París de Charles Garnier, una lección de inserción en el tejido urbano y de correspondencia entre masas exteriores y espacios interiores, además de una original recreación de elementos arquitectónicos de la tradición francesa", detalla Grementieri.
Esta residencia fue diseñada para una de las familias de la aristocracia porteña, los Ortiz Basualdo, y cuenta con detalles de interiorismo que responden al estilo francés y también al inglés. Se trata de uno de los mejores ejemplos de arquitectura académica de origen francés de Buenos Aires.
La familia Ortiz Basualdo encargó la realización de este palacio al arquitecto francés Paul Eugène Pater, quien lo diseñó en 1912. Fueron los mismos Daniel Ortiz Basualdo y Mercedes Zapiola Eastman -cabales representantes de la alta sociedad porteña de la belle époque– quienes escogieron el terreno donde vivirían ellos con sus tres hijos.
El estilo elegido fue el de hôtel particulier francés de cuatro niveles, muy popular en ese momento: un tipo de residencias urbanas de la aristocracia en las que se alojaban las familias y el personal de servicio. Pero la consigna principal de los Ortiz Basualdo para el arquitecto francés fue que la fachada fuera grandiosa y representara a la perfección los ideales de belleza de la época.
Así, Pater -quien también proyectó el edificio del Tigre Club, hoy Museo de Arte Tigre- puso manos a la obra, y logró un equilibrio perfecto entre frente e interior. "Más allá de la belleza del edificio, Pater logró articular la residencia con el espacio urbano, con un esquema de cuerpo central y alas laterales a través de la yuxtaposición de volúmenes y aplicación de detalles en su fachada", explica Grementieri.
En 1939 la propiedad fue adquirida por el gobierno francés, y desde ese momento es la sede de la Embajada de Francia en la Argentina.
Al ingresar al Palacio Ortiz Basualdo, se arriba a un hall de entrada redondo, con paredes de roble, piso de mármol de distintos colores proveniente de diversas regiones del Mediterráneo como Alicante. La elegancia y la elaboración del suelo contrastan con la sobriedad del techo, cuya única ornamentación es una magnífica araña dorada.
Las siguientes plantas se conectan a través de la escalera de honor, uno de los detalles arquitectónicos más majestuosos de la residencia, que cuenta con una baranda barroca protagonizada por curvas, flores y hojas al estilo Chippendale.
En las cuatro plantas -incluyendo la planta baja- se pueden observar elementos de decoración de estilo francés, como los dorados y los colores pastel, pero también -y quizás sorprendentemente- de estilo inglés, como la madera en estado natural y las flores Tudor. En este palacio conviven en armonía el estilo clásico parisino, con ornamentos como paneles de bajo relieve, pilastras, balaustradas y policromías.
El uso de cada sala de esta residencia es claro y está indicado por un diferenciado estilo. El salón de música, de estilo Luis XV, destaca por sus motivos chinescos; el hall circular ostenta reproducciones de obras del artista Joseph Vernet; la sala de baile revela su espíritu de jolgorio con los instrumentos dorados que decoran sus boiseries; el actual living -pensado originalmente como jardín de invierno- desprende luz y calidez a pesar de la frialdad de su mármol; la sala de billar se inspiró en el Renacimiento francés para su chimenea; y la biblioteca saca su costado más Tudor con sus revestimientos de madera y el imponente retrato del mariscal Ferdinand Foch que cuelga sobre el hogar.
"Cada uno de los salones o cuartos del palacio es una perfecta demostración del grado de opulencia y excelencia en el manejo y recreación de los estilos históricos, a los que la artesanía y la industria de las artes decorativas del período habían llegado -escribe el arquitecto-. El palacio Ortiz Basualdo es un buen exponente, dentro de la edilicia privada de Buenos Aires, de la capacidad de ofrecer una imagen similar a la de los edificios públicos, diseñados para representar a los poderes e instituciones del Estado. Pero, además, es un ejemplo paradigmático de la influencia francesa de ese país en la Argentina, que en 1939 se establece allí".
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