Luego del boom inmobiliario que el partido ubicado a 54 kilómetros en sentido al noroeste de la provincia vivió en los años 90, Pilar se vio modificado en toda su estructura. La población creció al ritmo de las grandes inversiones en niveles gastronómicos, inmobiliarios, centros comerciales, cines y hotelería.
Año tras año, cada vez son más las personas que visitan Pilar para disfrutar de una experiencia gastronómica diferente entre restaurantes de primer nivel, parrillas, bares, pizzerías, pastelerías, cervecerías y ferias de comida al aire libre. En el atractivo de la ciudad, la gastronomía es una de las piezas clave, generadora de experiencias y buenos momentos.
En un lugar donde las parrillas compiten con las de los hogares, pocas funcionan y buscan reinventarse. Los restaurantes históricos, sin embargo, crecieron a la par de la ciudad y mantienen su clientela de siempre porque supieron escuchar sus necesidades. Las largas distancias dejan de ser un inconveniente para quienes con convicción deciden visitar estos establecimientos.
La Plantación: un polo natural cultural y gastronómico
Un jardín inundado de exóticas especies naturales; un activo centro cultural que incluye una sede de un reconocido instituto francés; un paseo de compras con originales tiendas de decoración y textiles; y un restaurante donde se puede saborear productos recién cortados de la huerta en encantadores rincones.
Cuando recién compraba la quinta de un poco más de dos hectáreas de terreno, Pinky de Haenen, su fundadora, visitaba el pueblo para hacer las compras para su familia cruzando campos a caballo. Hoy, si bien el panorama demográfico es distinto, La Plantación mantiene su esencia de quinta familiar.
En el año 1999 la familia inauguraba La Plantación no como un restaurante, sino como un complejo comercial cultural, con mucho énfasis en sus jardines y huertas. Con el tiempo el lugar acentuó su perfil cultural y hoy dictan cursos de yoga y talleres de pintura, escultura, dibujo, historia del arte, música, danza y otras expresiones artísticas.
En el año 2007, el restaurante abrió sus puertas. "La huerta fue sin dudas una herramienta fundamental en nuestros comienzos, hacíamos ensaladas frescas todos los días y nos dimos cuenta de que la gente venía a buscar comida muy sana. Desde el centro de la Ciudad nos visitaban todos aquellos que se escapaban de la bulliciosa Buenos Aires para tomar un descanso de fin de semana", explicó en diálogo con Infobae su fundadora.
Alcauciles, kale, plantas aromáticas, tomates, ciboulette, cebolla y cedros son algunas de las plantaciones que pueden percibirse a simple vista de su huerta. Su arquitectura, de estilo escandinavo, difiere del resto de la zona y aporta a quienes la visitan esa sensación de refugio aislado.
Todos los vegetales que utilizan para la creación de sus platos provienen de su huerta. "Las mujeres suelen elegir La Plantación para reunirse entre amigas en sus tiempos libres. Por las noches el salón se inunda de parejas que buscan pasar una velada en un ambiente más que agradable. Muchos vienen hace muchos años y siguen viniendo. Hay jóvenes pero también hay adultos", aseveró.
Entre los platos preferidos se encuentran los chipirones salteados en oliva, el carpaccio de pulpo, el cordero braseado en su salsa con gratin de papas y cebollas paille y el magret de pato con pureé de verdes y vegetales glaseados. Los spaghettis caseros no se quedan atrás y se sirven al pesto con tomates frescos y albahaca de huerta.
Las cartas de mediodía difieren de las cartas de noche. Los platos que sirven de noche son platos más elaborados como tailandeses o tiraditos japoneses. El restaurante trabaja con dos reconocidas bodegas de vino y una sommelier visita el establecimiento todos los sábados para realizar las sugerencias de maridaje.
La particularidad de este refugio gastronómico y meeting point es que se desarrolla en torno de un cuidado jardín de más de dos hectáreas que es el resultado de un diseño creativo ideado por una reconocida paisajista y un arquitecto. El jardín evoluciona día a día y de a poco se convierte en un espacio abierto para los que buscan pasear lejos de la ciudad.
¿Dónde? Panamericana Ramal Pilar Km 47.5, La Lonja
Cornelio: una pulpería y restaurante elegante a la vez
En Cornelio, la decoración original y plasmada hasta en el más mínimo detalle, la atención y la calidad de la comida van de la mano. En el subsuelo, una bodega de vinos variada es digna de visitar, y afuera, un pasaje con mesas en la vereda mantiene la mística de un Pilar de ataño. El restaurante de cocina mediterránea tiene un estilo propio, romántico pero elegante e informal a la vez.
Hace 18 años dos amigos, un italiano y un argentino, daban comienzo a un proyecto que con el tiempo iba a transformarse en un negocio familiar. Junto con un socio italiano, Gastón Lusinian, fundó Cornelio. Hoy, en el hall de entrada, Lita, su madre, recibe a los comensales; su padre se encarga de las compras y sus hermanas ocupan los cargos de moza y cajera del lugar.
Como una auténtica pulpería, el restaurante pone a la venta en su pequeño almacén los ingredientes que utilizan para cocinar: sus pastas italianas, las salsas de tomates y aceites de oliva. Risottos, pescados, postres tradicionales italianos que incluyen un tiramisú, una torta caprese, un strudel de manzana, y helados caseros, completan el menú italiano en el que predominan las pastas.
"Los domingos vienen las familias, y los viernes y sábados los de siempre. Siempre son las mismas caras, sabemos cuáles son las mesas que prefieren los que nos visitan, los platos que eligen y las preferencias de cada cliente. Si nos llaman es para avisar que no van a venir", indicó Lusinian.
"Cuando recién arrancábamos -advirtió sobre sus comienzos- estábamos en el fin del mundo. Para la gente Pilar terminaba en el kilómetro 50 y no se animaban a salir de ahí. Con el pasar de los años, demográficamente la zona fue creciendo y se empezaron a desplazar para acá porque el resto ya estaba colapsado".
Cuando tenía diez años Gastón vacacionaba en Mar del Plata porque la familia de su padre de ascendencia armenia era dueña de un restaurante allí. Por diversión pelaba papas y ayudaba con lo que podía en la cocina, con lo que lo pusieran a hacer para que se entretenga. Ahí, asegura, comenzó a cultivar su pasión por la cocina y los alimentos de calidad.
Cuando terminó el secundario, decidido a estudiar gastronomía, consiguió una vacante en Buenos Aires Catering, una compañía que dictaba una carrera de tres años instruida por profesionales suizos. Cuando finalizó sus estudios, decidió viajar por el mundo durante años. Volvió a casa y consiguió trabajo en un restaurante en Acassuso que tenía sede en la isla de Capri. Por siete años consecutivos en sus vacaciones iba a trabajar por temporada a Italia, y ahí, admite, se terminó de enamorar de la cocina mediterránea.
Ya celebrando su 18° aniversario, el restaurante valora la lealtad de su clientela. "El público de Cornelio se conforma por clientes que nos acompañaron desde el principio. Para no aburrirlos tratamos de cambiar los platos por estación, siendo la estacionalidad un factor clave de nuestra cocina. Todos los fines de semana se hace una sugerencia de entrada, plato principal, pasta y un postre. Sí, entrada, plato, pasta y postre", explicó entre risas Lusinian.
Todos los fines de semana "explotan" una temática. Por ejemplo, el pasado fin de semana de Pascuas se sirvieron de entrada unas vieiras rellenas con langostinos gratinados y de plato principal un lenguado envuelto con tomates secos. Los clientes podían elegir para las pastas unos fetuccine con calamares o unos ravioles de salmón con una crema de verdeo, y para el postre los sorprendieron con una mousse de chocolate montada en medio huevo de chocolate.
"El caballito de batalla son sin dudas los ravioles negros rellenos de calabaza y centolla con salsa de azafrán y camarones. De pescados tenemos un strudel de salmón que no lo podemos sacar de la carta. Los ravioles de ricota también son un clásico que la gente sigue pidiendo", sostuvo el cocinero y fundador del restaurante en Pilar.
De bonus track, la receta de su postre estrella: la torta caprese de chocolate
Ingredientes:
– 250 g de manteca
– 250 g de azúcar
– 5 huevos
– 250 g de almendras
– 150 g de chocolate
Preparación:
Batir el azúcar con la manteca. Luego agregar los huevos uno por uno. Añadir el chocolate fundido y por último las almendras molidas muy finas. Hornear a 180°C por 40 minutos aproximadamente
¿Dónde? Panamericana Ramal Pilar Km. 56, Pilar
Fettuccine Mario: de servir solo bife de chorizo con papas al mejor restaurante de pastas de la ciudad
En 1943, Mario Bianchi y su mujer, Ana, abrieron las puertas de su restaurante en Pilar. Con un salón elegante, una atención muy buena y personalizada, y respetando sus tradiciones italianas, deleitaron a toda la ciudad con sus menús caseros. Sin embargo, los fundadores no dieron con su prestigio y popularidad desde el principio.
"Te imaginás que en el año 43 el único asfalto que había en Pilar era el de alrededor de la plaza. Por la zona, pasaba un auto por día o a lo sumo dos, solo porque estábamos ubicados al lado de una estación de servicio. Un día los dueños de la propiedad le ofrecieron a mi padre comprar el negocio porque no lo podían mantener. Aunque sonaba disparatado, mi madre lo convenció para hacerlo", recordó sobre los comienzos de Fettuccine Mario, Atilio Bianchi, su hijo.
Los primeros años fueron muy duros pero les alcanzaba para pagar la cuota del negocio que casi sin pensarlo habían comprado. De a poco, aquellos que tenía campos en Pergamino, Capitán Sarmiento o San Antonio de Areco realizaban como parada obligatoria de almuerzo una visita al restaurante Mario.
Aunque de nacionalidad italiana, su madre nació en Yugoslavia. Su padre, por su parte, era un boloñés fanático de la pasta. "Al principio mi padre cocinaba bifes de lomo con papas fritas y huevo. Hasta que un día uno de los clientes de siempre se acercó un domingo mientras nosotros almorzábamos en el restaurante y preguntó: '¿Qué es eso que comen?'. Eran los fettuccine con salsa de ragú de mi madre, una creación de fusión triestina e italiana. 'Quiero eso', sugirió casi sin dudarlo".
“Cuando lo probó aseguró que nunca había comido algo por el estilo en ninguna parte del mundo, corrió la bola entre sus amigos y así fue que empezamos a servir nuestros famosos fettuccine”.
A la hora de elegir un restaurante de buenas pastas todos en Pilar eligen lo de Mario. Atilio reconoce que la clave está en la calidad del producto. Cuando era niño su padre le preguntó qué creía que era lo primero que debía que aprender para iniciarse en el mundo de la gastronomía. A lo que el joven Atilio le respondío: "A cocinar". "No", le dijo. "Lo primero que tenés que aprender a hacer es a tirar sin que te duela. En la gastronomía muy pocos lo hacen. Y lo que sobra se debe tirar. Nada se reelabora", recuerda Bianchi que le enseñó su padre.
El restaurante se encuentra ubicado en la inmediaciones de los clubes de polo más conocidos de la ciudad. Atilio recuerda que por dos meses, todos los días, un italiano, el príncipe Ruspoli, hacía que su taxi que lo traía del centro de Buenos Aires lo esperara mientras asistía a un espectáculo del deporte de élite y luego mientras comía fettuccine en su establecimiento. Un día, cuando se despedía de Atilio para regresar a Roma le dijo que quería que le preparara un plato especial para él. "Casi sin dudarlo, le dije que sí", contó.
Al otro día cuando regresó, lo vio y recordó su promesa. Fue a la cocina, agarró los fettuccine al ragú de su madre les agregó un toque de crema y champiñones. "Le gustaron tanto que me pidió que los nombrara en su honor. Hoy es uno de los más vendidos".
Aunque no quiere compartir la receta, Atilio asegura que para la pasta "Príncipe Ruspoli" la cocción de seis horas del ragú es la clave. El hijo de Mario come pastas todos los días y solo come carne en las salsas o rellenos. Para él una buena salsa es fundamental para unas buenas pastas. En el restaurante sirven las pastas con el queso mezclado, si el comensal pide más queso, Atilio no se lo sirve, y si prefiere las pastas sin queso, le dice que sin queso no la sirve.
¿Dónde? San Martín 299 y Ruta Nacional 8
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