¿Qué hacemos con el movimiento antivacunas que está resquebrajando la salud pública mundial y tiene a Donald Trump entre sus militantes?

En pleno siglo XXI, el tema aún divide las aguas de la ciencia y de la opinión pública: por un lado, los que sostienen que hay que negar el movimiento para no fortalecerlo; y del otro los que dicen que llegó el momento de combatirlo para concientizar. Aumentaron los brotes de sarampión y otras enfermedades erradicadas en distintas partes del globo. Cómo influye la postura pública del presidente de los Estados Unidos. Cinco puntos para comprender el fenómeno en toda su dimensión. La opinión de los expertos

El acto de vacunarse, de inmunizarse no es una intervención individual. Se trata básicamente de un escudo de protección social. Los grupos antivacunas provocan un daño muy importante a la sociedad al poner en tela de juicio ese concepto, en contra de los criterios científicos y de la legalidad sanitaria. (istock)

Lo más nítido alrededor del movimiento antivacunas es que existe una profunda grieta ideológica, difícil de transitar -y de zanjar- para los propios expertos en el tema. Muchos científicos, infectólogos y médicos en general consideran que el movimiento antivacunas creció precisamente por la visibilización que se le dio a este colectivo en los medios masivos de comunicación, y por lo tanto creen que ni siquiera habría que nombrarlos.

La otra parte, no menor por cierto, cree todo lo contrario. Que hay que combatirlos. Que hay que dar una batalla científica y cultural feroz acerca del daño que los antivacunas provocan a la salud pública mundial, con su prédica monótona que abarca desde que no hay que vacunarse para evitar introducir virus y sustancias en el cuerpo que puedan enfermar a un niño, hasta ser desencadenantes de autismo. Nada más lejos del rol protector que las inmunizaciones han demostrado a lo largo de la historia.

Sarampión por el mundo, otra vez.   (Getty)
La confirmación de cómo los antivacunas alteraron la salud mundial es la reintroducción de enfermedades graves erradicadas o en vías de erradicación como el sarampión, la tos convulsa, la rubéola, el rotavirus, entre otras, en distintos puntos del planeta, en una escalada sin fin. Hace dos años, los casos de sarampión volvieron a subir de manera inesperada: sólo en Europa aumentaron un 400% en 2017.

Este 2019, fue declarado el estado de emergencia en el condado de Rockland en Nueva York. Incluso el tema escaló, cuando se constató según los medios locales que la comunidad judía ortodoxa de Brooklyn planteó que "no hay mayor amenaza para la salud pública que las vacunas", señaló textualmente el Manual de seguridad de la vacuna, una publicación para padres que circuló en esa comunidad.

En 2017 en Ucrania arrancó un brote fuerte de sarampión, y solo en ese país de Europa del Este se constataron 70.000 casos, más que en ningún otro país en años recientes. En 2018 el brote se expresó en Israel y también en ese año se intensificaron los brotes en Europa, más precisamente en el Reino Unido, y aparte en Estados Unidos. En América del Norte, el momento de inflexión fue el brote en Disney en el 2015, que endureció -un poco- las leyes relativas a las vacunas en California. Desde allí hasta hoy se detectaron varios casos en Indonesia, Filipinas, Madagascar y Venezuela.

El impacto de las conductas antivacunas afectan en los tres planos de la vida de un individuo o comunidad: en el entorno local (“la esquina de la casa”), en el regional (“un país vecino”) y en el global (en el mundo).

Como recientemente advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS), "la oposición a la administración de vacunas amenaza el progreso que se ha hecho para tratar las enfermedades prevenibles por inmunización". Hoy, las vacunas previenen la muerte de hasta 3 millones de individuos por año, y si más personas accedieran a ellas se podrían evitar 1,5 millón de muertes más.

Consultado por Infobae el doctor Daniel Stamboulian experto infectólogo argentino fue categórico: "Las vacunas fueron y son, después del agua potable, los elementos más importantes para la reducción de las enfermedades y muertes".

Sobre el crecimiento de los grupos antivacunas alrededor del mundo, Stamboulian precisó: "Los llamados grupos antivacunas no tienen ningún sustento científico que los avale. Cuando existe una vacuna capaz de prevenir una enfermedad siempre es mejor inmunizarse, antes que padecer la infección. Hay que pensar que si la persona que se enferma pertenece a un grupo de riesgo, puede tener complicaciones graves e, incluso, perder la vida"

Cinco puntos esenciales para un tema complejo

Existen varias especificidades que tiene la cuestión de los antivacunas y que vale la pena repasar, para comprender por qué el fenómeno es único y complejo. Aquí cinco puntos.

1-La mayoría de los militantes del movimiento antivacunas son padres. Este dato le brinda a los mensajes un poder de pregnancia muy potente: ocurren, se transmiten y se instalan en el seno del hogar. Y esto provoca que la batalla cultural luego para desterrar las creencias y mitos sea más difícil de dar.

2-El discurso antivacunas también se instaló en parte de la comunidad científica y médica global. Por esto, en muchas consultas médicas no se recetan o controlan las vacunas correspondientes al calendario obligatorio, según el lugar y la edad del niño. Otros más osados, sugieren sustituir la inmunización por "métodos naturales", como la homeopatía, para fortalecer el sistema inmunológico, sin fundamento científico.

La ex conejita de Playboy, Jenny Mc Carthy, luego de tener a su primer hijo con Trastorno del Espectro Autista (TEA) dejó su carrera en Hollywood y se volcó a militar fuertemente en la corriente antivacunas. Arrastró al célebre actor Jim Carrey porque fue su pareja varios años.

3-Existen ente los antivacunas voceros famosos y estrellas del firmamento de Hollywood, como la ex conejita de Playboy, Jenny McCarthy, que se convirtió en una militante comprometida y global. Amplificó el mensaje a Jim Carrey, quien fue su pareja durante algunos años. Otro célebre antivacunas es Robert De Niro – también padre de un niño con TEA. Los famosos no solo le dieron glamour al tema, sino que ayudaron a convertir la corriente anti inmunización en tendencia en las zonas ricas de la costa oeste y centro de Estados Unidos, como Colorado, Califormia, y las playas de Malibú.

4El tema tomó escala cuando trepó a la cima del debate público de la mano del actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien además de ser un antivacunas confeso; utilizó el tema públicamente durante su campaña electoral de 2016 contra Hillary Clinton

Este es el tuit enigmático y polémico que publicó Trump en plena campaña electoral contra Hillary: "Chicos sanos van al médico, les inyectan varios pinchazos de diversas vacunas, no se sienten bien y cambian. Autismo. Muchos casos!

5- El otro tema colateral que exhiben los antivacunas es el lado B de la globalización, que por la lógica móvil y veloz de este tiempo, potencia su peligrosidad. La cantidad constante de poblaciones y grupos de migrantes hace que cualquier foco de grupos desatentidos, sin inmunizar, pueda tener un impacto directo y negativo en cualquier parte del mundo, porque las personas van diseminando los virus, las bacterias y los gérmenes a medida que se trasladan.

Para Silvia Gold, médica bioquímica y presidenta de la Fundación Mundo Sano, los movimientos de resistencia antimicrobiana ("los antivacunas") son definitivamente una amenaza para la salud pública mundial. Siempre pienso en formar un "grupo provacuna", que se ocupe de concientizar e informar acerca de la importancia trascendental de las inmunizaciones para erradicar enfermedades graves. Es triste pensar que un padre decida no vacunar a su hijo, no se trata de un tema invididual sino de un tema de protección social".

Es ideal que alrededor de un 95 por ciento de los ciudadanos de un país sean inmunes, ya sea mediante la vacuna o porque padecieron la enfermedad en la infancia. Con la llegada de nuevos bebés, se crean nuevos grupos de posibles víctimas, salvo que la cadena de vacunación continúe. (iStock)

Consultado por Infobae, Carlos Pérez Amaya, médico ginecólogo y director médico del área vacunas de MSD, e integrante del equipo de investigadores que descubrió la vacuna contra el cáncer de cuello uterino (HPV); y que en la actualidad es una de las vacunas más resistidas por grupos de padres y pediatras alrededor del mundo. Sin comprender la eficaz medida de protección temprana que significó incluir su obligatoriedad en los calendarios de vacunación escolar, a partir de los 13 ó 14 años, y en mujeres y hombres.

Perez Amaya disparó una cifra perturbadora: "Se estima que aproximadamente de los treinta millones de personas que nacen por año, el 10% no recibirán vacunas, así queda expuesta lo dañado que está el sistema de protección social frente a los virus y epidemias amenazantes. Es decir 1 de cada 5 personas quedará sin vacunar. Es un sistema de protección global muy bajo".

“No vacunar a los niños daña las reservas de inmunidad de la sociedad”, sentenció el infectólogo argentino Daniel Stamboulian.
El disparador de la corriente antivacunas fue el estudio del médico inglés Andrew Wakefield, publicado en 1998 en la revista científica The Lancet, que sugería una relación entre la administración de la vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubéola) y el desarrollo de autismo en niños a los que les había sido administrada. En febrero de 2010, la revista científica se retractó formalmente y anunció el retiro del estudio porque había comprobado que varios elementos eran incorrectos y sus resultados habían sido manipulados. (twitter del experto en vacunas Melvin Sanicas)

Las vacunas son las intervenciones preventivas más eficaces contra muchas enfermedades y las que han reducido y evitado la mayor cantidad de muertes para las sociedades modernas.

¿Puede un Estado obligar a una sociedad a vacunarse para protegerla? es una pregunta que resuena muy fuerte en la sociedad. Y que hasta ahora ningún actor de esta cadena de salud se animó a contestar.

Sobre el estatus de los grupos antivacunas en la Argentina, el infectólogo argentino Stamboulian analizó: "En nuestro país, los grupos antivacunas nunca han podido desarrollarse. Esto es, en parte, gracias a una red fuerte de grupos de trabajo médico-científicos como la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), los equipos de FUNCEI, los profesionales de la salud pública y tantos otros. Se trabaja en conjunto para contrarrestar a estas personas que sin fundamentos ponen en peligro la vida de niños y adultos mayores al no recibir las vacunas".

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