Lo que se ve detrás de Javier Obregón es parte de la exposición de fotografías que muestra en detalle cómo es su nuevo trabajo: el estilo en el que mezcla trazos en escala de grises y rojos, y que eligió para imponer su toque y su propia firma.
De paso por Buenos Aires, su ciudad natal, —el artista que quiere conquistar Barcelona, lugar al que se mudó hace un año y medio— contó cómo es el estilo que practica desde el 2012, pero que perfecciona con un toque personal.
Su amor por el dibujo es antiguo, pero sus deseos de perfeccionarlo nació en este siglo, cuando comenzó a estudiar Artes Visuales y a incursionar en el mundo del tatuaje. Arriba de ese tren, en 2003, inició su carrera como tatuador profesional, que lo llevó a distintos estudios. En el 2009 se lanzó de manera independiente y encaró, máquina en mano, un largo recorrido por varios países de América y Europa.
Por entonces, Obregón realizó trabajos en distintos estilos y comenzó a deslumbrar con su trazo en el realismo. Mientras se especializaba en composiciones del estilo biomecánico, dark y black & grey. Los trabajos que más lo identifican, asegura, son en el estilo BioArt, que realiza en blanco y negro con alguna iluminación de contraste en rojo.
"Busco que mis trabajos tengan un gran impacto visual y para ello hago piezas de gran tamaño", dice mientras recorre la muestra fotográfica donde su arte se mezcla con la anatomía de las personas que tatuó y que posaron para la cámara de Roberto Wolk.
—¿Cómo describís el nuevo estilo de tus trabajos?
—Es biomecánico que hago a mi manera, no hay una regla muy cerrada con el estilo, entonces trato de hacer piezas grandes, ya que es lo que más me interesa; con mayor contraste, bastante negro. Solamente utilizo escala de grises y un poco de rojo para resaltar algunas zonas y separar algunos objetos de otros, además de para dar un poco más de tres dimensiones en el diseño.
—Hay trabajos grandes, cuerpo casi completos, extremidades completas, media espalda o espalda completa… ¿Cuánto tiempo lleva realizar una pieza de esos tamaños?
—El tiempo que puedo demorar en hacer un diseño grande va a depender de la complejidad que tenga y del tamaño de la persona. Si la pieza se hace en la espalda, por ejemplo, pueden ser unas 20 horas aproximadamente.
El tiempo al que se refiere es el total para que el trabajo esté terminado. Esas horas se dividen en sesiones de 4 ó 5 horas en días consecutivos.
Teniendo en cuenta la cantidad de horas que hay que estar debajo de las agujas (en la etapa de relleno pueden usarse máquinas hasta con 15 agujas) algunas personas deciden pasar ese lapso sin dolor.
—Las personas que se tatúan este tipo de trabajos, ¿piden anestesia o toleran el dolor?
—¡Hay de todo! Aunque la mayoría prefiere no sentir nada. Pero muchas otras personas tienen el estilo de la vieja escuela. Entonces, se acuestan y tratan de relajarse, que es lo más importante, y tratan de aguantar lo más que pueden en la sesión.
—¿Personalmente qué preferís?
—Yo prefiero que el cliente trate de relajarse. La anestesia tiene algunas contradicciones en el sentido de la piel porque puede ponerse un poco más dura. Otra contra es que cuando el efecto de la anestesia comienza a irse, el dolor puede llegar de golpe, lo que seguramente resulte un poco molesto para la persona. Y cuando el efecto se va del todo, esa persona ya no quiere tatuarse más. En cambio, si deja que el dolor vaya progresando poco a poco, la misma persona va viendo cuál es su límite y entre ambos podemos ver hasta dónde se puede llegar. Y vemos cómo seguir.
—¿Cuál fue el tiempo máximo que estuviste tatuando?
—En un día llegué a tatuar 10 horas seguidas. Sin ir más lejos, el fin de semana pasado tatué a un chico tres días consecutivos y fueron 25 horas en total. El primer día fueron 10 horas, 10 el segundo y 5 horas el último día.
Todas esas horas de trabajo que Obregón menciona no generan solamente molestias en quienes reciben los golpes de tinta, sino también en quienes sostienen la máquina porque la posición es enemiga, con el tiempo, de la espalda, cintura y de las muñecas.
Por eso es importante prevenir dolores posturales. "Mi mano termina agotada, pero trato de ir al gimnasio, de tener una preparación para estar tantas horas sentado y no tener problemas en la columna ni sufrir molestias. Por ahora, ¡está todo bien!", asegura Obregón.
Cambio de estilo: menos realismo y más biomecánico
Los trabajos que realizó Javier Obregón en el estilo realismo le valieron infinidad de premios y reconocimientos, pero hace unos años decidió dejarlo un poco de lado para buscar una nueva identidad que lo defina como tatuador y que sus trabajos hablen por sí solos.
"Sigo haciendo realismo, pero cada vez menos. Estoy tratando de meter cada vez más mi propio estilo del biomecánico. Quizás mezcle con algunas cosas de realismo, pero últimamente estoy tratando de alejarme un poco para poner más empeño en lo que estoy tratando de desarrollar".
—¿A qué se debe la decisión de dejar de lado el realismo?
—Se debe a que estoy buscando algo que me identifique un poco más en el tatuaje. El realismo es una categoría muy estimada, muy buena, pero muchas veces notaba, y viendo trabajos míos, que no se sabía por quién podía estar hecho, no tenía mucha identidad. O sea que seguía siendo una copia de una foto; entonces yo estoy tratando de hacer algo que la gente lo vea y sepa que es mío. Estoy buscando, podría decir, imponer el sello.
Un repaso del camino
La entrevista con Javier Obregón se realizó en el stand que ocupó durante la 15ª edición del Tattoo Show, la convención de tatuajes más importante del país y Sudamérica.
También son 15 los años que el artista comenzó a explorar su capacidad de crear por medio de tintas acrílicas y agujas. Trocó lienzos de tela por piel a la perfección y será esa la razón por la que los tatuajes que realizó son reconocidos como obras y no como "simples" tatuajes. Está, sin dudas, en la tarima junto a los grandes de este tipo de arte.
"Empecé a tatuar casi en el mismo momento en que comenzaron las convenciones de tatuajes en Argentina y fueron increíbles por el impacto que causaron", cuenta sobre las primeras exposiciones que lo ayudaron a embarcarse de lleno en este mundo.
Esa eclosión fue un antes y un después para quienes ya venían arrastrando viejas historias de haber sido tildados de ex convictos, de los peores, por el simple hecho de tener un dibujo en la piel.
El gran responsable de esa bisagra en la sociedad argentina es Diego Staropoli, tatuador y uno de los organizadores de las primeras convenciones de tatuajes.
—¿Cómo fue el contacto con las primeras convenciones de tatuajes?
—Fue increíble porque se pasó de no haber visto nunca nada a poder ver un evento que reunía a muchos tatuadores. Yo recién llegué a sumarme en el 2007, por invitación de Diego, y desde entonces participo de esta convención. En cada uno de estos años fui testigo de cómo evolucionó, cómo fue mejorando tanto el nivel del evento como el nivel de los tatuadores. Por eso, creo que este tipo de actividades nos sirven a todos porque nos hacen más conocidos a nivel sudamericano.
Asimismo, Obregón admite muestras de tal envergadura dejaron de ser solo para un público determinado y que, desde que arrancaron, colaboraron para barrer con los viejos estigmas de los dibujos carcelarios.
"Ya estamos en 2019 y los estigmas se empiezan a borrar un poco. Ya no se puede prejuzgar a una persona porque esté tatuada o no; sigue siendo buena o mala tenga tatuajes o no", asegura.
En ese tono agrega: "Pero también ese estigma se fue cayendo cuando los tatuajes se hicieron populares y la gente comenzó a ver qué es lo que hacemos y se dio cuenta de que no se trata de 'tatuaje carcelario' sino de algo artístico. Sin dudas, los eventos de tatuajes abrieron muchas cabezas".
"Y también el hecho de que muchos famosos, personalidades de la televisión o personas populares lleven tatuajes colaboró, ya que muchos los tienen como referentes. Entonces dicen: 'Si esa persona lo lleva no debe ser tan malo tener un tatuaje'".
Obregón sostiene que los eventos, ya multitudinarios, dieron un empuje popular para sacar todo estigma pero que también abrió el juego para que los artistas perfeccionaran sus estilos.
"Los tatuadores queríamos demostrar algo que nos diferencie del resto y no seguir con el catálogo de flash que, por suerte, se va perdiendo cada vez más porque creo que son muy repetitivos. En cambio tener un diseño, una personalidad de un diseño, hace de un tatuaje algo único y hace que los tatuadores nos esforcemos más para mejorar y buscar un concepto artístico del tatuaje", manifiesta.
Con el stand a punto de ser ocupado por un cliente que debe seguir sometiéndose a sus agujas, Obregón comienza a prepararse para hacer lo que sabe.
La música de fondo es una constante de agujas que empiezan a ser afinadas. Ese es el sonido hipnótico, cual canto de sirenas. Las sonrisas se contagian en el pabellón Ocre de La Rural.
—¿Qué representa para vos tatuar?
—¡Es mi vida! Le entregué todo a este arte y este arte me ha dado un montonazo de cosas: la posibilidad de vivir en otros países, de poder sustentar a mi familia, de conocer gran parte del mundo a través de lo que hago sin siquiera hablar idiomas. Ahora hablo inglés, pero hay muchos lugares a los que voy donde la gente no me entiende pero solamente con ver mi trabajo me acepta y trata de compartir sus costumbres y forma de ser.
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