"Donde fueres, haz lo que vieres", dice el refrán. Y eso es lo que Verónica Zumalacárregui, española de nacimiento pero ciudadana del mundo, hace cada vez que se le presenta una nueva aventura de viaje. La joven de 30 años es periodista de profesión y aventurera por naturaleza.
Genuinamente interesada en el costado antropológico y cultural de la gastronomía, la madrileña logra ver más allá de la comida y descubre así tradiciones y costumbres de cada punto del globo que le toca visitar. Desde que nació en 1988, la cronista y bloguera vivió en España, Francia e Irlanda, y habla inglés y francés.
En cada episodio del ciclo Me voy a comer el mundo (El Gourmet) explora diversas culturas a través de la gastronomía y, ya sea que se encuentre en Roma, Singapur o Londres, se encarga de contactar a personas locales que hablen en español y se conviertan en una puerta de entrada privilegiada a la riqueza cultural de cada destino. Con el ciclo recorrió más de 50 países y sigue sumando millas de experiencia en esta nueva temporada. En esta ocasión, y en un recorrido por el colorido Caminito de La Boca, visita por primera vez la Argentina y se deja sorprender por nuestras tradiciones.
Confiada asegura que en su vida es dueña de dos pasiones: su trabajo como periodista y del viajar. Empezó la carrera de periodista cuando tenía dieciocho años y a los diecinueve se introdujo en el mundo laboral haciendo boletines informativos en una radio. Luego pasó por la televisión, el Ministerio de Defensa, reality shows, y hasta escribió en el Huffington Post y El País.
Descendiente del general carlista Tomás de Zumalacárregui, a quien durante años se le ha atribuido la invención de la tortilla de patatas, conoce aproximadamente 70 países y se define como periodista: "Lo de influencer se lo dejo a mis seguidores, pero creo que es una consecuencia de mi trabajo como reportera.
Su contrato, dice: "no incluye la obligación de probarlo todo", pero al final su propia curiosidad acaba imponiéndose a las fobias. Abre las neveras de todos los hogares que visita porque "le da información acerca de esa sociedad". En la Argentina asegura que lo que prevalece en ellas es el queso y el dulce de leche en todos sus formatos.
Sus raíces gastronómicas se remontan hasta el hogar de su abuela de 98 años. "Ella me cocinó toda su vida -explicó-, también mis padres cocinaban juntos todos los domingos de mi infancia. Fanáticos de las croquetas hacían bechamel para rellenarlas. Siempre que vuelvo a Madrid le digo a mi madre: 'por favor hazme tu merluza a la romana' y a mi padre le exijo su tortilla de patatas. Ellos siempre cuidaron mucho el producto, todos los días iban al mercado y compraban a diario lo que iban a cenar o cocinar esa noche".
Su pasión, además de la gastronomía, es viajar a través de ella. Desde pequeña lo hizo de una forma muy genuina. Cuando tenía tan solo 14 años pedía a sus padres viajar sola a América y en lugar de organizarlo con una agencia de viajes encontraba al "primo del hermano del inmigrante gallego que se había ido a Chicago, y que ahora era vecino de una chica que tenía su edad". Y lo hacía. Quería algo real, no que la llevaran al colegio y del colegio a la colonia con los españoles, quería una inmersión de cultura.
"Me siento muy cómoda a cualquier lugar a dónde voy. La gente me pregunta si no extraño mi casa, pero la realidad es que no me pasa . No estoy mal en ningún sitio y en cuanto llego a una ciudad me adapto muy fácilmente. Me da igual que me metas en el Panamericano o en una habitación en Corea del Sur donde pueda alcanzar todo desde la cama", sostiene Zumalacárregui a Infobae entre risas.
Quizás la marca registrada de su programa, que la diferencia del resto de los programas gastronómicos o de viajes, es que quienes la acompañan en el relato de sus historias son locales que a través de sus mercados, de sus bares y de sus propias casas, revelan los tesoros recónditos que las ciudades esconden. "Son personas locales que hablan de su vida real -sostiene-, y no hay retrato más fidedigno que ese".
Para seleccionar los anfitriones eligen a aquellos que hablen español. "En Rusia -revela-fue facilísimo encontrar alguien que lo hiciera. En Vietnam, por lo contrario no lo fue. Luego, que tengan aptitudes carismáticas, que sean televisivos y que se expresen bien. La búsqueda se realiza vía redes sociales. Se les otorga a los espectadores la oportunidad de formar parte del programa y contar sus historias".
Con nostalgia recordó aquella vez que visitó un hogar en Dubai, donde solo el 10% son personas locales y el 90% son expatriados, donde encontrar una casa local que además abriese sus puertas era extremadamente complicado. Verónica explica que "se trata de una sociedad muy celosa de su intimidad, muy reservada pero muy hospitalaria".
Una vez que lo consiguieron los recibió una familia donde los hombres no la podían mirar a los ojos. Ella, simpática, cariñosa y afectiva (quizás demasiado para la ocasión) no podía mantener sus manos cerca de ella. "Fue todo un desafío -expresó-, tuve que seguir todo un protocolo. Si te sirven té, debes beber otro exactamente después del primero porque no hacerlo se considera de mala educación. Para decir que sí hay un gesto y para decir que no hay otro".
Los rusos, por ejemplo, tienen fama de ser cerrados, fríos pero en realidad no lo son. Cuando entras en sus casas son de los más hospitalarios que me he encontrado. Esta forma de viajar te hace dar cuenta que muchos de esos mitos no son reales", manifestó.
De los mediterráneos, asegura, comparte su expresión y extroversión, no tiene nada germánico ni nórdico porque es "bastante caótica y desordenada". "Si de los nórdicos -admitió- comparto su forma de ver la vida con respecto a la igualdad de género. Se trata de una sociedad muy abierta, creo que están un paso adelante en términos culturales. Y también en su forma de afrontar la gastronomía, ahí no se come tan bien pero a la hora de informarse nutricionalmente tienen claro conceptos que recién nos llegan a nosotros".
Como "ciudadana del mundo" no mantiene una dieta estricta de alimentación, se alimenta con lo que encuentra a donde va. Pero admite necesitar en su plan alimenticio mucho verde, frutas y verduras: "Me lo pide el cuerpo. Siempre que puedo las incluyo en el desayuno, en mi casa como fruta entre horas y cuando estoy en Madrid cocino verduras y pescado al vapor. Eso sí, solo cuando estoy en casa, porque luego llego y las cañas y tapas con mis amigos no me las quita nadie".
"A mí la felicidad me la da la gente local, vivir experiencias como meterme en las casas y convivir con las familias. Eso un viajero normal no lo puede conseguir. Las cámaras me dan la posibilidad de entrar en sus casas y convivir con ellos, ser partícipes de una cena en familia, sentarme en una mesa de asado, y observar sus tradiciones y costumbres", manifestó Zumalacárregui.
Platos preferidos: la tortilla de patatas, la merluza a la romana rebozada y frita y las alcachofas. Cocina tartar de atún, crema de verduras, verduras al horno, pescados al vapor, salmón en papillote con calabaza.
Qué hacer en un viaje: "Meterme en un mercado, hablar con la gente local, preguntar aunque no me entiendan, y pedir un trozo de algo para probar".
Paradas indispensables en la Argentina: visitar la Avenida Corrientes, ir al teatro, comer pizza y beber vino. A la medianoche visitar una de las librerías que permanecen abiertas. "Las tradiciones argentinas me recuerdan mucho a la cultura mediterránea, a esa forma que tenemos los latinoamericanos de reunirnos entorno a la comida. Se trata de compartir experiencias", aseguró.
Aunque se considera afortunada también asegura que, detrás de todos esos viajes, también hay mucho sacrificio. En su cuenta de Instagram, por ejemplo, compartió una foto con la que, maleta en mano, explicaba que en solo tres semanas había dormido en 12 hoteles diferentes.
"Mi trabajo no lo puede hacer mucha gente. Viajar debe ser tu verdadera pasión, es muy sacrificado. La gente no ve las horas de trabajo que hay detrás de los programas. Son jornadas larguísimas, en condiciones climatológicas que a veces son tan agradables como aquí en Argentina y otras, son en el frío extremo de Laponia a -20ºC", indicó la reconocida foodie de la televisión.
"Soy un torbellino, tiro y tiro de la soga hasta que llega un día que digo '¡ostras! Si no, no me puedo levantar de la cama'. Ahí es cuando dejo todo y me voy a la montaña, al norte de España en la frontera con Francia. O emprendo una especie de retiro de 15 días de yoga en la playa", concluyó.
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