La otra cara de la vuelta al cole: qué hay detrás de un niño que no quiere regresar a clase, según los expertos

Cada etapa a lo largo de la vida educativa representa desafíos que a algunos chicos les cuesta más que a otros sortear. Como cualquier ser humano, ellos también tienen miedo a lo desconocido, a los cambios y prefieren la vida menos estructurada y sin rutinas que implican las vacaciones. Cómo acompañarlos y ayudarlos a sortear la ansiedad que todo inicio de ciclo les genera

Corresponde a los padres preguntar a ese niño que no quiere ir al colegio qué es lo que le preocupa (Shutterstock)

Estar de vacaciones es sinónimo -para niños y grandes- de vivir sin horarios estructurados, sin rutinas fijas, con más actividades placenteras que de las otras. Aún cuando los chicos van a una colonia en la que también hay horarios y reglas como en el colegio, el hecho de jugar, disfrutar del aire libre, la pileta y el deporte hacen que estas actividades resulten más placenteras para los más chicos que ir al colegio.

Volver a clases puede representar para muchos regresar a un lugar de presiones y exigencias, incluso de exposición. En este contexto, muchos niños no se sienten entusiasmados con arrancar el colegio, un lugar donde las expectativas de todos se ponen en juego, donde hay más "sanciones" o "permisos" según las notas obtenidas.

Advertencias del tipo "si este año te va bien en el colegio…tal consecuencia", presagios tales como "ojalá que este año aprendas tal cosa" o alicientes del estilo "este año jurás la bandera", pueden generar un estado de ansiedad sobre asuntos que los chicos desconocen.

Los niños, a su manera y en las diferentes edades, sufren cierta ansiedad anticipatoria y funcionan como cualquier ser humano, que tiene miedo a lo desconocido, a lo nuevo, a los cambios

"La suma de todo esto puede generar que volver al colegio no sea algo esperado para algunos niños y prefieran quedarse en casa. La manera de ayudar en esta situación es justamente no verbalizar las expectativas del adulto sobre ellos y si bien es positivo anticiparles lo que vendrá, siempre será esperable darles el espacio para que ellos expresen lo que la situación les provoca". La licenciada en Psicología Lorena Ruda (MN 44247) aseguró que, como padres, corresponde "preguntar a ese niño que no quiera ir al colegio qué es lo que le preocupa, qué situaciones no le gustan y tratar de escuchar si hay algo a nivel consciente que genere esa resistencia".

La especialista en maternidad y crianza, que realiza orientación a padres y acompañamiento en este tipo de procesos evolutivos-madurativos, señaló a Infobae que "siempre hay que aclararles que el colegio es obligatorio y que aunque sea entendible que a veces puede no ser el mejor plan, no hay negociación".

Es muy importante poder acompañarlos y saber que no todo lo instituido es al molde de cada uno (Getty)

En la misma línea, la licenciada en Psicología María Laura Santellán (MN 18841) sostuvo que "hay muchas causas por las que los chicos pueden llegar a no querer ir al colegio" y señaló como una de las principales "la pérdida de la familiaridad que se logra en las vacaciones, estar todos juntos, no tener tantas presiones". "Los niños, a su manera y en las diferentes edades, sufren cierta ansiedad anticipatoria (así se denomina a la ansiedad frente a lo que va a venir) y funcionan como cualquier ser humano, que tiene miedo a lo desconocido, a lo nuevo, a los cambios y por eso es tan importante darle la oportunidad de que se adapte, que reconozca el cambio de maestra, las nuevas exigencias, aunque por supuesto cada niño tiene su temperamento y esto puede hacer que para algunos resulte una tarea más fácil y para otros más tedioso o más angustiante", consideró la psicoterapeuta cognitiva, docente de la Universidad Abierta Interamericana (UAI).

"Son momentos para liberar a nuestros pequeños de tanta presión y expectativa y poder respetar sus necesidades y procesos. Esto aplica para todo, ya que en muchas ocasiones nuestros hijos dejan de querer ir a lugares que parecían gustarles (jardín, colegio, cumpleaños, actividades extracurriculares, eventos sociales, etc) y la mayoría de las veces no es sólo lo que dicen, hay que tratar de escuchar más allá y, sobre todo, abstenerse lo más posible de enojarse con la situación que se plantea", reflexionó Ruda.

Sobre adaptaciones e inicios de ciclos

El niño que ingresa al jardín no sabe a dónde va, ni a qué ni por qué y de repente los adultos le preguntan si está contento (iStock)

"Es muy importante poder acompañarlos y saber que no todo lo instituido es al molde de cada uno, por ejemplo, la doble escolaridad y el hecho de que los chicos pasen de estar en casa a estar de 8 a 17 en el colegio puede ser más sencillo para algunos mientras que tal vez otros necesiten cierta adaptación", sostuvo Santellán, para quien "esto en la etapa inicial está muy considerado y suele ocurrir que cuando se pasa a la primaria esas 'consideraciones' desaparecen por completo y los niños tienen que adaptarse de una manera más abrupta". Allí es cuando, según la especialista, "pueden darse en ocasiones situaciones de angustia anticipatoria o angustia de separación, en las que los chicos manifiestan angustia al momento de entrar al colegio o presentan dificultades para permanecer en la institución".

Para ella, "lo mejor es ir haciendo una adaptación paulatina dentro de las instituciones en la medida de lo posible y, por ejemplo que los alumnos que concurren doble jornada no comiencen con el régimen completo desde el inicio de clases". "Las jornadas escolares dobles son muy extensas y a algunos niños los cansa mucho; manejar los tiempos de cada chico es lo mejor que se puede hacer", profundizó.

El adulto muchas veces subestima estos cambios, estos procesos y no se hace cargo de las expectativas que se ponen en juego

Según Ruda, tanto el inicio del jardín como el paso del nivel inicial a primaria merecen un capítulo aparte, pero a grandes rasgos "las ansiedades que se ponen en juego en el 'parto social' que implica la entrada de un hijo al jardín (y el ingreso de los padres a la mirada del otro) muchas veces genera sentimientos encontrados en todos los integrantes de la familia". "El niño que ingresa al jardín no sabe a dónde va, ni a qué ni por qué y de repente los adultos le preguntan si está contento -señaló Ruda-. El niño responde lo que supone que esperan que responda porque en verdad no sabe cuán contento está de ir a un lugar que no conoce sin su mamá".

Y aquí es cuando los procesos de adaptación, que en el ideal de los casos debieran tener diferentes tiempos según las distintas subjetividades, juegan un rol preponderante.

"Al entrar al jardín todos los padres van creyendo que su hijo es el mejor, perfecto, sin conflictos o no tantos como el nene de al lado. Es por esto que el narcisismo adulto puesto en juego genera muchas veces frustración al ver que tal vez no era todo tan así". En este punto, Ruda hizo hincapié en que "sin darse cuenta, los padres más de una vez transmiten a sus hijos un 'pedido no explicitado' sobre cómo el niño tiene actuar o cómo debe responder según lo que se espera en ese ámbito". "Uno espera que su hijo se adapte en tiempo y forma, no muerda, no empuje, etc, lo tenemos muy idealizado y cuando entra en un mundo de pares suceden cosas que tal vez ni suponíamos que nuestro hijo podría hacer y lo que ellos manifiestan deja 'expuestos' a los padres, según la inseguridad o seguridad de cada adulto".

La entrada a primer grado es una experiencia que representa un cambio muy grande para los niños (Getty)

"Nuestro ideal sería que nuestro hijo no genere ninguna situación que a la vista del resto sea criticable", resumió.

Y en la misma línea, la entrada a primer grado es una experiencia que representa un cambio muy grande para los niños. Tienen que aprender a adaptarse a los modelos de enseñanza clásicos, tiempos permaneciendo sentados, pruebas, notas, aprender a escribir y a leer, las comparaciones, un espacio desconocido, compañeros nuevos, maestros nuevos: todo esto les genera mucha ansiedad. Y si a eso se le agrega la emoción de los padres con comentarios del tipo "¿quién está grande y empieza primer grado?" el resultado puede ser un cúmulo de ansiedad y temores capaz de generar que unos días antes del inicio el niño manifieste resistencia a comenzar esta nueva experiencia.

"Habrá que dar espacio para que cuente sus dudas y temores y saber contenerlo", aseguró Ruda, para quien "en todos los casos la empatía es siempre fundamental". "El adulto muchas veces subestima estos cambios, estos procesos y no se hace cargo de las expectativas que se ponen en juego en lo escolar, y minimiza lo que los chicos están diciendo -analizó-. Tratar de comprender y respetar las emociones de su hijo, hará que lo que haya que decir para motivarlo a concurrir a la escuela fluya naturalmente".

Una buena idea será, según ella, "contarle situaciones vividas en el colegio cuando uno era chico, anécdotas lindas de esa experiencia y los aprendizajes surgidos de las feas".

Cuando el bullying es la causa de la falta de ganas de volver

El bullying es una situación más frecuente de lo que se cree en todos los tipos de colegios y a toda edad (iStock)

Entre los motivos por los que un niño pudiera no querer regresar a clases, el acoso escolar representa un factor no menor. Aquello de "hijos pequeños, problemas pequeños" deja de ser tan así cuando la angustia está basado en el maltrato que sufre de parte de sus pares.

"Es una situación más frecuente de lo que se cree en todos los tipos de colegios y a toda edad", aseguró Ruda, quien aconsejó que "en este caso habrá que hablar mucho sobre cómo responder a estas situaciones enseñando a no creer en esas burlas, a defenderse sin agredir, enseñar a que en ese momento debe hablar con quien corresponda sobre lo que acontece y cómo relacionarse con aquel que lo burla o burla a los demás". "Brindar un espacio de escucha de estas situaciones es fundamental para que las angustias mermen", agregó.

Para Santellán, ante estos casos, "hay que hablar mucho con los chicos y obviamente recurrir al colegio, ya que es tarea de la institución instrumentar los medios para que el bullying cese y es labor de los papás tratar de fortalecer la estima del niño que está sometido al acoso y encontrar formas tal vez fuera del área escolar que lo ayuden a fortalecerlo, como una psicoterapia por ejemplo, un espacio donde el niño pueda trabajar todas sus dificultades y aumentar sus habilidades personales".

Brindar un espacio de escucha de estas situaciones es fundamental para que las angustias mermen

"Muchas veces los colegios derivan a las familias a espacios terapéuticos y los padres creen que es responsabilidad de la escuela resolver el conflicto. Yo creo que es un trabajo conjunto entre la familia, espacios terapéuticos y por supuesto estrategias que el colegio debe instrumentar a los efectos de que el acoso cese", consideró la especialista, quien enfatizó que "estos chicos requieren muchísima más contención tanto de la familia como de parte del colegio y todo el entramado educativo debe estar consciente de que además de la regla hay excepciones y que las individualidades tienen que estar contempladas en el colectivo".

Y finalizó: "Que un chico presente ciertas dificultades a nivel escolar, ya sea en lo académico o interpersonal no significa que el colegio deba 'sacarse el problema de encima' y derivarlo a un espacio psicoterapéutico; creo que tiene que ser un trabajo conjunto y que si bien tal vez el niño requiere un apoyo escolar o un espacio terapéutico, además el colegio debe trabajar sobre esa individualidad. Un niño que presenta problemas es tarea de todos".

Por ansiedad o temor ante lo nuevo, ganas de más vacaciones, preferencia por una rutina menos estructurada, o cuestiones más profundas como acoso o dificultades en el aprendizaje, la situación de cada niño requiere ser atendida y escuchada con atención. Nunca una necesidad que provenga de un menor debería ser minimizada o pasada por alto. Con esa premisa en claro, cada inicio de clases será un "buen comienzo".

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