Gabriel Oliveri, de maletero a anfitrión de las estrellas: "La falta de miedo te hace libre para lograr todo"

Nacido en Concordia, Entre Ríos, en el seno de una familia muy humilde, sufrió bullying en el colegio, estuvo a punto de quitarse la vida y por mucho tiempo ocultó su sexualidad. Hace 18 años es el director de Marketing y Comunicación del hotel Four Seasons, donde conoció y recibió a las personalidades más importantes del mundo

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Un joven del interior de Entre Ríos decide ser fiel a sus sueños, sobreponerse a todas las circunstancias y triunfar en Buenos Aires como directivo de uno de los hoteles de lujo más importantes del mundo. Contra viento y marea. Y lo logró.

Gabriel Oliveri es director de marketing y comunicación del Four Seasons Hotel Buenos AiresTambién es actor y conduce el programa Corazones ardientes en Magazine, donde su alter ego, el Dr. Amor, da consejos y entrevista a personalidades y famosos.

Acaba de terminar su autobiografía, Una vida cinco estrellas, donde cuenta que el título de su libro no hace solo referencia a aquello que lo rodea en su vida laboral de todos los días, sino a cómo armarse una vida en la que uno pueda darse los gustos y logros con los que siempre soñó: "Para que seas feliz a pesar de los zarpazos que nos da la existencia, siempre llena de turbulencias", señaló en el prólogo de su obra. "Yo tenía todas las condiciones para no hacer nada y ser un manojo de frustraciones y quejas; sin embargo, decidí ir tras mis sueños".

Foto icónica. Oliveri posa en
Foto icónica. Oliveri posa en una de las clásicas habitaciones de la Mansión del FS. Aqui junto a Julieta Ortega, Dolores Fonzi, Araceli González, Juanita Viale y Florencia Raggi

Nació en Concordia, Entre Ríos, donde vivió hasta los 18. Su padre tuvo un almacén y fue camionero. "Mis padres vivían para trabajar. Una sola vez fuimos de vacaciones, a Mar del Plata, en el camión. Mi madre y mi hermana me transmitieron la lectura y la pintura. Mamá nos dio una vida culturosa. A los 15 empecé con mi diario personal y me inventé un idioma para que ella no pudiera leerlo. No tuve televisor hasta los 16″. En diálogo con Infobae, la cara visible del Four Seasons contó los distintos trayectos de su vida que lo hicieron llegar hasta dónde esta hoy.

– ¿Cómo nace la idea de escribir tu propia biografía?

– La realidad es que yo siempre leí biografías de otros, tengo más de doscientas en casa. He leído de políticos de todo el mundo, de figuras como Jackie Kennedy, y siempre leía y decía "yo voy a vivir una vida intensa y un día la voy a contar". Así que me persigné frente al escritorio y empecé a escribir.

Gabriel Oliveri es director de
Gabriel Oliveri es director de marketing y comunicación del Four Seasons Hotel Buenos Aires. También es actor y conduce el programa Corazones ardientes

– ¿Te costó recordar y mirar para atrás?

-No, un día escribí ocho horas y me dolían los dedos y tenía en la cabeza tantas cosas que los dedos no me acompañaban y tenía miedo de al otro día, no acordarme todo lo que tenía para escribir, y me acosté con miedo y me desperté y seguían estando las cosas ahí. Tengo mucha memoria, entonces lo escribí entero. No es un ghost writer, no es que me lo escribieron y quedó un musical, porque vos podés "contar" lindas historias, pero no es lo mismo que cuando las escribís,  que te ponés ceremonioso o aburrido. Quedó un libro fácil de leer, y lo primero que hice fue leerle el primer borrador a mi mamá que vive en Entre Ríos…

– ¿Se emocionó?

-Sí, ella tiene 90 años. Vino, se acostó en la cama y yo me puse al costado y lloraba, y lo más lindo que me dijo fue no sólo que todo había pasado como yo lo había escrito, sino que además tenía un hijo escritor, y ella estaba orgullosa.

El pequeño Oliveri durante su
El pequeño Oliveri durante su Primera Comunión en su Concordia natal

– ¿Qué querías contar de tu historia?

-Lo que yo siento es que cada uno puede vivir la vida que soñó, y esto no es autoayuda barata, es cómo ayudarte a vos mismo y conseguir las cosas que querés. Yo vivía en un lugar que no tenía nada que ver conmigo, nací en Concordia como podría haber nacido en cualquier otro lugar, y no me gustaba el lugar, no me gustaba nada .

– ¿Cómo era?

-Era una vida de pueblo con siestas eternas, con el perro en la vereda, con un patio que a mí no me gustaba, con sifones, con las plantas en las latas de dulce de batata. A mí siempre me encantó lo estético, lo lindo, y soñaba con una vida donde pudiera conocer a las personalidades. De hecho en el último curso la maestra nos preguntó a todos qué íbamos a hacer de nuestras vidas, unos decían médico, otros abogado, y yo dije: "No sé qué pero voy a conocer a todas las personalidades de mi época". Y todos se rieron. Yo lo sabía, tenía esa fuerza interior. Y mi mamá y mi hermana me decían: -"Vos sos especial, sos único, no sos igual al resto"; y aunque no fuera verdad, yo me la creí. Siempre intenté, la pasé mal, no encajaba con el lugar y a los quince años busqué la ayuda de una psicóloga…

Creció en Concordia, Entre Ríos,
Creció en Concordia, Entre Ríos, pero apenas pudo se mudó a Buenos Aires. La crisis de la adolescencia lo despertó.

– ¿Cómo que no encajabas en el lugar?

-Primero que nada, yo tenía una sexualidad diferente. Esto es algo que yo siempre hablo: a mí me parece que no decir que uno es homosexual, ocultar, quiere decir que es algo malo, entonces eso es lo que tiene de malo el no decirlo. Porque la vida privada es la vida privada, pero Anderson Cooper, por ejemplo, que conduce en CNN, admitió que él es gay. La gente sería más libre si lo pudiera decir. Yo vivía en un lugar donde nadie era como yo, entonces yo decía "cómo voy a hacer".

– ¿Y lo tapaste durante mucho tiempo?

-Sí, porque no sabía qué hacer con eso, no había un compañero que me dijera: "Mirá, no te preocupes, a mí también me gustan los hombres". A mí me preguntaban: "¿qué compañerita te gusta?", y a mí no me gustaba ninguna, me gustaban los chicos, pero no sabía con quién hablarlo, a quién decirle.

Oliveri Junto a Donatella Versace
Oliveri Junto a Donatella Versace

– ¿Y con tu familia te daba miedo hablarlo?

-No, es que no daba pie, porque la mía era una familia "normal", y yo decía, qué me pasa a mí que me gustan los chicos y que yo asociaba lo masculino a lo violento, vengo de una familia de boxeadores, mi hermano peleó con un oso, le ganó a un oso en el circo de Concordia.

Yo decía, no encajo, me gusta pintar, me gusta escribir, me gusta leer, con mi hermana y mi mamá nos dábamos panzadas de lecturas desordenadas y de diversos autores. Mi mamá es el origen de todo porque era una mujer que estaba varada en un pueblo, española, pero tenía muchas inquietudes, entonces nos hacia leer, pero yo no encajaba, entonces en un momento dije: "Claro, yo nunca me voy a enamorar, nunca voy a poder tener a alguien de la mano". Entonces decidí que me iba a suicidar, pero fue una situación que salió mal…

– ¿Pero lo llegaste a planear?                                                                                               

-Sí, todo, pero falló.

– ¿Fue en el colegio?

-Sí, pero falló, salió mal y nadie se enteró, entonces busqué ayuda. Llamé desde la plaza del pueblo -para que no escuchen en casa- a una psicología que conocía, de nombre María Victoria. Y le dije: "Yo no la conozco, usted no me conoce -y me puse a llorar- Yo me quiero morir". Me dijo: "Venite para acá". Entonces esperé y me dijo: "Tenés que tener alguna razón para vivir". Le dije que ninguna. Y fue realmente algo muy lindo lo que me dijo, que íbamos a trabajar y descubrir la razón.

Oliveri también conoció al actor
Oliveri también conoció al actor británico Hugh Grant, entre otras celebridades

– ¿Cuándo y cómo decidiste venir a vivir a Buenos Aires?

-Convencí a mi mamá para venir, le dije: "O me voy a Buenos Aires o me llevás flores al cementerio, no hay negociación posible". Me acuerdo que la primera vez que fui a un boliche gay en Buenos Aires, se llamaba Bunker, que ya cerró y estaba súper nervioso porque nunca había hablado con un homosexual. El único que conocía era yo, entonces corrí la cortina negra de terciopelo y estaba sonando una canción de los Pet Shop Boys que se llama New York City Boy y empecé a circular entre la gente como si fuera en el video, y vi a mil personas gay bailando, divirtiéndose. Sentí como un alivio…

– ¿Cuándo comenzaste a sacar el peso a la mirada ajena?                                         

A partir de que me vine a Buenos Aires y cuando mi papá murió. Mi papá estaba muy bien, tuvo un infarto y murió. Fui a Concordia, y cuando llego a la noche, en el velatorio, cuando estaba todo más tranquilo me acerqué al cajón con sus puntillas blancas y claveles: y claramente no era el papá que me había dado besos, que me había cuidado y había sido tan buen padre, sino que me acerqué a ver a un muerto de cerca y toqué la frente helada, como si fuera mármol, y la mire a mamá y le dije: "La que se te viene porque ahora yo voy a hacer todo lo que se me cante". No veía la hora de que termine la ceremonia para volver a Buenos Aires a hacer todos los pendientes.

Para Oliveri las cosas en
Para Oliveri las cosas en su vida se distendieron cuando él pudo asumir su sexualidad. Dijo a Infobae: “El sexo yo creo que está sobrevaluado”.

– ¿Por qué creés que con tu papá vivo no podías?

-Él quería que yo sea abogado y yo lo adoraba y quería ser abogado por él, como M'hijo el doctor, estaba haciendo cosas pero en función de él.  Al desaparecer yo dije no, ahora viene mi momento.

Oliveri: histriónico, con sentido del
Oliveri: histriónico, con sentido del humor y siempre elegantísimo.

– ¿Y con qué soñabas en ese momento?

Empecé a buscar trabajo al final del gobierno de Alfonsín. Había dos cuadras de fila y me iba porque pensaba que a mí no me van a tomar. Un día pasé por un edificio en construcción y había un obrero haciendo una mezcla de un edificio que se estaba terminando. Le pregunté qué iban a hacer allí y me contó que un hotel. Le pedí el teléfono de los dueños y los llamé. Me contactaron y tuve una entrevista y me tomaron de maletero. Yo ni sabía lo que era ser maletero, nunca había entrado a un hotel en mi vida, porque yo no viajaba con mis padres, entonces no sabía lo que era la vida hotelera y me enamoré. Me ponía un chalequito, abría la puerta, aprendí a hacer camas, a recibir a la gente…

“Siempre estuve convencido de que iba a lograr cosas importantes”
Su profesión le dio la
Su profesión le dio la oportunidad de conocer a figuras del espectáculo y la cultura que él admira profundamente. Aquí, junto a Rebecca Selley, el Dalái Lama y Susana Giménez

– Y como llegaste a ser la cara pública del hotel más elegante de la  Argentina…

-En tres años era gerente de ventas y mi primer negocio de ventas fue buscar en el diario sin saber cómo buscar clientes. Vi que venía Telefónica a privatizar ENTEL y llamé a Telefónica -por eso digo que a la suerte hay que buscarla- y me dijeron que estaban buscando un hotel porque iba a venir una delegación de 60 personas y las tenían que alojar. Llamé a la dueña. Cuando le fui a contar me dio un beso, y ahí no paré más.

– Siempre yendo a buscar, eso es muy importante remarcarlo

-A mí el teléfono nunca me sonó, jamás. Siempre me motivé y me generé las situaciones. Nunca esperé a ser rubio, alto y de ojos azules para que me llamen.  Sé cuáles son mis debilidades, pero las peloteo bien y las actúo, porque todo es actuación. Tomé un puesto en el que debía hablar en inglés, y tuve que ponerme a estudiar, lo logré aunque aún me peleo con los verbos auxiliares. El inglés también se puede actuar…

El actor de Hollywood Ashton
El actor de Hollywood Ashton Kutcher junto a Gabriel Oliveri

– Desarrollá ese concepto,  de que todo es actuación ¿cómo es?

– Muchas veces uno se levanta y no es el día adecuado, pero tenés que ir e incluso desarrollar un papel. Siempre que llego al hotel a la mañana me digo que estoy en escena. Entonces digo, si hay alguien que tiene que estar mal acá es el huésped, vos no podes estar mal. Entro al hotel, lo miro y digo: "Hoy va a ser un día fantástico". Todos los días siento que empiezo de cero. Los laureles son para ayer, a mí no me importa lo que logré

“Me parece muy importante exprimir la vida”
 En muchos casos la gente no llega a ningún lado pero tampoco sabe adónde quiere ir. Me parece importante hacer.  Cada 31 de diciembre me encierro y escribo diez cosas para hacer durante el año, muchas las cumplo, muchas no me interesaron, otras no pude, pero siempre tuve como un objetivo: a qué país voy a viajar y lo quiero tachar de la lista. Uno no sabe si sale a la calle y un taxi te arrastra diez cuadras, entonces la vida no la tenés comprada, vos podés planear mañana algo que nunca va a suceder.
 

– ¿Tenés algún miedo?

– En general cuando vos entras a un lugar la gente está llena de miedos y el que menos miedo tiene se queda con todo. La falta de miedo te hace libre para lograr todo. La verdad es que yo no tengo miedo. Tengo miedo, por supuesto, a una enfermedad, pero no tengo miedo a la muerte. El miedo a la muerte se va pasando cuando vos estás haciendo lo que querés, y si vos estás siendo pleno y feliz.

Mejor que te rodees de buena gente, de gente divina, que realmente quieras, que tengas interés por los demás. No entiendo a la gente que muere con 2 mil millones de dólares en el banco. Me parece amoral. ¿Para qué te morís con tanta plata si hay un montón de gente que la necesita? Entonces a mí me encanta ser solidario, me encanta ayudar, no tengo miedo porque estoy haciendo lo que quiero, la gente que tiene miedo es la que está frustrada. Una vez le conté a Nacha Guevara, que es una de mis amigas, que tenía angustia los domingos, y ella me respondió: "La angustia de domingo es lo que uno quiere hacer y no hace".

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