Los seres humanos manejan cada vez más información y se perfeccionan más a nivel profesional, pero, paradójicamente, se vuelven más ignorantes emocionalmente, al perder la conexión con ellos mismos. Esta terrible disociación puede generar angustia y desesperanza, pero es un escollo que fácilmente se puede superar si se utilizan las herramientas adecuadas. Para la psicóloga Pilar Sordo, educar para sentir es el único camino posible para formar a los seres humanos que el futuro necesita.
Durante los últimos treinta años el mundo ha sufrido muchas transformaciones en todos los ámbitos, incluyendo las demandas que las empresas y el mundo laboral tienen de sus trabajadores. Los empleadores buscan personas empáticas, solidarias, sensibles, sin prejuicios, que sepan trabajar en equipo y resolver conflictos. Pero ¿de dónde sale esta gente si la educación que estamos dándoles a nuestros niños no incorpora la estimulación de ninguna de las mal llamadas "habilidades blandas"?
Basada en su último libro Educar para sentir, la autora presenta su nueva conferencia "Educar para sentir, sentir para vivir" en la Ciudad de Buenos Aires, una mirada para entender la educación desde lo familiar hasta lo social.
La autora busca entender esta contradicción y, para ello, recorre en detalle todas las instancias educativas –formales e informales–, y analiza qué sucede con las emociones, cómo los seres humanos las van bloqueando tanto en la familia como en la escuela, la educación superior y el propio entorno laboral.
Educar con las emociones: una materia pendiente
Gracias a la profundidad de sus conocimientos, su personalidad carismática y el éxito de charlas y libros en distintos países latinoamericanos, Pilar Sordo fue elegida como una de las cien mujeres líderes de Chile en los años 2006, 2007, 2010 y 2013, y forma parte del cuadro de honor de las veintiuna personas más influyentes en Chile.
La psicóloga y escritora chilena con una destacada y reconocida experiencia en el área de la psicología clínica, desarrolla su actividad prestando asesorías y realizando charlas en colegios, empresas, universidades, fundaciones, centros culturales o comunitarios, municipalidades e intendencias, tanto en Chile como en el resto del mundo. En paralelo a su actividad clínica, es creadora y presidenta de la Fundación Cáncer Vida, que ayuda a enfermos y familiares transitan por el camino de esta enfermedad.
-¿Cuál es a tu entender la situación actual de la educación en América Latina?
-Creo que la situación es pareja en los distintos países de Latinoamérica: hay una crisis en la educación pública, es decir una crisis de calidad, de selección, de recursos, y de preocupación por el sistema. Ni hablar de la desautorización masiva del rol del profesor, principalmente en la parte Centro y Sur. El desprestigio y la descalificación de las familias hasta de las instituciones hacia el profesor hace que sea una tarea muy difícil de hacer. No solo por los sueldos bajos, sino por los tratos que reciben.
Para la experta, en las instituciones educativas, a nivel del alumnado existe una sobrevaloración de lo cognitivo que ha ido en desmedro de la valoración de lo emocional."Por tratar de formar gente que habla inglés nos olvidamos de formar buenas personas. La educación actual forma jóvenes emocionalmente analfabetos, sin habilidades transversales o emocionales. Estamos en una sociedad que lo mide todo y que ha dejado de medir qué sucede con eso", aseguró.
Para Sordo, la expresión de las emociones es clave en el desarrollo de cualquier ser humano que vaya a desempeñarse en el mundo de hoy y del futuro. Según advierte la experta, existen cuatro emociones básicas que el ser humano debiera saber reconocer en el cuerpo, expresar y registrar todos los días y en los demás: la rabia, la pena, el miedo y la alegría.
A menudo, reírse mucho es visto como un signo de inmadurez, liviandad, de ser poco inteligente, poco culto y poco serio, además de poco creíble. "Desde los cuatro años en promedio ya no nos podemos reír y es asombroso cómo nuestros niños nos ven y nos escuchan reírnos a carcajadas cada vez menos". La alegría y la risa son sancionadas como un signo de inmadurez y de poca cultura o educación; en términos psicológicos es casi una falla en el control de impulsos.
La rabia se expresa de manera diferente según los géneros. "Cuando lo masculino – explicó-, que no es lo mismo que los hombres, expresa la rabia, socialmente lo reforzamos como un signo de masculinidad y de carácter o personalidad; en cambio, cuando lo expresa lo femenino, se asume como una especie de alteración neurótica".
“Las competencias personales o también llamadas habilidades blandas deberían ser las más importantes a la hora de educar. El mundo laboral exige las habilidades técnicas en sus trabajadores pero les reclama no contar con las blandas”.
Cuando las emociones no se expresan en forma sana y oportuna, la angustia tiende a expresarse como una manifestación de algo que que está trabado. Para la experta, resulta difícil pensar que existiendo tantos problemas en la expresión de las emociones el desarrollo de las habilidades que los seres humanos debemos aprender para activar nuestras competencias personales se produzca de forma fluida y fácil.
La familia como agente educador de las emociones
En una sociedad en constante evolución las estadísticas son alarmantes: la soledad, la baja autoestima, y la adicción a los celulares son una llamada de atención para cada padre, educador y responsable de las generaciones futuras.
Sordo asegura que se estableció en la sociedad una percepción errónea de la autoridad donde aplicar reglas claras pareciera que está ligado a ser rígido. Los niños necesitan límites amorosos y es allí donde se dará el encuadre necesario para empezar a educar.
"Los padres deberían proponerse como objetivo desarrollar la generosidad, la bondad, la paciencia, la tolerancia y el esfuerzo en sus hijos. Y la realidad es que no son contenidos que estén conscientes en la paternidad actual porque existen otros temas que están como primordiales. Para el resto, pareciera que debieran educarse solos", advirtió.
El rol de la tecnología y los dispositivos móviles
La experta sostiene que todo aquello utilizado por los más chicos que implique pantallas es "un distractor de la educación". Para los padres es como tener una niñera las 24 horas del día. Se despreocupan porque sus hijos están entretenidos, pero se olvidan de que de esa manera se pierden en su búsqueda de la creatividad.
"Es una tragedia que desde su rol de padres no prohíban los artefactos celulares en diferentes instancias para que los niños se nutran de otros tipos de experiencia. La educación se suplanta por dispositivos que anulan la interacción con el otro y son innecesarios", afirmó.
-¿Cómo padres o educadores cómo podemos educar emocionalmente a nuestros hijos?
-Para educar como padres primero hay que desarrollar conciencia educativa, es decir, entender que se está formando un ser humano que necesita consolidar ciertas conductas que lo lleven a ser buena persona. Para eso, los modelos comienzan en los hogares: es necesario expresar emociones en la casa, hablar con los niños acerca de las cosas que les provocan pena, rabia y alegría. Es fundamental generar el hábito de la conversación en el ámbito de la familia.
En las aulas, recomiendo la práctica de los 5 minutos. Antes de comenzar con los contenidos teóricos, que los niños puedan conversar, preguntar y también contar sus propias experiencias personales ayuda mucho. Debería convertirse en una política de escuela poder expresar las emociones. Así, el conocimiento se sembrará en un lugar limpio por haberse expresado.
Para concluir, la especialista aseguró que existen dos fuerzas que en la educación pelean constantemente. En primer lugar, la supremacía de lo cognitivo y, en segundo se encuentran quienes valoran la posibilidad de expresar y amar lo hacen, de buscar vocación. De "llenar el corazón y no el bolsillo, porque el bolsillo se llena cuando se llena el corazón".
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