A mayor luz, mayor segregación de hormonas, y la del amor, la testosterona, aumenta cuando el día es más largo. En época de vacaciones, el tiempo libre, las salidas e interacciones nocturnas, el calor y la piel al descubierto convierten a los seres humanos en más aptos para recibir estímulos sexuales.
Es sabido que nuestras hormonas influyen decisivamente en nuestro comportamiento y, cómo no, también en las emociones amatorias. Así lo han demostrado investigadores como Cindy Hazan, de la Universidad de Cornell de Nueva York y Helen Fisher, de la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, al descifrar de una manera concluyente que el enamoramiento tiene un fundamento biológico.
"El quimismo del organismo, las hormonas y su funcionamiento desde ya son fundamentales, incluso para el amor. En verano la piel descubierta, los colores, las vacaciones y el tiempo libre influyen en la atracción con el otro, en la necesidad de caricias, miradas y aproximaciones. Para que de ese enamoramiento inicial, casi puramente físico, se desarrolle el amor, se requerirá de otros condimentos", explicó en diálogo con Infobae la licenciada Rosalía Álvarez, psicoanalista y coordinadora del Departamento de Pareja y Familia de APA.
A mayor luz, mayor segregación de hormonas
El cambio de las estaciones tiende a afectar el estado de ánimo, entonces, ¿por qué no el deseo sexual? Las "estaciones del amor" producen cambios en el organismo, que promueven el erotismo y aumentan la libido. Cuando hay más luz se segregan más hormonas y la del amor, la testosterona, aumenta cuando el día es más largo. De hecho, comienza a incrementarse en primavera.
Luego de pasar días cortos y de frío, hombres y mujeres finalmente se liberan de los confines de sus hogares y oficinas para descansar bajo el sol, viajar y llenar los espacios de ocio de aire libre. La piel se expone y la naturaleza recupera su color, los días se hacen más largos y la noche más amena, el sol se vuelve un afrodisíaco y antidepresivo natural. Su analogía con conceptos como enamoramiento, romanticismo o sensualidad implica una revolución emocional, hormonal y biológica en la población. Este sentimiento tal vez abstracto tiene su respaldo científico.
Un estudio completo en una edición de 1990 de The Journal of Reproductive Rhythms sugiere que las tasas de fertilidad humana están directamente influenciadas por los cambios estacionales, y que la luz solar y la temperatura son dos factores sobresalientes en la formación de la procreación.
Llega el verano y jóvenes y adultos guardan la expectativa de enamorarse y nos hablan de la necesidad humana de reconciliarse con los afectos, la comunicación íntima, el juego y la fantasía.
"El discurso de mercado que circula entre nosotros propone ideales a cumplir y fomenta la ilusión de felicidad a través del consumo. Los vínculos afectivos también se ven impulsados a regirse por las mismas pautas: tienden a ser transitorios, y descartables, de satisfacción "inmediata y garantizada", se usan hasta que sale otro nuevo o mejor", indicó Diana Sahovaler de Litvinoff miembro la misma asociación.
El amor siempre ha precisado del juego erótico, lo íntimo, lo secreto. El amor busca el reconocimiento mutuo, no es intercambiable. El amor requiere tiempo y se nutre también de las dificultades, de la lucha por aceptar y conciliar diferencias. Jóvenes y adultos guardan la expectativa de enamorarse, de recuperar el erotismo dentro de una pareja que, estable o transitoria, se componga de dos personas que se reconocen en su particularidad.
Para la especialista vivimos en una cultura en la que predomina el individualismo, donde el otro es vivido como ajeno, diferente y es muy poderosa la tentación de buscar la satisfacción dentro de uno mismo. En la actualidad hombres y mujeres suelen tener una actitud prevenida, temen dejarse engañar y las dudas respecto de los demás los llevan a desconfiar de las relaciones duraderas.
Pero el consumo de objetos, el consumo de sexo como un objeto más, las circunstanciales al alcance de la mano, no aplacan la soledad ni dan respuesta a la necesidad de amar y ser amado. En esta concepción de libertad sexual, en este "sexo delete", lo que termina borrado es el mismo sujeto.
El cerebro, el órgano clave para el amor
Nicole Praschak-Rieder y Matthaeus Willeit, del Centro de Adicción y Salud Mental de la Universidad de Toronto, comprobaron con TEP, tomografía por emisión de positrones, la existencia de mayores cantidades del transportador de serotonina en época estival prácticamente en todas las áreas cerebrales. Por el contrario, los resultados de las pruebas realizadas en la fase otoño-invierno mostraban un importante descenso, algo asociado con un estado de ánimo "más negativo y apagado".
"No es casualidad que los individuos se sientan más felices y enérgicos en días soleados, de temperaturas cálidas, y decaiga el buen humor y la energía con la oscuridad de los meses invernales", apuntaron los autores del estudio.
Para Santiago Gómez, psicólogo del Centro de Psicología Cognitiva, las emociones tienen una base biológica, el sistema límbico, y otra psicológica. "Por lo tanto cuando nos enamoramos no tendríamos que tocar el corazón del otro, sino la cabeza", explicó.
Verano: escenario de primeros amores, reencuentros e infidelidades
Todos estos factores hacen que los adolescentes se enfrenten en esta estación a su primer flechazo y habitualmente a sus primeras relaciones sexuales, que pueden evaporarse fugazmente. Para ellos, es difícil olvidar este primer amor, las miradas, el primer acercamiento, los besos y los momentos compartidos.
Los científicos también aseguran que muchos amores de verano se desvanecen cuando acaba el estío. El entorno social no contribuye a que esa pasión perdure: comienza el trabajo, la universidad, o la escuela, y la rutina es diferente.
"Es por eso es que muchos veces las relaciones que comienzan en esta época del año solo son amores de verano, donde se disfruta enormemente ese enamoramiento puramente físico e ilusorio, para más tarde permanecer en la memoria de sus protagonistas. Solo si hay otros condimentos personales, otro tipo de entrega, quienes se atraen en esa relación podrán convertirla en una más perdurable", advirtió Álvarez.
Aunque en estas fechas se registra una mayor actividad sexual, los expertos hicieron hincapié en que los seres humanos, sin embargo, no son solo producto de la química. Según explicó a Infobae Maximiliano Martínez Donaire, psicoanalista y exsecretario científico del Claustro de la Asociación Psicoanalítica, el fenómeno no se trata únicamente de las posibles bases fisiológicas que podrían tener algunas emociones o conductas humanos. Sino que más bien debería pensarse desde la dimensión de la subjetividad.
"Debemos analizar los resortes de las relaciones amorosas entre las personas desde la dinámica de lo social, de lo cultural y de lo singular de cada uno. Hacer afirmaciones tan generales no nos dice mucho de la personalidad de cada persona. Deberíamos preguntarnos cómo cada uno se inserta en la trama social-cultural y también biológica. Las cuestiones fisiológicas operan en cada uno de manera diferente. El amor, como pocas cosas, es muy singular", explicó.
Para el experto la sensación de que en el verano hay un aumento de las relaciones amorosas tiene bases diversas. Y advirtió: "Podemos encontrar un montón de condiciones sociales que hacen de estímulo para que ello acontezca. En general, en el verano solemos tener una disposición mucho mas estimulada y reforzada desde las costumbres culturales y sociales a los encuentros o eventos sociales. Pero fundamentalmente coincide con los periodos vacacionales. Allí, la gente se dispone a disfrutar y a conocer gente y es en esa circunstancia que se multiplican las fuentes de estímulo para que las personas se enamoren o se encuentren".
Existe un condicionamiento social a construir espacios donde el encuentro amoroso y sexual esta totalmente estimulado y favorecido. Eso en los períodos vacaciones llega a su máximo esplendor. Lo fisiológico, por su parte, no contempla los aspectos singulares y subjetivos de cada persona.
"Los amores son el modo de acercarnos a otros y de no estar solos. Si fuimos recibidos con amor, podremos darlo. A veces, el amor empieza con la pasión. El amor, el deseo y el enamoramiento no dependen del clima, sino del deseo en un sentido profundo. O sea, del sentimiento vital que anida en cada uno de nosotros", aseveró la doctora Mirta Goldstein, psicoanalista y vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
A comienzos de este año la red de citas Second Love realizó una encuesta que reveló que la infidelidad de los argentinos aumenta en un 40% en esta época y que además se multiplica la presencia de los usuarios que se registran en el portal entre dos y tres veces al día.
¿A qué se debe este aumento? Las vacaciones funcionan como un disparador porque durante estas fechas las personas cuentan con mayor tiempo para relajarse. Esa disponibilidad suele ser una incitación o una posibilidad para despertar impulsos y sensaciones que en el año quedan aplacadas.
Algunas consecuencias de la fidelidad y la resistencia a los cambios
Los resultados arrojados por una investigación reciente llevada a cabo por la Universidad Complutense de Madrid evidenciaron que en prácticamente todos los países europeos las mujeres tienen más síntomas de ansiedad, casi el doble que los hombres. Estas marcadas diferencias no se explica por la biología (hormonas, neurotransmisores, etc.) sino por los factores sociales y culturales que configuran las normativas de género.
“Los ideales de belleza sigue siendo un factor de presión sobre el género femenino. Sin embargo, el factor fidelidad no aparecía como marcador de ansiedad. El estudio en cuestión sostiene que aquellas mujeres que se ajustan a la norma de fidelidad, tienen poca experiencia con otras parejas sexuales, y sostienen relaciones prolongadas, son más proclives a padecer síntomas de ansiedad”, sostuvo en diálogo con Infobae Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo.
Las mujeres que han ganado en autonomía y en equidad con los hombres sienten que además tienen que cumplir con las pautas clásicas del género: formar una familia, cuidar la pareja, tener hijos, organizar el hogar y redistribuir los roles familiares, todas cuestiones que pueden convertirse en factores de estrés. Para la investigadora Marta Aparicio, los aumentos en los niveles de ansiedad cognitiva (percibir, pensar, estar atentas o evocar situaciones de alarma) se vinculan fundamentalmente con la delgadez, la fidelidad sexual y la inversión para tener una mejor apariencia.
Los rasgos son expresiones de la conducta que se pueden modificar, ya sea por el paso del tiempo y las experiencias vividas, o bien por la reflexión y el cuestionamiento de los mismos. "Lo novedoso de este estudio es que presenta a la fidelidad no solo como una postura o un valor para quien la defiende, sino también como un factor de ansiedad porque se la asocia al conjunto de rasgos que determinan para el imaginario social y personal 'cómo deberían ser las personas según su género'", concluyó el experto.
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