"El arte no se vende cuando vos querés venderlo sino cuando la gente te lo quiere comprar". Ése es básicamente el concepto que Martín Saráchaga, de la homónima casa de subastas, debe recitar cada vez que un cliente ansioso -en general joven, de esos que escasean en este mundillo- quiere vender rápido una pieza de arte o un mueble antiguo. La paciencia es imperativa, en especial en el universo del arte, y más incluso en su mercado secundario.
La casa de subastas y remates Martín Saráchaga cumple 80 años en el mercado. Martín es el nieto del fundador, Juan Daniel Saráchaga, un exempleado del Banco Hipotecario que dejó la estabilidad de un puesto seguro y se adentró en un mundo totalmente diferente. "Por alguna razón se independiza y empieza con esto", cuenta Martín, quien desconoce la razón por la que su abuelo tomó aquella decisión, pero que recuerda que primero comenzó en subastas judiciales con bienes inmuebles, y dentro de estas subastas veía varias e importantes colecciones de arte. Así se metió en este nicho.
Y tampoco está muy seguro de qué hubiera ocurrido si su padre -también llamado Martín- no hubiera muerto y él no hubiera tenido que hacerse cargo del negocio familiar. "Estaba terminando la facultad y tenía que ver qué hacer. Quería quizás ir a estudiar afuera, pero de repente muere papá y, bueno, me hice cargo y me quedé. Pasaron 22 años. Si vos me preguntás si yo estaría acá si mi padre estuviera vivo no tengo idea. Es una pregunta que siempre me hago, pero bueno, las cosas pasan y pasó", reconoce Saráchaga durante un encuentro con Infobae, sentado en su despacho en la sede de la Casa en Rodríguez Peña 1778 mientras da vuelta con una cuchara su café con leche.
Es una tarde de octubre y ya está todo listo para la puja, en el segundo día de subasta del departamento de arte decorativo. El de Rodríguez Peña es uno de esos edificios antiguos de techos altos que predominan en Recoleta. Las escaleras llevan a pisos oscuros en los que los cuadros y los muebles ocupan cada rincón y recoveco, esos en los que los curiosos se pasarían horas y horas revolviendo cajas y escudriñando objetos de antaño. Algunas pinturas están colgadas, pero la mayoría descansa apilada junto a otras, entre cómodas de madera y esculturas de todo tipo.
"La subasta anduvo bien, teniendo en cuenta este momento que estamos viviendo, que es muy malo", apunta el nieto del fundador sobre las jornadas anteriores, que incluyeron pintura y escultura argentina y europea. Luego de las de arte decorativo hubo dos más dedicadas a mapas, impresos y libros. Unos días antes incluso vendieron una escultura en acero al Malba por 62 mil dólares. Se trata de Continuidad lineal, del escultor argentino Enio Iommi.
A la Fundación Costantini le deben la mayor venta que tuvo jamás la Casa. Fue en los 90, cuando subastaron la colección de pintura argentina más importante que tuvieron. Allí adquirieron por 324 mil dólares un óleo de Emilio Pettoruti titulado La Canción del Pueblo, que actualmente se exhibe en el Malba. "Hoy serían unos 800 mil dólares al dólar actual, pero en realidad hoy ese cuadro pasaría el millón. Es uno de los pocos artistas argentinos internacionalizados, como Berni. Nunca pudimos alcanzar de nuevo lo que se vendió en los 90. Hoy vendemos a valores similares pero 25 años después…Estamos rezagados. Tenemos que crecer, posicionar más al arte argentino en el mundo. Hay que copiar lo que otros hicieron bien para hacer crecer el arte para beneficio de todos. El Estado también se beneficiaría", reclama.
En ese sentido, aunque aclara que no cree que el Estado deba intervenir, sí debería facilitar la circulación del arte por el mundo: "Países similares al nuestro han podido desarrollar políticas en pos de su desarrollo. En el mundo, el arte es libre de circulación. Nosotros al fin íbamos por ese camino y ahora parece que no. Siempre hay un 'te doy pero te saco'. El mundo del arte tiene que tener libre circulación para crecer".
Los compradores
El perfil del público que acude a las subastas es bastante disímil, y depende de la jornada. Obviamente, el comprador de arte es una persona con un bolsillo abultado, que, ya sea como inversión o por el mero y sencillo disfrute del arte en sí, está dispuesto a inmovilizar una gran cantidad de dinero durante un tiempo, que puede ser 15 años si quiere vender la pintura o la escultura de nuevo y reingresarla al mercado, o toda una vida y pasarla a sus descendientes como parte de su herencia.
El desafío hoy en el país es incorporar a los "sub 50", aquel segmento de menos de 50 años que hoy no es moneda corriente en este tipo de subastas. "Es un país en el que no se ha incorporado todavía como sí pasó en otros países. Acá nos está costando, pero están apareciendo de a poco", dice mientras recuerda a un abogado joven que adquirió algunas piezas en jornadas anteriores. "Tiene que ver con el contexto y en cómo se mira el tema del coleccionismo y la compra de arte acá".
"Lo que pasa es que los sub 50 lo que quieren lo quieren ya, y las casas a veces hacen subastas mensuales o semanales, o incluso bimestrales. Nosotros hacemos cuatro al año, donde tratamos de mantener un cierto nivel, y a veces el apuro por comprar los lleva al mercado primario, a las galerías, y compran en el momento. Las subastas son un segundo paso, cuando ya tienen una colección y buscan otras opciones", explica Martín, al tiempo que asegura que en la Argentina siempre se ha visto a las galerías y a las subastas como rivales, aunque él está convencido de que en realidad son dos jugadores complementarios. "Todos tenemos que trabajar por el arte argentino", remarca.
El coleccionismo joven está en crecimiento, y es cuestión de tiempo para que entren al mercado con todo, pero, según Saráchaga, eso ocurrirá "cuando empiecen a ver que en la subastas se puede comprar aunque haya que esperar. Lo que es claro es que el comprador de 35 años vive con una ansiedad que tiene que tener todo para mañana, pero con el tiempo se arma de paciencia y se da cuenta de cómo son las cosas".
Y en este nuevo paradigma, la tecnología es una herramienta que, al igual que en todos los ámbitos, llegó para dar vuelta el tablero y que a Martín, como también le ocurre a sus competidores locales e internacionales, todavía le cuesta entender hacia dónde lleva el juego. "En la generación de mi abuelo, vos para ver lo que tenía una casa de subastas, como no existía un portal de internet, tenías que ir. Yo creo que estamos en una transición hacia algo que no conocemos. La tecnología está cambiando el rumbo del mercado, pero no sabemos bien cómo todavía. Cuando vos estás en el medio del paradigma es muy difícil saber el final hasta que pasa. Es así, la historia lo marca".
Eso sí -asegura-, hay señales. "Hay que estar atento a lo que está dejando de demandarse. Argentina fue netamente importador de todo arte europeo de fines del siglo XIX. Todo eso hoy está muy mal, muy bajo, y eso nos complica. Los últimos ocho años lo reemplazamos con arte oriental y eso tuvo una aceptación nacional e internacional muy buena. Hay que ir a ver adónde vamos. Los argentinos tendemos a tratar de inventar de nuevo la rueda y lo que tenemos que hacer es aprender a copiar un poco más. En función de eso, Christie's y Sotheby's marcan la tendencia a nivel global. Lo que hay que hacer acá, dentro de nuestras posibilidades y presupuestos, es mirar lo que ellos hacen, aunque ellos tampoco tienen muy en claro hacia dónde vamos ni hasta dónde…".
Es verdad que las casas de subastas más importantes se encuentran en ocasiones ante situaciones hasta antes desconocidas. Hace poco, durante una subasta llevada a cabo en la sede de Sotheby's de Londres, se ejecutó otro golpe maestro de Banksy que dejó a todos atónitos, cuando su obra Niña con globo fue vendida por 1,4 millones de dólares y luego parcialmente destruida por una trituradora, en un acto que incluso habría valorizado aún más el cuadro de pintura en aerosol sobre tela. "Se revalorizó a partir de la destrucción. Como él va en contra de las expectativas del mercado, es la figurita que más vale. Está claro. Él ha hecho un trabajo de marketing terrible, además de esta lucha constante contra el mercado que hace que se revalorice constantemente", opina Saráchaga.
Las tendencias en venta
"Acá compran más que nada pintura local y objetos decorativos de afuera. Lo que más se vende afuera son objetos de arte, sobre todo chino. Los chinos se expandieron a todo el mundo y compran mucho de lo propio. Ellos están comprando su arte pero están radicados en otras culturas. No sé si se han adaptado a la cultura local, pero su arte lo siguen comprando. Argentina trajo mucho arte chino, y esto ayuda a la situación", explica.
Lo que más se vende en la Casa es la pintura argentina. "Está dividida en tres etapas: precursores y clásicos; lo moderno -los post 60 como Rogelio Polesello, Eduardo Mac Entyre (vendieron dos del artista en esta subasta) y muchos otros que explotaron en esa época o que se fueron, como Sarah Grilo, Julio Le Parc, Martha Boto o Antonio Seguí, mucho de la época de Di Tella, todo lo cinético y pop-; y, por último, lo contemporáneo, de los 90 para acá. De lo contemporáneo no hay tanto en subasta, tiene mucho que ver con el recambio generacional… Quizás en las galerías tienen más sub 50 que nosotros, pero bueno, con el paso de los años se incorporará más".
Para adquirir las piezas que se subastan, los canales son bastante formales y claros. "Vienen de dos vías: o la gente que los tiene en su casa o que hereda y nos llama, o los comerciantes que viven de esto. Lo importante es que las cosas vienen. Tenemos 80 años y nos conocen".
Según Saráchaga, la clave para armar una subasta hoy es entender que la demanda está mutando. "Lo que ha cambiado mucho es el tamaño de la obra de arte. Hoy el mercado pide obras de arte de gran tamaño, no chicas. Están como desvalorizadas, es un concepto que entendimos en los últimos tres o cuatro años, incluso si es de un mejor período del artista. Tiene que ver con el concepto de decoración actual. El mercado de alguna manera corrió el eje de la obra chica -de 30×30 cm o de 40×40 cm, por ejemplo-. Hoy se buscan tamaños importantes. Entonces dentro de eso también tenemos que aggiornarnos. Hay obras que hace unos años tenían un valor y ahora no porque el mercado de alguna manera los está depreciando. Tenemos que estar en constante evolución de lo que la gente busca".
“El arte no se vende cuando vos querés venderlo sino cuando la gente te lo quiere comprar, que es bastante diferente a lo que se cree. El arte tiene esas frustraciones”
Para la valuación y la autentificación de las obras de arte -que, de más está decir, es más difícil de lo que parece y una ciencia no tan exacta-, la Casa, además de contar con un equipo estable de diez personas, consulta de manera constante con freelancers especializados en cada artista. "Hay mucha gente que nos asesora y nos ayuda para verificar un bien. Lo que tratamos es llevar el riesgo al mínimo posible. Por ahí alguna vez se nos pasa, seguramente, es parte del negocio, pero estamos atentos y consultamos. Ante la duda, no presentamos. Hablamos con el experto sobre tal artista y si dice que no está convencido preferimos no presentar. Pasa mucho con los asesores que te dicen 'la verdad es que no te puedo decir que es o que no es' de determinado artista. Y después quizás aparece en otra casa y se vende. Y bueno, es parte del negocio, porque sus expertos lo habrán aprobado. Porque la verdad es que la única persona que tiene el sí definitivo es el artista que lo pintó o el escultor. Y confiás en el grupo que armaste".
Cómo armar una colección
"Tenés que armar una colección partir de lo que te guste y lo que estás dispuesto a gastar. Por eso yo siempre digo que busquen profesionales, curadores, gente vinculada al arte que te ayude a armar una colección", recomienda el experto. "Una cosa es para tenerla, disfrutarla y el día que te canses o quieras tener otra cosa la vendés y no tenés en cuenta el valor económico, o, si querés tenerla, en función de tener una inversión y mirar 20 años para adelante tenés que tener una buena posición económica y entender que esto no es de un día para el otro".
Años atrás, el arte no se miraba como una inversión, se miraba como un objeto de valor que se le dejaba a los hijos y a las familias. Hoy se incorporó todo el mundo de las finanzas, gente que tiene otra visión y otro paradigma. "Por eso tenés que ver primero qué vas a abarcar. Decís, bueno, me gusta el arte cinético. Tenés que abarcar todos los artistas posibles, y todos los períodos que puedas con el presupuesto que tengas. Y en algún momento algún artista te va a dar algún valor económico que te va a compensar a los otros".
"El mercado va mutando. Hace veinte años un Quinquela vale lo mismo que hoy. Pero en 15 años no sabemos qué va a pasar", reconoce. "No sabemos si va a estar en la cabeza de la demanda. Es imposible. Entonces si vos querés tener una reserva de valor lo comprás, lo disfrutás los 20, 30 o 40 años que te queden de vida y los tenés colgados y los disfrutás en tu casa. Y si vas con una inversión tenés que entender que por 15 o 20 años tenés que tenerlo inmovilizado. El arte no se vende cuando vos querés venderlo sino cuando la gente te lo quiere comprar, que es bastante diferente a lo que se cree. El arte tiene esas frustraciones".
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