Diego Staropoli no puede borrar de su memoria a Lidia, la primera mujer que necesitaba cerrar un ciclo en su vida para volver a recuperar algo que el cáncer de mama le había quitado, el pezón, y poder así también dar por finalizada una etapa de su vida. Luego de Lidia, siguieron otras 611 mujeres, cuyas historias él hoy lleva impregnadas en su memoria. Todas ellas, durante estos últimos tres años, decidieron poner en las manos del tatuador y creativo de la tinta la confianza para volver a tener la areola mamaria que el cáncer de mama les había arrebatado.
En el local de Mandinga Tattoo, en la calle Murguiondo 4116 del barrio de Lugano, trabaja Diego Staropoli, un artista del tatuaje que se hizo conocido por haber sido elegido en reiteradas ocasiones como el tatuador de varias celebrities locales. Pero lo cierto es que muchos más lo reconocen y lo admiran por ser el héroe que dibuja de manera gratuita pezones a mujeres que tuvieron cáncer de mama. Ése es su regalo. "Hace tres años que comencé con la iniciativa y desde ese entonces tatué a 612 mujeres. Me acuerdo desde la primera mujer hasta la última que vino la semana pasada; para mí es algo muy especial", comentó en dialogo con Infobae el tatuador de 46 años.
Es que él tiene una relación muy cercana con el cáncer de mama, una enfermedad que atormentó a varias generaciones de su familia a lo largo de los años. "Muchas de las mujeres de mi familia padecen o lucharon contra esta enfermedad, como mi abuela, mi mamá y mi tía, así que me pareció una manera de hacer algo desde lo que está a mi alcance y devolver algo que sea para ellas", enfatizó el tatuador.
Lidia fue la primera valiente, la primera mujer que dio origen a una iniciativa que hoy es conocida a nivel internacional. Vio la publicación en internet que daba a conocer la propuesta del tatuador, se contactó con el dueño de Mandinga Tattoo y se dirigió a Lugano para poder comenzar con un proceso que la ayudaría a sanar emocionalmente. "Tenía muchos nervios, más yo que ella, era algo que hacía por primera vez y era muy especial para la persona, sentía un compromiso enorme y te diría que fueron los 20 minutos más largos de mi vida", dijo todavía perplejo de emoción.
En todos sus años de trabajo, desde que abrió su local en 1993, nunca se había imaginado que su destino era el de cambiar para siempre la vida de las sobrevivientes del cáncer de mama, y que necesitan volver a sentirse en su cuerpo más allá de la enfermedad. "Yo desconocía que cuando le sacaban el pecho también le sacaban el pezón y mi iniciativa nació porque sentía que era una secuela eterna que llevaban y que visualmente no cerraban el ciclo. Todas las que pasaron me decían que lo hacen por ellas mismas, para volver a sentir su cuerpo y que aunque no les devuelva la textura, sí les devuelve la estética visual", comentó.
El local recibió a 612 mujeres de todas partes del país e incluso de otros países como Uruguay, Bolivia, Colombia y España que vienen únicamente para tener la cita con el tatuador, quien durante esos 20 minutos que dura la sesión mantiene una conversación amena con las clientas que le cuentan su historia, sus experiencias y por qué deseaban tanto volver a tener la aureola.
Con el tiempo y con la popularidad que obtuvo la iniciativa de Mandinga, las mujeres que se habían tatuado crearon un grupo de Facebook llamado, "El club de las tetas felices de Mandinga", en donde las que ya pasaron por el local de Staropoli y las que aún no tuvieron la oportunidad de ir a hacerse el tatuaje pueden ver los trabajos realizados y ponerse en contacto con el tatuador para agendar un turno. "Cuando las chicas que pasaron por el local me comentaron del grupo me pareció excelente porque le quitaba dramatismo a la situación y es increíble ver como nos quedamos en contacto, ver como se realizan las charlas grupales entre las mismas mujeres que habían sobrevivido a la enfermedad", comentó.
Gracias a la popularidad de la acción, muchas mujeres le pidieron a Staropoli que viajara por el país para poder acercar esta iniciativa gratuita a mujeres que no podían acercarse hasta Mandinga Tattoo, y recientemente estuvo en la ciudad de Bahía Blanca donde declararon el proyecto y la acción del tatuador como de interés.
En el local de Mandinga son alrededor de 30 personas los que trabajan a diario. Sin embargo, Diego es el único que realiza este tipo de trabajo:"No todo el mundo puede dedicarle el tiempo ni hacerlo gratis, me parece que es algo que tengo que hacer yo, y me gusta saber que a través de mi trabajo puedo cambiarle la vida de muchas mujeres que sufren por no poder darle un cierre a la enfermedad".
El cáncer de mama es una enfermedad que afecta principalmente a las mujeres. "Lamentablemente son millones de mujeres y aunque me gustaría poder atender a todas, les agendo el turno de forma separada y con tiempo para poder realizar el tatuaje a cuantas más pueda y seguir cambiando la vida de muchas", enfatizó y agregó: "Creo que más allá de la iniciativa, es algo muy importante para ellas que necesitan estar conformes con su propio cuerpo, no para sus parejas ni para el afuera, para volver a sentirse ellas mismas frente a un espejo y estar conformes".
Fueron tres años intensos para el tatuador que comenzó una iniciativa sin precedentes en el país. Ser el pionero de tal acción parece no tener fin para Staropoli, que sigue sumando turnos en su agenda y que recibe a diario a personas que padecieron esta enfermedad, para que nada impida que vuelvan a estar cómodas con su cuerpo.
"Es un homenaje a las que vencieron y lucharon contra el cáncer pero por sobre todo a las miles que no pudieron hacerlo", concluyó Staropoli.
SEGUÍ LEYENDO