Por Graciela Gioberchio
La fría y ventosa mañana porteña revivió el fastidio que siente cada invierno desde que vive en Buenos Aires. "Lo odio con toda mi alma", confesó Sharon Haywood, fundadora y directora de AnyBody Argentina, no bien llegó a la cita con Infobae en un bar de Parque Patricios. Por esa gélida razón, hace 14 años armó su mochila y huyó de las bajas temperaturas de Toronto, su ciudad natal. Salió a recorrer América Latina sin planes de quedarse a vivir en estas tierras "aunque a veces la vida toma giros inesperados", soltó entre risas. Recaló en Buenos Aires para estudiar castellano, conoció a su actual pareja y se convirtió en una activista fundamental que busca transformar la cultura visual actual y la sociedad para incluir a la gran diversidad de cuerpos.
Para promover ese cambio en relación a la percepción general de la belleza y la salud, Sharon en 2011 fundó la sede argentina de una organización no gubernamental con presencia en ocho grandes capitales del mundo, entre ellas Londres, Nueva York y San Pablo, que forman parte del grupo Endangered Bodies -Cuerpos en peligro de extinción-. "Muchas veces me preguntan si la discriminación por no ser flaca es peor en Argentina que en otros países y siempre digo que dentro de la industria de la moda acá es más fuerte que en otros países que conozco, como Canadá, Estados Unidos y Reino Unido.
La discriminación por peso sigue siendo muy fuerte en Argentina: si no estás flaca, acá te va a costar encontrar ropa de tu talle”, sentenció Haywood, escritora, editora, feminista y militante por la diversidad de talles.
—La lucha por la diversidad de los cuerpos de todas las edades, formas y tamaños es una problemática global; ¿qué observás en Argentina?
—Acá la discriminación de peso es más fuerte. No podemos negar que debido a la práctica argentina de vender ropa principalmente para personas flacas, existe una capa extra de discriminación que no veo en otras partes del mundo. Nuestras encuestas anuales, año tras año, nos dicen que los talles promedio –los talles 44, 46 y 48– siempre son lo más complicados para encontrar.
—¿Y también hay dificultades para encontrar talles plus size?
—Aunque hay talles, existe una falta importante de elecciones. En otros países hay muchas más elecciones de moda y es un resultado del activismo gordo y el movimiento Body Positive que comenzó en países angloparlantes mucho antes que en Argentina. Afuera de Argentina, todavía el mercado plus es chico en comparación con el mercado de los talles promedio, pero está muchísimo mejor que el mercado plus de acá.
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— AnyBodyArgentina 💚 (@AnyBodyArg) 6 de julio de 2018
—¿La discriminación de peso también se da entre los hombres?
—Según nuestras encuestas anuales sobre la disponibilidad de talles, parece que hay menos discriminación de talles con los hombres. Necesitamos tener más datos sobre los hombres porque solo recibimos un 5% de respuestas de hombres. Creemos que hay un estigma. En nuestra experiencia observamos que les cuesta admitir que tienen dificultades para encontrar su talle. Lo cierto es que sienten vergüenza y culpa, algo que hace tiempo pasaba con las mujeres.
La glorificación de la mujer
—¿Cuál fue la primera percepción que tuviste en Argentina en relación con la apariencia física?
—Me llamó mucho la atención la glorificación de un tipo de mujer: se tiñen el pelo de rubio, se hacen cirugías estéticas, se ponen siliconas en los pechos y botox en la cara. Todo esto fue bastante fuerte para mí. En 2009 publiqué mi primer ensayo que habla de esto.
—Es que la mujer argentina acata en gran medida esos estándares de belleza.
—Si una mujer quiere maquillarse, teñirse, ponerse siliconas o botox, ¡está bien! La obligación de tener que hacer tantas cosas es lo que está mal. Pero también hay que entender que se trata de una elección dentro del patriarcado que dice que, para ser exitosa, aceptada y amada, una mujer tiene que ser joven, flaca y bonita. Lo vendió el patriarcado y lo compramos fácilmente. No es una elección aislada de la sociedad en la que vivimos.
—Pareciera que cuesta aceptar el cuerpo propio y el paso del tiempo.
—Nuestros cuerpos no están estáticos, siempre están cambiando. Casi siempre estamos focalizando en el lugar del otro, en cómo esa otra persona me está viendo; eso se llama autocosificación y tiene muchos efectos negativos, entre ellos la baja autoestima. No es una elección, estamos enseñadas así: la sociedad dice que tenés que estar impecable, con el pelo así, el cuerpo así, la ropa así. Tenemos que aprender a vivir dentro de nuestro cuerpo como protagonista de nuestra vida: yo veo al mundo. Poner en juego esta perspectiva libera mucha presión.
—¿Eso sentiste cuando dejaste de teñir tu pelo y liberaste tus canas?
—(Risas) Siempre teñí mi pelo, desde los 14 años, para divertirme. Pero a los 19 empecé a tener canas, algo genético en mi familia. Y lo seguí haciendo hasta los 40. Me da mucha gracia, porque cuando me animé a dejarme las canas, mis amigos me decían 'no lo hagas, Sharon, tenés lindo pelo, lindo color, te vas a ver muy vieja'. Esa es otra imposición de cómo necesitamos vernos, tenemos que parecer jóvenes. Es como que no hay valor para una mujer cuando pasa determinada edad, hay que invisibilizar a la mujer más grande. Yo considero que crecemos, tenemos experiencia y somos más ricas como personas cuando envejecemos. Sin embargo, rechazamos todo eso.
El camino hacia la acción
—¿Cómo fue el proceso que te condujo a ser activista por la diversidad de cuerpos?
—Muy interesante; no hubiera encontrado ese camino sin mi experiencia en la Argentina. No me identifiqué como feminista hasta que viví un par de años acá.
—¿Por qué?
—Llegué cuando tenía 30 y pico y uno de los temas que más me tocaron fue el del aborto. En Canadá es legal y es uno de los pocos países del mundo que no tienen una ley para una práctica legal que se plantea como un asunto privado entre la mujer y su médico, en el marco del único sistema de salud que es público. No me había dado cuenta de todos los derechos que tenía en Canadá, que tampoco es un país perfecto porque todavía allí hay discriminación y brecha salarial entre hombres y mujeres, por ejemplo.
—¿Y qué otros temas te impactaron?
—La odisea de conseguir ropa para todos los cuerpos. En Argentina me costó y me sigue costando encontrar ropa: tengo un talle promedio 44/46 que junto con el 48 son los más complicados, tal como señalan nuestras encuestas que hacemos desde 2012 y cuyos resultados se mantienen año a año.
En marzo de 2011, Haywood decidió armar la sede local de AnyBody. La primera acción fue la organización de la "Cumbre Internacional Endangered Species, preservando el cuerpo femenino", que se hizo en Buenos Aires y sirvió para instalar el tema sobre los mandatos en cuanto a la imagen corporal.
—¿Cómo llegaste a AnyBody?
—Estaba escribiendo precisamente sobre mis experiencias con los talles en Argentina, la percepción de mi cuerpo y también sobre mi lucha contra la anorexia y la bulimia durante mi adolescencia. Esos fantasmas, que pensé resueltos, habían reaparecido cuando armé mi rutina acá y era habitual no conseguir ropa que me gustara y me entrara. Estamos sometidos a demasiadas presiones con los parámetros de belleza. Por eso decimos que la meta es aceptar mi cuerpo y eso implica un trabajo constante. A partir de toda esa experiencia, desde Buenos Aires, me contacté online con el equipo de AnyBody Londres.
Modelómetros, encuestas y directorio de marcas
En 2012, AnyBody lanzó la primera investigación sobre la experiencia de comprar ropa en Argentina, con mujeres entrevistadas en persona, y también a través de cuestionarios online, sobre un total de 300 personas. Los resultados mostraron que aproximadamente el 65% de las mujeres argentinas tienen problemas para encontrar ropa de moda en su talle. Desde entonces se realiza cada año y los resultados se mantienen: entre el 65% y el 70% sigue con las mismas dificultades y apenas el 5% manifiesta no tener problemas. La encuesta de 2017 abarcó más de 6.000 personas y en octubre, lanzarán la encuesta de 2018.
A partir de entonces, impulsaron la ley de talles nacional inclusiva, con creativas intervenciones que invitan a romper el molde de la moda, como es el Modelómetro, una instalación interactiva que ilustra el irreal-ideal de belleza de 90-60-90 que recorre recitales y encuentros masivos.
En 2016 iniciaron la campaña "El talle único no es el único talle" que reconoce a las marcas nacionales, emprendimientos y empresas locales que cuentan con variedad de talles y muestran otras prácticas 'body positive', como por ejemplo tener una publicidad inclusiva.
"Decidimos pasar de las denuncias y quejas, que no estaban cambiando nada, a poner el foco en las marcas que están haciendo algo correcto. En septiembre vamos a publicar un formulario para que se postulen empresas porque queremos que el directorio se renueve y se convierta en una herramienta actualizada para el público", anunció Haywood, que estudió Psicología en Toronto, decidió con su pareja no tener hijos y ahora estudia a distancia la maestría en Psicología de Salud, en una universidad de Inglaterra.
“Faltan fondos para terminar el estudio antropométrico”
—¿En qué quedó la ley de talles y el estudio antropométrico de los cuerpos argentinos?
—Para que una ley nacional funcione es clave y esencial que haya un estudio antropométrico concluido, pero no está terminado por falta de fondos. Los profesionales del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) necesitan una muestra de 15.000 personas (hombres y mujeres de 12 a 65 años) en 5 regiones del país y aún no completaron ninguna región.
—¿Otros países cuentan con un estudio de esas características?
—Sí. Hay más de 60 países en el mundo que cuentan con este tipo de estudio que no solo tiene que ver con la industria textil y del calzado, sino también con la salud. Es necesario que se realice cada diez años. Hoy en la Argentina se utilizan las normas del Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM) pero la tabla de talles está basada en cuerpos europeos, no argentinos. Sin el estudio antropométrico, ninguna ley nacional de talles puede funcionar.
—¿Mientras tanto, qué proyectos de ley de talles hay en el Congreso?
—En el Senado se discute un proyecto que asesoré y subrayé que las normas IRAM no se deben incluir en el proyecto final. También estoy en comunicación con el equipo de la diputada Victoria Donda, con quien co-escribimos un proyecto de ley nacional que presentamos en abril de 2017. Nuestro proyecto está vigente hasta abril de 2019 y tenemos planes para reactivar el tema.
—¿En otros países hay ley de talles?
—Esta es una pregunta que me hacen muy seguido. No tienen necesidad de tener una ley de talles: tienen talles y punto. Salvo en Uruguay donde desde hace algunos años se está discutiendo la sanción de una ley.
—¿Y acá es sí o sí una necesidad?
-Sí. Hoy hay 14 leyes de talles en el país, entre provinciales y municipales, y todas las normas son distintas. Se necesita una ley nacional, porque sin una norma cada marca hace lo que quiere, y es lo que está pasando. La ley es necesaria para que los talles sean los mismos en Jujuy, Entre Ríos o Buenos Aires. Así como es de fácil saber qué talle de calzado tiene cada uno, debería ser con la ropa.
—¿La industria textil acompaña la necesidad de contar con una ley?
—Creemos que sí. La Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria (CIAI) reconoce que se necesita el estudio del INTI. También creo que cuando salga la ley –confío en que así será– es necesario que el Gobierno ayude a las marcas con créditos blandos, especialmente a las pymes. Ampliar el rango de talles –si tenían tres y deben tener seis u ocho– demandará una inversión inicial importante. Por la relación con las marcas con las que trabajamos, sabemos que esa inversión se va a recuperar, porque ofreciendo más talles van a tener más ganancias. Es una ecuación que no es complicada de entender; es sentido común. Conocemos marcas con las que comenzamos a trabajar, algunas ampliaron su rango de talles y les está yendo bien.
—¿Entonces una ley nacional de talles puede ser una solución?
—No es la solución para la discriminación de peso, pero es una medida concreta que puede atacar ese problema.
Cuerpos diversos y valores inclusivos
—¿Cómo ves la incorporación de mujeres reales a las pasarelas y las publicidades?
—No me gusta hablar de mujeres reales, prefiero hablar de mujeres diversas, de cuerpos diversos. Todas las mujeres y cuerpos son reales, menos si estamos hablando de cuerpos photoshopeados. Entiendo que cuando se comenzó a hablar de mujeres reales fue una reacción ante la falta de representación de los cuerpos más grandes, de los cuerpos que no son flacos, pero no es necesario invisibilizar a los cuerpos flacos sino tener una mirada inclusiva. Siempre digo solo hay que abrir los ojos en el subte, en el colectivo, en la calle y mirar todos los cuerpos que hay: altos, bajos, flacos, gordos. Y digo gordos porque intento evitar usar "sobrepeso" y "obeso"/"obesidad" porque estos términos implican enfermedades y una persona puede ser gorda sin estar enferma.
—¿Y de las marcas que en sus campañas apuestan a colecciones para personas con discapacidad y a la diversidad?
—La verdad es que poco a poco, las marcas se están dando cuenta de que pueden ganar más, que la gente quiere ver inclusión, diversidad. Hay marcas que están tomando un activismo como propio y para ganar dinero dicen 'somos una marca feminista', pero no muestran valores feministas o inclusivos. Algunas marcas dicen 'somos inclusivos' porque tienen una mujer gorda y el resto tienen talles cero, o ponen a una mujer discapacitada con cinco modelos flacas.
—¿Qué es la ropa? ¿Qué significado tiene hoy para la sociedad?
—La ropa es una expresión de la identidad, de la personalidad. El hecho de que no haya ropa para una persona afecta su autoestima, significa que no tiene valor para estar a la moda. Por eso digo que la ropa no es un lujo; la ropa es un derecho, un derecho de salud, un derecho humano.
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