Revisar un objeto tan personal como la el celular de la pareja sin consentimiento es una invasión de la privacidad y quien lo hace rompe inmediatamente con la confianza establecida para satisfacer sus propias necesidades. Lleva a sospechas y suposiciones que desencadenan inseguridades y malestar.
En pocos segundos se obtiene acceso a mensajes de texto, correos electrónicos, mensajes directos de Instagram e historiales de búsqueda. Sin embargo, solo porque uno pueda obtener esta información rápida y fácilmente, y por muy tentador que sea, no necesariamente es correcto hacerlo.
En el pasado, las personas intercambiaban miradas, sonrisas y alguna nota de amor. Hoy, estos gestos fueron suplantados por los "Me gusta", mensajes directos y furtivos o hasta imágenes que desaparecen en segundos. Para muchos, todas estas acciones se convirtieron nuevas formas de engañar a la pareja. La lujuria y el deseo son eternos, y la vida moderna facilita el engaño.
"Es muy común en las consultas de pareja. Suele tener que ver con alguien que toma a la pareja como posesión y no como 'otro'. Por supuesto la necesidad de hacerlo tiene que ver con algo perturbado en la psique de quien lo ejecuta, más allá de que pueda ser estimulado por las conductas de su partenaire", sostuvo en diálogo con Infobae a licenciada Rosalía Álvarez, psicoanalista y directora del Departamento de Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
En estos días, entrometerse en la vida de la pareja es tarea fácil. Incluso sin motivos para hacerlo, a menudo, quienes deciden seguir este camino lo hacen motivados por una necesidad de completar los espacios en blanco sobre algo que está sucediendo en su relación. Se sienten excluidos de algo importante y esta necesidad suele aparecerse como una señal de que existen problemas de comunicación más grandes que deberían abordarse.
Este tipo de comportamiento apunta a una falta de confianza en la relación. Sin embargo, husmear a escondidas no ayuda y solo perpetúa un comportamiento más reservado en la relación, alimentan el secreto y la desconfianza, siendo ambas las principales razones por las que la persona revisa en primer lugar. Entonces, si bien puede parecer en el momento una buena idea y justificada, solo crea más problemas a resolver.
Hacerlo quizás resulte más fácil que compartir las emociones y las razones por las cuales uno siente la necesidad de hacerlo. Ante la falta de evidencia y necesidad de desconfiar, quien busque de todos modos probablemente sea quien termine por dañar la relación. Los temores pueden estar más basados en la autoestima de quien busca, su capacidad de intimidad o su historial amoroso.
Aquellos que hayan sido engañados con anterioridad, podrían ser propensos a rasgos paranoicos como el espionaje y ser hiper-vigilantes sobre la otra persona como consecuencia de las cicatrices del desamor. Otros, sin embargo, simplemente lo hacen cuando las propias preocupaciones o inseguridades sobre la relación se convierten en temores reales.
Si es tan fácil, ¿por qué no?
La convención social cotidiana argumentaría que mirar los dispositivos personales de otra persona sin su permiso es una gran violación de confianza. Sin embargo, esto no parece impedir que lo hagan, como ejemplo de que las creencias podrían no influir en las acciones.
Controlar habitualmente el teléfono de alguien es como rascarse una erupción: es adictivo. Rascar la comezón brinda cierto alivio, pero en cambio, cuanto más se rasque más se extiende y más rasguños se deban hacer. La clave está en no comenzar a rascarse en absoluto. Incluso si no se encuentra nada sospechoso, el acto de verificar ahora se ha asociado con la sensación de alivio.
“Quien en algún punto sospecha que la otra persona le oculta algo o lo está engañando, mientras decide tomar este camino estaría actuando de la misma manera”
Es una situación que lleva todas las de perder. Un individuo que controla la vida online de su pareja se enfrenta al dilema de tener que lidiar con el resultado de sus acciones. Si no encuentra nada, el alivio que siente será reemplazado rápidamente por la culpa y estará atrapado con la incómoda sensación de saber que violó la privacidad y la confianza de la persona que ama. Encontrar algo que indique una fechoría significa enfrentar a la persona y admitir el hecho poco ético o sentarse en silencio mientras el conocimiento lo devora.
"Si uno va a tomar la decisión de cruzar ese límite y revisar el teléfono sin que el otro esté al tanto, a su vez debe estar preparado para los posibles resultados. Antes de dar ese paso es aconsejable que la persona se plantee las ventajas y desventajas de hacerlo", advirtió sobre la problemática Gabriela Rougier, psicóloga especialista en terapia de parejas.
Entonces, ¿cuándo se considera correcto hacerlo?
En algunas relaciones, ambos socios deciden mutuamente dar rienda suelta el uno al otro para hacerlo. Si los parámetros se configuran y se acuerdan, esta disposición podría funcionar bien para algunas parejas. Sin embargo, querer mantener un poco de privacidad, incluso en una relación, es perfectamente razonable e incluso saludable.
Este arreglo ciertamente puede ayudar con la confianza y la fiabilidad, pero el hecho es que muchas personas en las relaciones desean un poco de su propia independencia benigna y no quiere decir que quieran separarse.
"En el único caso en el que como profesional establezco como herramienta que el otro pueda revisar el teléfono de la pareja sucede cuando tras una crisis de infidelidad, la pareja se encuentra trabajando en la recuperación de la confianza y es la persona que engañó le que cede sus contraseñas y hace todo lo posible para calmar las inquietudes de su pareja", especificó Rougier.
Algunas alternativas que podrían ayudar a lograr mejor los objetivos
Hay que diferenciar entre la curiosidad ociosa y una sensación persistente de que algo anda mal. La mente del ser humano tiende a ser curiosa y a buscar información. También posee la capacidad de ejercer el control de los impulsos y tomar decisiones alineadas con sus propios valores y moral. Si las ganas de hacerlo solo se tratan de una curiosidad vaga, entenderlo como normal y canalizar la fuerza de voluntad es clave.
"¿Qué estoy tratando de lograr? ¿Esto realmente mejora las cosas? ¿Cómo puedo hacer esto de una manera que genere confianza en lugar de crear desconfianza?, son algunas de las preguntas que debería hacerse el sujeto", agregó Rougier.
La comunicación abierta y la capacidad de resolver problemas en conjunto son grandes componentes de las relaciones saludables. "Si una persona tiene dudas sobre la otra o necesito saber algo más sobre él que desconoce, deberá plantearse como primera alternativa trabajar en el diálogo y la comunicación", aseguró Álvarez.
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