Por Graciela Gioberchio
Cambiaron, y mucho, los roles en el reparto de las tareas domésticas y en la crianza de los hijos. Pese a todo, e incluso al tiempo que le tironean a la jornada laboral, todavía en la mayoría de los hogares las mujeres siguen siendo las administradoras de las compras familiares. Para el caso argentino, ellas cumplen funciones de jefas de familia en el 48% de los hogares del país, y ganan un 27% menos que los hombres y la desocupación las afecta más, según datos provistos y analizados por el INDEC y el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA.
Hoy, en tiempos de turbulencia económica y en el marco de un combo de variables delicadas ("devaluación más inflación"), ellas asumen el control de sus "mini economías", las hogareñas: es por eso que buscan y comparan precios, están dispuestas a cambiar de marcas, invierten más tiempo en la elección de productos y priorizan la compra de lo necesario.
Hace rato que el consumidor de clase media argentino, sin distinción de género, viene acumulando experiencia en compras racionales con el ojo puesto en los precios y las promociones. Sucede que ahora ese perfil cuidadoso y precavido se está "recalculando", algo que las mujeres conocen muy bien, porque necesita blindarse para hacer frente al aumento del dólar, la inflación que no cesa, la suba de las tarifas de servicios públicos y la preocupación por el empleo. El consumidor de hoy tiene un perfil austero recargado, coinciden los expertos en tendencias de consumo consultados por Infobae.
En la visión de Guillermo Oliveto, presidente y fundador de la consultora W, el modo austero –que marcó el gran cambio de paradigma entre el consumo de los últimos dos años y medio y la década pasada–, se está potenciando. "Los consumidores están más cautelosos que nunca y eligen muy bien qué hacer con su dinero, porque no les alcanza o bien porque derrochar se volvió un disvalor. Hoy los consumidores son pragmáticos al 100% y carecen de prejuicios", resumió ante la consulta de Infobae.
Son tiempos en los que asoman fantasmas conocidos: el miedo a los vaivenes en el trabajo, a perder los ahorros o a recurrir a ellos; a tener que abandonar cuestiones ligadas a la educación y al estatus. Ante este panorama, el bolsillo es cada vez más protagonista. "Las clases medias transitan un proceso de revaluación constante entre lo imprescindible y lo prescindible: qué consumir y qué no; qué mantener, alternar o reemplazar. En los niveles medios altos, que parecían resguardados de la crisis, la fuerte escalada del dólar está replanteando viajes o la construcción de una nueva casa, entre otros proyectos", señaló a Infobae la directora de la consultora Trendsity, Mariela Mociulsky.
Infieles con marcas y lugares de venta
¿Qué significa ser un consumidor austero y recargado? Ser muy prudente y minucioso ante una variable determinante en la ecuación final: el precio. Este consumidor, afirman los especialistas, entiende que las significativas diferencias y la falta de transparencia de precios caracterizan esta época. Por eso, su mayor habilidad es buscar y evaluar opciones en un universo en el que conviven las compras por cercanía, autoservicios, supermercados de descuento, ferias barriales, mayoristas, distribuidores; la revalorización de lo usado, las compras de productos sueltos y lo que más convenga en cada caso.
"El consumidor –agregó Mociulsky– sabe que deberá continuar sacrificando tiempo y esfuerzo para poder informarse y comparar". En las últimas semanas, la recordada frase de Lita de Lázzari "caminen, chicas, caminen" volvió a cobrar fuerza cuando el Presidente de la Nación recomendó "caminar" para conseguir mejores precios. Es que con la inflación se agrandaron las brechas que se pueden llegar a pagar de más en productos cotidianos.
"Todos somos consumidores afectados por presupuestos cada vez más reducidos", apuntó Diego Gizzi, gerente en Nielsen Argentina. Y agregó: "Las compras se restringen sin fidelidad definida en marcas ni en canales de venta y, además, los consumidores están descreídos respecto a los continuos estímulos de las promociones y los descuentos".
En esa optimización de bolsillos flacos, se van probando opciones que hagan rendir el ticket final. El mensaje de los consumidores es claro: quieren conveniencia y sacar el mayor provecho a su presupuesto disponible. En ese escenario, el formato mayorista, subrayó Gizzi, "está jugando un fuerte partido en el que se destaca la creciente aceptación de sus marcas propias". "Los alimentos son los productos más desarrollados y cada día aparecen nuevas categorías en limpieza y tocador", indicó.
Del stockeo a la reposición diaria
Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market, explicó que una clara muestra del cambio de comportamiento del consumidor es "que pasó de la búsqueda de stockeo y compra por volumen al mejor precio de promoción en la reposición diaria. Sucede que el gasto post devaluación es una misión de todos los días, es el desafío de administrar lo necesario frente a lo postergable o deseable".
Un reciente análisis realizado por Kantar WorldPanel también muestra que la forma en la que los hogares argentinos realizan el ajuste en el consumo cambió en relación a crisis anteriores. "Compran con menor frecuencia –menos veces– algunas categorías y, en otras, siguen cambiando a marcas más económicas, en contraposición a llevarse envases más chicos sin resignar marca como sucedía en el pasado", detalló Federico Filipponi, director comercial de la consultora especializada.
"El 60% de las categorías de la canasta de consumo masivo –precisó– perdieron frecuencia de compra en el segundo trimestre del año, y las marcas de bajo precio son las únicas que están creciendo en volumen".
¿Qué recorta la clase media?
Las crisis implican una reorganización de prioridades y valores. Según analiza Mociulsky, "los imprescindibles son los productos de la canasta básica de alimentos, higiene y limpieza, y también servicios básicos como la conexión a internet, en el caso de la clase media, que es percibido como esencial para el intercambio social, la inclusión y la logística cotidiana".
¿Qué pasa con la educación y la medicina privada cuyas cuotas no paran de aumentar?, preguntó Infobae. La directora de Trendsity respondió: "Salud y educación son prioridades en el presupuesto familiar argentino que se defienden hasta último momento. Si se ha pasado de la educación o salud pública al ámbito privado –entendido como vehículo de progreso y control social– se busca no 'retroceder' y se evalúan colegios y coberturas de salud con costos más bajos".
De acuerdo al análisis de Di Pace, de Focus Market, la clase media recorta su presupuesto "en servicios privados como por ejemplo el plan de telefonía celular, prepagas, seguro del auto, entre otros". En este sentido, destacó que "las empresas aprovechan para favorecerse con la migración de clientes a través de promociones de nuevos clientes en telefonía celular, TV por cable, prepagas, gimnasios, con descuentos por seis meses. El precio manda".
¿Recortan el gimnasio, terapia, peluquería, salidas? Gizzi, de Nielsen Argentina, recordó que en crisis económicas anteriores esos gastos se recortaban de "cuajo". "Pero hoy, si bien ha bajado su uso, muchos consumidores tratan de sostenerlos a partir de la racionalización del consumo de la canasta básica que permita algo de excedente para complacencias personales, alineadas con las tendencias de cuidado personal, belleza, alimentación natural", enumeró.
¿Y las vacaciones? Oliveto, de la consultora W, consideró que hoy en muchos hogares están en stand by. "Viajes, al igual que autos e inmuebles, están haciendo sus cuentas, están recalculando, como todos los sectores de la economía", recordó. Por su parte, Gizzi planteó que "todos, finalmente, tendrán que adaptarse al momento difícil y habrá oferentes y demandantes de distintas escalas".
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