En la cultura popular, en el cine, en la TV, la delgadez se ve siempre como sinónimo de belleza, de sensualidad. En los 90, en Friends, vemos a una adulta Monica Geller, linda y esbelta; durante su adolescencia había sido gorda, y se nos aparece en flashbacks como la amiga simpática y excedida de peso de Rachel. La Monica del pasado funciona entonces como un recurso cómico, un personaje gracioso que baila mientras come sin parar. Hace poco, el tráiler de Insatiable, la próxima serie original de Netflix, causó polémica por su trama: una adolescente con sobrepeso sufre de bullying constante en la escuela hasta que vuelve al colegio flaca y se convierte en una femme fatale que roba suspiros y busca venganza.
En la sociedad actual, los estereotipos corporales se reafirman de manera constante. El sujeto, o lo que se observa de él, se reduce a lo que se observa. "Estos estereotipos se reproducen a partir de una serie de dispositivos de control que se articulan entre sí pero también por medio de las dinámicas sociales que hemos interiorizado como sujetos socializados", explica en diálogo con Infobae Lux Moreno, profesora en Educación Superior y Media en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, activista gorda y autora del libro Gorda vanidosa: sobre la gordura en la era del espectáculo (Ariel).
Moreno, de 31 años, ahonda en este libro sobre la obesidad en tiempos de redes sociales, describe anécdotas de su propia vida, comparte detalles de la discriminación que sufrió por ser dueña de un cuerpo del que la gente se siente libre de opinar, y explica cómo en el universo del activismo gordo encontró la reivindicación necesaria para empoderarse en su propia corporalidad, sin tener que esclavizarse para adaptarse a los estándares que buscan ser impuestos, además de visibilizar su invisibilidad social para convertirse ella también en un sujeto y objeto de deseo.
"Si la noción de gordo en la cultura se identifica como aquella persona que no es saludable, no es bello y que no está en forma, esto se refuerza a partir de los dispositivos de la salud hegemónica, la industria dietética, las grandes cadenas de gimnasios y las formas propias de nuestra sociedad de consumo en las que hace visible o invisible a un cuerpo", asegura. "Creo que el mercado ha generado a partir de sus intrincadas lógicas una religión o ideología sobre la base del consumo en el cuerpo. Es decir, transformar a ese cuerpo mercancía en un bien de uso que tenga valor. Transitar nuestros cuerpos no es sólo qué ingerimos o qué actividad física hacemos, sino que es la relación que tenemos con el mundo".
De los trastornos alimenticios al activismo gordo
Los problemas alimenticios que sufrió Moreno comenzaron cuando finalizó un régimen estricto de tres años. Desde los 13 años hasta los 16 hizo dieta con una nutricionista que, como ella describe, era "la Gestapo de los alimentos". Cuando llegó a su peso deseable, le preguntó cómo seguían y la profesional le dijo "vos ya sabés cómo comer". "La verdad es que en ese tiempo de 'tratamiento' jamás me explicó demasiado y lo único que estaba muy presente era que volver a ser gorda significaba volver a la invisibilidad social", recordó. Y, para una adolescente, esto era más o menos el fin del mundo.
Luego de ese período, estuvo mucho tiempo -hasta el 2013- tratando de encontrar una clave para comprender su cuerpo. Y entonces descubrió el activismo gordo, que le otorgó el marco para entender por qué era blanco de burlas y violencias: "Llegó de la mano de una amiga que me mostró los blogs de unas gordas fat fashionistas. Yo venía con una serie de preguntas sobre mi cuerpo que no encontraban una respuesta satisfactoria en la mirada médica que me pedía que baje de peso. Al encontrar esos blogs me sentí profundamente identificada, ya que eran corporalidades excluidas del mundo de la moda y esas personas estaban diciendo 'no sólo somos gordas sino que estamos a la moda'".
Las fat fashionistas son las activistas gordas que trabajan el llamado fat body positive, es decir, quieren mostrar que los cuerpos gordos también pueden vestirse a la moda y ser atractivos. "Lo que me pasó para aceptar mi cuerpo fue que descreí de las normas corporales que decían que yo no era sana o deseable. Ese fue el click, como una especie de revancha contra toda esa discriminación. Dejé de padecer esas presiones culturales y sociales para empezar a trazar otra experiencia posible de mi cuerpo". Y así comenzó un viaje de ida.
Referentes como las modelos Ashley Graham y Tess Holliday llevaron un movimiento que nació en Estados Unidos a fines de los años 60 a masificarse y verse en las pasarelas, en las campañas de alta costura y en las portadas de las revistas de moda más prestigiosas de la industria. La gordura había llegado al mainstream. En este país, PLUS Model Argentina, de la activista XL Brenda Mato, ganó visibilidad por la publicación en las redes de campañas a favor de la reglamentación de la Ley de Talles. El sistema estaba en plena revolución, y Moreno estaba en el medio del torbellino.
Hace poco, sin embargo, debió someterse a un bypass gástrico por una enfermedad de reflujo gástrico muy agravada. Es un procedimiento para el que se requiere perder unos kilos, y generalmente asociado para la disminución de peso. Eso, en el marco de su activismo, le generó sentimientos encontrados: "Fue en principio shockeante, porque es una operación que está mayormente publicitada para la disminución de peso, pero el cirujano me mandó a leer papers médicos para que viera que no era así, lo que me llevó a investigar muchísimo más de lo que pensaba".
"Respecto de mi activismo -continuó Moreno-, pensar en bajar de peso no era lo que yo buscaba. Estaba con una patología que no tenía que ver con mi peso corporal pero sí sabía que iba a haber cambios. En un momento en la clínica me di cuenta de que nadie podría borrar mi experiencia como gorda y menos con un bypass. De hecho, hay autores del activismo gordo que hablan de esto. El cambio en el cuerpo no hace menos valioso mi reclamo contra los estándares corporales".
La gordura como fetiche, y el empoderamiento a través del deseo
Lux Moreno es ex federada en natación. Un día, se inscribió en una pileta. En traje de baño, con antiparras, ojotas, gorro y enfundada en un toallón, saludó al profesor a cargo, que, con sólo un vistazo, sin hacerle ninguna pregunta sobre su experiencia previa, la mandó al andarivel donde practicaban los principiantes. Los prejuicios a los que se enfrentan los gordos son siempre los mismos, describe Moreno: que no son sanos, no se ejercitan o no son ágiles, son vagos, sólo son deseables en tanto fetiche pero no por su corporalidad diversa, son feos, entre muchos otros.
"En la sociedad de consumo que ha espectacularizado al cuerpo, el gordo aparece como el infractor, aquel que no ha cumplido con las normas corporales. El ciudadano responsable debe consumir pero a la vez seguir al pie de la letra esos estándares corporales. Y a la vez las personas gordas son invisibilizadas como objetos de deseo, o sea, no son dignos de ser amados", relata Moreno, a la vez que cuenta que, cuando era más joven, muchas veces fue objeto de burlas, de bromas pesadas, donde le hacían creer que la persona que le gustaba estaba "atrás suyo" cuando no era verdad, o simplemente la encasillaban como la "amiga gorda copada".
Antes de descubrirse como activista, cuando tenía unos meros 16 años, pesaba 58 kilos, y de pronto era observada, sexualizada. Por primera vez era vista como persona "digna" de ser objeto de deseo. Pero lo interesante es que Moreno odiaba profundamente ese cuerpo que los otros miraban con deseo: "Era una adolescente que por fin podía tener una voz pero que había sido habilitada a hablar cuando fui delgada. Mi sexualidad en esa época fue muy compulsiva. Si bien estaba con personas, nunca me involucraba corporalmente. Mi cuerpo era una cosa extraña que yo no entendía. Recién cuando me volví activista empecé a transitar mi verdadera sexualidad y mi experiencia encarnada con la intimidad".
En nuestra sociedad, el amor y la belleza parecen anudarse en un vínculo indisociable. De esta manera, cuando ciertos estándares llevan a que se piense que la gordura es sinónimo de fealdad, el amor no se puede alcanzar, una falacia perpetuada a través de los tiempos. "Seguimos manteniendo una idea platónica de belleza que está vinculada con el amor en tanto lo que es bello es deseable", concuerda la escritora. "Ya Platón en el Banquete habla de esta relación y anuda la idea de belleza con las ideas de bondad, justicia y verdad. Aquello que es bello, es justo y verdadero, por lo tanto merecedor de amor".
Pero si bien se nos aparece como vínculo muy fuerte, hoy se están pensando formas de afectividad distintas que tratan de trabajar sobre las consecuencias de esta asociación. Sin embargo, el cuerpo gordo es visto como un fetiche, una excepción a la regla. "La sexualización de un cuerpo gordo es tabú. Es decir que, al no ser habilitado como objeto de deseo, todo lo relacionado a los gordos y el sexo se aparece como algo extraño o incorrecto porque no se condice con las normas corporales", asegura, y agrega: "Me parece que visibilizar la gordofobia e ir desarticulando estas jerarquías corporales que nos presenta la sociedad nos permite ganar en libertad sexual para nuestros cuerpos".
Por otro lado, la diferencia entre la discriminación que sufre una mujer gorda es mayor que la que sufre un hombre gordo, según la autora. Esto es así porque "las mujeres estamos subordinadas por un sistema opresivo que es el heteropatriarcado que ha constituido nuestros cuerpos como objetos de deseo. Una femineidad gorda es doblemente tachada, primero en su condición femenina, y luego se la vuelve a valorar negativamente por ser gorda. Esto no quiere decir que los cuerpos de las masculinidades gordas no sufren discriminación", aclara.
Y así creó a la gorda vanidosa; esa gorda vanidosa que se alza orgullosa y sublime en el título de su libro, y que permea con fortaleza cada línea, cada palabra. Es una figura de resistencia y de sublevación en contra de los mandatos corporales. "Es la figura que me permitió a mí salir del clóset de la gordura, pero a la vez me dio las herramientas para cuestionar muchas de las cosas que naturalizamos y que reproducen violencia sobre aquellos cuerpos que son diferentes", resume Moreno. Por eso, la gorda vanidosa es apenas una estrategia más para sostenerse en un mundo que la señala como alguien que no se ajusta a la norma, y, así, desafiarlo.
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