Millonarios pero infelices: cómo gastar el dinero para ser feliz, según la ciencia del bienestar

Las personas pasan sus días esperando que llegue el momento en el que tengan más dinero para así poder sentirse plenas. Pero, a mayor riqueza, mayor insatisfacción, a menos que se invierta en experiencias y en ayudar al otro. Las maneras en las que el dinero sí puede llevar a la alegría y al bienestar

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Investigaciones demostraron que se puede utilizar el
Investigaciones demostraron que se puede utilizar el dinero ganado con esfuerzo para mejorar la calidad de vida. La clave está en saber en qué gastarlo (Getty Images)

Los seres humanos poseen la capacidad para acostumbrarse al placer que provoca saciar un deseo para luego sentir la necesidad de cumplir otro. Pasan sus días esperando que llegue el momento en el que tengan más dinero, para poder ser felices. El problema es que cuando llega, no lo hace la felicidad. De hecho, cuanto más dinero poseen, menor es la capacidad que este tiene de traer alegría a sus vidas, y esa aparente paradoja ha agobiado a los economistas del mundo.

Sin embargo, si no existiera una relación entre ambos, no tendrían sentido las horas extra en el trabajo o las personas que luchan por ahorrar dinero e invertirlo de manera rentable. Quien haya dicho que el dinero no puede comprar la felicidad no supo dónde gastarlo.

Pero entonces, ¿por qué una lucrativa promoción en el trabajo, una casa de cinco habitaciones y grandes cantidades de dinero no son suficientes para ser feliz? La relación entre el dinero y la felicidad, entonces, es más complicada de lo que parece.

Durante el último cuarto de siglo, economistas y psicólogos se han unido para responder al porqué de cuanto más dinero se tiene, más dinero se quiere. Por qué comprarse el auto, departamento o teléfono celular de sus sueños no brinda más que una alegría momentánea.

Según explicó a Infobae Maximiliano Martínez Donaire, psicoanalista y exsecretario científico del Claustro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, el dinero adquiere su valor de acuerdo a la significación que se le otorgue. Y si bien hay una significación personal, también lo atraviesa una significación social. "Vivimos en una organización social en donde el dinero es el valor de intercambio principal, es un gran regulador de los intercambios sociales entre todos los componentes de una maquinaria que es la sociedad", sostuvo.

El dinero puede ayudar a
El dinero puede ayudar a encontrar la felicidad, siempre y cuando las personas sepan exactamente lo que pueden y no pueden esperar de él (Getty Images)

Al tratar de responder a estas preguntas aparentemente deprimentes, los nuevos y múltiples estudios de la felicidad llegaron a algunas ideas alegres. El dinero puede ayudar a encontrar la felicidad, siempre y cuando las personas sepan exactamente lo que pueden y no pueden esperar de él. Antes de poder encaminarse hacia la búsqueda de la felicidad, es necesario reconocer todo lo que previamente haya puesto piedras en el camino.

De repente tener dinero es tener acceso a recursos, soluciones, fuentes de placer y posibilidades. A fin de cuentas el dinero es el medio principal a través del cual las personas acceden a esta sensación de "poder hacer". Existe una fuente de placer que no es el dinero en sí como objeto, sino lo que significa o lo que se puede obtener a cambio de él. "A esto se le suma que además hay un imaginario social reinante que nos dice que consumir es bueno y valorado, uno obtiene el reconocimiento de los demás cuando compra algo", indicó Donaire. 

"El miedo al desamparo es un efecto primario y constitutivo del sujeto humano. Venimos al mundo en un estado de prematuración tal que hace de la dependencia al otro una causa fundamental de los vínculos. En este sentido, el dinero suele convertirse en aquel elemento que ilusoriamente resolverá el terror al desamparo", aseguró en diálogo con Infobae Diego Luparello, psicoanalista y expresidente del Claustro de analistas en formación de la APA.

La seguridad económica se convierte así en lo que le procuraría al ser humano la garantía de no quedarse solo o abandonado, sabe que es solo una ilusión, pero funciona. Para Luparello, la felicidad, por el contrario, podría estar más cerca cuando se encuentra cierto equilibrio entre el miedo al desamparo, el afán de reconocimiento, y las reales posibilidades de la vida.

La gran miseria del dinero

“La vida misma se pone
“La vida misma se pone en marcha alrededor de lo que no está y hay que alcanzar” (Getty Images)

La nueva ciencia de la felicidad comienza con una simple idea: el ser humano nunca está satisfecho. "Una vez que se satisfacen las necesidades humanas básicas, más dinero no genera más felicidad", señaló Dan Gilbert, profesor de psicología en la Universidad de Harvard y autor de Stumbling on Happiness, a la revista Time en su edición especial The Science of Happiness.

"No existe la posibilidad de una satisfacción plena, completa ni absoluta simplemente porque las necesidades, apremios y faltas vuelven a emerger. Y esto está lejos de ser un problema y en verdad es lo que permite que la vida misma se mantenga en movimiento, es un motor que nos pone en marcha en la 'búsqueda de', que permite construir, crear y desear", agregó Martínez Donaire.

Si por el contrario, todas las necesidades estuvieran totalmente colmadas de un modo absoluto como una felicidad sin fin, el ser humano no tendría nada por qué vivir. Para el experto la vida misma se pone en marcha alrededor de lo que no está y hay que alcanzar.

Y aunque se crea que los ricos son más felices que los pobres, enormes aumentos en los estándares de vida de los ciudadanos estadounidenses, por ejemplo, no les aseguraron la felicidad. ¿Por qué? Aquí algunas razones:

La satisfacción que se obtiene
La satisfacción que se obtiene por la adquisición de cosas materiales es fugaz, por lo que el ser humano continúa comprando en busca de ese estallido inicial de alegría (Shutterstock)

Se sobrestima el placer de obtener más. Los humanos son criaturas adaptables, lo que ha sido una ventaja durante siglos pero también es por eso que nunca estarán satisfechos por mucho tiempo cuando la buena fortuna se cruce en su camino. Si bien ganar más contribuye a la felicidad a corto plazo, el ser humano se ajusta rápidamente a su nueva riqueza y a todo lo que se compra.

"Ningún objeto en sí mismo es una fuente de satisfacción plena, sino que siempre son satisfacciones parciales. Como tampoco lo hace ninguna relación humana, podemos estar enamorados pero en algún momento van a aparecer situaciones que no sean de nuestro agrado. La satisfacción siempre se topa con algo que vuelve a ponernos en falta", advirtió  Martínez Donaire.

Sí, al principio uno se emociona con autos nuevos brillantes y pantallas de televisión, pero pronto se acostumbra a ellos, un estado de funcionamiento que los economistas llaman la "adaptación hedónica".

El término hace referencia a la capacidad de las personas para acostumbrarse al placer que provoca que una vez saciado un deseo sientan la necesidad de cumplir otro. Es decir, el ser humano siempre estará en la búsqueda constante de su bienestar mediante el consumo, pero nunca llegará a una meta final.

Porque más no siempre es mejor

Las personas sobrestiman la cantidad de
Las personas sobrestiman la cantidad de dinero que necesitan para ser felices. Resulta que hay un efecto de nivelación: más no siempre es mejor (Getty Images)

Más dinero también puede llevar a más estrés. Un gran salario que se obtiene de un trabajo bien remunerado puede no ser de gran ayuda en lo que respecta a la felicidad.

El periodista, editor y crítico social considerado uno de los escritores más influyentes de los Estados Unidos del siglo veinte, Henry Louis Mencken, una vez bromeó que el hombre feliz es aquel que gana 100 dólares más que el esposo de la hermana de su esposa. La forma en que una persona se mantiene en relación con los demás marca la diferencia en su sensación de bienestar, más que la cantidad que gane en un sentido absoluto.

Los "otros similares" con los que se compara pueden ser compañeros de trabajo, personas con las que creció o viejos amigos y viejos compañeros de clase. Si se comparan dos personas que poseen los mismos ingresos pero que viven en área distintas en cuanto a niveles de riqueza, quien viva en el área más rica informará una mayor insatisfacción.

Según Luparello, en este contexto se ubica el deseo de reconocimiento, todo aquello que hacemos para ser mirados y reconocidos por los otros. Vuelve a ser el dinero, o el éxito económico, lo que procuraría esa admiración de nuestros semejantes y en este sentido podemos sentir que "ese sostén de reconocimiento se asemeja a la felicidad".

"En el momento en el que compramos algo -expresó Donaire– somos felices y lo mostramos, sentimos satisfacción y placer pero al poco tiempo nos olvidamos. Esto nos permite pensar que la satisfacción y el placer no estaban tanto en el objeto en sí de consumo, sino en el acto mismo de consumir y obtener el reconocimiento social".

Su inclinación por compararse, como su tendencia a aburrirse con las cosas que adquiere, parece ser un rasgo humano profundamente arraigado. La incapacidad de mantenerse satisfecho es sin duda una de las razones clave por las que el hombre prehistórico se mudó de su cueva del bosque y comenzó a construir la civilización que ahora habita.

Hacer cosas puede traer más alegría que tener cosas 

En comparación con los poderes
En comparación con los poderes de la conexión humana que aumentan la felicidad, el poder del dinero parece realmente débil (Getty Images)

La primera clave para saber cómo usar el dinero está en reconocer qué es lo que trae felicidad. ¿Uno de los secretos? Los amigos y la familia son un poderoso elixir. Innumerables estudios sugieren que tener amigos importa mucho a la hora de alcanzar el bienestar.

Una encuesta social general, proyecto de la organización de investigación independiente NORC de la Universidad de Chicago, descubrió que aquellos con cinco o más amigos cercanos tienen un 50% más de probabilidades de describirse a sí mismos como "muy felices" que aquellos con círculos sociales más pequeños. En comparación con los poderes de la conexión humana que aumentan la felicidad, el poder del dinero parece realmente débil.

También contribuyen al bienestar humano las relaciones amorosas. Las personas en relaciones felices, estables y comprometidas tienden a ser mucho más felices que aquellas que no lo están. Entre los encuestados por el mismo centro de investigaciones desde la década de 1970 hasta la década de 1990, alrededor del 40% de las parejas casadas dijeron que estaban "muy felices"; entre los que nunca se casaron, solo alrededor de un cuarto podía decir lo mismo.

Cuando se trata de gastar dinero en la búsqueda de la felicidad, la "buena vida" se puede vivir mejor haciendo cosas en lugar de comprando cosas, según una investigación de la Universidad de Colorado en Boulder. "Descubrimos que las personas reciben un placer y una satisfacción más duraderas al invertir en experiencias de vida que en posesiones materiales", explicó la profesora asistente de psicología de CU-Boulder, Leaf Van Boven.

Las personas son adictas a
Las personas son adictas a los desafíos y, a menudo, son mucho más felices mientras trabajan para lograr un objetivo que después de alcanzarlo (Getty Images)

A través de una serie de encuestas y experimentos que abarcaron varios años, Van Boven descubrió que las personas de diversos ámbitos de la vida se hacían más felices invirtiendo sus ingresos discrecionales en experiencias de vida que en bienes materiales.

Por supuesto, algunos gastos de dinero podrían considerarse una cosa, una experiencia o un poco de ambas. Un libro que descansa en una estantería es una cosa; uno en el que la persona se sumerge con gusto y saborea cada giro de la trama, es una experiencia. Aquellas personas felices son las que mejor pueden extraer experiencias de lo que gastan, ya sean lecciones de baile o botas de montaña.

Las personas felices no pierden el tiempo en momentos ni en cosas desagradables. Tienden a interpretar eventos ambiguos de manera positiva. En una serie de estudios, los investigadores Robert Emmons de la Universidad de California, Davis y Michael McCullough de la Universidad de Miami descubrieron que aquellos que ejercitaban para cultivar sentimientos de gratitud, como mantener diarios personales, terminaban sintiéndose más felices, más sanos, más enérgicos y más optimistas que aquellos que no lo hacían.

Nuevas reglas para un gasto más feliz

Un sueldo gordo no significa
Un sueldo gordo no significa una vida más feliz (Getty Images)

Los estudios de felicidad global muestran rutinariamente que los países más ricos no son los más felices y, de hecho, algunos pobres se ubican en lo más alto de la lista; países como Costa Rica y Vietnam superan a Japón y Estados Unidos.

Al revés de lo que se podría pensar, ir de compras no es la mejor manera de invertir en felicidad. Adquirir cosas materiales puede dejar a una persona sintiéndose vacía y comprar algo que no necesita trae solo un alto efímero.

La ciencia de la felicidad ha experimentó un resurgimiento cuando las personas comenzaron a abandonar las vacaciones y las casas de lujo que no podían pagar y se centraron en cambio, en las relaciones y las experiencias. Si bien fue en parte por necesidad, aún así, muchos descubrieron niveles más altos de felicidad en tiempos difíciles, después de reducir su estilo de vida y no preocuparse tanto por compararse con sus vecinos.

Gastarlo en otra persona. En este aspecto, más dinero sí nos hace más felices. Dar proporciona placer innato, dar a los demás contribuye a sentir satisfacción con uno mismo. Al igual que mostrar gratitud, dar ayuda a promover una imagen responsable y generosa, que a su vez beneficia la búsqueda de la felicidad. También se debe en parte a que gastar dinero en otros ayuda a consolidar las relaciones sociales, y las personas con fuertes lazos sociales generalmente son más felices que las que no tienen relaciones sólidas.

Gastar dinero en otros también constituye una forma de compra experiencial, incluso si lo que compraste es material. Lo que en realidad compró para sí mismo es la experiencia de ayudar o sorprender gratamente a otra persona.

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