Por Graciela Gioberchio
Llegó puntual a la cita en la Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA donde anidó su pasión sobre los significados del vestir. Junto a los ventanales de un aula del segundo piso posó con soltura para las fotos que la retrataron en una soleada mañana de invierno, con el Río de la Plata de fondo. Luego, Susana Saulquin, la reconocida socióloga que desde hace varias décadas reflexiona sobre la moda, ofreció café e invitó a pensar el mundo que viene: más conciencia, más identidad personal, más diversidad, más igualdad de género, menos consumismo, menos contaminación y el gran desafío de la industria 4.0 en el sector textil.
"Siempre me dijeron que soy utópica e idealista, pero estoy convencida de que se va alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres. Los cambios sociales son lentos, pero llegan", afirmó la aguda y experimentada analista durante la charla con Infobae. "Hombres y mujeres se vestirán de modo semejante, ya no con el cliché de lo femenino o lo masculino", planteó como enérgica tendencia para el siglo XXI. "Es que ser hombre o mujer está perdiendo importancia en la moda, lo que vale ahora es ser persona".
-¿Cómo es esa relación de la moda con la construcción del concepto "ser persona" más allá del género?
-Antiguamente, en la etapa preindustrial, había un ser, las personas eran; luego fue la importancia del tener, había que tener. En el siglo XIX hubo una multiplicación de objetos que tenían que dinamizar el consumo, y el ser dejó de ocupar un lugar trascendente. A partir de ese tener, en la mitad del siglo XX también empezó la importancia del parecer, la cultura visual. Había que ser joven o parecerlo; había que tener plata o parecer que tenías. Las apariencias eran totalmente engañosas. Apariencias viene de aparentar, pero yo lo tomo en el sentido de cómo te mostrás al otro. También con las apariencias se puede mostrar autenticidad. Entonces ahora que pasamos del tener y del parecer, podemos lentamente ir afirmando nuestro ser para tener nuestra identidad. No importa que seas hombre o mujer, importa ser persona".
-¿Y eso ya se ve en el vestir?
-Sí, ya se ve. Hay varios diseñadores argentinos innovadores que lo plantean. Martín Boerr y Agustín Yarde Buller, también Julia Schang Vitón, quienes adhieren a la tendencia agender, la moda sin género o ropa genderless, iniciada por la destacada cadena inglesa Selfridges. Otros ejemplos son los diseñadores Joan Martorello, que trabaja ropa oversize, cómoda, holgada, y Pablo Ramírez con su colección en denim. En esta tendencia, creo que la túnica ocupará un lugar importante en todo lo que viene, como prenda emblemática para sentirse cómodos.
Una mujer obstinada
Saulquin se recibió de socióloga en Filosofía y Letras de la UBA a fines de los años 60, época en la que se hablaba de los movimientos de liberación y a muy pocos se les ocurría pensar en la moda como objeto de estudio. Contó a Infobae que recibió varios rechazos por su interés en la relación entre vestimenta y sociedad. "Un compañero me dijo que no podía opinar sobre cuestiones políticas 'porque estaba demasiado bien vestida'. El prejuicio era muy grande. Yo era la frívola. No lo podían soportar", recordó.
“Siempre me dijeron que soy utópica e idealista, pero estoy convencida de que se va alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres”
"Siempre tuve mucha intuición. En ese entonces, decía que iba a llegar un momento en el que la moda iba a digitar todo; como ahora te digo que en la moda no importa ser hombre o mujer. Y cuando la moda llegó, yo ya estaba bien parada con una investigación y un libro", valoró con el respaldo de sus setenta y pocos años de experiencia. "Soy taurina, muy obstinada, très têtu, como dicen los franceses", soltó entre risas.
Tras la licenciatura en Sociología, Saulquin se diplomó en Antropología Social y Política en FLACSO y en 1988 creó la carrera de Diseño de Indumentaria y Textil en la UBA que dirigió entre 1992 y 1996, y entre 2006 y 2010, año en el que se jubiló. Siempre inquieta e incansable, en 2012 fundó en FADU el posgrado en Sociología del Diseño, aunque en la Facultad de Ciencias Sociales la querían para sí. "Pasaron muchos años en reconocer la importancia del tema; pero, finalmente, lo hicieron. Y empezaron a venir sociólogos a mi posgrado, que es el grupo que junto con diseñadores gráficos y diseñadores industriales me siguen", dijo orgullosa.
Saulquin no para: el año que viene, también en FADU, lanzará la maestría en Sociología del Diseño. Está abocada a una tesis para obtener el doctorado en Diseño, que trata sobre los materiales alternativos al algodón con menos impacto ambiental. Y sigue trabajando en su fuerte: las tendencias macrosociales en prospectiva -las que plantean lo que vendrá en los próximos 20 o 30 años-, en el ámbito del posgrado que dirige.
Su primer libro, Historia de la moda en la Argentina, es un arduo trabajo de recopilación e investigación en museos y el Archivo General de la Nación. No había nada escrito sobre el tema. Lo terminó un año antes de que se armara la carrera. En 1999, ella mismo editó La moda, después: "Nadie quiso hacerlo -recordó- porque el primer capítulo empezaba con el diálogo entre la moda y la muerte del filósofo italiano Giacomo Leopardi. Se vendió bien e incluso ahora no se consigue, pasó a ser casi de culto. En 2006, me llamaron de Paidós para editarlo, pero hubo que cambiarle el nombre por cuestiones de registro. Vamos a ponerle La muerte de la moda, el día después, me dijeron. Casi tuve un shock porque en un principio no me gustó la palabra muerte en el título". Saulquin cuenta entusiasmada que una editorial acaba de traducirlo en Brasil.
“Un compañero me dijo que no podía opinar sobre cuestiones políticas ‘porque estaba demasiado bien vestida’. El prejuicio era muy grande. Yo era la frívola. No lo podían soportar”
-¿Realmente murió la moda?
–La moda no murió. Lo que murió es el autoritarismo de la moda, su obligatoriedad, ese imperativo de la cultura de masas que decía lo que teníamos que usar, aquello que mandaban los grandes centros productores de significados, como París, Londres y Nueva York.
-Esto se hace así y no de otra manera.
-Sí, la moda era única, era pautada, era ésa. Fijate que por ejemplo sacaban una foto de mujeres y todas tenían que estar a la misma altura, a 67 centímetros desde el suelo, no podía ser diferente, no importaba la altura que ellas tuvieran. Insisto: fue el fin de la moda autoritaria. La moda nunca se fue: se le achicó su radio de acción, dejó de ser única. La moda sigue estando y va a seguir estando. Le costó mucho a la gente entender eso y se enojaron conmigo; hubo mucho autoritarismo: me decían cómo puede ser que vos siendo una referente de la moda mates a la moda.
-¿Y a usted le costó ese momento?
-Me sirvió para reafirmar mi visión. Pasan los años y sigo.
-Se confirmó entonces su pronóstico y la moda perdió su lugar de privilegio. ¿Pero con qué comenzó a convivir?
-La moda seguirá teniendo un peso fuerte para aquellos que quieran seguir las tendencias, pero ha perdido el privilegio de pautar las apariencias. Junto con la moda conviven el diseño independiente, lo artesanal, lo individual, donde la creación sigue su propia inspiración, materiales, técnicas, formas, colores, texturas. Son piezas, claro, menos accesibles que la producción seriada. En la época del imperio de la moda, lo artesanal estaba desprestigiado totalmente, estaba muy mal mirado. Y volvió con todo porque en una sociedad individualista como esta, lo artesanal tiene un valor increíble que antes no lo tenía.
-La cultura de masas también estandarizó los cuerpos e impuso la delgadez como forma de vestir. ¿Qué pasa ahora con las modelos hiperdelgadas? ¿Están en retirada?
-Ya no son estereotipos. Están desprestigiadas. Los kilos en alguna forma dan identidad. Estamos lentamente saliendo de la cultura de masas y entrando a un respeto por el biotipo de cada uno.
“La moda no murió. Lo que murió es el autoritarismo de la moda, su obligatoriedad”
-¿Cómo es la moda ahora en tiempos de Internet y redes sociales?
-La sociedad es más individualista –pero no aislada, porque está constantemente conectada digitalmente a través de las redes sociales–, hasta podés elegir cómo vestirte, y las marcas están muy preocupadas por esto. Las tendencias ya no salen de los pronosticadores que se juntaban en unión con las empresas para decir lo que se iba a usar, sino que están inspirándose en lo que pasa afuera, en la calle. Ahora los pronosticadores son las redes sociales, a través de las celebrities, las influencers. Cuando la moda pautaba era más fácil; ahora es angustiante, hay que conocer más, por eso se pregunta todo en las redes sociales.
-¿Cómo analiza la moda desde una perspectiva de género en el contexto del fuerte movimiento de mujeres?
-Hay un cambio de época, absolutamente. Porque salimos de una sociedad machista, que llevaba siglos, y entramos en una defensa efervescente, que era necesaria y fundamental por haber estado apartada durante tanto tiempo. Siempre digo que cuando algo se exagera se observa el síntoma de un futuro cambio, de lo que viene.
-¿Qué es lo que viene?
-La igualdad de género: ni el machismo, ni el hembrismo. Los hombres han quedado por detrás, no van a pasar adelante ni ellos ni las mujeres. Se van a poner a la par y el primer síntoma será hombres y mujeres ganando lo mismo. Ya va a llegar, ya va a llegar.
-¿Y qué lectura hace de la incorporación de modelos de cuerpos reales a las pasarelas y las marcas que apuestan a colecciones para personas con discapacidad y a la diversidad en sus campañas?
-Todo eso es fuertísimo. Es lo nuevo, es el individualismo, es mostrar las individualidades. Cada vez está avanzando más la individualidad y menos lo masivo, lo total. El avance con el colectivo LGBT es sumamente importante y se ve en el vestir, en las formas de actuar, ahora con más libertad.
-Pero hay una cuenta pendiente con los cuerpos reales, existen doce leyes vigentes en la Argentina y aun así es difícil encontrar ropa para cualquier tipo de cuerpo.
-Lo dije desde el principio de este debate: la ley de talles es un disparate. Son cambios que llevan tiempo y no se consiguen con una ley. Para mí lo que cae es la masividad, entonces en esta cuestión la búsqueda no va por el lado de una ley que obligue a todos los locales a hacer prendas de todos los talles. Es necesario discutir entre todos los actores que intervienen, explicar, conceptualizar y, fundamentalmente, que el Estado piense y ponga en marcha políticas públicas. Con el tema de esta ley pasa algo similar a lo que vimos en el fútbol en estos días: la falta de unión, cada uno va por su lado, todos separados. Son muy difíciles los consensos. Y a todo esto, se suma el complicado contexto económico en el que las prendas son carísimas: el 45% de los costos corresponden a fabricación, diseño, comercialización y rentabilidad; el resto, el 55%, son impuestos, alquileres y otros gastos por afuera de la producción.
“Ahora los pronosticadores son las redes sociales, a través de las celebrities y las influencers”.
-¿Qué cambios se vienen en el mundo textil en cuanto a producción, costos, impacto ambiental y demás?
-Se viene la industria 4.0, el nuevo paradigma industrial: manufactura integrada, realidad aumentada, robótica colaborativa, inteligencia artificial, el análisis de datos a partir de big data, diseño interactivo, nuevos materiales, biotecnología, todo para que el diseño salga más rápido y se vuelva eficiente la logística del retail y la gestión en la cadena de suministro. Al mismo tiempo se vislumbra una ambivalencia muy fuerte entre lo digital y lo artesanal. Todo esto ya llegó. Es complicado. Habrá una gran transformación de la industria textil.
-¿Y qué pasará con el algodón, el "chico malo" de la industria textil?
-Es fundamental encontrar alternativas para hacer sostenible la industria textil, y digo sostenible en el sentido de sostener la producción desde las costumbres sociales. Incluso el algodón orgánico, que muchos consideran la panacea, es perjudicial para el medio ambiente porque necesita mucha tierra y mucha agua. El algodón tiene procesos tintóreos húmedos y un creciente uso de los pesticidas que va contra el planeta. Y el cambio climático marca la punta. En mi tesis estoy estudiando las nuevas alternativas con productos basados en la piña, la banana, la flor de loto, la ortiga, el árbol kapok (ceiba pentandra) con los que se hacen fibras que no son nocivas para el planeta. La idea no es que desaparezca el algodón, sino que desaparezca el monoproducto único y se realicen mezclas entre algodón y otras fibras. Ya hay empresas que están utilizando nuevas fibras. Esto forma parte de toda una tendencia de ser éticamente correcto y cuidar el planeta.
-A veces ser buenos y éticos suena muy bien en los discursos.
-Pero esto es sentido común puro. Un sistema productivo basado en la aceleración de los consumos y el consumismo no es sostenible ambientalmente. El sistema productivo va a tener que cambiar por supervivencia. No por ser buenos y éticos. Tiene que cambiar porque la supervivencia de la sociedad así lo va a exigir. Ya se habla del lujo sustentable: el prestigio empieza a estar ligado con cuidar lo medioambiental y las personas.
“El avance con el colectivo LGBT es sumamente importante y se ve en el vestir, en las formas de actuar, ahora con más libertad”
-¿Cuándo veremos todo eso?
-Este nuevo paradigma industrial es muy posible que despunte recién en el 2050, porque los cambios son feroces. Tiene que recomponerse todo un sistema con nuevas formas de pensar y de actuar.
-¿Lo vamos a ver?
-Son 30 años, pasan volando. Si lo voy a ver yo que tengo 75 años, vos seguro que lo vas a ver.
-¡Qué optimista!
-Si no fuera optimista no podría haberme dedicado a hacer macro tendencias como hice siempre pensando en lo que vendrá. Desde los años 60 que pienso así.
Fotos: Christian Bochichio
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